Disclaimer: Fairy Tail es propiedad de Hiro Mashima, pero estoy desarrollando un plan para robarlo. A si mismo las películas aquí mencionadas son propiedad de sus dueños y asociados.
Los reflectores de la vida
Capítulo I: Dos personas, Un camino
Los transeúntes agolpados hacia distintas puertas que los llevarían a sus destinos, el chirriar de las llantas de las maletas recorriendo el piso, el amontono contra el vestíbulo de chequeo, el sonido de las ondas del scanner corporal, el crujir del cambio de billetes a moneda nacional y los altavoces retumbando cada cinco minutos anunciando el próximo vuelo, que combinados formulaban una algarabía inentendible.
Y allí sentado en la sala de espera se encontraba él, con un par de maletas a su lado leyendo por octava vez —y con la incredulidad pintada en su rostro— el boleto que lo llevaría a su próximo destino.
De: Kansas City (Misuri)
Destino: Turín, Italia.
Bufó molesto ¿Qué tenía en común Kansas con Italia? Kansas era una ciudad con pocos habitantes, grandes áreas naturales, una vida tranquila y relajada amante de los deportes. En cambio Italia era una ciudad capital enfundada en castillos, jardines y elegantes palacios, repleta de exageraciones en cuanto a la moda, con un estilo de vida ajetreado que tenía cuatro veces más la población de Kansas y que seguramente se trataba de sujetos estirados que comían en platos de oro.
El peor de caso es que el odiaba esas tres cosas: el exceso de gente, el calor y a los engreídos de alta sociedad, cosas que sobresalían en Italia.
Cerró el puño con frustración arrugando el boleto en el proceso, molesto de que un pequeño e insignificante pedazo de papel le fuera a cambiar tanto el estilo de vida.
Todo por culpa de su familia.
Dio un fuerte puñetazo lleno de coraje contra el antebrazo del asiento, de inmediato una corriente de dolor le recorrió desde los nudillos de los dedos hasta el hombro. Se llevó la mano libre a la parte adolorida comenzando a masajeársela.
—Maldita sea— murmuró para sí mismo observando su mano cubierta de vendas que le recordó la razón por la cual justo ahora estaba en la terminal del aeropuerto.
— ¡Gray ya deja de moverte!
—No te estoy pidiendo tu ayuda Ultear —gruñó como respuesta a la chica pelinegra y de labios rojos que se encontraba frente a él intentando vendarle el brazo.
Se encontraba sentado en una silla, en la comisaria. Tenía algunas heridas —incluyendo contusiones y raspones— en el rostro, torso y espalda además de que sus ropas estaban en parte destrozadas y llenas de tizne. Y ni que decir del cuerpo, saturado de lesiones por suerte no graves, pero estaba seguro de que debajo de la ropa guardaba moretones en varios puntos.
— No es como si yo quisiera ayudarte, por mi púdrete infectado— respondió con insensibilidad la chica deteniendo por un momento su labor para dedicarle una mirada desdeñosa –Sin embargo, todo esto lo hago por mamá—tras acabar de colocar el vendaje la dio un golpe en el brazo de manera intencional.
Como consecuencia soltó un alarido de dolor, recién se había fracturado y aunque no quisiera admitirlo hasta el más leve toque le dolía horrores.
—Eres una maldita Ultear— renegó en contra de la chica, quien sonrió de medio lado satisfecha –A todo esto ¿Dónde está Ur?—preguntó viendo en distintas direcciones en búsqueda de la susodicha, le parecía extraño que aun no apareciera allí para sermonearlo.
—Mamá está pagando tu fianza y atestiguando para que retiren cargos— respondió una tercera persona; un chico de aproximadamente veinte años, de cabello gris peinado en picos, ojos rasgados y vestido de traje que se encontraba recargado sobre el respaldo de una silla observándolo de manera reprobatoria –Esta vez si te pasaste, Gray.
—No me hables como si fueras mi padre Lyon, que ese papel no te queda—lo fulminó con la mirada ¿Quién rayos se creía el engreído de su hermano? Si bien que hacia un tiempo había gozado de las carreras tanto como a él, hasta que decidió hacerse aburrido y dejar lo que realmente le daba sentido a la vida.
Él mayor abrió los labios dispuesto a replicar cuando la puerta que daba a la sala de espera se abrió abruptamente estampándose contra la pared, detrás de esta pasó corriendo una mujer de cabello y ojos negros aproximándose a toda prisa hacia él.
— ¡Gray!— exclamó lanzándose a su cuello preocupada, abrazándolo con tanta fuerza hasta el punto de lastimarlo — ¡Mi niño! ¿Como estas? ¿Te quebraste algún hueso? ¿Estás herido? – Hizo una pregunta tras otra sin darle tiempo de contestar. Se separó un poco de él y con los ojos húmedos lo examino a detalle, palmeándole el rostro en búsqueda de alguna lesión.
—madre, estoy bien, no paso nada— respondió desviando la mirada abochornado por la sobre reacción de ella, su madre siempre lo sobreprotegía como si tuviera cinco años, ya estaba fastidiado.
— ¿Qué no paso nada? ¡¿Qué no paso nada?!
Oh no, reconocía ese tono de reproche, rodó los ojos, aquí venía el sermón.
Y así fue cuando Ur retrocedió dos pasos quedando frente a frente, colocando una mano en su cadera y frunciendo el entrecejo— ¡Gray te accidentaste! ¡Pudiste quedar en coma o mucho peor, haber muerto! – la voz perdió fuerza al final y los ojos se volvieron a cristalizar al imaginarse lo último, Lyon le paso un brazo por la espalda frotándole el hombro para reconfortarla. Después de liberar unas cuantas lagrimas, regreso a su resolución de no dejar su acto impune y asimismo inducirlo a razonar — ¿Y todo por qué? ¡Por jugar carreras de moto clandestinas!—.
Vale, lo admitía, hacia un par de horas se había accidentado mientras participaba en unos arrancones, pero esa no era la causa de aquel incidente. De hecho todo marchaba a la perfección, con la adrenalina corriendo por sus venas le estaba ganando a su más grande rival, Racer, cuando de pronto aparecieron los coordinadores de transito y al darse a la fuga termino por salirse de la carretera y chocar contra el concreto. Como consecuencia la moto quedo hecha trisas y se lesiono, pero si tenían que echarle la culpa a alguien era a las autoridades.
Así que a su vista, jugar carreras clandestinas no era tan grave. Pero eso sí, ni recriminarle a su madre si no quería más problemas.
—sí sí, fue mi culpa, solo dicta el castigo y ya— dijo impaciente ondeando la mano para restarle importancia, solo quería irse de ahí lo más pronto posible.
Seguramente serían dos semanas sin salir, una semana de trabajos forzados en el hogar o algo por el estilo a lo que ya estaba acostumbrado. No obstante, no escuchó palabra provenir de la boca de su superior, algo raro. Arqueó una ceja y alzó la cabeza para verla.
Ur observaba fijamente a su hijo, por sus últimas palabras era fácil deducir que en realidad no le importaba en lo absoluto lo que hizo ni se retractaba de ello. Los castigos no le afectaban en lo más mínimo ni lograban su cometido de inducirlo a razonar. Suspiró decepcionada, entonces sintió una presión sobre su hombro, era Ultear en señal de apoyo.
Vio a sus dos hijos mayores y entendió que aunque era duro tener que hacerle eso a su hijo más pequeño, era lo correcto. Finalmente dio su veredicto.
—Gray, te irás a Italia.
Abrió los ojos desmesuradamente, esas palabras lo descolocaron de sus casillas, ¿Irse? ¡Debía estar bromeando! Sin embargo lo que más le asusto fue la seriedad absoluta en el rostro de ella.
— ¿Qué?—repitió totalmente desubicado, creyendo haber escuchado mal.
—Así es, Gray, tus hermanos y yo hemos decidido que lo mejor es que te mudes a Italia— repitió con firmeza.
Asesinó a sus hermanos con la mirada, su madre era demasiado inocente, pura, frágil, en pocas palabras sobreprotectora como para sugerir tal idea. Ya le olía que su cruel hermana Ultear y su fastidioso hermano Lyon le lavaron el cerebro los muy malditos.
Volvió la mirada a la cabeza de familia, aun tenía esperanzas de disuadirla de su decisión — ¿No crees que es un castigo exagerado?— cuestionó bastante molesto puesto que le parecía bastante precipitado que por una "pequeña equivocación" quisiera mandarlo al otro lado del mundo.
—No debes considerarlo un castigo Gray, esto lo hacemos para ayudarte a que reformes tu vida— con un tono suave su madre trato de convencerlo.
Frunció el entrecejo cada vez más molesto ante los pensamientos de su familia sobre él, ahora comenzaba a dudar de que lo tuvieran en alguna escala de buena estima —Yo no necesito rehacer mi vida, mi vida es perfecta tal y como esta.
—Hermanito tienes dieciocho años, no estás estudiando ni tampoco trabajas, te la pasas en las calles en carreras ilegales, además de hacer tu historial policiaco cada vez más grande ¿consideras que eso es buena vida? – cuestionó con ironía Ultear.
—Y considera que cada vez tus delitos son mucho más graves, si sigues así terminaras en la cárcel o muerto—secundó Lyon con el mismo tono de voz que la pelinegra, cruzando los brazos.
Rechinó los dientes, inconcebible. Se sentía traicionado, apuñalado por la espalda por sus hermanos, ¿Dónde había quedado la camarería de apoyarse mutuamente en las buenas y en las malas que se juraron en su infancia? Se volvieron unos amargados que ahora deseaban desaparecerlo, ahora estaba totalmente seguro de que en verdad lo querían fuera de sus vidas. Se escuchaban terribles las acusaciones en su contra, pero no pensaba dar su brazo a torcer, al menos no mientras tuviera esperanzas de disuadir a quien tenía la palabra final.
—Madre, esto es una reverenda estupidez, no es para tanto.
—Justo por esa actitud he tomado esta decisión, porque no estás consciente de la gravedad de tus actos—su madre hizo una pausa tomando una bocanada de aire, se le estaba complicando mantener su resolución en pie, le derretía la reacción desesperada de su hijo –Necesito que entiendas que la vida no es color de rosa, que hay que afrontar los problemas de la vida y la mejor manera es aprendiendo a sobrevivir por tu cuenta, trabajando y manteniendo un departamento—
— ¿Trabajar?— la interrumpió a media oración incorporándose de golpe a pesar de que eso afectara sus lesiones ¿Escucho bien? ¿Trabajar? En definitiva su castigo cada vez resultaba más desagradable y obviamente lo desubicaba mas.
—Exacto, no puedes hacer lo que quieras sin pagar el precio hijo, por lo que tendrás que tener un empleo para sustentarte.
—Hmp esto es increíble—dijo sarcástico dándole la espalda, irritado, en un intento de no estallar en ese momento y soltar todo tipo de palabras de lenguaje soez.
Todo era tan injusto, todo. Lo querían mandar a un lugar en el que ni siquiera había puesto un pie en su vida, donde no conocía absolutamente a nadie, sus costumbres eran totalmente distintas y para colmo como cereza del pastel, tener que conseguir un empleo cuando su familia contaba con los suficientes recursos y él tuviera que torturarse en un oficio de poca paga viviendo como el desterrado de los Fullbuster ¡Que degradante!
—Gray…—lo llamó la voz de su madre con un tono tan suave como el terciopelo, sin embargo él se encontraba tan exasperado que no le importo. Su madre lo rodeó hasta quedar cara a cara, él evadió el contacto visual furioso, pero su madre atrapó su rostro entre sus manos y lo obligo a verla a los ojos, que no mostraban más que pura ternura maternal –Quiero que entiendas que hacemos esto porque te amamos.
Estas últimas palabras fueron la gota que derramo el vaso haciéndole perder la cordura ¡Ja, que lo amaban! Que cuento más patético, lo amaban y por eso lo mandaban al otro lado del mundo ¡Le querían ver la cara de tonto!
— ¡Al diablo!— de un brusco empujón apartó a su madre y se dirigió a la salida de la comisaria, consciente de que si se quedaba le faltaría al respeto a la mujer que le dio la vida.
Lo último que se escucho en la estancia fue el eco de la puerta azotarse con fuerza.
Y fue precisamente de esa manera como término en aquel aeropuerto comprando un boleto de avión a Italia, sentado en aquella aburrida sala de espera. Pero aun si estaba esperando el llamado para abordar el vuelo que lo arrancaría de sus raíces, no se arrepentía de lo que dijo en aquella discusión. Estaba al tanto que si durante un par de días se hubiera arrastrado a los pies de su madre mostrándole arrepentimiento como un niño tras robar un dulce, posiblemente la habría hecho flaquear y dejarlo quedarse. Pero no lo hizo si no al contrario se resigno a empacar sus maletas con dignidad por que no iba a humillarse por algo que no consideraba fuese su culpa, porque así como se llamaba Gray Fullbuster, no cambiaba sus ideales por nada.
Aun si por sus ideales estaba en soledad.
La mayoría de las personas en esos momentos se encontraban siendo despedidos por sus seres queridos que les deseaban un buen viaje, pero él estaba solo. Él rehusó querer ser acompañado por su familia, ellos no tenían el derecho de despedirlo puesto que ellos mismos lo querían lejos ya que lo consideraban un triple i, como solían llamarlo sus hermanos "Imprudente, Irresponsable, Inmaduro". Además de que le decían que solo lastimaba y deterioraba la salud de su madre. Bueno, tal vez tenían razón en lo último, pero definitivamente no era un inmaduro, si no que solo sería joven una vez y quería disfrutar al máximo, no tenía la culpa de que sus hermanos desaprovecharan todo el potencial que tenían y trabajaran como unos viejos amargados todo el día.
Por ejemplo Ultear, de veintidós años. Reconocía que ella ya estaba un poco grande, pero no tanto como para cargarse ese humor de vieja menopáusica, desde que entro a la adolescencia se había vuelto cruel, insensible y amargada y como toda preadolescente comenzó a usar maquillaje y esas tontadas femeninas y hasta el momento seguía usando ese color rojo en los labios que tanto detestaba; posteriormente se obsesiono con sus estudios y debido a eso la llamaron para ser parte del Consejo de Senadores de Kansas. Ni que decir de su relación como hermanos: fatal. Ultear ya no tenía tiempo ni de respirar, por lo que siempre estaba estresada y se desquitaba golpeándolo o insultándolo.
Bueno razonándolo Ultear nunca fue su mejor amiga, y por su humor se quedaría como una solterona. Pero Lyon era otra cosa, si le dolía el cambio experimentado en su hermano.
Lyon solo le era mayor por dos años, admitía que su relación siempre fue competitiva sin embargo eran muy parecidos, puesto que pensaban lo mismo sobre su hermana, además de que tenían los mismos ideales sobre la juventud y la vida. Por tanto toda su adolescencia fue de maravilla: a Lyon le apasionaban las motos más que a él, jugaban carreras y se acompañaban en todas sus locuras adolescentes.
Todo marchaba a la perfección, hasta que llego ese fatídico día. Él día en que Lyon consiguió novia.
Al principio creyó que era una de las tantas mujeres con las que se involucraba sin compromiso fijo, pero con el tiempo se dio cuenta de que estaba equivocado. Lyon comenzó a cambiar, dejo las carreras, se consiguió un trabajo decente en una importante empresa y dejo de ser divertido. No llegaba a entender que indujo a Lyon a dar un giro tan radical hasta que su mismísimo hermano le confesó que estaba enamorado. Entonces todo encajo en su mente, el amor lo volvió débil.
Por eso detestaba el amor, porque es capaz de cegar hasta el más sensato hombre, lavarle el cerebro y borrar sus ideales. Pero él no estaba tan estúpido, no pensaba dejar que ninguna chica lo controlara. Pero bueno, regresando a lo importante después de eso Lyon no tuvo ojos más que para el trabajo y para su novia y esas veces en que intentaba inducirlo a la "buena vida" tomaba el papel de padre y lo regañaba por todo diciéndole que cambiaría su estilo de vida, que era peligroso y bla, bla, bla.
Ahora que lo reflexionaba mejor no era tan malo dejar su hogar ya que su relación con sus hermanos estaba de la patada, estando lejos no tendría que verles la cara cada mañana; asimismo no le causaría tantos dolores de cabeza a su madre.
Y qué decir de él ¡se libraría por fin de todos los reclamos y regaños! Viviendo en su propio departamento viviría bajo sus propias reglas, haría lo que se le diera la gana ¡Por fin seria libre!
Se puso de pie y aspiró profundamente, los altavoces lo llamaban a abordar el vuelo que lo llevaría a una mejor vida, caminó a pasos decididos hacia la puerta correspondiente, haciendo fila para la revisión de seguridad antes de subir al avión.
Sonrió a sus anchas, se sentía tan seguro de sí mismo, la vida en Italia seria perfecta. Ya se imaginaba a si mismo durmiéndose hasta bien entrada la madrugada, levantándose tarde, recorriendo la ciudad a cien kilómetros por hora, con el aire pegándole en el rostro y la adrenalina a todo lo que da…
Sin embargo salió de sus cavilaciones cuando escucho el pitido del scanner corporal cuando una guardia ya entrada en edad lo pasaba por su pecho.
— ¿Sucede algo?— preguntó inseguro, estaba seguro que esa alarma no significaba que había ganado algún premio.
La oficial volvió a pasar el scanner de rayos X por la misma zona y luego verifico en la pantalla del mismo—Así es joven, al parecer el detector a notado las presencias de plata en su torso y espalda.
Le pareció de lo más extraño el comentario, ni que fuera Silver Surfer de los Cuatro Fantásticos. Fue entonces cuando recordó un hecho muy significativo del día anterior.
—Maldición— masculló para sí mismo, cerró los ojos visualizando la noche pasada en la cual Ur le aplicaba un ungüento con extracto de plata para curar las heridas.
Una sonrisa picara se asomó por los labios de la oficial —joven, quítese la ropa.
En ese momento todas sus expectativas de un buen futuro se fueron al carajo.
Ella se encontraba sentada en el concreto que conformaba los bordes del contorno de la fuente, observando seducida por los chaparrones de agua cristalina que desprendía en gráciles arcos la cúspide de la misma, destellando con la luz diurna que se filtraba por la lumbrera en el techo. El agua siempre lograba trasmitirle quietud y sosiego, que en ese momento es lo que mas necesitaba. Se encontraba por tomar un vuelo, lo que le ponía los pelos de punta. No estaba segura si su temor era a base de tener que subirse al avión, o por el destino al que la llevaría.
Y es que, hacía años que no tomaba un vuelo, es que no esperaba volverse a encontrar en esa situación, viajar hacia aquel lugar era como volver a revivir su pasado, por lo que estaba poniendo todo su ímpetu para no recordarlo y hacerse un manojo de nervios.
En su mente aun retumbaba esa llamada, que recibió la noche anterior, que la tenia comiendo de la mano de la incertidumbre.
Sobre las frazadas mal tendidas con un rastro de con migajas de pan sus cabellos azules enmarañados se esparcían como abanico por toda la cama, vistiendo con unos shorts cortos y una camiseta vieja llena de agujeros se encontraba abrazada a una almohada, con los ojos húmedos fijos en la pantalla del televisor que resaltaba entre la oscuridad de la habitación.
Cualquiera comentaría que era la peor forma desperdiciar el esperado viernes ya que la mayoría ya estaría preparándose para salir de fiesta, pero ella prefería no hacerlo no se consideraba fanática de las fiestas ni de los bares, de hecho no le agradaba salir frecuentemente, se sentia bastante cohibida en esos lugares. Así que ver una maratón de películas, acompañada de un tazón de galletas de coco con nuez era la mejor manera de disfrutar la noche del viernes, y está noche se encontraba excepcionalmente feliz.
¿La razón? Había tenido la dicha de que esa noche estaban televisando Diario de una pasión, su película favorita. Su género favorito era por mucho el romance, sinceramente esa película le robo el corazón, ya que mostraba un amor verdadero sobreviviendo hasta el final, el amor como el que soñaba tener y su actitud enamoradiza la tenía suspirando a cada escena. Aun cuando estaba consciente de que el sentimentalismo le ganaba y terminaba bañada en lágrimas, no podía evitar verla una y otra vez, aunque pareciera masoquismo.
Aferró las manos a su almohada, sentía la historia a flor de piel, sucumbiría a las lagrimas pronto, ya estaban llegando a la escena en la que los protagonistas se tenían que separar, era tan injusto, si tan solo pudiera estar ahí y cambiar el rumbo de los acontecimientos…
Su burbuja de sensaciones se reventó abruptamente cuando unos chirridos provenientes de la sala irrumpieron el silencio, suspiró frustrada, era el teléfono de casa. No podía ponerle pausa a la película, pero no pensaba perderse esa escena, por lo que hizo lo mas sensato que se le ocurrió; recurrir a su hermano.
— ¡Gazille! ¿Podrías contestar el teléfono por Juvia?—.
Imploró que hubiera escuchado su grito y que por tan solo una vez, respondiera afirmativamente a su petición.
—¡Tch me estoy duchando!— contesto a la lejanía la tosca voz de su hermano acompañada de las gotas de la regadera chocar contra el piso.
Frunció los labios, que mala suerte, ¿y si dejaba pasar por una ocasión la llamada? No creía que fuera a pasar nada grave. Se concentro en la película, vio de reojo el pasillo, con los zumbidos pitando en sus oídos, ¿Qué tal si era una urgencia? Sacudió la cabeza y volvió la vista a la televisión. El teléfono seguía sonando incesantemente y le remordía la conciencia, pero la película… llamada… película…llamada…
Suspiro resignada poniéndose e pie al tanto de que si no contestaba la inquietud no la dejaría en paz, vio por última vez el filme trasmitido pidiéndoles perdón a los personajes por tener que abandonarlos.
Camino por el pasillo hasta llegar a la humilde sala, sobre la única mesita de madera el teléfono vibraba con urgencia. Sin divagar se dispuso a oprimir la tecla "contestar" esperando de por lo menos la llamada fuera importante, o de lo contrario se arrepentiría de haber sacrificado su noche de películas.
—¿bueno?— .
—hmp como siempre retrasada, Juvia—.
La sangre se le helo y las fuerzas abandonaron su cuerpo al reconocer aquella voz, solo existía una persona capaz de hablarle de manera tan insensible y total indiferencia, una persona que no tenia discreción para hacerle notar sus errores y que no se retractaba de hacerlo de manera tan fría.
—P-Padre— balbuceó con un hilo de voz intangible con una súbita incapacidad de hablar, de un momento a otro la mente se le quedó en blanco antela inesperada llamada, después de casi cinco años de no haber tenido ningún tipo de contacto, era haber roto los débiles lazos de familiaridad que tenían, que justo en ese momento repentinamente se comunicara la dejaba sin palabras.
—¿Sigues ahí Juvia?.
La voz la devolvió los pies al suelo y sus fuerzas vitales regresaron, parpadeó recordando que estaba en medio de una llamada, aferro su mano al teléfono en un intento de volverse firme y su voz no flaqueara.
—s—si padre, Juvia te escucha—su pulso se acelero, pese a sus esfuerzos sus palabras ganguearon, incapaz de reprimir la incomodidad y nerviosismo con la que se trata a un desconocido.
—humph, al parecer tu torpe modo de hablar en tercera persona sigue en ti—.
Agacho la cabeza avergonzada como si su padre estuviera frente a ella, ya veía su cabeza negando decepcionado debido a su ineptitud, la opresión en su pecho no tardo en aparecer. tragó grueso sacando fuerzas que no tenia, se armo de valentía para proseguir .
—Juvia se pregunta ¿A qué se debe su llamada?—cuestiono ignorando el comentario anterior, fingiendo la mayor naturalidad posible pese al nudo en su estomago.
—¿Qué acaso un padre no se puede preocupar por sus hijos?— acentuó la indignación –quiero saber cómo están—
Ese exagerado interés no encajaba con el perfil de su padre, nunca demostraba interés sincero en el estado de sus hijos, algo olía mal en todo eso.
—um, estamos bien—respondió con sencillez sin agregar nada mas, debía ser cuidadosa al tratarse de conversar con una espada de dos filos.
—ya veo— la pausa meditativa seguida de una exhalación solo daba indicios de no haberle agradado en lo absoluto la respuesta –cuéntame ¿Qué ha hecho de su vida tu hermano?—.
Vio filosamente de reojo la puerta del baño, afirmando que esa llamada no tenía nada bueno, su padre preguntando por el hijo rebelde que le levanto la voz, empacó sus cosas y valiéndole un bledo sus advertencias y amenazas le cerró la puerta en la cara, no era precisamente para saber su estado. Se mordió el labio con el dilema de que dar como respuesta, es decir, no se atrevería a mentirle a su padre, pero no podía traicionar a su hermano, decirle a su padre que su hermano se perforo el ochenta por ciento de la cara, sería como apuñarlo por la espalda. No definitivamente no le pagaría con la cuchara de la deslealtad a quien la había sostenido tantos años.
—sabe que él no quiere saber nada de usted—se sorprendió a si misma por el tono hostil con el que hablo, tal vez esa fuerza no era suya, si no la de defender a su propio hermano.
—Eso es muy cierto— una risa burlona rayando en ironía hizo eco en el intercomunicador, rotundamente la risa se apago dejando el silencio flotar en el aire–por eso no he llamado para preguntarte por él, eh llamado para hablar contigo Juvia—.
La voz se volvió seria y llena de frialdad que provoco que un escalofrió recorriera su espalda, había escuchado bien ¿ella? ¿Qué asuntos podía tratar con ella? ¿Cómo podía importarle alguien tan despreciada como ella? Su padre dejo pasar unos segundos que le parecieron eternos esperando con el corazón en la mano, pero sus siguientes palabras fueron las que la dejaron helada:
—Quiero que vuelvas a casa—.
Abrió los ojos de golpe, el silencio la embargo, su cuerpo flaqueo, su mano se enrosco tiesamente con el teléfono, sus respiraciones se detuvieron, el tic tac del reloj se escucho lejos, todo su mundo se detuvo. Solo las palabras se repetían una tras otra retumbando en su cabeza.
Vuelvas a casa, eso significaba regresar a su antigua vivienda, si es que se le podía llamar así, porque nunca fue un hogar, un hogar es vivir rodeada de afecto y unidad y eso nunca había sido, justo por eso se fue, para huir de aquel lugar. Que irónico, justo la persona que la ahuyento le estaba pidiendo que regresara. Un pánico la inundo ante aquella idea, no, no, no, no podía ser.
Sus palabras fluyeron con rapidez de forma que fueron inentendibles, causadas por el miedo de regresar a aquel martirio— Padre yo no quiero volver, yo estoy bien aquí, yo…—
—no te estoy preguntando si quieres volver o no— fue interrumpida por la voz firme y tosca, haciendo que se encogiera en su lugar y quedara muda – te estoy ordenando que regreses, te guste o te quiero aquí cuanto antes ¿entendido?—
El tono autoritario demostró que no había lugar para replicas, a menos de que quisiera más problemas. Y aunque quisiera haber sido valiente y defenderse, no le quedo de otra más que resignarse.
—Si— asintió débilmente resignada, le hubiera gustado usar las agallas para defender sus ideales y negarse a sus órdenes, pero no podía hablar de agallas que no tenia.
—hmp, bien, espero tu llegada mañana por la noche— y con eso la llamada se corto dando por concluida la conversación.
Fue hasta que llego su hermano con el rostro escurriéndole agua y frotándose el cabello con una toalla, que al verla ahí paralizada la vista ausente, con el teléfono aun en la mano y tan pálida como la nieve alzo una ceja interrogante.
— ¿Qué te pasa? Parece que visteun fantasma.
Fue entonces cuando le dirigió la mirada totalmente consternada, basto darle el nombre del causante de su estado para que Gajeel comprendiera todo.
—José Porla.
Y ahora se encontraba junto a aquella fuente, con el estomago revuelto y las manos sudorosas, buscando controlar su estado nervioso ante el viaje que estaba a punto de realizar, todo debido a no tener la valentía de negarse a su padre, bien pudiera haberle valido lo que su padre le dijo, ignorar su orden y quedarse, total ¿Qué podía hacerle si estaba al otro lado del mundo? Además, recién había cumplido dieciocho, era libre de tomar sus propias decisiones .Sin embargo el miedo que le tenía la obligaba a tomar ese vuelo que aunque no quería, la regresaría a su ciudad natal, de la cual no podía recordar otra cosa que no fueran acontecimientos amargos.
Gran parte de su vida la había vivido con su padre y sus hermanos, lo único que recordaba que no fuera tan desagradable fueron sus estudios en diferentes colegios, exceso de clases extracurriculares y clubes culturales, porque eso era su vida, se mantenía en los estudio. Lo positivo era que desarrollo muchas habilidades respecto a lo cultural. De ahí en adelante, todo lo demás que recordaba eran puros tragos amargos.
Su padre, José Porla, nunca le demostró afecto palpable, al ser una persona importante y prestigiosa dueño de una franquicia de empresas no le daba mucha importancia a menos de que se trataran de sus estudios.
Su madre murió un poco después de su nacimiento, así que no tenía recuerdos de ella, le hubiera gustado conocerla, saber si era como ella y compartían sus ideales sobre la vida, por que definitivamente no se parecía ni a sus padres ni a sus hermanos.
Todos sus hermanos eran mayores, además de varones, así que de lo que recordaba es que en su infancia y pubertad, ellos solo gustaban de deportes y destacar en sus estudios, cuando ella intentaba hablarles solían molestarla por sus gustos, o le decían que era muy llorona, nunca la habían comprendido y solo la molestaban. A excepción de su hermano Gajeel.
Gajeel y ella no se parecían en lo absoluto, ni en físico ni en personalidad, sin embargo a pesar de que Gajeel era muy tosco y rebelde, y que por eso muchas veces la hacía llorar a mares, buscaba la manera de alegrarla y además la protegía y le demostraba que la quería, a su manera, pero claro que lo entendía. Fue quien hizo más soportable su infancia y pubertad.
Pero todo cambio el día en que Gajeel cumplió la mayoría de edad y se reveló ante la jerarquía de su padre. El nunca había estado de acuerdo a la manera en que su padre los sometía a estudios extremos, nunca le gusto estudiar, así que cuando cumplió dieciocho dijo que ni loco entraría a la universidad ni mucho menos se ocuparía de la empresa familiar, su padre se enfureció tanto y lo amenazo de que si no lo hacia se iría de la casa y Gajeel gustoso le cerró la puerta en la casa y se fue. Desde entonces su padre y su hermano tenían una intensa enemistad y no se podían ver ni en pintura.
Al resto de su familia no le afecto su ausencia, pero a ella en verdad que le dolió. De ahí en adelante todo se volvió insoportable, sus hermanos se volvieron más agresivos conforme crecieron y su padre comenzó a hacerla a un lado de la familia, objetando que ella era una inútil puesto que no destacaba en nada, así que se enfoco en enseñarles a sus hermanos sobre el control de su prestigiosa empresa.
Fue hasta cierto día en que llamo a Gajeel, que este le sugirió que se fuera a vivir con él, que tenía un trabajo estable y tenia sustento suficiente. Ella se armo al máximo de valor y le pidió el permiso a su padre y este accedió sin oponerse, demostrando lo poco que le importaba.
Entonces fue como llego a Kansas, desde el primer momento en que vio la ciudad le fascino, ese era la ciudad perfecta para ella, tranquila y sencilla, se acostumbro rápidamente. Gajeel tenía el oficio de mecánico, uno muy bueno por cierto, así que ganaba lo suficiente para tener un departamento y lo necesario. No tenia lo lujos que antes, pero era muy feliz con su vida.
Y no obstante, justo cuando se sentía vivir plenamente, recibió esa llamada de su padre, ordenándole que regresara y es que no entendía para que. Estaba segura de que no era porque la extrañara, su padre no era así, por lo cual la quería para un objetivo específico, pero si la consideraba una inútil, ¿para que la necesitaba?
Salió de su letargo tras escuchar la canción de rock en su bolso, que indicaba la llegada de un mensaje. Revolvió sus cosas y lo saco dándole el clic que mostro la ventana de los mensajes.
Lamento mucho no poder estar contigo, en verdad lo lamento, justo te estoy mandando este mensaje en medio de una conferencia, pero quería despedirme de ti aunque sea por medio de esta manera, te deseo lo mejor en tu viaje y estaré esperando tu regreso.
No olvides que te amo demasiado, mi Juvia.
Una sonrisa dulce apareció en sus labios. Una de las cosas más bonitas y que más iba a extrañar era a su novio. El era un chico bastante dulce y cariñoso, aunque bastante competitivo y celoso, pero buena persona. Lo conoció cierto día que Gajeel no estaba y el requería que le hiciera un trabajo, así que ella lo había atendido. Todo había sucedido muy rápidamente, pero después de las amenazas de Gajeel se hicieron novios formalmente. Ella casi siempre se sentía nerviosa con él, puesto que era su primer novio, pero la respetaba. Lo negativo es que era muy ocupado, ya que tenía un puesto bastante ocupado en su trabajo, aun así hacia todo posible para frecuentarla. Y bueno, recién recibió la llamada de su padre le aviso que tendría que irse por un tiempo indeterminado, él le dijo que la esperaría hasta que regresara, y aunque ella le advirtió que no estaba segura de si regresaría, insistió en esperarla.
Suspiro, marcharse implicaba demasiados sacrificios.
—Juvia, aquí está tu helado— una vocecilla amigable hizo que levantara la cabeza, una linda joven de cabello azul y baja estatura sostenía un par de barquillas de helado en sus manos.
—Juvia te lo agradece— le sonrió tomando el helado y recuperando un poco el ánimo, Levy McGarden la novia de su hermano desde hacía ya dos años, una chica bastante simpática e inteligente, le parecía extraño que tuvieran química ambos, ya que eran totalmente opuestos, posiblemente por eso se complementaban. En el tiempo que se conocían ella y Levy se habían hecho muy buenas amigas, además confiaba en que era exactamente el tipo de chica que no lastimaría a su hermano.
—¿Con quién hablabas?— cuestiono sentándose a su lado y lamiendo de su helado.
Se percato que aun tenía su celular en la mano, rápidamente lo oculto tras de si – Juvia solo leía un mensaje— dijo un poco nerviosa.
—De tu novio ¿verdad?— dijo divertida la chica.
Supuso que se dio cuenta porque su rostro se había sonrojado, aun le costaba hablar sobre su vida amorosa, ya que no tenía mucha experiencia en ello, por lo que solo atino a asentir con la cabeza.
—tch lo único bueno que te vayas es que así ya no estarás cerca de ese blandengue— una rasposa voz se unió, su hermano recién llegando de haber ido a dejar las maletas en la zona de empaque.
— ¡Gazille, a Juvia no le gusta tu comentario!— protesto molesta cruzándose de brazos, a su hermano no le caía precisamente bien su novio y aprovechaba cada ocasión que se daba para insultarlo.
—Ya Gajeel, no seas celoso, a Juvia no le molesta que sea tu novia, deberías mostrarle igual respeto a su novio— dijo Levy con una sonrisa.
—No son celos — El pelinegro bufó y desvió la mirada, negando el ser una persona celosa, aunque muy en el fondo, sabía que eran celos de ser sobreprotector claro que no iba admitirlo –además, no es posible comparar a ese tipejo contigo, no sabemos qué intenciones tenga con Juvia—.
—y para protegerla tiene un fuerte y sobreprotector hermano, así que estoy segura de que no le hará daño ¿no lo crees?— la chica se puso de puntitas y le dio un beso en la mejilla.
—hmp, más le vale— respondió ásperamente para ocultar la pena que le causaban las muestras de cariño en público.
Soltó una suave risita, definitivamente su hermano estaba enamorado, solo Levy podía doblegarlo, se alegraba por ellos, formaban una linda pareja.
—El vuelo 215 con destino a Turín Italia está a punto de despegar, pasajeros favor de abordar el avión.
Los altavoces retumbaron por toda la sala de espera pronto las personas con ese destino comenzaron a movilizarse para tomar el avión.
Había llegado la hora. Cerró los ojos, respiró y exhaló profundamente haciendo ejercicios de relajación para darse la fuerza mental y no desfallecer en el camino. Se puso de pie cerrando con fuerza sus puños y abrió los ojos, Gajeel y Levy la observaban, dándose cuenta de que era el difícil momento de la despedida
—Es el momento en que Juvia se vaya— el tono de su voz le salió por la tangente, más triste de lo que hubiera querido, ya que el dar un paso mas significaba dejar todo lo grato de su vida en recuerdos, simples recuerdos. –Levy…— observo su gran amiga, sin duda la iba a extrañar, no solo se veían cuando iba a visitar a Gajeel, ellas también se frecuentaban, habían tenido conversaciones sobre sus gustos y sus vidas personales, se habían dado consejos además de visitas a parques y bibliotecas, en verdad se convirtieron en buenas amigas.
—Juvia tranquila, no te desanimes esto puede ser el inicio de algo bueno— Levy se anticipo a sus palabras y le dio un cálido abrazo.
—gracias —Le correspondió, , su amiga sabia que decir y como actuar en cada situación, siempre lograba animarla, sintió l ganas de llorar al saber que perdería esos consejos, pero tenía que ser fuerte, contra ella misma, retuvo las lagrimas –cuida a Gazille, todo lo que cocina es incomestible, temo que sin Juvia muera intoxicado— bromeo intentando relajar la tensión.
—descuida Juvia, yo me encargare de cuidarlo— Levy alzo el pulgar una vez rompieron el abrazo y le sonrió en un intento de animarla.
Le devolvió débilmente la sonrisa, al menos sentía paz al saber que su hermano quedaría con una buena persona, no es que necesitara apoyo, era muy independiente, pero es mejor dos que uno, así tenía asegurada su felicidad. Sin divagar mas dedico la mirada a su hermano, quien la observaba con sus profundos ojos rojos, con aparente indiferencia.
—ummm Gazille….— titubeo nerviosa, lo que más le dolía era saber que esa era la ultima ocasión en que vería su rostro hasta un tiempo indefinido, pero dolía mas saber que se quedaría sin su apoyo, el quien siempre la protegía.
—tch, que esperas Juvia, perderás el viaje— le apuro con cero emociones.
—¡Gajeel!—frunció el ceño y torció la boca, había olvidado que su hermano era cero afectivo demostrando sus emociones exteriormente.
—es broma, no te enojes— ella levanto la cabeza para verlo al rostro Gajeel estaba con expresión seria, inesperadamente sonrió y le revolvió el cabello— sabes que extrañare tus lloriqueos de niña boba—.
Ella sonrió, Gajeel solía revolverle el cabello desde niña para animarla, no hacía falta más para saber que de aquella forma, era la manera en que él le expresaba sus sentimientos, y que detrás de esa rudeza, le hacía saber que también la echaría de menos.
Y ella le dio un rápido abrazo, para decirle que extrañaría los desayunos al medio día, los maratones por toda la casa para ganar el último waffle y las peleas entre hermanos que regularmente tenían.
—adiós Gazille— se despidió con simpleza dedicándole una sonrisa.
—cuídate niña— le dedico una de sus sonrisas torcidas, que para muchos eran de las mas maléficas que habían visto, pero para ella eran de las mas afectuosas que recibía.
Fue entonces que se dio la vuelta, dándole la espalda a toda su vida en la ciudad durante los últimos años, con la incertidumbre de lo que le esperaba en Italia, temerosa del propósito de su padre, y aunque le dolía intentaba darse ánimos imaginando que tal vez regresar no sería tan malo, porque tal vez, existía una escaza probabilidad de que lo decía Levy era cierto, que quizá, solo quizá, algo bueno sucedería.
Una joven tímida y temerosa, subía al avión que la llevaría a recordar su pasado, con el miedo fundado en su padre.
Un chico indisciplinado y rebelde, discutía con el afán de subir al avión que lo llevaría a un futuro incierto, buscando una nueva vida.
No se conocen, no se parecen ¿podría cambiar este viaje la vida de ambos?
Bien este es mi proyecto para apoyar el fandom, espero les haya gustado el inicio, tengo bastantes ideas para este fic, pero me gustaría saber si les gusto para continuarlo o no, así que por favor háganme saber sus opiniones mediante un review.
