Aquí vengo con una nueva historia escrita especialmente para los Desafíos del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black. El desafío que escogí consiste en crear un fic inspirándose en tres títulos para tres capítulos o viñetas diferentes. Los que me tocaron son "El inicio", "Instintos vencidos" y "Lo que pudo ser y no fue" y me han inspirado para presentar mi primer Minerva/Dougal.
Para aquellos que no lo sepan, Minerva McGonagall se enamoró en su juventud de un muggle llamado Dougal, pero la cosa no salió demasiado bien. Para más información, Pottermore.
Disclaimer: los personajes pertenecen a J.K. Rowling. Yo sólo juego con ellos.
El inicio
Escocia, 1944
Como cada tarde después de terminar con sus obligaciones en la granja de sus padres, Dougal McGregor se escabulló de su casa en dirección al arroyo cercano donde le gustaba nadar. Su madre, una mujer temerosa de Dios y que tenía pánico al agua, le había prohibido acercarse hasta allí en más de una ocasión, pero el joven de doce años la desobedecía constantemente. Él ya era lo suficientemente mayor como para tomar sus propias decisiones.
Mientras se dirigía a su rincón secreto, Dougal escuchó unos sollozos provenientes de unos matorrales. Durante unos segundos, estuvo tentado de darse la vuelta y proseguir con su camino, pero el recuerdo de las enseñanzas de su padre lo detuvo a tiempo. Él siempre decía que todo hombre que se preciara debía ayudar al prójimo y se jactaba de ser todo un caballero, a pesar de no poseer más que una pequeña granja en Escocia, y Dougal no iba a ser menos.
Con cuidado de no espantar a quien estuviera oculto en aquel lugar, el muchacho se acercó a la dirección de la que provenían los llantos. Cual no fue su sorpresa al descubrir a una niña menuda de unos ocho o nueve años de edad. Sin embargo, aquello no le amilanó: una dama era una dama sin importar la edad que ésta tuviera.
—Hola—saludó el joven—. ¿Estás bien?
La niña levantó la mirada y, con los ojos castaños plagados de lágrimas, observó a Dougal con tanta atención que cualquiera hubiera dicho que estaba evaluándolo. La minuciosa inspección a la que estaba siendo sometido provocó que las palmas de las manos del muchacho empezasen a sudar de manera incontrolable; no sabía qué era lo que ella intentaba hacer, pero quería que terminara de una vez. Le estaba poniendo nervioso. Tras unos instantes de silencio, la chica dijo:
—Si vienes a burlarte de mí llegas tarde. Tus amigos acaban de irse.
La acritud con la que aquella frase había sido pronunciada contrastaba notablemente con la voz temblorosa e infantil que salía de la garganta de la niña y Dougal no pudo evitar sorprenderse. Sin embargo, aquella sensación pronto dio paso al enfado: ella no tenía derecho a hablarle de ese modo.
—Solamente he venido porque te escuché llorar, pero si quieres que te deje sola lo haré. No es asunto mío —añadió con tono ofendido.
Sin embargo, antes de marcharse, la niña volvió a hablar.
—¡Espera! Perdóname, yo no quería… —la desconocida se mordió el labio—. Tú no serás amigo de Mathew Kearny, ¿verdad?
—¿Kearny? Es un imbécil—la sonrisa de la chica ante su última afirmación le infundió el valor necesario para continuar—. Le gusta meterse con los niños más pequeños, cree que eso le hace parecer mayor —en aquel momento una idea asaltó la mente de Dougal—. No se habrá burlado de ti, ¿no?
Ella asintió.
—No debes hacerle caso. Seguro que, sea lo que sea lo que haya dicho, es mentira.
—No lo es—proclamó la niña con autoridad—. Tenía razón en todo lo que decía. Mi nombre es extraño y feo, y a nadie de por aquí parece gustarle. Todos dicen que soy un bicho raro y tienen razón.
El labio de la joven tembló ante su última afirmación y Dougal no pudo evitar enternecerse.
—¿Cómo te llamas? —al ver que ella vacilaba, decidió presentarse para infundirle ánimos— Yo soy Dougal McGregor.
—Mi-Minerva—añadió dubitativa.
—¿Sabes? No creo que tengas que hacerle caso a la gente del pueblo, a mí me parece un nombre precioso.
El rostro de Minerva se iluminó con una gran sonrisa.
