LA LLAMA ETERNA
UNA HISTORIA
He visto pasar delante de mis ojos tanto dolor, tantos acontecimientos que me marcaron… he visto delante de mí tanta sangre derramada, como una marioneta… sé que a veces no está en mis manos hacer nada, pero nunca lo he entendido, hay veces que tenemos que ser simples espectadores y no más… pero yo… no lo entendía cuando era un niño, no lo entendía siendo un adolescente y ahora que soy viejo tampoco lo entiendo.
Siempre fui terco como el que más y si me decían no, era sí… ¿Por qué? No lo sé, es de esas cosas que a menudo pasan en la vida y que aunque son propias uno no tiene una explicación coherente para ellas. Es más, juraría que si intentara explicarlas perderían su chiste.
Sí…
La vida está llena de sin sabores, y dentro de esa extraña mezcla… ¡Qué delicia es!. Por nada del mundo cambiaría todas esas lágrimas, sangre y dolor… por que muchas veces después de ellas solo alegría era lo que recordaba…
¿Por qué las personas tan apasionadas como yo sufrimos más?
Tal vez por que solo nosotros sabemos reírnos de nosotros mismos, llorar por aquello que destroza, sangrar por el prójimo… amar… hasta que no te quede nada y aún así, siendo un despojo entregar todo… hasta no ser más que polvo…
Aioria se había levantado de la cama en donde estaba sentado, hablando en aquel monólogo lleno de tristeza y amargura… pero lleno de esas ganas de vivir que siempre le hicieron especial entre los suyos.
Ahí estaba dormido un niño… un niño de no más de 10 años, acurrucado y perfectamente cubierto con las cobijas para atajar el frío inclemente.
No era necesario ser muy observador para darse cuenta que el niño era idéntico a su padre, el mismo color de piel y los mismos ojos, su cabello era rubio, esa era la única diferencia, pero vistos uno al lado del otro era como ver dos gotas de rocío.
Los años habían pasado para todos, ahora los que habían sido caballeros eran ya lo que siempre habían soñado, hombres normales con vidas normales. Después de la guerra contra los dioses del Olimpo habían revivido una vez más, una última vez… pero todos habían perdido la memoria, era como sí de pronto se les hubiese borrado el cassette y empezaran una nueva cinta. No recordaban ser caballeros, no recordaban haber peleado y muerto… no se recordaban entre ellos, salvo los que estaban unidos por lazos de sangre, los hermanos, Ikki y Shun, Aioria y Aioros, Saga y Kanon… de ahí en fuera se puede decir que ninguno tenía relación con otro.
Muchos regresaron a sus patrias, otros se quedaron en Grecia.
Pero algo había pasado… por que desde el momento en que Aioria abrió los ojos a este nuevo mundo que se le ponía delante… nada había cambiado… por que a él no le habían afectado la memoria como ocurrió con los demás. Él recordaba absolutamente todo, sabía que había sido un caballero de Atena, sabía dónde estaba el Santuario Sagrado de Atena, sabía quienes eran sus compañeros y cual era su estrella… él lo recordaba todo como quien pasa las hojas de un libro entre los dedos.
Algunas veces trató de hablar de ello con Aioros pero este le tiraba de loco así que al león no le quedó más que guardar el secreto en lo más profundo de su corazón…
Aioria vivía con una mujer, la madre de aquel niño, su hijo… la había conocido de manera fortuita en Rodas, a pesar de los años aún les costaba trabajo entenderse a la perfección pues aunque hablaban griego las variaciones los llevaban a mirarse con interrogación a menudo.
Aioros vivía solo no lejos de donde él vivía, había tenido una serie de relaciones infructuosas y muy en el fondo le hubiera gustado buscar a Shura y ponérselo enfrente para ver si aún la sangre le bullía por él o si lo miraría como a cualquiera…
Estaba asomado en la ventana de la habitación, estaba nevando, era invierno, tenía la mano recargada en el cristal y observaba afuera como la calle se cubría de nieve virginal… una lágrima se resbaló de su mejilla, una sola… se volvió al niño que dormía y volvió a sentarse a su lado acariciando su cabello rubio.
-Egisto… a veces uno tiene que tomar ciertas decisiones, que aunque no nos gusten y sean muy duras… es necesario… así fue que yo tome la decisión de mi vida cuando tomé mi camino…-
Dijo el griego con los ojos perdidos en ningún punto de la habitación, lo único que iluminaba el lugar era la chimenea con la hoguera pronta a extinguirse.
-Yo tenía 20 años… era un caballero dorado, del signo de Leo, mismo signo zodiacal al que pertenezco… terco como hasta ahora… rebelde y sobre todo amaba y vivía con tal desesperación como si ese día fuese el último en mi vida…-
*Flashback*
Shaka estaba sentado en flor de loto, se veía glorioso ahí sembrado en la oscuridad y simpleza de su templo… era como una perla en el molusco, concentrado como estaba ni había notado que palmo a palmo Aioria cubría la distancia hasta él, los ojos chispeantes de vivo deseo, de un amor loco e intenso, como solo él sabía amar… se acercó por detrás de él y lo abrazó por los hombros, luego con los labios en su oído…
-¿Pensabas en mí?.-
-Jajaja no Aioria… pensaba en que hace tiempo que siento el aire viciado, hay una perturbación en el cosmo… siento que el equilibrio está próximo a romperse.- Declaró Shaka preocupado.
-Lo sé, lo he sentido… ¿Tiene que ver con…?-
-Es probable… Aioria, me gustaría pasar tiempo contigo pero por ahora creo que es mejor que vigiles atentamente tu templo como yo el mío, no sé cuando sucederá… pero estoy seguro que lo peor se avecina…-
-¿Por qué haces esto? Por que me echas de tu lado como si fuese un perro al que ya te cansaste de cuidar…-
-Basta… ¿Vuelves con lo mismo? Para empezar has sido tú quien insistió en esta relación.-
-¿Siempre tienes que echármelo en cara?.- Preguntó molesto el león dorado mientras se soltaba de su abrazo y se alejaba enfurruñado.
Por una parte Shaka ya sabía igual que en la guerra del Hades que su lugar no era junto a Aioria, ya antes de ésta guerra Shaka lo había echado de su lado pues no quería que le llorara y sufriera pero eso había sido inevitable pues Aioria fue el primero en saber que Shaka estaba dispuesto a abandonar este mundo a manos de Shura, Camus y Saga… había sido el primero en correr a su templo, el templo de la virgen y había sido a quien más afecto esta muerte prematura… aún cuando Shaka lo amaba tanto sabía bien el papel que jugaría en esa guerra del Hades y sacrificó el amor inmenso por Aioria… y ahora que estaban juntos de nuevo volvía a saber que sus caminos se alejaban… él ya no quería seguir más que nada por que no quería seguir haciendo sufrir a su compañero y si había aceptado seguir lo había hecho renuente a ello por que Aioria había insistido tanto casi como cuando lo conquistó la primera vez.
-Perdóname Aioria… perdóname por no darte todo lo que mereces, perdóname por no poder amarte hasta el final…-
Dijo en un murmullo inaudible en su lengua natal.
Aioria se había marchado de ahí molesto, pero no sabía bien por qué, por una parte pensaba en sí realmente era correspondido, por otra parte pensaba que tal vez algo le fallaba, que posiblemente en algo estaba fallando y por eso Shaka últimamente era así con él.
Partió al día siguiente al templo de Delfos para pedir a la sacerdotisa una predicción, llevó al cordero para el sacrificio y lo presentó a Apolo para poder recibir una respuesta a sus preguntas. Cuando la sacerdotisa lo vio, una anciana ya casi sin dientes, se le quedó mirando como si tratara de desnudar su alma y verle completo, con sus defectos y cualidades… Aioria se sintió más desnudo que nunca en su vida y bajo la mirada con timidez.
Tras sacrificar al cordero la sacerdotisa le dijo que formulara la pregunta que le había traído hasta el templo.
-Yo… quiero saber si los dioses darán su consentimiento para que esté junto a la persona a quien amo… quiero saber si esa persona me ama igual que yo a él.-
La sacerdotisa de pronto se rió como una loca y se le quedó mirando con una sonrisa burlona, Aioria frunció el ceño molesto, dada la importancia del problema le pareció una descortesía que se burlara de su pregunta.
-Sabes bien cual es la respuesta, sabes que te ama, eso no es lo que has venido a preguntar, sé más específico, si no eres sincero en tu pregunta los dioses no podrán darte una respuesta concreta y solamente será una predicción al aire…-
En ese momento la mujer revolvió las vísceras del animal muerto para examinarlas en lo que el caballero dorado hablaba y fue esto lo que dijo:
-Quiero saber si los dioses nos han de mantener juntos… o sí nos han de separar… -
Dijo con firmeza y entonces la sacerdotisa pareció entrar en trance, parecía como si fuera víctima de una posesión o como si fuera producto de una droga, se agitaba y bufaba y parecía hablar en una lengua ininteligible, según se dice la primera lengua del hombre, los dos sacerdotes que la sostenían la soltaron y ésta se dirigió hasta Aioria le tomó con crudeza el rostro, encajando sus viejos y duros dedos en su rostro juvenil, obligándolo a que la observara y fue hasta entonces que se dio cuenta que era ciega, tenía unas cataratas terribles en ambos ojos, y aún así le miraba directamente a los ojos como si viera normalmente, con voz gutural se dirigió a él.
-Sí, el amor los une, los une estrechamente, pero… el camino que habían mantenido juntos se vuelve a bifurcar, puedes optar por mantenerte atado a su lado hasta el final, pero será un corto tiempo… si decides esto tu sangre morirá contigo… vivirán felices sí, pero no dejarás nada en este mundo y acabarás por extinguirte… sin embargo veo que hay alguien más que aparecerá en tu camino… y veo que si optas por la otra persona trascenderás, tu prole vivirá y tu esencia no se perderá… tienes que sacrificarte tú o sacrificar lo que sientes…-
De pronto la mujer le soltó y cayó a sus pies, Aioria le ayudó a reincorporarse, ahora sí el corazón le pesaba como nunca y casi le costaba trabajo respirar… algo muy pesado tenía en el pecho… le hubiera gustado meterse a un hoyo negro y desaparecer… arrastrando los pies salió de ahí de nuevo rumbo a Atenas, pensando en que era lo que debía hacer.
*Fin del flashback*
