Disclamer: "Sora O Miageru Shoujo No Hitomi Ni Utsuru Sekai" o "Munto" en su defecto (dada que la procedencia es en sí es de una OVA con el nombre del segundo), no me pertenecen. Lo único mío es la trama del fanfic. Y aclaró, no gano ningún dinero con esto.

Advertencia: Errores ortográficos.

N/A: Aquí hay unos micro drabbles.


Lluvia.

La lluvia era lo único que la conectaba con los demás, y le permitía ser ella por un instante, le permitía ser Yumemi la chica normal de secundaria, no Yumemi la chica del destino, ni mucho menos la salvadora del mundo.

Cielo.

Siempre que fijaba su vista en esas islas flotantes, fantaseaba con estar sobre ellas, y estar cada vez más cerca del sol, la luna y las estrellas. Pero era doloroso, porque solo ella podía verlas, porque solo sus ojos esmeraldas eran capaces de visualizar aquel paraíso en lo alto, más allá de las nubes.

Amistad.

Entrelazo sus manos con las de ambas, una de cada lado, como dos alas que le daban el valor y la seguridad para lanzarse de aquel santuario e ir en busca del futuro soñado. Corriendo como si fueran niñas de nuevo, gritaron y saltaron. Su amistad era fuerte, hasta el punto de poner la vida en manos de las otras.

Pesadilla.

Y así como si fuera una pesadilla, vislumbró el fin de ambos mundos, el suyo y el de Munto. Y por un breve instante tuvo miedo, mucho miedo.

Mano.

La mano de Munto siempre fue suave y cálida, enviando una descarga eléctrica por su piel, haciéndola sentir más viva y provocando que su corazón sonara a cada roce. Y cuando él le preguntaba si estaba lista para luchar por el futuro, ella solo estrechaba esa mano.

Recuerdo.

El primer encuentro siempre es recordado, la joven rubia sabia que eso era así, pues ella lo estaba experimentando en gran medida desde que los ojos dorados solo podían materializarse en su subconsciente cuando lo deseaba. Cuando anhelaba recordarle.

Utilidad.

Una mano que sostener, eso había dicho Kazuya cuando explicó la importancia de Suzume en su vida. La chica de ojos verdes sintió algo de celos, porque a diferencia de ella. Yumemi no podía decir con exactitud qué utilidad, más allá que la de darle poder, podía brindarle a Munto.

Memorias.

Era doloroso, la felicidad y tristeza juntas de la mano, como una película vieja. Cada emoción, cada sonrisa y lágrima habían fluido entre las mentes de ambos, y al final; ella poseía las memorias de su vida, y él las de ella.

Mentiroso.

Al oír esa acusación, Munto pensó que Yumemi era más perceptiva que cualquiera. Fue capaz de percibir su mentira, de ver a través de sus hirientes palabras y pedidos de retirada.

Realidad.

Ichiko tosió, ante la clara evidencia de esa confesión amorosa de Munto hacia su mejor amiga, no era que estuviera celosa (enojada, tal vez, por ser dejada de lado), pero también recordando que tenían algo importante que hacer. No se quedaría esperando el fin inminente solo porque la respuesta de Yumemi tardaba en llegar, por ello, decidió traerlos a la realidad.

Rojo.

Las hebras del cabello rojizo era lo más vivido en la mente de Yumemi tras el incidente de medio año atrás, tanto que al ver los rotuladores en la tienda de la esquina los compro y escribió con rojo el nombre del rey cien veces en el diario antes de irse a dormir.

Guardianes.

-Y me la traes antes de las diez-ordenó Ichiko con el ceño fruncido.

-Lo hare-respondió Munto algo nervioso ante la mirada de aquella humana.-Por cierto… ¿Cómo sabias que vendría aquí?-preguntó curioso.

-Louie-san me lo dijo.-soltó Ichiko con calma.-Él, al igual que yo, no somos estúpidos. Que las hormonas no se alteren-demandó con la voz áspera y la mirada echando chispas.

-¡Ichiko!-gritó Yumemi apenada.

-Parecen dos perros guardianes-se quejó Munto por lo bajo.

-Y somos los mejores.-alardeó Ichiko, pillando las palabras del rey. Munto solo dio un respingo.

Amor.

El sentimiento al inicio fue indescifrable, luego difuso y algo extraño, más tarde fue doloroso de a ratos y reconfortante en otros, fue el valor infundado en el espíritu de ambos, el lazo que les unía. Y al besarse, ese sentimiento se multiplico.