Se dice que las historias fueron creadas, ya sea para entretener por un rato, dar esperanzas o terror a las personas. Existen varios tipos de historias, de las cuales mis favoritas, son las de terror. Toda historia de terror se construye sobre una base racional, un suceso estremecedor para la persona en cuestión, sobre todo cuando es imposible encontrar una explicación. Si llegaste hasta aquí y planeas seguir leyendo, pues no me queda más que decir: ¡Felicidades! Eres un adicto al miedo.

Al menos espero que sigas leyendo, porque por lo visto, la curiosidad es demasiada y aunque sé que estás inseguro de lo que puedas leer, de que te volverás un paranoico y quién sabe qué cosas horribles podrá mostrarte tu traicionera mente, seguirás leyendo. No te voy a felicitar por ser valiente, por superar tus miedos, no, no, no, nada de eso. Más bien… Esperaré que no me decepciones, porque si dejas de leer, tu mente va a jugarte juegos peores de los que te jugará si terminas de hacerlo.

Y bien, entonces sin más, te presento la historia que seguramente formará parte de tus pesadillas esta noche:


"ONRYŌ"

Se podía escuchar el jadeo de una joven caminando rápidamente al sentir una presencia espeluznante y no deseada tras ella, aceleró aún más el paso y la figura de la sombra también mientras la gente a su alrededor parecía ignorar la persecución.

La joven de cabellos negros sólo salió corriendo hasta ingresar en el parque. Grave error. Todo estaba oscuro y sin vida dentro del mismo. Sólo por los vagabundos y otras cosas que ni quería nombrar; se detuvo algo inquieta. El corazón no dejaba de latir con miedo. Intentó percibir la presencia paranormal, cual había desaparecido, más respiró profundo ya que se sentía un poco segura.

Se llevó las manos al pecho, creyendo que ahora estaría bien. De pronto, escuchó a alguien o algo mover los arbustos. El corazón se detuvo un instante. Era un gato. Ríe tontamente, decidió que era momento de regresar a casa porque allí estaría segura, y así lo hizo. De nuevo, esa presencia llegó a su departamento temiendo por su bienestar, pues ya no podía más y allí se encerró. Llamó a su novio para que fuera por ella, minutos después de colgar recibió una imagen. La imagen de un tenebroso cementerio. El CPU de su computadora se encendió, como si alguien lo hubiese prendido, cual dicha imagen misma presentó.

Asustada, se arrinconó en una esquina y se dejó caer al suelo temblando. El celular empezó a sonar y se encendió la TV. El terror se apoderó de ella, no quería estar ahí… No quería. El teléfono no dejaba de sonar, lo tomó y al ver el mensaje "Sweet" "Dreams" lanzó el aparato fuera de su alcance. Ese mismo mensaje se grabó por sí solo en las paredes blancas con tinta roja, que por el olor a hierro supo que no era tinta, más bien era… Sangre.

Escuchó el llanto de un bebé sin saber de dónde procede. El llanto no cesaba y eso la perturbaba cada vez más hasta hacerla perder la cordura. Miró hacia ambos lados y no vio absolutamente nada. Parpadeó y agudizó sus oídos, entonces escuchó la malvada risa de un niño y luego la de una mujer. Pronto, vio la sombra de un hombre reflejarse ante ella. Su corazón se detuvo unos instantes.

Los ruidos cesaron inesperadamente. Ya no oía al bebé ni a ningún otro sonido escalofriante. Pensó que todo había acabado, pero repentinamente sintió algo espeluznante pasar encima de sus pies. – ¡AHHH! ¡BASTA! – exclamó la joven, muerta del miedo. Cerró fuertemente los ojos y empezó a rezar por su vida, creyendo que con eso la sombra se iría, pero no fue así. De pronto, sintió que alguien tocó su cabello. No quería abrir los ojos. No quería hacerlo. Pero aquellas heladas manos se posaron sobre sus hombros y la respiración de aquel ser chocaba contra su frente. Estaba aterrada.

P-Por fa-favor, n-no m-me las-lastimes… por favor. – Temblaba. Ella temblaba e hipiaba. Hipiaba cada vez apretando más los ojos. El ser no se iba de allí. No lo hacía y eso la ponía peor, pues la palidez de su cuerpo le hacía notar una muerta, más no le importaba. Sólo deseaba que alguien la ayudara y no podía gritar, si lo hacía podría ser atacada.

Con el pánico latente y la voz temblorosa volvió a hablar y esta vez le preguntó. – ¿Qué quieres de mí? – lo que obtuvo de respuesta, fue un gruñido para luego terminar en un soplo de aliento. Se tragó un nuevo grito.

Aquellas heladas manos seguían acariciándola. Esas caricias eran tan suaves que pensó eran las manos de su novio. Las sintió recorrer sus muslos hasta los pies, subió al abdomen. Esto era demasiado, ya no podía soportarlo. – Por favor…– susurró, voz apenas audible. Entonces ese ser la agarró bruscamente por los tobillos de los pies logrando arrancarle un gemido y la arrastró fuertemente hasta dejarla tirada por completo al suelo.

No me hagas daño. – Sintió unas garras rozar su vientre como en una caricia. Luego le desgarró la ropa completamente. No sabía qué quería esa cosa de ella, pero tenía que huir. Intentó lo más que pudo no abrir los ojos, pero lo hizo y lo que vio la paralizó, más sabía que al ver esos temibles ojos sería su desgracia y esa noche sería la última vez que estaría viva.

Ese ser alzó sus garras hacia arriba, dispuesto a acabar con su vida. – AHHHHHHHHH! – gritó con todas sus fuerzas, pero nadie pudo ayudarla.


Dos horas más tarde…

Era una noche fría de otoño, el viento mecía las hojas secas de los árboles produciendo una suave melodía. Eran las diez y cuarto de la noche en el lujoso departamento de policía, todos realizaban sus respectivos trabajos, sin embargo tres personas conversaban sobre varios temas detrás de sus escritorios.

¡Vaya! Hoy fue un día bastante agotador. – dijo Kotetsu, mientras se estiraba en la silla y ponía sus manos detrás de su cabeza. – Mira que hacernos trabajar todo el día para resolver este caso.

Claro, si tuvimos que correr como tres kilómetros detrás del asesino. – comentó Izumo, frustrado.

Lo importante, fue que lo capturamos y se hará justicia para la familia. – siseó Raido, mientras le daba un sorbo a su taza de café.

Querrás decir, lo capturé. – replicó Izumo. – Kotetsu se quedó sin aire a medio camino. – dijo con burla. – Y tú, ni siquiera comenzaste a correr.

No seas cruel con nosotros, Izumo. – respondió Raido, riendo.

Raido, Izumo, Kotetsu, muevan sus traseros que tenemos trabajo. – dijo autoritaria una mujer elegante. Cabello color púrpura largo hasta la cintura y el flequillo peinado hacia el lado derecho sin llegar a taparle los ojos. Posee unos ojos con puntas muy pronunciadas, con el iris negro y unas pupilas marrones de gran tamaño, los cuales están delineados con color negro y sus labios pintados de rojo pasión.

Los tres se pusieron rápidamente de pie cuando la vieron salir del despacho del jefe. Sin esperar orden, ellos caminaron hacia la líder del Escuadrón Especial de Investigación y Asesinato, la chica que hace un momento les había hablado.

¿Y ahora qué sucedió, Yugao? – preguntó Kotetsu, un poco decepcionado, pues pensaba que disfrutaría de una taza de café bien cargado.

El Capitán Jiraiya nos ha asignado un nuevo asesinato. – respondió la Uzuki mientras arreglaba su cabello en una coleta alta. – Nuestra misión es rastrear al presunto asesino.

¿Quién es la víctima? – preguntó Izumo, impaciente.

Yugao iba a responder, pero su garganta no emitió ningún sonido al ver la figura de una mujer aproximarse a ellos. Su apariencia cautivó a la mayoría de los hombres del departamento, inclusive los de su escuadrón que no dejaban de observar sus movimientos de caderas que parecían mortales para la salud mental de todos ellos.

El cabello violeta solía usarlo en una cola caballo, pero ahora cae como cascada. Sus ojos castaños claro, cuales cautivan a quienes observan. Yugao notó ese cambio en ella. Llevaba una mini-falda naranja oscura, una blusa blanca con cuello tortuga, un pequeño colgante de plata en forma de estrella en una cadena también de plata, medias panty negras y botas de tacón del mismo color. Pero lo que sorprendió a los demás, excepto a Yugao, era la bata blanca que usan los doctores.

¿Quién es esa hermosura? – interrogó Kotetsu, impresionado por la belleza de aquella mujer, en especial sus labios carnosos, perfectos y pintados de rojo intenso, cuales le provocaron pensamientos indecorosos.

Mejor cuida tus palabras, Kotetsu, si en verdad aprecias tu vida. – respondió Yugao, apretando los dientes y disimulando una leve sonrisa. La mujer ni siquiera la miró. – ¡Vamos! – empezó a caminar y el trío la siguió.

¿Sabes quién es? – interrogó Izumo a Yugao, emocionado. Parece que no ha visto mujeres desde algún tiempo, era el pensamiento de la Uzuki.

Subieron al ascensor. Las puertas cerraron. – No te involucres con ella. – respondió la jefa. – No de ese modo sentimental, sino profesional.

¿Por qué no? ¿Acaso es una loca demente? – preguntó Izumo, riendo. – ¡Ay, por favor! – exclamó, bufando. – Ni que la fuera a morder.

En un repentino movimiento, Yugao giró sobre sus talones y se enfrentó a él. Las miradas de ambos duró aproximadamente dos minutos, al final Izumo sudaba frío y Yugao desistió. – Ella era mi compañera cuando nos alistamos para entrar a la Academia. – giró, dándole la espalda. – Aunque todavía no me perdona aquel suceso. – una triste sonrisa surcó sus labios.

¿Suceso? – se preguntaron los tres al unísono mientras descendía el ascensor, más no quisieron preguntar más. Era notable que aún le incomodaba recordarlo. Ya abiertas las puertas, subieron al coche.

Necesito que estén bien despiertos para cuando lleguemos. – dijo Yugao sentándose en el asiento del copiloto, Raido se sentó al volante y los dos hombres en los asientos de atrás.

No tardaron más de quince minutos en llegar a la escena de los hechos, que ya estaba rodeada por varias patrullas y acordonada con el cintillo amarillo para evitar que los curiosos se acercaran. Se podía observar gran ajetreo, pues policías y criminalistas entraban y salían del lugar.

Los detectives se bajaron del coche y se encaminaron hacia el edificio.

Raido. – llamó Yugao, completamente seria. – Averigua con los vecinos, si vieron algo que nos ayude con el caso.

Pero yo…– intentó objetar el chico, pero se detuvo al instante recordando su deber. – Iré inmediatamente. – se dispuso a cumplir su encargo.

Izumo y Kotetsu empezaron a reír, cubriéndose la boca evitando que la chica se diera cuenta.

¡Ustedes dos! – refiriéndose a los aludidos, quienes se burlaban de la suerte de su amigo. – Ayuden a Raido a recolectar información y dejen de holgazanear.

¡Sí, señora! – exclamaron, para luego encontrarse con su compañero.

Yugao se acercó a los oficiales que rodeaban el cuerpo de la occisa. Mientras avanzaba, un oficial se le emparejó y le mostraba los datos de la occisa. Cuando vio el cuerpo, sus ojos se abrieron desmesuradamente. Al cuerpo le faltaban múltiples partes y trozos, y debajo de las palmas de sus manos había pedazos de carne. Lo más espeluznante de la escena era que parecía como si alguien le hubiera arrancado los ojos y el vientre.

¡Oh, mi Dios! – la Uzuki se cubrió la boca con la palma de su mano derecha, sentía náuseas, pues era la primera vez que veía una escena tan desagradable.

Un detective de pelo marrón oscuro que le llega hasta el cuello, y ojos marrones, la vio pálida. Caminó hacia ella. – No deberías ver eso. – le dijo, preocupado.

Genma…– susurró Yugao. El nombrado la tomó por los hombros y la alejó de la escena.

Kurenai está revisando el cuerpo y, al igual como reaccionaste, ella también lo hizo. – comentó Shiranui, mirándola fijamente. – Es la primera vez que vemos algo fuera de lo normal.

Un hombre de cabellos de punta plateados y ojos negros, de mirada profunda y bastante apuesto, descendió de su auto. Los oficiales lo observaron aproximarse hacia la valla policial que detenía a los curiosos. Su apariencia medio dormida y su actitud apática y minimista, fueron características suficientes como para dejarlo pasar sin ningún inconveniente, pues lo reconocieron desde antes de descender del auto. Era nada más que el Detective Kakashi Hatake, Supervisor y Jefe del Departamento de Policía de Konoha.

Había ya un grupo de policías con guantes, máscaras y lentes de visión ultravioleta alrededor de los matorrales del edificio revisando toda el área en busca de evidencia y tomando fotografías para documentar todo, pero la atención del Detective se dirigió a una mujer que parecía inspeccionar el cuerpo de la víctima.

Kurenai. – saludó escuetamente a la aludida. Mujer de cabello negro y largo, y únicos ojos que son de color rojo con un anillo adicional en ellas. Llevaba maquillaje, consistente en lápiz labial rojo y sombra de los ojos morado; y usaba una bata blanca.

Sabía que vendrías… Kakashi. – respondió simplemente la médico forense Kurenai Yuuhi, sin apartar su mirada del cuerpo.

Ya hemos hablado a la central para solicitar que dejen sólo a nuestro equipo, a un par de custodios y a ti, para evitar la contaminación de la escena. – informó un hombre de ojos marrones, pelo corto de color negro y una barba, sin dejar de hacer anotaciones en una libreta. Particularmente, suele fumar en momentos como éstos.

¿Qué tenemos? – interrogó Kakashi, observando fijamente el vientre de la víctima o lo que quedaba de él. Luego fijó su mirada hacia arriba, específicamente en la ventana rota por donde se suponía que la víctima había salido disparada.

Joven caucásica, 22 años, contextura delgada, originaria de Inaho, estudiante de medicina. Según las identificaciones encontradas en su departamento, su nombre era Karin Yamaki. – comenzó a narrar Kurenai, sin poder entender la causa de muerte. – Como pueden observar, hay señales de haber sido rasguñada cruelmente. A pesar de sufrir todas esas lesiones, murió debido al golpe proporcionado cuando cayó desde el piso de su departamento.

Tercer piso. – susurró el Hatake. – ¿Hay sospechosos? – volvió a preguntar, evaluando la posición del cuerpo.

No. Ninguno. – respondió Asuma, mientras Kurenai se levantaba del suelo. – Hasta el momento, sólo tenemos a dos personas en calidad de testigos. Una vecina que escuchó el sonido de la ventana quebrarse y el novio de la occisa, cuando vino a buscarla la encontró aquí, ya sin vida. – informó leyendo sus notas.

Las únicas pistas que tenemos hasta ahora, son los rastros de sangre en la habitación. En especial una que sé, atraerá tu atención. – aseguró Kurenai, todavía estremecida por lo visto.

Todos parecen asustados, Kakashi. – hizo entrever Asuma a su amigo. – Deberías dejar que los oficiales se marchen.

Entiendo. – iba a dar la señal de retirada para los oficiales de menor rango y dejar a los especialistas, sin embargo la figura de una atractiva mujer caminar hacia ellos llamó su atención. Era criminalista, pues lo dedujo por la bata blanca y porque ya la conocía.

Ella se aproximó con rapidez hacia el cintillo amarillo que detenía a los curiosos, mostró su placa al agente que la detuvo al verla acercarse y se dirigió hacia donde consideró que estaba la escena del crimen. Había demasiada gente, consideró un tanto disgustada. Cuando había mucha gente dando vueltas, había más oportunidad de contaminar la escena del crimen, de echar a perder pistas cruciales.

Mientras más se acercaba a él, sus manos empezaron a sudar y el corazón dio un vuelco repentino. Verla bien, le llenó de grata emoción, pero los ojos de la chica no reflejaban nada. Ella se detuvo frente a él.

Genma, Yugao, Kurenai y Asuma los vieron a los dos. Primero miraban a la chica y luego a él. Ellos tan sólo se miraban fijamente sin musitar palabras. Creyeron que esos dos cederían al menos una vez, más sus miradas les confirmaron que no.

Detective Hatake. – ella extendió su mano hacia él en forma de saludo.

Kakashi no dudó en tomar su mano. – Dra. Mitarashi. – apretó su mano, tomándola por sorpresa.

La tensión se podía sentir en el ambiente, y es que esos dos transmitían una energía fúnebre y melancólica. Algunos recordaron el suceso años atrás que marcó la vida de ese par, pero se alejaron de esos dos evitando meterse en dichos asuntos; otros no entendían el porqué de aquella incómoda tensión en el ambiente.

¿Cómo has estado? – interrogó Kakashi en voz baja.

Ella notó ese tono triste en la voz de él, y sus pupilas se dilataron unos instantes. – No mejor que tú. – respondió, tajante. De manera brusca, se soltó del agarre de mano que sostenía el Hatake. Más, se dio vuelta para ponerse los guantes.

Te equivocas. – respondió Kakashi, dolido por la forma de cómo ella se expresó. – Desde ese día no he vuelto a ser el mismo.

Bruscamente, Anko giró. – Limítese a no mezclar lo personal con el profesionalismo, Detective. – susurró entre dientes.

Anko…– siseó Kakashi, intentando convencerla de que lo ocurrido no fue su culpa.

Por favor…– imploró Mitarashi, voz ronca. – No ahora… No quiero hablar de ello contigo.

Disculpa mi irrespeto. – respondió él, dando un par de pasos. – Veamos el lugar donde inició el hecho. – asintiendo, ella caminó detrás de él mientras se adentraban al edificio.

Miren. – dijo uno de los oficiales señalando un lugar del piso de cerámico.

Kakashi y Anko se agacharon para mirar de cerca, era un rastro de sangre como si hubieran arrastrado a la víctima hacia la dirección contraria a la ventana, o sea hacia la salida.

Kakashi no perdía de vista a la Mitarashi que llevaba el pelo suelto, una mini-falda naranja oscura, una blusa blanca con cuello tortuga, un pequeño colgante de plata en forma de estrella en una cadena también de plata que una vez le regaló, medias panty negras y botas de tacón del mismo color, y por encima, la bata médica.

Anko percibió algo extraño en esa habitación. Sentía que alguien la miraba tan fijamente que los vellos de la piel se erizaron. Esa sensación fue escalofriante, a tal grado que creyó haber sentido la respiración de un ser golpear contra su nuca. De repente, sintió un fuerte golpe en su vientre que la hizo retroceder un par de pasos. Buscó con la mirada al causante, pero sus compañeros seguían con sus respectivos trabajos y Kakashi estaba lejos de ella, no podía haberle golpeado de ese modo.

El resto de los oficiales salieron de la habitación y sólo quedó ella. Procuró olvidar el golpe y se dispuso a recolectar pistas sobre dicho asesinato aunque la forma en que la chica murió no fue normal. Sacudió su cabeza, alejando pensamientos innecesarios. – Deja de pensar en tonterías, Anko Mitarashi. Cosas anormales como fantasmas vengadores o monstruos malignos es imposible. – rió para sus adentros.

Mientras sonreía, a su espalda el CPU encendió por sí sólo. Anko parpadeó en contradicción, más giró y el CPU estaba apagado. Suspiró. – Sólo es mi imaginación. – susurró. Dio la vuelta dispuesta a realizar su trabajo, más sin embargo el CPU volvió a encenderse y el sonido era como cuando la televisión pierde la señal.

Se exaltó. Pero luego pensó en que se encendió debido a la irregularidad de la electricidad. Se acercó al condenado aparato y lo apagó. Volvió a girarse. Llevaba apenas segundos de haberlo apagado cuando se encendió de la nada, esta vez observó con cuidado el computador, en especial la página de Youtube que mostraba un video de un cementerio desolado. Una sonrisa atravesó los labios de la Mitarashi, más lo apagó.

La temperatura de aquella habitación descendió. El frío recorrió todo su cuerpo como diciéndole que salga de ese lugar, pues no podía dejar todo incompleto, necesitaba recolectar pistas. Prontamente, se dio vuelta para llamar a alguien que levantara algunas muestras, pero sintió una presencia a su espalda. Tragó saliva. Pero creyendo ser una broma de uno de los oficiales para hacerla enojar, enfurecida se dio vuelta, más no había nadie. Sólo ella y un espejo que la proyectaba.

Suspiró, calmando su agitado corazón, no es que tenga miedo de estar sola, pero la verdad esa escalofriante sensación nunca antes la había sentido. – Será mejor que busque ayuda. – iba a salir de aquella habitación, entonces alguien agarró el tobillo de su pie izquierdo y le hizo tropezar. Se hubiera dado un buen golpe si no fuera por Kakashi, quien venía entrando y la sostuvo entre sus brazos.

Te has vuelto algo torpe. – siseó Kakashi, ayudándola a recuperar la compostura.

Cállate. – murmuró Anko, arrugando las cejas.

Asuma, Kurenai, Genma, Yugao, Raido, Izumo y Kotetsu. Todos ellos arribaron a la habitación y como es normal, Kakashi y Anko discutían. Lo extraño fue ver a Kakashi posar una mano en la frente de la Mitarashi y ella no se apartó.

Te ves pálida. – le susurró al oído.

Anko se alejó de él. – Terminaré de recolectar las pistas necesarias y me marcharé. – sentenció. – Kurenai, por favor. – la aludida la ayudó a tomar más fotografías y tomar muestras de sangre.

Mientras estaban concentrados en su trabajo, las luces del apartamento comenzaron a pestañear. Ellos intercambiaron miradas confusas, más no le dieron importancia, excepto Anko. Ella vio una pequeña sombra correr por el pasillo.

Kakashi la vio observar un rincón sin despegar la mirada. Caminó hacia ella lentamente y la encontró perdida en sus pensamientos. Poco a poco iba extendiendo su mano para tocarla y mientras lo hacía una extraña presencia se divisó a través del espejo. Una pálida mujer con un vestido blanco ensangrentado y el cabello negro hacia delante cubriendo su rostro. La mujer apareció detrás de Kakashi, y él ni siquiera la sentía. Entonces Kakashi tocó el hombro de Anko, asustándola.

¡Demonios Hatake! – exclamó Anko, enfadada.

Ante el reclamo, todas las bombillas explotaron repentinamente. Un fuerte viento sopló moviendo las cortinas y los cabellos de todos los presentes. Ellos divisaron una sombra parada en la entrada, aunque debido a la oscuridad no podían ver con claridad, pero sí identificaron que se trataba de una mujer. Prontamente, la puerta se cerró con fuerza.

Kurenai se abrazó de Asuma, asustada. Yugao y los demás se armaron, quitándole el seguro a sus armas. – ¿Quién está ahí? – preguntó la Uzuki, con firmeza. – ¡Muéstrese! – exclamó, avanzando poco a poco.

Anko extrajo una pistola calibre .22 de su cobertor enganchado en la cintura detrás de su espalda, y apuntó con ésta la misma dirección. La sombra se movió. – Ésta es una zona de jurisdicción policial. Salga inmediatamente. – dijo, molesta de que sean irresponsables.

Si no se reporta, nos veremos obligados a disparar. – siseó Kakashi, posicionándose delante de Anko. – Le daré cinco segundos para que salga o nos diga su nombre. – no obtuvo respuesta. Chasqueó la lengua. – 5…– la sombra se movió. – 4…– Kotetsu e Izumo le quitaron el seguro a sus pistolas. – 3…– Raido cargó la pistola. – 2…– Genma y Asuma apuntaron en dirección a la figura. –1… ¡Disparen! – todos empezaron a disparar, siguiendo el movimiento de la sombra que se movía por toda la habitación.

Los oficiales que se encontraban afuera del edificio, subieron rápido al escuchar los disparos. Cuando arribaron al lugar, abrieron la puerta de una patada y vieron a sus jefes disparando a la nada. De un momento a otro, mientras disparaban, la sombra pasó entre ellos y Kurenai fue lanzada con fuerza y presión que chocó contra la pared.

¡Kurenai! – exclamaron Yugao y Anko al unísono. Corrieron hacia ella. – Está inconsciente. – agregó Yugao, incrédula por lo ocurrido.

¿Qué demonios fue eso? – interrogó Kotetsu, nervioso de ver los orificios en las paredes y sin rastro de la persona que había estado con ellos.

Quizás alguien quiso jugarnos una broma. – respondió Genma, tratando de olvidar lo sucedido. – O nuestra mente está jugando con nosotros, pues es tarde y no hemos descansado.

Concuerdo con Shiranui. – dijo Kakashi, convencido de aquellos argumentos. – Raido, encárgate de dejar un par de oficiales o los que consideres indispensables para que resguarden la escena. Cuando termines, puedes ir a casa. – el nombrado asintió y marchó en compañía de Izumo y Kotetsu. – Asuma…– el Sarutobi afirmó con la cabeza, sabiendo qué hacer: llevar a Kurenai a su casa. – Los demás, descansen. – salió del departamento.

Anko guardó su pistola en su cobertor detrás de su espalda. – A primera hora, analizaré las evidencias. – dicho esto, marchó de aquel lugar. Iba tan concentrada hacia su vehículo que no notó una presencia a su espalda que la seguía.

El frío recorrió todo su cuerpo. No estaba asustada. Claro que no. Sólo preocupada por su compañera Kurenai Yuuhi, sólo eso. No era una mujer débil, menos una paranoica. Continuó su camino sin mirar atrás, no necesitaba hacerlo. No quería voltear y ver algo que no le gustaría, pero el sonido de unas cadenas ser arrastradas por el asfalto la perseguía. Ahora sí empezó a ponerse nerviosa.

Entonces apresuró el paso hasta llegar al auto. Buscó entre las ropas la llave del vehículo, mientras sus manos temblaban. Levantó la mirada, pues a través del cristal figuró algo que la impactó. A su espalda y muy cerca de ella, estaba parada una mujer pálida con el cabello largo pulcramente negro cubriendo el rostro. Sentía la respiración de aquella mujer chocar contra su nuca.

Más dejó de buscar la llave y se dedicó a rebuscar su arma. – Mami…– escuchó la voz de un niño de unos cinco o seis años murmurarle. Los vellos de su cuerpo se crisparon y sus manos dejaron de buscar el arma. – Mami…– lo volvió a oír y las lágrimas empezaron a caer de sus ojos. – Ma…mi…– la voz se volvió aguda y fuerte como la de un hombre, más la respiración de aquel ser a su espalda se hizo constante.

No podía moverse. No obstante, sintió unos fríos brazos de mujer rodear su cintura. Eso la asustó. Pues la veía a través del cristal de la ventanilla del vehículo. Se aterrorizó cuando esa cosa acercaba el rostro al oído de Anko sin dejar de acariciar su vientre. Tragó saliva ahogando un grito de terror.

Necesitaba correr, alejarse de esa cosa o lo que fuere. Pero sus piernas estaban paralizadas. Escuchó los leves gruñidos de ese ser como si le dijera algo. De repente, vio que sacaba sus garras. Definitivamente necesitaba huir. En un acto de valentía respiró profundo, tomó su pistola y se dio vuelta apuntándola directo a la cabeza. Sorpresa, se había esfumado, pero en su lugar…

Baja esa arma. – dijo Kakashi, con ambas manos a la altura de su pecho. Respirando calmada, le hizo caso. – Has estado tensa. Puede que sea mi culpa, ¿Cierto? – una triste sonrisa atravesó los labios de él. – Lo lamento.

No lamentes un acontecer que no fue tu culpa. – respondió Anko, acongojada.

No lo superas, ¿Verdad? – Kakashi apoyó el cuerpo contra el vehículo de la Mitarashi. – Tampoco yo. – murmuró, alzando la mirada.

Anko se acomodó a su lado. – No podría. – levantó la cabeza hacia el nocturno cielo. – No puedo olvidar… Fue mi culpa. – entrecierra los ojos. – Desearía volver el tiempo atrás y verlo una vez más.

También deseo lo mismo. – susurró, contemplando el cielo. – ¿Sabes? Cuando te marchaste, no dejé de pensar ni un minuto en ti. – Anko abrió los ojos desmesuradamente. – Te extrañé. – Kakashi bajó la cabeza y sonríe. Sonrisa melancólica. – Yo…– se aproximó a ella. Tocó el colgante en forma de estrella de Anko. – Aún me amas. – ella retrocedió. – Lo sé, porque todavía usas ese collar. Ese que te regalé la noche de…

No por favor. No lo digas. – susurró con la voz rota. – Me duele esta situación. Te necesité, pero debía seguir adelante. Supongo que en estos dos años encontraste a alguien mejor que yo. – mirada triste.

Kakashi desvió la mirada. – Nunca te he mentido y ahora no lo haré. – volvió la mirada hacia ella. – Sí, encontré a alguien que me hizo sentir vivo, pero no amado. – Anko se mordió el labio inferior sin saber qué responder, pues no lo culpa por haber encontrado a otra. – Ella sigue conmigo a pesar de no amarla. – tomó entre sus manos, las de ella. – Aunque a quien he amado y aún amo está frente a mí. – los ojos de ella se iluminaron de una grata felicidad. – No dejé de amarte. Cariño, regresa conmigo. – posó la mano derecha en la mejilla izquierda de Anko, más la acarició. – Una vez te lo dije y vuelvo a repetirlo, no dejaré de amarte aunque me apuñales el corazón. – rodeó el brazo izquierdo alrededor de la cintura de Anko. – Te necesito. – depositó sus labios sobre los de ella, lento y despacio. Empezó a mover sus labios poco a poco mientras ella correspondía, más la atrajo a su cuerpo y profundizó el beso, corriendo su lengua dentro de la boca de Anko y lo más gustoso fue que ella no lo apartó. – ¿Volverás? – interrogó contra la boca de ella.

Necesito tiempo. – susurró, apartándose.

¿Más tiempo del que te he dado? Cariño por favor, ya han pasado dos años. – suplicó con dolor. – No me hagas más infeliz.

No estás solo. – respondió Anko como excusa. – Tú mismo acabas de decir que encontraste a una mujer.

A quien no amo. – añadió él, angustiado. Ella silenció. – Puedo dejarla si tú me lo pides.

Anko negó la cabeza. – Ahora soy una extraña en tu vida. – voz ronca. – No tengo derecho de arruinar una relación.

¿Una relación basada en necesidad, satisfacción? ¿A eso le llamas relación? – el enojo se estaba apoderando de él. – No, eso no es una relación. – avanzó un par de pasos y ella retrocedió. – Tú y yo estamos unidos por un fuerte vínculo. – al ver la incomodidad de ella, dejó de insistir. – Está bien, no presionaré, pero al menos piénsalo. Piensa en nosotros.

Lo haré. – respondió, cabizbaja.

Kakashi le abrió la puerta del piloto. – Cuando me necesites, no importa la hora, búscame. – ella asintió, luego subió al vehículo. – Recuerda que, estaré para ti en todo momento. – tomó una mano de ella, más depositó un tierno beso en el dorsal de ésta. – Te amo. – cerró la puerta y espiró al ver el vehículo alejarse.

Anko veía por el retrovisor a su amado, de pie sin moverse. – También te amo, pero soy una asesina. Es por eso que no puedo estar contigo. – susurró, voz temblorosa. – Yo también te necesito, mi amor. – observó de soslayo, un hermoso anillo en su dedo. – Yo también… también… Te amo. – una lágrima escapó de sus ojos.

Cerró sus ojos, aplastando las demás lágrimas. Volvió a abrirlos desmesuradamente cuando siente una escalofriante presencia en el asiento trasero. Los entrecierra. Entonces miró por el retrovisor y ahí estaba. Una pálida y bella mujer estaba sentada en la parte trasera del vehículo, su cabello largo de color violeta caía como cascada, mientras los mechones cubren su rostro. Viste un vestido blanco de tirantes y sus pies se encontraban descalzos y sucios.

Una sonrisa socarrona atravesó los labios de Anko. – ¿Te divertiste? – le interrogó a lo que ella asintió con la cabeza. – Puedo verlo.– volvió la cabeza y le observó los pies, los cuales estaban enlodados. Dejó de mirar por el retrovisor y se concentró en la carretera. La mujer reapareció sentada sobre el asiento del co-piloto.

Cuando llegó a una casa, parqueó el vehículo en la marquesina. Movió los ojos hacia el asiento a su lado y la mujer ya no estaba, más la vio detrás de la ventana de la casa mirándola fijamente. Descendió de éste e ingresó a la casa. Estaba cansada, pues necesitaba relajarse un poco. Entonces escuchaba las risas de un niño pequeño. Una sonrisa surcó los labios de Anko. Un niño de aproximadamente cinco años corrió a los brazos de ella.

¡Mami! ¡Te extrañé! – exclamó abrazándola. El pequeño tenía los ojos negros y el cabello del mismo color que el de ella. – ¿Viste a papi? – ríe feliz.

Anko le devolvió la sonrisa. – Sí. – le acarició el cabello. – Pero recuerda que él no debe saber que estás aquí, ¿Sí? – el niño asintió y salió corriendo hacia la cocina y apareció por el jardín. La sonrisa desvaneció y su mirada se tornó seria. La pálida mujer de rostro desconocido y vestida de blanco, apareció repentinamente al pie de las escaleras. – No permitas que salga de esta casa. Nadie debe verlo. – sentenció.


(*-*)

Jojojo. ¿Les gustó? Ojalá y sí. Este fic era un reto que Isi-san me solicitó y acepté. Pues me encantan las historias de terror, más la de vampiros. Ah, con respecto a "Le Début d' une nouvelle vie", lo transcribiré porque me ha surgido unas nuevas ideas para ese fic, además de olvidar las principales XD, pero lo haré más emocionante. En unos instantes, subiré la secuela de "Desenterrando el Pasado".

Pd.: He realizado algunos cambios solicitados sobre los tiempos, cabe resaltar que tenía un propósito los tiempos insertados la vez anterior, pero para más claridad en la lectura, hice los cambios.-

Matta ne!