Hola, aquí les dejo el capítulo de una nueva historia, espero que les guste…

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Capítulo 1: ENTRE TUS ALAS

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Era un día como cualquier otro en la gran ciudad de Tokio, la gente iba y venía como siempre, apresurados, estresados, intento llegar siempre primero, cada uno ensimismado en sus propias alegrías, preocupaciones, tristezas y desilusiones, sin mirar el mundo que los rodeaba, sin disfrutar de las pequeñas cosas que la vida les ofrece, en su apurada y ajetreada forma de vivir.

Si abrieran un poco más los ojos, o quizás sus corazones, podrían distinguir las pequeñas siluetas que los siguen durante toda su vida, esos nobles espíritus que dedican su existencia a cuidar de ellos, a reconfortarlos cuando sienten tristezas, a tranquilizarlos cuando sienten temor y a soportar los días difíciles otorgándoles la paz que necesitan para continuar con sus vidas. Estos seres, los ángeles que están encargados de cada ser humano, designados por un poder supremo a cuidar y guiar sus vidas hasta el día que esta se extinga...

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Darien caminaba por la gran ciudad, con la vista fija en el suelo, sentía como pasaba a llevar a algunas personas en su andar, chocando en algunas ocasiones contra ellos quienes lo llenaban de insultos por el hecho de perturbar su atolondrada paz, pero aún así no levantaba la vista, parecía más un zombi que cualquier tipo de ser humano.

Llevaba un pequeño ramo de flores en una de sus manos, caminando con paso raudo, pero sereno, al parecer sus pies conocían perfectamente el camino, ya que su cuerpo se movía por inercia, el pelinegro iba abstraído en sus propios pensamientos.

Luego de mucho andar por fin llegaba a su destino debía cruzar una extensa avenida que lo separaba de aquel lugar. Sin siquiera mirar se aventuró a cruzar la extensa calle, sintió como si algo lo sujetara y lo echara hacia atrás, justo en el momento en que un automóvil a toda velocidad se cruzaba frente a él, salvándose de una muerte segura, pero al voltear nadie se encontraba junto a él.

¡Demonios! ¡¿Por qué no lo permitiste? – Exclamó de pronto reclamando al cielo por haberse salvado.

Sin obtener respuesta terminó de cruzar la avenida llegando por fin a su preciado destino, el cementerio general de Tokio.

Tomó las flores, y las acomodó en la delicada lápida de mármol, leyendo nuevamente la inscripción que ahí se encontraba, como si intentara convencerse a sí mismo que ese nombre no podía estar grabado ahí.

Serena Tsukino de Chiba

(1992 – 2012)

Amada esposa e hija

¡Serena, Serena! ¡¿Por qué me dejaste solo? – Exclamaba el pelinegro mientras se apretaba contra el frío mármol - ¡No sabes cuánto te extraño! No puedo soportar más, ya ha sido un año sin ti ¡No puedo más!

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Serena y Darien se conocían desde muy pequeños, siempre fueron excelentes amigos, haciendo juntos diversas travesuras, jugando, riendo, apoyándose en los momentos difíciles, pero al llegar a la adolescencia se dieron cuenta de que el amor que sentían el uno por el otro era mucho mayor al de simples amigos así que comenzaron un hermoso y feliz romance.

Los años pasaron y ellos seguía más enamorados cada día, Darien cumplía veinticinco años y por fin lograba posicionarse en el hospital de Tokio como jefe del área de cirugía, lo que junto con ser uno de sus metas profesionales más preciadas le otorgaba una buena posición y estabilidad económica, lo que le permitiría realizar su más grande sueño; convertirse en el esposo de Serena. Así que después de una romántica noche, ambos jóvenes se comprometían a pasar el resto de su vida juntos.

Serena cumplía los veintiún años y por fin se graduaba como maestra de primaria, por lo que decidieron que ya era hora de llevar a cabo su compromiso, pues solo esperaban a que Serena terminara su carrera para poder realizar el matrimonio.

Se casaron una hermosa tarde de otoño, rodeados de sus seres queridos y familia, la luna de miel fue hermosa y excitante, pero luego de tres semanas debían regresar a sus vidas habituales, solo que esta vez regresaban como marido y mujer.

Llegaron casi a la media noche a las afueras del apartamento, ambos bajaron del automóvil y mientras Darien se dirigía a abrir las puertas del estacionamiento Serena se apoyaba en una de las puertas del coche, ese fue el momento que marcó sus vidas para siempre.

De la nada dos hombres vestidos con largos abrigos y sus rostros cubiertos se acercaron sigilosamente hasta la pareja, su misión: Robar el coche y de paso algo más que pudiesen conseguir.

Darien se disponía a luchar contra los asaltantes cuando uno de ellos sacó un arma de su bolsillo.

¡Darien no! – Exclamó Serena al percatarse de la existencia del arma de fuego.

Uno de los sujetos observó a la rubia de pies a cabeza, con mirada obscena y lujuriosa acercándose a ella con no muy buenas intenciones, al percatarse de esto el pelinegro corrió rápidamente hasta ella intentando protegerla.

Forcejeó con uno de ellos mientras el otro continuaba con su tarea.

No te preocupes preciosa, ahora sabrás lo que es estar con verdadero hombre – Señaló uno de ellos tomando a la rubia por la cintura con el arma en sus manos.

El pelinegro con solo verlo tocar a su amada se llenó de furia y como pudo propinó un certero golpe en su rostro haciéndolo caer al suelo.

El hombre sin soltar el arma de su mano se puso de pie lleno de rabia sobándose la mejilla golpeada.

¡Esta me las pagarás! - Exclamó furioso mientras lo apuntaba con su arma apretando poco a poco el gatillo de esta.

Las imágenes fueron rápidas y confusas, solo se escuchó un fuerte estruendo a causa del disparo y pronto Darien vio como su esposa lo recibía directamente en el pecho al interponerse entre él y el arma.

¡Se… Serena! – Exclamó el pelinegro horrorizado con la escena.

Ambos hombres huyeron rápidamente del lugar, dejando a la rubia agonizando en brazos de su amado.

¡¿Por qué? ¡Esa bala era para mí! – Exclamaba el pelinegro reclamando al cielo.

No llores amor… Esta… Esta fue mi elección… - susurraba la rubia casi sin aliento – No podría soportar… verte morir…

¡¿Y crees que yo sí? ¡Mi vida resiste! Te vas a poner bien, solo no te duermas, quédate conmigo, verás que vas a ponerte bien – Exclamaba el pelinegro intercalando cada palabra con un suave beso en los labios de sus amada, mientras con su mano intentaba en vano cubrir la sangrante herida en el pecho de la rubia.

Shhh, no llores amor mío… - dijo la rubia casi en su último aliento mientras llevaba con dificultad una mano ensangrentada al rostro de su amado.

Recuerda que te amo… Siempre recuérdalo… - Señaló mientras cerraba poco a poco sus ojos.

No… No amor no te despidas, verás que todo va salir bien ¡No me dejes! – Volvió a exclamar el pelinegro con lágrimas brotando de sus bellos ojos azules los que ahora se encontraban oscurecidos por la desesperación.

Yo te cuidaré siempre… Donde quiera que esté… hasta que nos volamos a encontrar algún… día… Siempre… Siempre te protegeré… y te ama… - La voz de la rubia se apagó de golpe, mientras su mano caía lentamente de la mejilla del pelinegro finalizando la caricia.

¡Amor… Amor por favor Noooo! – Exclamó el pelinegro mientras apretaba con todas sus fuerzas a su amada contra su pecho y la besaba desesperadamente.

La ambulancia llegó momentos después, pero no había nada que hacer, Serena estaba muerta.

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Ya se cumplía un año desde ese triste evento y la vida de Darien dio un giro aterrador, su depresión lo llevó al límite de la cordura, sus amigos y familia intentaban ayudarlo, lo apoyaban cuanto podían, pero el pelinegro no quería salir del abismo en que se encontraba.

Había perdido su trabajo, ya que no se sentía capaz de ayudar a nadie, jamás podría intentar siquiera salvar una vida si no había podido salvar la de su amada.

Salía por las noches en un intento desesperado por encontrar a los dos tipos que en menos de diez minutos acabaron con su felicidad, sus sueños y en definitiva, su vida, para cobrar venganza, pero jamás logró encontrarlos.

A los pocos meses descubrió que el alcohol le ayudaba a mitigar levemente la soledad de sus días y se adentro en la bebida.

Rei, su hermana, seguía cuidando de él, lo iba a buscar a los bares cuando la llamaban por que su hermano estaba totalmente borracho, o se había enfrascado en una pelea.

Lo cuidaba hasta que se sintiera mejor, pero pronto el pelinegro volvía a caer en lo mismo, como un círculo vicioso del que no tenía salida.

Solo los días en que Darien iba de visita al cementerio donde descansaba su amada esposa se mantenía sobrio la noche anterior, alimentando la agonía de no tenerla a su lado, se levantaba temprano y se dirigía directamente hasta allá, le compraba un ramo de lirios, las flores favoritas de su amada y se pasaba la tarde entera llorando sobre sus restos rogando al cielo que lo llevara junto a ella. Después de su ritual se dirigía directamente a un bar a intentar apaciguar nuevamente sus penas, hasta la llegada de la próxima visita.

Y ahí se encontraba el pelinegro, llorando junto al lugar donde descansaba su joven esposa, intentando asumir que la razón de su vida descansaba metros bajo tierra.

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Llegaba nuevamente el anochecer y Darien salía del mismo bar de siempre, con una botella de wisky entre sus manos y paso tambaleante, estaba totalmente borracho.

Caminó por varias horas llegando a las orillas de la ciudad, intentando apaciguar su dolor con la botella que llevaba entre sus manos, pero ni siquiera el mejor licor podía hacerlo olvidar el dolor y vació que le había dejado la muerte de su esposa.

No se dio cuenta cuando se encontraba en el barandal de uno de los puentes de la ciudad, observando a los vehículos pasar a gran velocidad bajo el, a unos 20 metros bajo el, de pronto lo supo. No podría soportar vivir otro día más sin ella, otra minuto más sin sentirla cerca, el iría en su búsqueda.

Soltó la botella de sus manos y comenzó a subir el pequeño barandal, dispuesto a lanzarse de él.

Espera un poco amor mío, ya me reuniré contigo… - Susurró el pelinegro con lágrimas en los ojos, pero una sonrisa de satisfacción en sus labios mientras sentía como el viento chocaba contra su cara.

Cerró sus ojos dispuesto a lanzarse a la hermosa muerte cuando comenzó a sentir una extraña calidez a su alrededor.

Abrió los ojos de golpe al sentir una presencia muy cerca de él.

Darien… - Escuchó de pronto el pelinegro volteando inmediatamente a ver en dirección de donde provenía esa dulce voz, sin encontrar a nadie cerca.

Pronto se encontró invadido por una inmensa calidez que por minutos eliminó la tristeza de su corazón, mientras un ser celestial lo envolvía con sus hermosas alas.

Darien no pudo distinguir quién o qué era solo sentía esa inmensa paz y una silueta acunándolo con sus alas.

Nunca pienses que esta es la salida a tu dolor, intenta disfrutar de las pequeñas cosas que te da la vida, lucha por ser feliz aunque la tristeza embargue tu corazón… - dijo el ser en un susurro…

El pelinegro despertó de golpe, sobresaltado, miró hacia todos lados y descubrió que se encontraba en su habitación y que el nuevo día ya había comenzado.

¿Habrá sido un sueño? – Se preguntó mientras llevaba sus manos a su cabeza intentando recordar lo sucedido y como había llegado hasta su casa, más solo encontró el profundo dolor de cabeza producido por la resaca y la misma calidez en su corazón, se encontraba rodeado por primera vez en mucho tiempo de una infinita paz.

¿Qué les pareció? Si lo sé algo triste, pero creo que solo a través del sufrimiento podemos encontrar la verdadera felicidad (si, soy un poco masoquista) espero les haya gustado este primer capítulo y ya saben, espero con ansias sus rw con sus comentarios sugerencias, dudas o descargos.

¡Nos leemos!