HOLA, MI NOMBRE ES KATY Y SOY NUEVA AQUÍ, REALMENTE ESPERO QUE LES GUSTE MI HISTORIA, NO SOY UNA EXPERTA, PERO HARÉ MI MEJOR ESFUERZO.

CAPÍTULO 1

-Candice, la señorita Pony desea verte inmediatamente en su oficina.

-dijo la siempre amable y bondadosa hermana María.

-¿Qué es lo que he hecho esta vez? –dijo Candy en tono de resignación.

-No lo sé, pero será mejor que vayas inmediatamente.

Candy asintió y se fue corriendo para reunirse con la señorita Pony.

-¿Necesitaba verme? –preguntó en cuanto cruzó la puerta.

-Pasa querida, le dijo la mujer.

-Señorita, le juro que yo no he hecho nada, si Max pretende inculparme…

La señorita Pony sonrió.

-No te he mandado traer por nada de eso…

-Entonces…

-Candy, ¿sabes que esta casa depende de las donaciones que las personas generosamente nos hacen?

-Sí, lo sé…

-Esta casa depende en gran parte a las donaciones que el duque de Grandchester generosamente hace, de hecho, esta casa se mantiene en pie gracias a su generosidad.

Candy asintió, pero no tenía ni la menor idea del porque ahora la señorita estaba diciéndole todo esto.

-Hace poco recibí su visita… el duque desea que los niños del hogar reciban educación, y ha dado instrucciones para que así sea.

-Eso es maravilloso… -No se preocupe, no tiene que pedírmelo, yo le ayudaré con los niños…

-Candy, eso no es lo que…

Pero Candy ya no estaba escuchándola, así que en un intento por recuperar la atención de la niña, dijo…

-El duque manifestado su deseo de adoptarte…

-¿A mí?

-Así es cariño…

-Pero yo no puedo… es decir, yo no deseo abandonar este lugar, además hay niños mucho más pequeños que estarían felices de unirse a la familia del duque.

-El duque me ha dicho que la razón por la que ha pedido por ti, es porque tiene dos hijas, él creé que las pequeñas se encuentran muy solas, por esa razón ha pensado en proporcionarles una amiga y espera que te unas a ellas.

Serás muy feliz allí, el duque ha prometido educarte para convertirte en toda una dama…

-Pero yo no quiero unirme a ninguna familia… no quiero ser una dama…

Yo quiero quedarme aquí para siempre… quiero cuidar de los niños… quiero…

Candy no fue capaz de contener el llanto y salió corriendo de la casa, hasta que fue a detenerse en lo que ella llamaba "la colina de Pony".

Allí, bajo la sombra del gran árbol lloró amargamente.

-¿Quién se creía ese duque? ¿Por qué quería alejarla de su hogar?...

Esta y muchas preguntas rondaban su mente, estaba tan desolada que no escuchó que alguien se acercaba…

-¿Por qué lloras pequeña? ¿Estás perdida?

Candy se sobresaltó al escuchar aquella voz…

Alzó la mirada, y se encontró con los ojos azules más hermosos que jamás había visto.

Aquellos ojos que la miraban con una mezcla de curiosidad, diversión, y a la vez ternura.

-N…no…yo sólo… es qué… -balbuceo ella.

El chico le sonrió, y Candy se percató de los oyuelos que se formaban en sus mejillas cuando se reía…

El chico rebuscó en sus ropas, y sacó un pañuelo, mismo que utilizó para secarle las lágrimas…

Involuntariamente Candy sonrió…

-lo vez… así está mejor… se te ve mucho más linda sin las lágrimas le dijo… y luego puso el pañuelo en sus manos para que terminara de secarse.

Sólo hasta entonces Candy fue capaz de observar con detalle al misterioso chico…

No parecía ser alguien de la aldea… puesto que los chicos de la aldea no vestían de manera tan elegante…

Su cabello era castaño y estaba un poco largo, pero bien recortado, poseía un porte altivo natural, que sin embargo le hacía verse bastante apuesto, a tal grado que Candy creyó estar contemplando a un príncipe.

Estaba a punto de preguntarle su nombre, cuando a lo lejos escuchó que alguien gritaba su nombre…

-Creo que están buscándote… será mejor que vayas antes de que ocasiones un problema, pequeña pecosa. -le dijo, y entonces se alejó corriendo.

-espera, le dijo ella, pero era demasiado tarde, él ya se había marchado… sin embargo, se percató de algo…

Aún tenía en sus manos el pañuelo… además la había llamado "pequeña pecosa"

Lo apretó contra su rostro y se percató de que olía muy bien… y al examinarlo con más detalle se dio cuenta de las iníciales bordadas en el extremo…

T.G.

Pero… ¿Quién era T.G.?

Pensaba en ello cuando Albert, uno de los chicos que vivían en el hogar llegó hasta donde estaba ella.

-Candy…. Sabía que te encontraría aquí… -la señorita Pony y la hermana María están muy preocupadas…

-Candy se dio la vuelta, recordando su enfado…

-Candy… ¿es verdad que te irás?

-Yo no… -dijo ella…

Pero no fue capaz de terminar, porque vio un destello de tristeza en los ojos del muchacho.

Albert llevaba casi tanto tiempo como ella en el hogar, y desde el principio la acogió como una hermana, ellos solían decir que se quedarían allí para siempre juntos para cuidar de los niños, pero ahora el futuro ya no parecía tan claro.

Candy se dio la vuelta para evitar responder la pregunta de Albert, y se sentó en el césped.

Albert se sentó a su lado, sin decir una sola palabra, sabía que Candy necesitaba algo de tiempo para asimilar su nueva situación.

Finalmente se atrevió a hablar…

-Candy… se que prometimos estar siempre juntos aquí en el hogar cuidando de los niños, pero quizá podamos ayudarlos más fuera de aquí…

Candy lo miró con perplejidad, sin poder entender por qué Albert estaba diciéndole todo eso.

-Candy yo… estos últimos días he estado con el Sr. Price…

-¿El capitán Price?

-sí, así es… Candy yo… quiero convertirme en marinero…

-Pero Albert… eso significa que tú…

-el próximo mes, me hago a la mar…

-¿Por qué no me lo has dicho? –le preguntó ella con indignación…

-No quería decírtelo hasta estar bien seguro… pero ahora, ya no seré más una carga para la señorita Pony y la hermana María…

El capitán Price formalizará la adopción, y entonces partiremos…

Candy comenzó a juguetear con el pasto, avergonzada de su comportamiento… entonces sintió un objeto que se hallaba oculto entre la hierba…

Lo tomó y puso en la palma de su mano…

Era un broche de oro con un escudo de armas… pero no tenía ni la más mínima idea de a quién podía pertenecer, a menos que…

-¿Qué es eso? –preguntó Albert al ver que fruncía el ceño.

Candy le ofreció el objeto, y Albert lo observó con atención.

-Es el escudo de armas de los Grandchester, dijo con tranquilidad…

-¿estás seguro? –preguntó Candy.

-Sí, dijo observando el objeto nuevamente.

-Candy se preguntó si sería posible que aquel broche perteneciera al chico que había conocido tan sólo unos minutos atrás… ¿Y si fuera así? Entonces quizá volvería a verlo si se unía a la familia Grandchester…

Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando Albert le habló nuevamente.

-Candy, se que ahora no estás convencida de que las cosas irán mejor, pero si tan solo pudieras ver lo maravillosa que es esta oportunidad…

-Tienes razón, tal vez las cosas no vayan tan mal, quizá me agrade ser adoptada… -dijo ella con una sonrisa, desconcertando por completo a su amigo, que no tenía ni la más mínima idea del porque Candy había cambiado tan rápidamente de parecer.

Unos momentos después ambos volvieron a la casa por el sendero.

La señorita Pony se sintió bastante alegre por tenerlos de regreso, sobre todo porque Candy parecía haber mejorado su humor, quizá ahora se mostraría mucho más receptiva a la idea de ser adoptada si trataba el asunto con mucho cuidado.

-Candy, hija, sé que esto es muy difícil, y no voy a…

-Estoy segura de que seré muy feliz con los Grandchester… -dijo Candy con una sonrisa, dejando perpleja a la señorita Pony, que solo atinó a asentir.

Aquella semana fue difícil, Candy vio partir a Albert antes de lo planeado, pues el capitán Price debía presentarse lo antes posible en el puerto.

La despedida fue dura, pero ambos acordaron escribirse a menudo.

Una semana después de la partida de Albert, un carruaje muy elegante se presentó en el hogar, mientras Candy esperaba nerviosa y con maleta en mano.

No había querido despedirse de nadie, puesto que sabía que si se quedaba tan solo unos cuantos minutos más no sería capaz de marcharse.

Apenas salió, el cochero le ayudó a llevar su valija y se encargó de abrirle la puerta.

En el interior, una dama la esperaba.

La mujer frunció ligeramente el ceño en cuanto la vio.

-Tu debes ser Candice ¿no es así?

Por un momento Candy no supo bien cómo reaccionar, estaba claro que a aquella mujer no le agradaba en absoluto estar allí.

-Sí, señora, atinó a responder.

-Soy la señora Leagan, su gracia, me encargó que te recogiera personalmente.

Cómo sabrás él es una persona bastante importante y ocupada, así que no puede perder el tiempo en un asunto como este.

Candy simplemente asintió, sintiéndose aliviada.

No quería tener que confrontarse tan pronto con el responsable de su situación actual.

Durante el viaje, la señora Leagan le informó que ahora la familia se había trasladado a vivir a su casa de campo en Hertfordshire debido a que la duquesa no gozaba de muy buena salud.

La señora Leagan se encargó de remarcarle la importancia de los Grandchester y de lo afortunada que había sido al haber llamado la atención del duque.

También le dejó en claro que su lugar en la familia era simplemente como una acompañante para las señoritas Grandchester, por supuesto, le dijo que ella jamás podría llegar a ser una igual de dichas damas.

Candy ya lo esperaba, así que aquello no le causó la menor decepción, realmente lo único que quería saber era si se encontraría con aquel chico qe ella nombraba en secreto como "El príncipe de la colina".

Candy tenía muchísimas ganas de preguntar si las señoritas Grandchester eran hijas únicas, sin embargo se reprimió y se dedicó a escuchar con atención todo lo que la señora Leagan le decía.

Se hizo un silencio, que se tornó un tanto incómodo, por lo que Candy optó por mirar por la ventana el resto del viaje.

Los preciosos paisajes por los que pasaba el carruaje la mantuvieron completamente ocupada, y así no tuvo que volver a charlar con la señora Leagan que estaba tan poco dispuesta a hablar como ella.

Finalmente después de algunas horas, el cochero anunció:

"Estamos entrando en las propiedades del duque en estos momentos"