En este primer capítulo recreo la última escena del 5x24 desde el punto de vista de Beckett, así que en teoría ya sabéis lo que va a pasar, pero en el siguiente ya será todo cosa mía.

Espero que os guste!

(Lo escrito en cursiva son las frases exactas del capi)


CAPÍTULO 1: Watershed.

Conduces despacio porque te sientes insegura, porque estás hecha un mar de dudas. Repasas en tu cabeza todas las conversaciones que has mantenido los últimos dos días al respecto. Gates te apoya incondicionalmente porque sabe lo que vales como policía. Lanie y tu padre te han dicho que escojas lo que te va a hacer feliz. Y ése es el problema. Que no sabes lo que quieres, o, mejor dicho, que no sabes a qué renunciar.

Qué estupidez, te dice una voz en tu cabeza. Ya has tomado una decisión, quieres este trabajo, es lo que siempre has deseado. Pero también quieres a Castle, dice una segunda voz, lo quieres desde hace no sabes cuanto.

Te dispones a tomar una cuerva al mismo tiempo que recuerdas el momento en el que se lo dijiste. Parada sobre una bomba, pero se lo dijiste. Recuerdas que, ese día, él estaba dispuesto a morir contigo.

Una lágrima empieza a recorrer tu mejilla, pero te la secas rápidamente. Necesitas serenarte. Tienes que hacerlo si quieres mostrarte fuerte ante él. Porque, a pesar de tus sentimientos, sabes que no podéis seguir así.

No le conoces, y no lo vas a conocer nunca, o al menos no lo suficientemente pronto. Durante cuatro años, has estado tan ocupada intentando reconstruir el muro que Castle poco a poco derrumbaba que no te diste cuenta de que él también tenía uno. Uno que todavía tiene y que tú, pobre ignorante, no has podido ver hasta hace poco.

Te recriminas a ti misma. Estás analizando la situación desde el punto de vista que más te conviene. En realidad sabes que también es cosa tuya, que tienes miedo de las consecuencias, que no estás dispuesta a arriesgar porque eres demasiado cobarde y que por eso inventas excusas que culpan a Castle de lo que ya es inevitable.

En esas estás cuando llegas al parque y aparcas en la entrada. Te tomas un minuto para normalizar tu respiración y sales del coche.

Lo ves allí, en los columpios. En vuestros columpios. Los mismos en los que hace casi dos años decidiste no apartarlo de tu vida. Los mismos en los que hace uno, bajo una terrible tormenta, aceptaste lo que sentías y te arriesgaste a ser rechazada por un rechazo que nunca llegó. Los mismos en los que estás a punto de acabar con cinco años de un maravilloso baile. La pregunta que le has hecho a tu padre vuelve a tu cabeza. ¿Qué pasa cuando la música para? ¿Y si, después de todo, ha sido ese baile, ese tira y afloja, lo que os ha mantenido unidos?

Te diriges hacia él. Ves que su mirada está fija en algún punto perdido en la distancia. Te sientas. Lo miras.

Está triste, puedes percibirlo. Y, por un momento, te acobardas. Por un momento, sientes en lo más hondo de tu alma que no vas a ser capaz. Pero entonces tu lado racional y metódico (la primera voz) se interpone entre esa sensación y tú, recordándote que no será la primera vez que te quedes sin una parte fundamental de tu vida.

Castle sigue sin hablar, y tampoco te ha mirado.

- Lo siento. No tendría que haber guardado secretos – dices para romper el hielo.

- Eres así – dice antes de que puedas continuar –. No dejas que la gente se te acerque. Yo hice todo lo posible para que me dejaras entrar dentro...

- Castle, yo...

- Por favor, déjame terminar.

Castle sabe que no está siendo del todo justo, él también le ha ocultado cosas a su musa. La historia de su padre, sin ir más lejos. Pero no menciona nada de eso porque no quiere perderla.

- He pensado mucho en nosotros, en nuestra relación, en lo que tenemos... y adónde vamos. Y he decidido que quiero más. Ambos merecemos más.

No te lo puedes creer. Tú llegaste a ese parque pensando que Castle tendría una lista interminable de razones por las cuales quedarte con él. Tenías un discurso preparado para rebatirlas.

En cierto modo, te sientes decepcionada. Creías que lucharía un poco más. O mejor dicho, que lucharía. Pero, por otro lado, también sientes alivio. Si no tienes que hacerlo tú, no habrá opción a que te falle la voz.

Ahora sí que estás convencida. Definitivamente, la música a dejado de sonar.

- Estoy de acuerdo – es todo lo que dices.

- Así que pase lo que pase, decidas lo que decidas... - ya falta poco. Contienes la respiración y, aunque jamás vayas a admitirlo, también las lágrimas que luchan por salir.

De repente se levanta del columpio y se acuclilla en el suelo. Por primera vez desde que llegaste, te mira a los ojos. Todo pasa demasiado rápido. No entiendes nada. ¿Qué demonios está haciendo?

- Katherine Houghton Beckett, ¿quieres casarte conmigo?