Mes 0
Era una fría mañana, en una fría ciudad de un frio país, un poco de neblina, un poco de lluvia y muchas personas que recorrían las calles sin parar, nada de asesinatos, nada de robos, nada de misterio, una ciudad con todas las condiciones para el crimen y la violencia envuelta en un aura apacible y tranquila… ¡DESESPERANTE!.
Sherlock se paseaba por la sala de Baker Street sin tener nada en que pensar, sin tener nada que leer, que experimentar o investigar, su cerebro se iba a podrir, su cuerpo también, comenzaría a caerse a pedazos y luego moriría, estaba completamente desesperado, lanzó un par de cosas hacia la puerta, tomó algunos dardos que había robado de una tienda sin que nadie lo notara y empezó a lanzarlos por toda la casa. Estaba tan aburrido que ni siquiera llevaba su bata, hacía días no dormía mientras se paseaba por la casa, prendió un cigarrillo, era la ventaja de estar solo.
-¡John!- seguía paseándose abriendo todas las puertas olvidando todas las conversaciones acerca del espacio personal –¡JOOOOOOOOOOOOOHN!- grito desesperado, no respondía y lo necesitaba ahí junto a él, se detuvo un segundo recordando porque no respondía, claro estaba donde la profesorcita, últimamente se quedaba ahí muchas veces
Sherlock desapareció durante más de 3 años y cada vez que recordaba su regreso sentía un fuerte dolor en la mandíbula izquierda y ojo derecho, John lo había golpeado como si hubiese sido un simple saco de box y luego le había dado un abrazo completamente reconfortante, justo en ese minuto había entendido que su desaparición había sido necesaria que habría hecho eso y más si le hubiesen asegurado la vida de John, lo quería tanto, era su mejor amigo, su compañero, su secuas, ayudante, muchas veces incluso eran quien lo controlaba.
Sabía desde antes que John tenía una relación formal con una mujer, que al parecer era maestra de una escuela, era al menos la sexta novia desde su "suicidio", pero estaba durando demasiado, ella era agradable, incluso no era tonta, era muy atractiva, no se reía por cualquier estupidez, no decía cosas innecesarias, pero tenía la mala costumbre de sentarse en sus piernas, besarlo sin tapujos y permitirle quedarse en su casa para claramente tener sexo. Todas esas cosas habían hecho que su amigo se ausentara de casa muy seguido, no le importaba pero era molesto sobre todo cuando tenían un caso. Ella por alguna razón a diferencia de las otras, lo entendía, le permitía irse e incluso cuando los visitaba pedía detalle de los casos a Sherlock, le gustaba escucharlo, le ponía mucha atención sobre todo a los detalles más pequeños e imperceptibles, a veces incluso bromeaba, es más incluso intentaba poner a prueba su inteligencia con preguntas extrañas, aunque claro nunca había logrado sorprenderlo, debía reconocerlo era agradable a demás de bonita, aun así… la detestaba, siempre estaba ahí, siempre con ellos, siempre intervenía, siempre se lo llevaba a su casa incluso por varios días, era realmente molesto.
John atravesaba el umbral en ese momento y un dardo pasó zumbando a su lado, miró a Sherlock de manera molesta y entornó sus ojos mirando el cigarrillo, pero lo ignoró, caminó hasta la cocina y se puso a preparar té, por su parte Sherlock arrojaba dardos escaleras abajo para intentar darle a la puerta del edificio, John apareció a su lado con su típicas tacitas, la recibió y lo miró, algo tenía que decirle y suponía no le gustaría del todo
-Sherlock… tengo una muy buena noticia- sonreía de oreja a oreja con cara de tarado –Mary y yo nos casaremos- lo miraba con sus ojos brillando
-¿Y la buena noticia?- tenia la taza tomada con fuerza, sus hombros se habían tensado, sentía que le saltaría encima para golpearlo
-Oh por dios Sherlock, esa es, nos vamos a casar, ni siquiera tu puedes ser tan idiota- se levantó molesto caminando otra vez a la cocina –nada cambiara, solo que iré a vivir allá permanentemente- Sherlock dejó caer el cigarro que se quedó en su pierna quemando el pantalón –Mary insistió en que…- no pudo terminar pues al mirarlo notó que se quemaba -¡Sherlock!- gritó y corrió hacia él dándole un golpe al cigarro, miró el pequeño agujero y vio la piel enrojecida y llena de ceniza -¿En que estas pensando?- lo miró molesto y rasgó la tela, eso hizo que Sherlock saliera de su aturdimiento
-¿Qué haces?- miró su ropa molesto, John estaba arrodillado frente a él mirando la quemadura
-¿Qué hago?, ¿Qué te pasa a ti? Estas más distraído de lo normal- se alejó un poco y buscó en su maletín, volvió con un trocito de algodón y suero –tal vez arda- lo mojó sintió como lo escocía pero no hizo nada, confiaba plenamente en sus conocimientos médicos –te decía que Mary insiste en que seas el padrino, ¿lo serás?- John lo miraba sonriendo de manera casi suplicante
-Lo haré- asintió con la cabeza aunque no sabía porque sentía un fuerte dolor de cabeza
-Gracias- le sonrió ampliamente mientras le ponía una pomada en la herida –vamos a comer algo, necesitas salir de aquí, tu piel esta mortecina- Sherlock asintió sabiendo que debía ir a cambiarse de ropa
Mes 2
Dos meses después John llevaba un impecable traje color gris y su esposa un vestido horrendo y blanco, parecía un repollo, John estaba nervioso y ansioso incluso había tomado la mano de Sherlock varias veces, la apretaba y luego soltaba, no entendía para que hacia eso si no estaba seguro de querer casarse, si le provocaba tantas dudas entonces no tenía sentido. Todos habían asistido y parecían emocionados, la hermana de John estaba aburrida y frustrada, le había dicho en secreto que esperaba que el fuera el novio en vez de Mary, no le agradaba demasiado su cuñada, decía que era demasiado buena y comprensiva, más de lo que dictaba la normalidad. La ceremonia había sido una tortura aburrida a demás de tener que posar para un sin fin de fotos, Harry era quien más les había tomado, pero solo a ellos dos, a la esposa la dejaba fuera pues decía que debían tener fotos de todo tipo.
Al volver a casa se quitó la estúpida corbata y se arrojo al sillón, entendía la necesidad de su amigo por establecer una familia, decían que todos lo necesitaban en algún momento, el jamás había necesitado ni siquiera involucrarse sexual o amorosamente con alguien, no iba a negar la increíble atracción que tenia con Irene, pero no la necesitaba para estar bien… a John sí, miró el apartamento estaba vacío, por primera vez estaba realmente solo, John no volvería esa noche, ni la siguiente, ni ninguna otra, seguro iría de visita de vez en cuando y luego volvería a irse.
Ahora fumaba más que antes, por alguna razón incomprensible había una escases de casos y por otra razón incomprensible como regalo de bodas le había dado pasajes y estadía en Paris a John para la luna de miel, realmente era estúpido. Ahora que estaba solo y sin control, fumaba más y más, al menos 40 diarios, había subido de 5 a 40 a una velocidad impresionante y no se detendría.
Mes 3
Se había propuesto batir su propio record, iba en el cigarrillo numero 143, si lograba fumar uno más habría fumado uno cada diez minutos en un solo día, no se sentía del todo bien, el departamento estaba inundado en humo, su cuerpo estaba reaccionando mal, la señora Hudson había golpeado la puerta varias veces pero en todas se había negado a abrirle, incluso amenazó con llamar a John, le dio igual, era él el culpable de que estuviese así, así que debía hacerse presente, que estupidez claro que no era el culpable, pero si hubiese estado ahí eso no habría ocurrido, ¿era esa su real intención, llamar la atención de John?, que va, claro que no, él siempre estaba en completo control de sus sentimientos y emociones, siempre había gustado de fumar pero lo había intentado dejar muchas veces, ahora era libre para hacerlo… aunque no se sentía bien. Tomó el ultimo cigarro, con el que batiría el record, el 144, lo encendió y aspiró su olor, frunció un poco el ceño, comenzó a fumar lentamente, sentía el estomago revuelto, tal vez debido a la falta de comida, falta de sueño y exceso de tabaco, dio la ultima calada y sintió como todo daba vueltas, cayó al piso y se ahogó en el humo, comenzó a toser a tal punto que empezó a vomitar, era algo viscoso y amarillento, sentía que simplemente estaba botando sus órganos. Oyó algo sin saber con exactitud que era, miro dentro del humo y vio como una figura pequeña se le acercaba
-¿Sherlock qué diablos has hecho?- John corría hacia él, estaba en el piso arrodillado a su lado, lo miró con ojos idos mientras volvía a vomitar –¡oh diablos! ¿Cuánto has fumado? La señora Hudson esta histérica Sherlock- lo regañaba, lo tomó por debajo de los brazos a duras penas y lo arrastró hasta el sillón, le puso un tarro de la basura cerca para que vomitara y abrió las ventanas, el olor era toxico, el frio entró de manera violenta, al menos ahora se ventilaba un poco –Sherlock…- lo miraba preocupado, rebuscó algo en sus bolsillos y se lo metió en la boca a su amigo, era un inhalador, le hizo un par de "puf" y este tosió fuertemente mientras volvía a vomitar –maldición ¿en qué diablos estas pensando?-
Se quedó a su lado y le acarició el cabello con cuidado, Sherlock lo miró aun con sus ojos completamente idos, se sentía aturdido, lo tomó por el cuello de uno de sus horrendos sweaters, y lo acerco a su cara.
-No te vayas- dijo despacio, John alejó su cara por el aliento que era humo puro, tosió un poco y asintió despacio, no se iría, no al menos hasta que estuviese bien, se quedo ahí con la mano en el cabello del más alto mirándolo preocupado
Se había acurrucado contra el al sentir el abrazo firme y el cuidado que ponía en él, olvidando momentáneamente que John ya no vivía con él y eso era transitorio, a pesar del olor a humo que viciaba el aire, suspiró sintiendo el aroma a jabón que desprendía su amigo, no era un aroma particular, no usaba un perfume costoso o distintivo de ninguna manera, pero le gustaba y le hacía olvidar el olor a humo, relajaba su mente e incluso, al sentir sus nariz despejarse del olor a humo y pasar las nauseas, al menos hasta que sintió pasos delicados desde la puerta pensando por un segundo que podía ser alguna clienta, por lo que siquiera se movió, dejando que John se encargara de quien fuera pero incorporándose al oír la indeseable voz de la mujercita con quien su amigo había decidido casarse.
-¿Se encuentra bien? – la mujer observaba todo alrededor del piso que estaba hecho un desastre, entre el desorden que cuando vivía John ahí intentaba mantener medianamente a raya y el humo que aun inundaba el aire – Este sitio es un desastre…- murmuró para sí, aunque totalmente entendible para los dos hombres ahí.
-Lárgate si no te gusta– Sherlock casi ladró poniéndose tenso e incorporándose para tomar la cajetilla de cigarros que estaban junto a Hamlet, recordando de golpe que John ya no estaría más tiempo ahí –Tu también deberías irte de aquí, con tu mujercita, a tú casa…-
El rubio le quitó los cigarrillos negando con la cabeza al verle caminar torpemente aun con la falta de oxigeno en su cerebro por el exceso de nicotina y el evidente rostro de nauseas haciéndole ir de regreso al sofá antes de ir hacia Mary para acompañarla a la puerta.
-Tenias razón, debimos llamarlo antes…- murmuró a su mujer poniéndole amorosamente la bufanda para abrigarla del frío –Será mejor que vayas a casa, yo me quedaré con él hasta que se encuentre mejor y volveré seguramente por la noche– su tono de voz, a juicio de Sherlock sonaba estúpido y demasiado suave para ser creíble o al menos real
-Llámame si necesitas algo…- observó a Sherlock con algo de preocupación, sabiendo lo importante que era para su marido ese hombre –no llegues muy tarde, estaré esperándote despierta…- le regaló una sonrisa suave como para calmar su mirada preocupada, acercándose a darle un lento y suave beso de despedida y susurrarle un cariñoso 'te amo'
-Creo que vomitare– Gruñó Sherlock dándole la espalda, sintiéndose realmente mas enfermo de verles de esa manera tan cariñosa
Caminó hacia su habitación cerrando la puerta con fuerza, haciendo resonar las ventanas y encendiendo un nuevo cigarrillo al que apenas alcanzó a dar una calada antes de sentir el corazón comenzar a latir desbocado y su respiración hacerse demasiado rápida, con la cabeza abombada seguido de un frio absoluto que lo recorrió de pies a cabeza antes de dejar de ser consciente de su cuerpo por completo, cayendo en la alfombra de su cuarto.
Cuando se hubo despedido de su mujer caminó hacia el cuarto de Sherlock preparándose para uno de sus nuevos momentos infantiles, pero al entrar corrió al verlo sacudirse en el suelo del cuarto, poniéndolo de lado al notar la respiración irregular y dificultosa por el vomito, chequeando su pulso mientras procuraba que no se ahogara, viendo el cigarrillo dejando un agüero en la alfombra y apagándolo con el pie al tiempo que las convulsiones disminuían, pudo cargarlo para dejarlo en la cama, viéndole aún inconsciente pero con la respiración regularizándose, preguntándose cuantos cigarrillos habría fumado para llegar a lo que evidentemente era una intoxicación por nicotina.
Cuando volvió a ser consciente de sí, había paramédicos dándole oxigeno junto a su cama y John paseaba preocupado a los pies de esta, además de una sonda en su brazo traspasándole suero, lo que Sherlock intentó quitarse junto con la mascarilla.
-Vas a quedarte quieto y comportarte– John alzó la voz sonando más autoritario de lo que nunca se había oído ante él, persuadiéndolo de no moverse, permitiéndole a los paramédicos terminar su trabajo, comprobar sus signos y dejándole algunas recomendaciones antes de recoger el equipo para salir –¿Que pasa contigo Sherlock?– jadeó cuando se quedaron a solas, viéndole preocupado pues a pesar de la atención seguía viéndose de un color mortecino.
-Estaba aburrido…quise hacer un pequeño experimento– respondió lo primero que se le vino a la cabeza y que fuera creíble –sobre la tolerancia del tabaco para un caso pendiente que me molestaba en el que estuve trabajando durante tu estadía en Paris– supo que le hubo creído cuando lo miro casi ofendido.
-¿Por qué no me dijiste nada?– Estiró los labios en el gesto que comúnmente hacia cuando estaba molesto –Podría haberte ayudado y resuelto sin que casi te mataras en el proceso-
-¿No me oíste?– Lo observó airadamente – estabas en tu luna de miel con la profesorcita…ponerte al tanto de todo habría sido demasiado tedioso-
John solo dio un suspiro, sabiendo que tenía razón; había estado demasiado centrado en su matrimonio y lo feliz que se sentía con eso como para ocuparse mucho de su amigo, como siempre había hecho e incluso encontraba la razón en que lo viera molesto como lo hacía.
-Cenare contigo…incluso hare la cena– le regaló una sonrisa tan transparente y preocupada que Sherlock sintió como si el corazón le diera una violenta sacudida, como si fuera a desmayarse nuevamente. No entendía del todo que ocurría y la pequeña noción que tenia de lo que podría ocurrir no era nada bueno.
A pesar de las indicaciones de que se quedara acostado no pudo evitar ir tras de John, sintiendo el olor a humo en la sala ahora que había limpiado un poco sus narices con el aire fresco de su cuarto pero haciendo que al mismo tiempo tuviera unas repentinas ganas de volver a fumar, aunque se contuvo. John estaba ahí cuidándolo, no tenía necesidad de esas cosas.
Las siguientes 4 horas fueron como si nada nunca hubiera ocurrido, como si la ridícula taza de la armada siguiera en la cocina y el olor a cigarrillo no estuviera impregnado en los sillones, como si en cualquier momento John se fuera a quitar su horrible suéter beige en el camino a su cuarto a dormir. Solo eran ellos dos riendo y pasando el tiempo mientras comían en la cocina y luego John se sentaba a oírle tocar el violín como las tardes de calma sin casos, al menos hasta que el móvil de John sonó cortando el sonido del violín abruptamente al tiempo que el rubio sonreía bobamente y se ponía en pie para responder, diciéndole que Sherlock ya estaba mejor, que le habían puesto suero luego de una pequeña descompensación y riendo un poco luego de unos segundos de silencio y despidiéndose antes de volver a la sala.
-¿Cómo te sientes?– preguntó sentándose nuevamente donde estaba aunque de pronto parecía mucho mas ansioso
-Sobreviviré– respondió tranquilo, viéndole casi ponerse en pie de un salto, disimulándolo luego
-Entonces me marcho ya…llámame si necesitas algo, ¿sí? Lo que sea– sonaba tan amigable y tranquilo como siempre.
Antes de que pudiera decirle nada, John le había dando un breve abrazo y se despedía con la mano, dejándolo en el medio de la sala con el violín en una mano y el arco en la otra, viendo algo desorientado el vacio de la sala. Frunció el ceño y se tocó el pecho, sentía algo parecido a una puntada, algo que dolía pero no sabía explicar como, de pronto hacia mas frio y la soledad se colaba en su cuerpo haciéndolo sentir vulnerable y abandonado, pero atribuyo todo eso a las consecuencias de su intoxicación.
