¡Hola! Soy Euge y éste es el primer fic que publico.
Advertencias: Zombies y gore. Posiblemente se desarrolle un poco más lento que los fics comunes.
Guarda que empieza!
Disclaimer: InuYasha y compañía no me pertenecen, son de la fantabulosa Rumkio Takahashi. De lo contrario, Kikyo nunca hubiera sido revivida.
Lunes. 7 de noviembre.
InuYasha Taisho con 26 años era profesor de escuela secundaria cuando todo comenzó. Llevaba siempre su melena plateada recogida en una cola de caballo y no amaba su trabajo. Es más, no se explicaba cómo terminó enseñando frente a una clase de 34 niños, por que no le gustaba el trato con mocosos y menos con adolescentes. Preferia estar entrenando en su deporte favorito: esgrima. O bien tirado en su sillón todo el día comiendo ramen.
Bufó por décima vez en la mañana mientras trataba desganadamente de retener la atención de sus alumnos mientras explicaba el tema nuevo de matemática.
—¡Guarden silencio!— Se callaron todos y lo miraron. —Este tema es interesante.—
La verdad es que ni el creía lo que decía. Encontraba más interesante saber cuantos peces por día podía atrapar un buque pesquero que averiguar el resultado aproximado de un Límite.
Cuando el silencio fué insoportable, continuó su explicación. —Entonces en este Límite, si me acerco a dos tendiendo desde la derecha, el resultado de la cuenta cada vez sera mas grand..— Lo interrumpió de una manera odiosa un chico que si mal recordaba se llamaba Matt.
—Profe.. ¿Usted realmente cree que esto puede llegar a sernos de interés?— Pregunto con una sonrisa mientras codeaba a su compañero de banco, que aguantaba las risas con una mano sobre su boca. —Vamos, usted no lo cree.—
—Cállate Matt.— Lo cortó Amanda, una dulce chica aplicada y tímida, de cabellos dorados.— El profesor creerá que no queremos prestar atención.— Concluyó con una sonrisita y un dejo de ironía en su voz.
Okey, se equivocó con lo de tímida. Respiró profundamente por la nariz intentando serenarse para no mandar a todos los adolescentes frente a el a la mierda y abandonar su trabajo, por que necesitaba el dinero.
Viró entonces sobre sus pies con intenciones de terminar el cálculo en la pizarra para así dar por concluido el bendito tema de Límites, terminar la clase y salir alegremente de la mole de cemento que era la escuela y su prisión.
Cuando apoyó la tiza en el pizarrón, las risas que lo acompañaron durante casi toda la hora de clase se detuvieron y el frunció el ceño. Algo no andaba bien, las risotadas se transformaron en sonidos de exclamación y chillidos.
Entonces todo se fue al carajo. Debió haberse quedado en la cama esa mañana, cuanto tanto le costó levantarse. Jamás hubiera salido de su casa de haber sabido que presenciaría el fin de la humanidad.
Al oír las primeras toses miró sobre su hombro y se sorprendió con lo que vio, por que todo paso en un segundo.
Amanda se sacudía violentamente en lo que parecía ser el ataque de tos mas fuerte que jamás había visto. El sonido era tan seco y ronco, que parecía que alguien la ahorcaba, mientras ella trataba de respirar.
Impresionados y aturdidos, algunos llorando, los estudiantes se alejaron de la desesperada chica mientras se escuchaban gritos de impresión por semejante escena. El aula era un caos.
—Jesús...— El panorama frente a el había cambiado radicalmente. Entonces alarmado por la dolorosísima expresión de Amanda, se aproximó a ella para palmearle la espalda y así sacara lo que sea que la estaba ahogando. —Tranquila... por favor, respira.—
Nada se pudo hacer.
La adolescente miró a su profesor, con los ojos inyectados en sangre por el esfuerzo, mientras finos hilos del líquido vital que salían de su boca manchaban su hermosa cabellera amarilla, su mentón y la camisa de InuYasha. Entre espasmos escapó su último aliento de vida, cayendo inerte y desplomada sobre su pupitre.
—Amanda..— La sacudió del hombro un poco fuerte, pero la vida de la chica ya se había extinguido. —Vamos, despierta..— Hablarle era en vano. —¡Maldición!— Su compostura de profesor se esfumó.
InuYasha cerró los ojos fuertemente, no podía creerlo. Tampoco pudo reaccionar cuando se levantó y miró a su alrededor con sus orbes doradas. Todos y cada uno estaban sufriendo la misma muerte horrible y desesperante. Todos menos él.
Lo miraban con ojos desorbitados y llenos de lárgimas, con el rostro colorado mientras se agarraban la garganta, como si así pudieran hacer que el tan valioso oxígeno del aire entrara en sus pulmones. Eso debía doler como los mil infiernos.
Aterrado y sin comprender lo que ocurría, trató de salir al corredor para buscar ayuda, pero al abrir la puerta con manos temblorosas y asomarse, el mismo sonido cargado de una dolorosa agonía se llegaba a oír desde todos los salones y pasillos del establecimiento.
Al llegar a el primer tramo de escaleras, la escuela ya se encontraba sumida en una quietud y silencio absolutamente anormal.
El miedo hizo mella en el, dejándole las manos temblorosas y la espalda y frente empapadas en un desagradable sudor frío. Sus labios tornados en una dura línea y un entrecejo tan fruncido que las cejas parecían pegadas entre sí.
Cuando llegó al recibidor, había una chico desplomado boca abajo.
Se aromó de todo el valor que pudo y se acercó a el, tomó su mano y la soltó en el acto. Estaba empezando a enfriarse y el tacto fu como tocar cuero mojado.
Tomando una gran bocanada de aire volteó el cuerpo. Tenía la piel de un tono tan pálido como el blanco de las paredes, y el único color en el rostro era la sangre que había dejado de manar de su boca, manchando su cuello, manos y remera.
Sin más, supo que estaba muerto, tanto como sus alumnos en el aula.
No muy firmemente sobre sus pies, InuYasha se irguió y dudando se acercó a las puertas dobles de vidrio, por donde se filtraba el frío sol del otoño. Las abrió y se precipitó a la calle.
Pero cuando se encontró con la estampa de una acera en un silencio y una calma antinatural, con cuerpos caídos para donde quiera que mirara, entendió que lo que sea que haya causado la muerte de todas las personas dentro de la escuela, también había ocurrido afuera.
Entonces se sintió superado. ¿Que debía hacer? ¿Buscar a alguien vivo? ¿Ir a una estación policial? ¿Intentarlo en el hospital?
Se decidió por volver a su hogar, cambiarse y adentrarse luego en la ciudad, para intentar encontrar a alguien vivo. Él no podía ser el único.
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Kagome Higurashi era estudiante de medicina con 20 años. Una hermosa mujer de hebras azabaches con reflejos azules curiosamente naturales. Con unos ojos tan preciosos como expresivos, de un cálido color chocolate que enmarcan su rostro de piel nívea. Activa, responsable y llena de vida.
Pero esa mañana estaba tumbada en su cama tapada hasta la nariz maldiciendo mentalmente por la gripe que la tenía con dolor de cabeza y mocos. Quiso estudiar del libro de anatomía para el examen final del Viernes, pero no podía enfocarse en pasar del primer párrafo. Se dijo que lo intentaría en la tarde, luego de una buena ducha y una comida reparadora.
—Pero será posible..— Dijo con voz nasalizada cuando quiso prepararse el almuerzo por que dentro de la nevera no había más que un sobre de mayonesa, un limón partido al medio, una cerveza y unas lechugas demasiado viejas como para comerlas.
Furiosa se calzó una chaqueta de cuero y agarró las llaves, bajó las escaleras y se encaminó hacia el pequeño mercado de la esquina. Eran sólo 15 metros.
De haber sabido que ese seria el fin de su vida y mundo como los conocía, Kagome hubiera pensado dos veces antes de salir de su departamento.
Cuando llegó a la tienda se dirigió a la góndola de pastas y tomó unos espaguetis de su marca preferida. Luego fue a la parte de alimentos envasados y eligió una lata de salsa de tomate que venia saborizada a ajo y albahaca.
Cuando estaba por coger la dichosa lata sintió que una mano que se cerraba sobre su hombro y ahogó un chillido del susto.
Hasta ahí llegó su vida normal.
Un anciano de unos 70 años la miraba con una expresión de dolor y desesperación en el rostro que la consternó. Tosía con la misma fuerza que se agarraba el cuello, desesperado por respirar. De su boca salían hilos de saliva sanguinolenta que luego se convertían en borbotones de sangre que caían por su mentón. Las lágrimas brotaban de los ojos del hombre y surcaban la vieja piel de las mejillas mientras sus piernas perdían fuerza y se acercaba al suelo. Segundos después el anciano se encontraba inerte y despojado del milagro de la vida.
—Señor.. señor por Dios respire..— Fue todo lo que pudo articular cuando la sorpresa y el shock la hicieron olvidar la fiebre y el malestar a la que la gripe la sometía.
—Por favor..— Rogó a todos los cielos mientras desabotonaba el cuello de la camisa manchada y comenzaba a practicar RCP en el pecho del anciano. Empezó a llorar. Su instinto de medica nata le IMPLORABA que hiciera algo, pero fue todo en vano. El pobre había pasado a mejor vida.
Cuando levantó la vista del hombre con los ojos abiertos y la visión borrosa de la impresión y el asco de tal escena, se encontró con que toda la clientela en el lugar, sufría la misma tos horrible y acababan desplomándose en el piso, con sangre manando de sus bocas.
Sin poder creer lo que acababa de ocurrir, totalmente anonadada, volvió sobre sus pasos temblando, muerta de miedo hacia las puertas de entrada. TENIA que haber otros como ella afuera. Pero salió a la calle y fue recibida por la luz del sol y por las decenas de personas que se asfixiaban en la vereda, con los ojos desorbitados, boqueando.
Aunque su corazón bondadoso le decía que tratara de ayudar siquiera a alguien, antes de que se terminara de agachar cerca de una mujer que parecía ser empresaria, ésta ya estaba irremediablemente muerta.
Entonces presa del pánico y con la mente totalmente nublada por la incertidumbre, se encaminó hacia su casa. Primero caminando, pero a medida que veía los cuerpos en el suelo, aceleró el paso y se transformó en una carrera que terminó cuando cerró de un portazo la puerta del departamento, se sacó la chaqueta como si le quemara, y olvidando el hambre, se escondió bajo las sábanas y frazadas de su cama obligándose a dormir. Deseando que todo fuera un sueño. Un muy mal sueño.
Acá se termina el primer capítulo de este fic. ¡Ojalá les guste! Ojo, tal vez esta parte sea cortita, pero no podía meterle más cosas por que también se haría muy largo.
Háganme saber si tengo que moldear algún aspecto de mi escritura o cosas así, por que soy re-nueva y jamás escribí una historia. xd
¡Muchos besos desde Argentina!
Gracias por leer (:
