EL AMANTE
Shaka se encontraba por primera vez en su vida frenético, desesperado, sacaba las pertenencias de su compañero y las apilaba en un rincón, todo lo arrojaba vuelto una furia, sin mirar donde caían o a donde iban a parar, estaba loco de rabia, de celos y más que nada decepcionado, ya no aguantaba más, ¿Hasta cuando tendría que soportar aquellos celos? ¿Hasta cuándo estaba dispuesto a soportar las infidelidades de aquel hombre que había acudido a él según siendo sincero?. Una vez pasaba, dos también… tres eran ya un delirio… es más ya hasta había perdido la cuenta exacta de cuantos devaneos habían sido, y siempre la misma excusa torpe.
-¡Ey! ¿Qué sucede aquí? ¿Qué haces con mis cosas?.- Preguntó el león dorado cuando llegó al templo de la virgen, acaba de llegar no solo al templo si no también al Santuario, había pasado la noche perdido entre el alcohol y los brazos tibios de una joven mujer que había conocido en aquel lupanar, se había olvidado de que Shaka, el caballero rubio como el sol le había organizado una pequeña reunión, una cena especial.
-Saco tus cosas de aquí ¿Qué no ves? Me estorban.- Contestó frío sin siquiera mirarle.
-¿Por qué? Vamos cálmate ¿Qué sucede?.- Preguntó con cinismo Aioria, abrazándolo por la espalda y rodeando su estrecha cintura con los musculosos brazos morenos.
-¡Y todavía preguntas por que! Eres un cínico Aioria.- Ni siquiera lo miró, ni se detuvo en su empresa de descargar su furia con sus cosas, sabía que si miraba sus ojos verdes ya no sería capaz de nada y se volvería a someter a sus deseos como siempre, pero esta vez sería diferente, esta vez ya no se dejaría seducir por su engatusadora mirada ni por su lascivia.
-Si me explicaras…- Le contestó con suavidad acariciando una de sus piernas, pegándose más a él.
-¡No tienes perdón de Atena! Ayer te había preparado una cena y te olvidaste, ni siquiera asomaste la nariz por aquí, te lo había dicho y no tuviste el decoro de decirme que no ibas a venir y encima llegas a mi templo aún oliendo a licor y a perfume barato, por que seguramente estuviste con alguna mujerzuela.- Reclamó sin darse aire, lanzando cada palabra como una poderosa daga, Aioria de momento se quedó serio pero luego volvió a sonreír con naturalidad como si nada pasara, nada fuera de lo común.
-Lo siento Shaka, lo había olvidado… es que me quedé platicando, se me fue el tiempo.-
-¡Mentiroso! Eres un mentiroso de la peor calaña… ¡Mírate! Tienes los ojos enrojecidos y esas marcas púrpuras en tu cuello… no me digas que te quedaste platicando, ya no te creo, te quedaste pero fornicando en la cama de sabrá el cielo quien.-
El caballero de Leo le dedicó una mirada taladrante y lo soltó, se le quedó mirando como no pudiendo creer lo que le decía.
-Si ya sabes lo que pasó ¿Por qué no lo confirmas leyendo mi pensamiento? ¿Por qué me reclamas algo que ya sabes que pasó?.-
Shaka le dio un par de bofetadas, una con la palma y la otra con el revés de la mano en la otra mejilla, le miró con una furia contenida por mucho tiempo, temblando de rabia le puso las pocas cosas que tenía en su habitación en las manos.
-No puedo, es asqueroso, no puedo ni imaginar por qué permití que te me acercaras, no puedo imaginar como fue que te creí cuando me dijiste que me amabas… no puedo creer que decías cuán glorioso era hacer el amor conmigo cuando simplemente te limitabas a fornicar… como animal en celo.-
-Eso no es verdad Shaka, estás montando otra vez otra de tus escenitas, ya sé que al rato que se te pase volverás a ser el mismo de antes.-
-No, ya no Aioria, no más… estoy cansado de esperarte por las noches, estoy cansado de ser solo un entretenimiento más y ya no quiero… seguir así… cuándo te des cuenta de lo que realmente es querer a una persona regresa… pero quien sabe si yo estaré dispuesto a recibirte en mis brazos ya no digamos en mi cama, ahora márchate, no quiero verte.- En los ojos azules de Shaka se veía la determinación aunque también el dolor del corazón herido, las lágrimas purgaban por salir pero no esta vez, no le permitiría ver que lloraba por lo que hacía su amante.
-No pediré disculpas… y si quieres que me vaya lo haré…- Dijo el orgulloso león dando la media vuelta llevando en los brazos sus cosas, incluso los regalos que le había hecho al caballero de virgo, eso fue lo que le sorprendió pues Shaka nunca le había regresado nada por más furioso que estuviera, esta vez iba enserio.
El caballero rubio observaba las espaldas anchas de Aioria cubiertas brevemente por la clámide que llevaba puesta, su moreno cuerpo era espectacular, el león tatuado en su espalda, sus piernas, los brazos fuertes que lo habían rodeado en tantas noches de éxtasis, las manos… aquellas que surcaban caminos en su piel… las nalgas, suaves, duras… ¿Cuántas noches había apretado estas contra sí? Ya no recordaba… su sexo… el sexo ardiente de Aioria el guardián de Leo, dispuesto a desgarrarlo, presto a satisfacerse y satisfacerlo, pero la pregunta era: ¿A cuantos y cuantas más satisfacía? ¿O era solo que Aioria buscaba su propio placer sin reparar en los demás?.
Desde la primera vez que lo vio sintió esa atracción violenta, animal, era justo decir que en conjunto, con todo y su volátil carácter Aioria era un hombre irresistible, se sabía un griego de belleza sin par y bien sabía utilizar cualquier seducción, todo se compensaba con el fiero amante que podía ser… tierno y fogoso, sensible y despiadado, y tal vez ese era el problema, que Aioria solo iba de un extremo a otro sin mediar.
Cerró los ojos y le dio la espalda, para evitar salir corriendo y abrazarlo, cubrirlo de besos y pedirle que regresara y que le hiciera el amor… ya lo había decidido y no se echaría para atrás, entró al templo de la virgen dispuesto a entregarse a la meditación, dedicado a buscar la paz en su resquebrajado corazón.
Aioria preocupado entró al templo del león estelar y dejó las cosas sobre su lecho en la cámara privada de Leo, de pronto como un mal presagio cayó al piso una pulsera de un delicado hilo que él mismo había tejido para Shaka, le había llevado horas encontrar un hilo del color de los ojos de Shaka, azules… y le había tomado semanas tejer aquella pulsera… y ahora… estaba ahí… tirada en el piso, como algo sucio y vulgar… hasta ese momento se dio cuenta que finalmente hiciera lo que hiciera siempre acababa manchando y destruyendo las cosas hermosas en su vida.
Sintió rabia, impotencia y sobre todo se sintió terriblemente mal por que sabía que Shaka tenía razón, de hecho entendía por que lo había echado, tantas infidelidades… esa maldita ansiedad por acostarse con todo aquel o aquella que excitara sus sentidos… era verdad… era como un animal en celo.
-Ahora si Aioria, estás jodido.- Se dijo a sí mismo mientras sacaba unas cuantas cosas y las metía en una bolsa de piel, de viajero, a la usanza griega, tal vez un par de días para meditar y entrenar le caerían bien, total ahora ya nadie lo esperaba…
