NOTA: Los personajes son de Stephenie Meyer y la historia es mía.


1. Rosalie

-Escuchaste Rose, esta vez serás Rosalie Hale- me informó Jazz.

-¿Tú quién serás esta vez, Jazz?- pregunté enfrascada en la lectura de una nueva revista de modas.

Jasper Hale.

-Al fin podremos utilizar nuestros verdaderos nombres- dije aliviada.

-Sí, Lilian. Me gusta como te queda este, es mejor que Lisa- yo lo mire con todo el odio que fui capaz. Él sonrió, mostrándome que no se arrepentía de molestarme.

-¿Brian, dónde viviremos?- pregunté y Jazz me miró con sus ojos en llamas.

-Sabes que odio ese nombre.

-Lo sé.

-Vamos a Forks.

Asentí. Era la décima vez que nos mudábamos en cinco años. Esto era algo frustrante. Habíamos vivido en Londres, Paris, Camerún, Islandia y otros lugares donde no pudiéramos ser reconocidos. Después de que papá se había visto envuelto con la mafia y mamá había muerto a manos de sus matones, habíamos sido admitidos en el servicio de protección a los testigos. A raíz de que papá estaba siendo perseguido por uno de los mafiosos más importantes alrededor del mundo.

Jazz miraba como yo pensaba en nuestra compleja situación. Él sabía como yo me sentía, finalmente, él era mi gemelo y sabía todo de mí. Habíamos pasado situaciones difíciles juntos y esta era una de las más peligrosas.

Escuché a papá llamarnos desde la planta baja. Corrimos para ver que necesitaba. Estaba sentado en la espaciosa sala de estar de nuestra casa en Chicago. Leía el diario tranquilamente pero pude ver que miraba de reojo por las ventanas.

-¿Tienen todo preparado?- preguntó sin despegar la vista del periódico.

-Sí- respondimos al unísono, algo muy común en nosotros.

-¿Saben quiénes van a ser?

-Rosalie y Jasper Hale, de dieciocho años y venimos de Manchester. Nuestra madre murió de cáncer cuando teníamos ocho años y tú eres un abogado que deseaba cambiar de aire ¿Lo dijimos bien?- habíamos ensayado esa historia repetidas veces desde que sabíamos que nos íbamos a mudar.

-Excelente- nos felicitó.- En quince minutos llegara del FBI para llevarnos a Forks.

-¿El lunes iremos a clases?

-Sí, no queremos llamar la atención.

-Llamaremos más la atención yendo que quedándonos en casa- repliqué.

-Lo sé, cariño. Y lamento que ustedes tengan que cargar con todo esto- se disculpó como lo había hecho millones de veces.

-Está bien, papá. ¿Qué harás mientras estemos allí?

-Trabajaré para el hospital del pueblo- asentí. Siempre trabajaba en lugares donde no pudiera levantar sospechas.

Ambos nos marchamos en silencio para despedirnos de la casa y terminar de empacar nuestras cosas. Iba a extrañar el colegio donde nos habíamos adaptado, sorprendentemente, bien; a mis compañeros de colegio y por sobre todo a la preciosa casa apartada de los suburbios. De todos modos, ya no nos ponía tan mal tener que mudarnos cada poco tiempo.

Pocos minutos después llegaron los policías que nos custodiarían. No me sorprendió ver a Félix y a Demetri. Muchas veces a lo largo de los años habían sido nuestros ángeles guardianes. Además de haber pasado innumerables tardes haciendo de nuestro niñeros cuando nuestro padre debía ausentarse.

-Hey, Félix- saludé a mi policía favorito.

-Hola, muñeca- me dio un beso y chocó palmas con mi hermano.

-¿Qué ha pasado esta vez?- preguntó Demetri, cargando mis maletas en su automóvil.

-Papá ha equivocado su nombre al firmar los papeles y ha levantado sospechas de sus superiores- contó Jazz.

-Lo de siempre- comentó Félix.

-Ya lo creo- murmuré pensativa. Siempre eran simples pavadas.

-¿Qué harán con los autos?- pregunté, mirando mi M3 con admiración. Odiaba que otras personas condujeran mi auto.

-Los muchachos se encargaran de ellos- respondió Demetri, haciéndome señas para que me subiera a la parte trasera de su coche.

Cuando me subí al coche me di media vuelta y observé atentamente el lugar que pronto echaría de menos. Aunque habíamos vivido ahí durante año y medio tenía muchos recuerdos que añoraría.

Me quedé dormida sobre Jazz pero él ni se inmuto, ya era como nuestra rutina. Desperté aturdida en la lindera de un bosque denso, muy denso. Todo era color verde musgo hasta lo que se suponía que tener colores brillantes como las hojas otoñales todavía conservaba su oscuro verde. Veía pasar la arboleda a una velocidad alarmante pero fortificante, era, como me llamaba mi hermano, una adicta a la velocidad. Jasper miraba por la ventana pero no le prestaba atención a nada en particular. Sus ojos claros, casi transparentes, estaban como apagados, sin brillo, pude notar una mezcla extraña de sentimientos que bullían por salir. Apenada por mi hermano, acaricié su hombro, ganándome una sonrisa nostálgica.

-¿Cuánto falta?- le pregunté ansiosa.

-La casa está a cinco minutos.

Nos miramos, no necesitábamos hablar para comunicarnos. Deseábamos poder quedarnos en aquel lluvioso y remoto pueblo de más de tres mil habitantes.

La casa era sencilla y con pocos muebles. Tenía tres habitaciones amplias, de las cuales me quede con la del closet más grande. Cada una tenía su propio baño y un pequeño balcón. La que elegí estaba pintada de lila, tenía una cama matrimonial con una colcha púrpura y un escritorio de roble muy antiguo. La planta baja estaba compuesta por una cocina moderna y bien equipada, un estudio espacioso con libros desde la pared al piso y un salón con una televisión de alta definición y mullidos sillones de cuero color vino. Las ventanas eran amplias y permitían la entrada de aire cargado de los más diversos olores, como la tierra mojada o el agua salada que se abría paso entre las rocas del jardín formando un río cristalino.

-¿Te gusta?- me preguntó Jazz complacido.

-Mucho- respondí, mirando por la ventana el extenso verde de los bosques cercanos.

Jasper subió mis abultadas valijas a mi nueva habitación y me dejo sola para que pudiera desempacar y prepararme para las clases que se desarrollarían mañana. Entré en el armario y empecé a distribuir el espacio que le dedicaría a cada una de mis prendas. Guarde mis jeans y mis jerseys, estableciendo conjuntos cuando los colgaba en las perchas de madera. Dispuse mis vestidos en una prolija hilera y los miré. Recordaba las ocasiones en que los había usado y me preguntaba si la gente que me los había visto puestos se acordaría de mí y del momento. Yo si los recordaba como el vestido azul con volados con el que había sido elegida reina del baile escolar o el negro tan corto que casi no dejaba nada a la imaginación con el que me había escapado de casa para ir a un recital de Linkin Park con Kathy en Nueva York, que revuelo se había armado en esa ocasión hasta el FBI me había buscado, literalmente. Lloré. Lloré por toda esa gente no vería nunca más, por todos lo momentos que no se repetirían, por esos lugares que no podría visitar en un futuro cercano, por mi mamá que había muerto por un error, por mi familia, por mí que no era nadie y a la vez era todos. Por todo eso, lloré hasta sumirme en un sueño tan profundo que parecía una neblina tranquilizadora.


Hola a todos, soy Alee y este es mi primer capítulo de una historia dedicada a Rosalie y Emmett mi pareja favorita de Crepusculo. Ojala les guste y prometo actualizar pronto si consigo alguien que me lea. Gracias y sigan adelante.