Disclaimer: Tanto la historia de Naruto como sus personajes no me pertenecen, son propiedad de Masashi Kishimoto.

AVISO: Este fic contiene relaciones chico-chico, si no te gusta, no leas.

Muerte de un personaje en el primer capítulo, palabras groseras y bastante cursilería en próximos caps. Si después de esto quieres seguir leyendo, es tu propia responsabilidad.


Desventuras

"Tropiezo desafortunado"

La mañana le da un frío abrazo a Sasuke Uchiha. Con pereza, va desperezándose lentamente, y no puede evitar dar un bote al abrir los ojos y ver delante suya el jodido gato de su hermano. Se sienta y descubre sin sorpresa que otra vez ha acabado tirado en el suelo de su habitación, por las muchas vueltas que da durmiendo. Lanza una patada al gato, que este esquiva con facilidad, poniéndose al lado del marco de la puerta y maullando en busca de atención.

Sasuke suspira. Ese estúpido de Itachi se debe haber olvidado -otra vez- de darle la comida al gato. No debería haberlo traído a casa si no iba a cuidarlo como es debido. Se frota el cuello mientras se levanta, con los huesos entumecidos por haber pasado la noche en el duro suelo. Un comienzo perfecto para un día perfecto.

Bostezando, se dirige a la cocina de la no tan pequeña casa donde vivían él y su hermano mayor y abre la nevera para sacar un bote de leche. Pone un poco en el pequeño plato del gato y otra en un bol para él. Saca una caja de cereales de la despensa y se pone a desayunar tranquilamente. Aún eran las siete de la mañana, tenía tiempo de sobra antes de ir al instituto.

Cuando acabó con el desayuno, se dio una ducha rápida en el cuarto de baño que, afortunadamente, no tenía que compartir con su hermano, dado que la casa tenía varios y ese era exclusivamente suyo. Al salir de la ducha se cepilló los dientes concienzudamente y secó el pelo con cuidado. El baño estaba comunicado con su cuarto, así que entró, cogió la ropa que el día anterior había preparado y se la puso.

Ahora ya estaba completamente despierto, y aún quedaba bastante tiempo antes de que comenzaran las clases. Aburrido, decidió que daría un paseo antes de ir a la academia. Cogió sus llaves y su mochila y se la puso al hombro. Abrió la puerta de salida, empujando con el pie al gato para que no saliera, y cruzó el pequeño jardín.

Mientras caminaba por la acera, no pudo evitar preguntarse si toda su vida sería así, una constante monotonía sin sentido, con algunas sorpresas causadas por su mala suerte. Igual que le iba a suceder justo ahora. Como estaba un poco despistado, no se dio cuenta del coche que venía a toda velocidad, y al haber llovido durante toda la noche, y teniendo Sasuke tan mala suerte, no pudo impedirse lo que sucedió. El coche pasó a toda velocidad a su lado, y al estar él al lado de un enorme charco, terminó totalmente empapado.

Sasuke dio un respingo y se miró la ropa sorprendido. "Oh, mierda", pensó. Miró la hora en su reloj, y rezando por que le diera el tiempo suficiente, se fue corriendo a toda velocidad hacia su casa. Llegó jadeando a la puerta, la abrió con la llave y entró dentro de la casa casi derrapando. Oyó un maullido cuando subía de tres en tres los escalones hasta llegar a su cuarto, que estaba en el segundo piso. Se quitó la ropa, dejándola tirada por el suelo de la habitación y sacó de su armario lo primero que encontró y se lo puso. Menos mal que todo lo que se pusiera le sentaba bien y no tenía que preocuparse mucho por eso. Además, al ser su armario básicamente la combinación de azules, blancos y negros, prácticamente la ropa se combinaba sola.

Bajó corriendo las escaleras, saltando los últimos escalones y salió de la casa, luego de haber cerrado la puerta. Sólo había avanzado unos pasos cuando vio a Riu, que así se llamaba ese estúpido gato negro, al otro lado de la acera. Se detuvo unos instantes, considerando la posibilidad de dejarlo allí y salir pitando hacia la escuela, pero al final corrió hacia él con la intención de llevarlo a casa. Suspiró frustrado al constatar que, como suponía, ese incordio de gato salía corriendo cada vez que él se acercaba, deteniéndose a unos pocos metros cada vez que hacía eso, esperando que él continuara con ese juego tan divertido. Sasuke rechinó los dientes con impaciencia.

—Mierda, condenado gato, cuando lo coja juro que me lo llevo a castrar —maldijo en voz baja.

Sin quitarle la vista de encima, Sasuke cogió su bentô e hizo como si sacara algo de él. Viendo que había conseguido atraer la atención de Riu, puso cara de satisfacción mientras comía su comida imaginaria. La gente que pasaba por allí se le quedaba mirando un poco raro, pero a él no le importaba.

— ¿Quieres un poco Riu? —preguntó, agachado, con el brazo extendido y la mano haciendo que sostenía algo.

El gato maulló y fue hacia él. Olisqueó la mano y miró a Sasuke un poco confundido al no encontrar el olor de la esperada comida, y el chico aprovechó para atraparlo agarrándolo con los brazos. Riu se agitó un poco y se revolvió, pero sin llegar a arañar a Sasuke. Este se dispuso a dejarlo en la casa, pero al levantarse divisó un pequeño trozo de papel en la acera. Con los ojos como platos, no podía creer en su buena suerte. ¡Era un jodido billete de 10000 yenes! Lo cogió con prisa y admiró la imagen del político Fukuzawa.* Abrazó al gato, puesto que si no fuera por él no habría encontrado el dinero, y mucho más contento lo dejó suavemente en el salón de su casa, después de darle una loncha de salmón ahumado, y volvió a salir corriendo hacia el instituto.

Al llegar comprobó sorprendido que no era tan tarde como él creía y entró en su aula con una sonrisa de suficiencia plasmada en la cara. Se dejó caer en su sitio y no hizo ningún caso a sus compañeros, que conversaban entre ellos sobre el pasado fin de semana.

—No me lo puedo creer.

Sasuke puso los ojos en blanco al reconocer la voz de uno de sus compañeros, Suigetsu, que se sentaba detrás de él.

— ¡Juugo! ¡Mira esto, no te lo vas a creer!

— ¿Qué ocurre? —preguntó suavemente, con su sosegada voz.

—Fíjate bien, ¿lo ves? ¡Sasuke está feliz! ¡Está sonriendo!

Sasuke bufó mientras Juugo reía plácidamente. Pero aún así no quitó la sonrisa de su cara.

—Bueno, ¿y qué? Me he encontrado un billete de diez mil yenes por la calle, es normal que esté contento.

—Espera, ¿qué? ¿Tú Has Encontrado Un Billete De Diez Mil Yenes Cuando Venías Para Aquí? ¿Tú teniendo buena suerte? —se lanzó a los brazos de Juugo dramáticamente—. ¡Oh Dios mío! ¡Es el fin del mundo! ¡Sálvame Juugo!

Sasuke frunció el ceño mirando como su amigo se burlaba de él abiertamente, y se dio la vuelta ignorándolo. Cogió el libro de historia de su mochila y lo puso en la mesa, preparado para cuando llegara el profesor Iruka. Justo cuando Suigetsu empezaba su acostumbrada perorata sobre lo amargado que era Sasuke y sobre lo necesitado que estaba de un buen polvo, entró el maestro a la clase. E inmediatamente todos los chicos callaron, por el respeto que le tenían al profesor.

— ¡Déjame verlo! ¡Déjame verlo!

—Cállate de una vez Suigetsu —pidió con voz cansada Sasuke.

El chico con el pelo blanco y los ojos lilas llevaba dándole la tabarra durante toda la hora de la comida para que le enseñara el billete, y él no le dejaba por pura cabezonería. Simplemente por que Suigetsu parecía muy entusiasmado y, aunque no lo hiciera conscientemente, Sasuke tenía cierta tendencia a hacer frustrar a los demás sólo por que sí. Sencillamente era un rasgo de su personalidad, no lo podía evitar. Aunque al final los ruegos de Suigetsu lo hicieron claudicar.

— ¡Oooh! —cogió el billete casi con adoración—. ¡Es el afamado billete de diez mil yenes! ¡El billete que ha conseguido cambiar la suerte de nuestro Sasuke-kun!

—No me llames así.

— ¡Rápido Juugo, postrémonos ante este símbolo de actuación divina! —siguió sin hacerle caso—. ¡Hagamos un altar de flores para est…!

—Deja de hacer el imbécil, estúpido —le gritó una chica pelirroja, después de callarlo con un puñetazo.

—Tan femenina como siempre Karin —se mofó el otro, sobándose la mejilla enrojecida.

—Que te den engendro.

—Lo mismo te digo dulzura.

—Callaos los dos, me dais dolor de cabeza —exigió Sasuke, preguntándose mentalmente por qué los soportaba—. Y devuélveme el dinero, Suigetsu.

—Vaya, nunca pensé que oiría esa frase salir de tus labios tan pronto Sasuke-kun —dijo Karin—. Siempre pensé que la oiría cuando este bastardo se enganchara a las drogas y ya no pudiera devolverte el dinero.

— ¡Pero que dices! Aquí la única que va a acabar como una drogadicta vas a ser tú. Y además de trabajar para un proxeneta, aunque no creo que nadie quisiera requerir tus servicios a menos que estuviera muy desesperado.

— ¡Hijo de p…!

La chica se lanzó contra el otro, persiguiéndolo a través del patio del instituto, donde ahora se encontraban. Sasuke se metió el billete en el bolsillo y se recostó en el césped, disfrutando del silencio que ahora lo rodeaba. A su lado, Juugo hizo lo mismo, imitándolo. Pensó en lo que se compraría con el dinero. Tenía un poco ahorrado, y gracias a lo que había encontrado iba a poder comprase una Xbox, como llevaba deseándolo desde hace un tiempo.

—Creo que será mejor que volvamos al edificio, el profesor Ebisu es muy severo con aquellos que llegan tarde —anunció Juugo al cabo de un rato, poniéndose de pie.

Sasuke miró a su alrededor y no vislumbró la figura de sus otros dos compañeros. Encogiéndose de hombros, no le dio importancia y siguió al chico del pelo y ojos naranjas adentro del instituto. Si ellos llegaban tarde, culpa suya, él no los iba a esperar.

.

.

— ¡Si seréis cabrones! —le gritó Suigetsu a la hora de la salida—. ¡Nos podríais haber avisado!

—Yo os veía bastante entretenidos —le susurró Sasuke con una sonrisa maliciosa.

Los dos se sonrojaron de vergüenza, pero no se dejaron intimidar.

— ¡Cállate! Por tu culpa tuvimos que esperar en el pasillo durante una hora, hasta que la clase de Ebisu-sensei acabara.

— ¡Ah! ¿Ahora es sólo culpa mía?

Suigetsu le lanzó una mirada amenazante que no funcionó. Para desquitarse empujó a un chico de primero que se encontraba cerca de él.

— ¡Quítate de en medio renacuajo! ¿Es que tus padres no te enseñaron a respetar a tus mayores? —soltó con una carcajada.

Sasuke puso los ojos en blanco ante esta acción. No es que le cayera mal Suigetsu, pero odiaba cuando se ponía en plan bravucón sin venir a cuento.

— Nos vemos mañana, me voy a casa.

— Hasta mañana Sasuke-kun —se despidió la chica.

Los chicos se limitaron a hacer un gesto con la mano en señal de despedida. Sabían que no le gustaba que lo acompañaran en el camino a su casa, que prefería estar sólo mientras caminaba.

Vagó por las calles tranquilamente, sin prisa, mirando a la gente pasar. Dirigió su vista al cielo, y contempló una solitaria nube con una extraña forma en espiral. Casi sin darse cuenta, ya estaba enfrente del portal de su casa. Entró al jardín y sacó las llaves de su mochila. Abrió la puerta y un maullido lo recibió. Acarició distraídamente la cabeza del minino mientras leía una pequeña nota que se encontraba en la mesita del recibidor.

Querido hermanito pequeño:

Te escribo esta nota para avisarte de que no pasaré esta noche en casa. Los exámenes parciales empiezan mañana, y voy a quedarme en casa de Deidara estudiando con él y Kisame. No me esperes despierto.

Itachi

Sasuke rodó los ojos. Como si le importara lo que hiciera su hermano mayor. Por él como si se iba a Taiwán a pasar las vacaciones. Mientras no le afectase directamente, le traía sin cuidado, podía apañárselas solo perfectamente.

Le puso la comida a Riu y se preparó un sándwich para merendar. Se sentó en el sofá y encendió la tele, viendo el episodio grabado de Dexter del día anterior. Como amaba su televisión. Podría incendiarse la casa, pero a Sasuke le daría igual siempre y cuando lo le pasase nada malo a la tele, no lo soportaría.

Cuando acabó el capítulo, se desperezó y recogió el plato con las migas del bocadillo que había dejado en la mesita del salón. Lo llevó a la cocina y lo dejó en el fregadero, pensando en fregarlo junto con los de la cena. Estaba acariciando al gato cuando recordó los diez mil yenes que llevaba en el bolsillo. Con una exclamación contenida, subió apresuradamente a su cuarto y agarró el libro de Taketori monogatari,* donde había escondido sus ahorros.

Juntó todo el dinero y suspiró de satisfacción al comprobar que tenía suficiente y hasta le sobraba. Cogió una chaqueta del perchero y salió a la calle, donde ya se dejaba asomar la noche, al ser invierno y ponerse el sol antes. Camino hacia el centro, dirigiéndose hacia una conocida tienda de videojuegos y entró, haciendo sonar unas campanillas situadas encima de la puerta.

— ¿Puedo ayudarte en algo? —le preguntó nada más entrar una chica bastante guapa, jugando con su cabello castaño y sonriéndole.

—Sí, me gustaría comprar una Xbox —le indicó Sasuke sin corresponder a su sonrisa.

— ¡Ah! Muy bien, sígame hasta el mostrador, yo se la traeré.

Sasuke asintió en señal de que había comprendido y la esperó delante de la mesa. Sólo el ruido que hacia su pie al encontrarse una y otra vez contra el suelo delataba su impaciencia.

— ¡Aquí está! —exclamó la chica saliendo del pequeño almacén de la tienda—. ¿Se lo envuelvo para regalo? —le preguntó, al saber lo próximas que estaban las Navidades.

—No, gracias. Aquí tiene el dinero —Sasuke sintió un pinchazo de culpabilidad al oír lo último, pues se había olvidado por completo de que tenía que comprarle un regalo a Itachi, y tal vez incluso a los estúpidos de sus amigo, pero lo ignoró al sentir en sus brazos la tan ansiado consola. Además, todavía le quedaba algo, no es que fuera mucho, pero lo que cuenta es la intención ¿no?

Sintiéndose como en las nubes, Sasuke no podía esperar a llegar a casa y probar la consola con los juegos que se había comprado de antemano. Y por ese motivo tomó un atajo por el parque, que a esas alturas de la noche se le antojaba un poco siniestro. Dio un respingo cuando las farolas se apagaron de repente, sumiéndolo en la oscuridad, aunque no se dejó amedrentar. Caminó con un poco más de prisa, agarrando con fuerza la bolsa de la Xbox, y se tensó todavía más al oír el graznido de los cuervos muy cerca de él. Parecía que todos se había compinchado para aterrorizarle. Pues lo llevaban claro, él no era un cobarde.

Sacó el móvil del bolsillo de su pantalón con la mano que no agarraba la bolsa de la consola, y lo encendió. Tan concentrado iba, y estando tan oscura la noche, que no se dio cuenta del bulto que tenía delante de él hasta que fue demasiado tarde. Tropezó y cayó al suelo con fuerza, golpeándose la barbilla contra el suelo del parque. La bolsa salió despedida un par de metros, y el móvil cayó a unos palmos de distancia.

Se puso de rodillas, jadeando por el golpe, y lo cogió, todavía arrodillado. Apuntó la luz del móvil hacia la cosa que lo había hecho tropezar y se paralizó de la impresión al ver unos grandes ojos azules abiertos en señal de sorpresa, vacíos y sin vida. Sintió el sabor de la bilis en su boca al ver el hilillo de sangre que le recorría el rostro y se perdía en su cuello, proveniente de un agujero de bala que tenía en la frente. Sus cabellos rubios se movían al son de la brisa, dándole una apariencia irreal al cuadro que Sasuke presenciaba.

Se levantó de golpe, sintiendo un acceso de náusea, y se apoyó en un árbol, jadeando, esta vez no por el porrazo. Haciendo una mueca, vomitó hasta el último alimento que había comido hoy detrás de un arbusto, y se limpió la boca con la manga de la chaqueta. Respiró hondamente para calmarse, y cogió el móvil que se le había vuelto a caer con la intención de llamar a la policía. Maldijo sus dedos temblorosos que le impedían marcar como es debido, y le dio la espalda al cuerpo inerte mientras se ponía el teléfono al oído.

—Policía de Konoha, ¿cuál es su emergencia?

Sasuke iba a contestar, pero su cuerpo se entumeció por completo al sentir una mano en su hombro. Se giró lentamente, esperando ver un asesino apuntándole con una pistola, pero sus ojos casi se salieron de sus órbitas a ver la cara del chico muerto a pocos centímetros de la suya. Su corazón casi salió de su pecho y empezó a ver estrellitas en su camino al suelo. El móvil salió volando, hasta caer cerca de donde estaba anteriormente el rubio, que ahora se encontraba mirando con expresión de fastidio al muchacho desmayado en el suelo. El-anteriormente-inerte-cadáver se limpió la sangre del rostro con la camiseta, y murmuró:

—Lo que me faltaba.

Continuará…


*Fukuzawa, escritor y filósofo político, fue el primer traductor oficial inglés-japonés. Sus ideas tuvieron gran influencia durante la Era Meiji.

*Cuento del cortador de bambú, un relato típico japonés.

¡Hola a todos los que habéis leído hasta el final! Bueno, qué ¿merezco algún review? ¿No? ¿Sí? Si tenéis alguna crítica constructiva ayudaréis muchísimo.