—Capítulo 1—

¿El rey no es el león?


Compartir un mismo espacio es más difícil de lo que se piensa. No solo es el hecho de hacer planes con amigos y luego, por arte de magia: felicidad absoluta. Resulta todo lo contrario y Akashi Seijūrō comprobó una vez más que aceptar la invitación de Kise Ryōta para convivir con él y un par más había sido una pésima decisión. A sus cortos 21 años, vivía bajo el mismo techo que Ryōta, Daiki y Atsushi. Cuatro personalidades muy diferentes en una misma casa para ahorrar dinero. La pensión repartida era cómoda, pero mayormente el resto de sueldo se acababa entre los suplicios universitarios y los fines de semana de diversión. Ese no era el caso de Seijūrō, por supuesto. Haber aceptado esa convivencia para él se debía a una razón específica. Incluso antes de haberse lanzado a la aventura, había conversado con su padre.

¿Quieres mudarte con tus amigos? —Masaomi preguntó indignado—. Tienes 21 años, Seijūrō, no estás en edad de comportarte como adolescente. Rectifica.

Mi decisión no es por banalidades, papá —aclaró de antemano—. No es inmadurez, es querer ser independiente. Solo busco independizarme y abrirme camino.

Eso implica autofinanciarte —contestó de tajón.

Lo sé. Estoy trabajando de medio tiempo y he ahorrado lo suficiente como para mudarme con ellos. —Había sacado cálculos—. No me faltará nada.

Seijūrō-…

Papá, —lo interrumpió—, he salido por 2 años consecutivos en el 1er puesto. Mis calificaciones son óptimas, no he descuidado nada y tampoco lo haré; eso es ser un Akashi.

Mudarse bajo su propio solvento económico había sido aceptado por su papá horas después de una conversación larga y tendida sobre las responsabilidades de la juventud. El objetivo personal era obtener más madurez, el cual ejercería al pie de la letra. En realidad, es muy fácil planificar cómo distribuir el dinero bajo finas estadísticas para endeudarse matemáticamente hablando, pagando cómodas cuotas. Es sencillo hacer ese tipo de cálculos, pero la realidad arrasa con todo lo que un ingenuo planea poniéndole en frente la cruda verdad de la vida: el dinero no alcanza para nada con un ridículo trabajo de medio tiempo, de paga estándar.

Seijūrō agradecía a los dioses no estar envuelto en deudas. Fraccionaba sus 650 dólares de tal modo que le alcanzara para todo el mes. La prestigiosa Universidad de Tokio era estatal y eso le alivianaba los gastos, de caso contrario, hubiese tenido que conseguir otro trabajo. Por mes, el alquiler de la casa era de 250 dólares, comía con 100 dólares, el agua y la luz eran 180 más, materiales universitarios un redondeo de 60 dólares y por el servicio de internet en USB inalámbrico pagaba 45 dólares abonados religiosamente, quedándole mensual para ahorrar 15 miserables dólares. Su folclórico cochinito le causaba lástima por lo vacío que estaba; no había ahorros allí. Llevaba cinco meses de convivencia, eso le sumaba un monto de 75 dólares más los previos ahorros, pero lo cierto era que no tenía nada en su alcancía. Atsushi y Ryōta no eran igual de esquematizados, y por A, B y Z motivos le pedían prestado. Ryōta gastaba innecesariamente en vanidades que no solventaba con su sueldo y Atsushi botaba a la basura su salario al comprarse tantos dulces, sin contar las citas al dentista por las caries.

Un gran caso aparte era Aomine Daiki, pero era por culpa de ese moreno que la cuenta de luz llegaba a números inimaginables. Daiki paraba más de 9 horas al día prendido del PS4 que, le había regalado su padre por haber ingresado al cuerpo policial con honores. Daiki era el único con un trabajo de tiempo completo y que ganaba más 1500 dólares. A comparación de Ryōta y Atsushi, él no despilfarraba su dinero. Guardaba para comprarse sus juegos y lo demás era para los gastos en común. ¿Quién se lo imaginaría del desaliñado as del equipo de Teikō?

La diferencia entre Seijūrō y Daiki era que el moreno no prestaba, ni se casaba con nadie. Eso lo perjudicaba directamente a Seijūrō, a él lo ablandaban con comentarios malintencionados acerca de su adinerada familia: "tu papá se baña en dinero, no seas tacaño, Akashicchi", "no seas malo, Aka-chin~~~, 20 dólares no te hacen pobre", "oye, Akashi, no seas desalmado, qué serán 50 dólares para tu familia, préstales", y mil palabrerías más obligándolo a ceder.

—Los estoy malcriando —susurró en su habitación compartida.

A él le tocaba dividir el cuarto con Atsushi que llegaba pasadas las 22:00 horas. Seijūrō se dejó caer en la cama y suspiró. Mañana tenía tres prácticas seguidas, no le preocupaba el ámbito académico, pero sus horas de sueño. Sus otros dos compañeros de casa no habían parado de discutir desde hace 2 horas por el mismo renuente tema: las cochinadas de Daiki.

—¡No me interesa, Aominecchi! ¡Vete a desatorar el wáter! —Ryōta gritó encaprichado—. La otra vez te dije que no te iba a dejar dormir si hacías eso y lo voy a cumplir si no te paras.

—Ya lo desatoré, no me molestes —le dijo sin levantarse—. Si tantas ganas tienes de ir al baño, caga en una bolsa y bótala al tacho.

—¡No seas asqueroso!

—Es cuestión de supervivencia, no me jodas.

—¡Aominecchi! —Daiki le tiró un zapato en la cara para que se callara— ¡Tú te lo buscaste, ganguro de mierda!

—¡Kise! ¡Deja mi play, Kise!

Seijūrō suspiró. A veces se preguntaba cómo les estaría yendo a Makoto, Kazunari, Tetsuya, Taiga y Tatsuya en su convivencia. Ellos compartían un espacioso departamento. Tetsuya era una persona madura al igual que Tatsuya y Makoto, a pesar de su disparejo carácter. Kazunari era bromista e impulsivo, pero no poco previsor. La única mosca, a su parecer, era Taiga.

También se cuestionaba cómo le estaría yendo a Shintarō, tenía entendido que él vivía en una residencia para estudiantes. Él había sido su primera opción para compartir una pensión, pero Shintarō jamás le respondió el mensaje que le envió. Cuando lo llamaba para su cumpleaños, nunca le contestaba: lo mismo con los mensajes de texto.

Midorima Shintarō era un dedicado y excéntrico estudiante de medicina y, justamente en la fecha de su agasajo, se cruzaban los exámenes finales del semestre. Era una razón justificable para estar desconectado del celular; por eso, Seijūrō comprendía que no le respondiera justo en esa fecha, pero no el resto del año. Es más, hace tres días, Ryōta había llamado a la misma persona, para pedirle prestado dinero, y había contestado. Shintarō no le contestaba a él.

—¿Sigue resentido por no haberle dado la mano? —se preguntó—. Es imposible. ¿Cambiado de número? No, yo lo he visto con el mismo teléfono en los campeonatos… ¿Entonces?

Varias veces se había topado con Shintarō durante su periodo en la preparatoria y ninguna de sus conversaciones habían sido hoscas ni forzadas. ¿Estará evitando a los Sagitario?

—Aka-chin~~, ¿sigues despierto? —Atsushi le preguntó, acababa de llegar de su instituto de repostería—, ¿cómo te ha ido~~?

—Lo mismo de todos los días, Atsushi —respondió soñoliento—. ¿Cómo te fue a ti?

—Muy bien~~, hoy hicimos tortas a base queque inglés —le comentó mientras se quitaba los zapatos—. He dejado un poco en la refrigeradora, mañana puedes coger si quieres~~.

—Gracias, te tomaré la palabra.

Seijūrō se recostó para disponerse a dormir, el ruido había parado en el cuarto del costado. Atsushi se colocó el pijama y subió a la parte superior del camarote. Seijūrō sintió desde abajo el pesado cuerpo de su amigo al echarse sobre el colchón, siempre hacía temblar el armazón. Es más, le causaba mucha risa cuando su amigo se golpeaba la cabeza contra el techo.

—Buenas noches, Aka-chin~~~ —dijo apagando la luz—, y no te olvides que mañana me prometiste traerme los rollitos de canela~~.

—No lo olvido, Atsushi. Descansa.

Había obviado por completo la promesa que le hizo a Atsushi por su cumpleaños, mañana le pagaban en el trabajo y le tendría que dar como regalo una docena de bollos de canela. Eso era más de 15 dólares, un estrés más al saco.

No buena convivencia, no dinero de la familia Akashi, no tiempo para más trabajos, no padre, no barco de salvación. En pocas palabras, Akashi Seijūrō estaba en aprietos.

—No sería vida si saliera todo perfecto —susurró—, pero esto ya es demasiado.

Atsushi había comenzado a roncar.


N/F: Muchas gracias por leer y comentar