*Esta historia tiene lugar tras los sucesos ocurridos en el KH2, por lo que puede contener spoilers leves de títulos anteriores, pero nunca del KH3D o siguientes.
*Todo lo relatado a continuación es tan solo con fines lúdicos, nunca económicos, por lo que pido que si veis que este fanfic aparece publicado en cualquier otra parte (aunque ponga que tiene mi permiso, porque probablemente sea mentira), me aviséis.
*Ninguno de los personajes que aparecen aquí me pertenecen a mí. Son propiedad exclusiva de Square Enix y Disney.
*Es el primer fanfic que publico, así que os agradecería muchísimo que dejáseis alguna rewiew con vuestra opinión :3
*Siento haber parecido tan Hitler, pero me pasa siempre que redacto normas xDU
Prólogo: Incorpóreo
—¿Crees que es hora de decírselo?
Yen Sid enroscó los dedos al estirar su barba gris, como siempre hacía cuando necesitaba pensar en algo que acaparase toda su atención.
—Definitivamente no creo que eso sea una buena idea, Ansem —contestó tras un prolongado silencio.
—Suponía que dirías eso… —se resignó, pasándose la mano por el pelo ya cubierto de canas—. ¿Qué es lo que propones tú? —quiso saber, elevando la vista para observarlo.
—Sinceramente… no lo sé, y creo que es la primera vez en mi vida en la que simplemente no sé qué hacer. —Ansem asintió en señal de complicidad—. No podemos hablarle sobre lo que hemos descubierto.
Su compañero jugueteaba con un pequeño artefacto redondeado y transparente, casi como una bola de cristal de pequeño tamaño.
—A decir verdad, yo ya llevaba un tiempo considerando esa posibilidad —confesó.
—¿Cómo? —Yen Sid abrió los ojos, perplejo.
—Bueno… era obvio que algo extraño estaba pasando, todo lo que sucedía a su alrededor se escapaba a lo que se considera "normal" en estas ocasiones, pero…
—Pero de ahí a dejar de ser una persona hay un largo trecho —completó.
Ansem suspiró con pesadez.
—No me gustaría estar en el lugar de quién tenga que explicárselo. Porque hay que explicárselo y lo sabes —afirmó rotundamente. Yen Sid apartó la mirada durante unos instantes—. No podemos anteponer su bienestar al del resto de mundos, no podemos, maldita sea.
—Cálmate, Ansem, sé perfectamente que esto se nos escapa de las manos. Pero debes pensar que a nadie le gusta oír la verdad si ésta resulta amarga. Y no hay nada más amargo que esto.
—Cierto —corroboró—, las personas no suelen tomarse demasiado bien el hecho de haber estado viviendo en una mentira. Pues eso es lo que significa ser un incorpóreo.
Yen Sid miró a los ojos de su amigo, buscando en ellos una respuesta que ninguno de los dos sabía con certeza. No hablaron, ya que nada más les quedaba que decir. El destino de alguien muy querido por ambos estaba a punto de cambiar y, lo más preocupante, probablemente también lo haría el destino del resto del universo. Como piezas de dominó, todos acabarían derrumbándose.
