Encuentro 1. Con gran parte del elenco de El último emblema.

Ya era tarde, hace mucho que el sol se había ido del cielo, dejando un débil rastro de naranja en el oeste. En una habitación de la segunda planta de su casa, que además es el dormitorio de sus padres, una joven de cabello castaño oscuro (actualmente teñido de un tono más claro y rojizo), ojos castaños y lentes, está sentada frente a la computadora, observando atentamente la pantalla, específicamente a una ventana abierta de Word que contiene alrededor de tres líneas de texto. Una de ellas dice algo de un Capítulo XII, pero no hay nada más. Frustrada, la joven se pasa una mano por el cabello, quitándose la liga que lo sostiene en una cola de caballo, se detiene en el título de la ventana (que dice Digimon12) y mueve el puntero hacia la esquina superior derecha de la ventana, dispuesta a cerrarla.

—¿Porqué no se me ocurre nada para este maldito fic? —refunfuña la joven, divagando sobre ciertos asuntos al segundo siguiente —Debería estar buscando esas leyes para la uni, pero me da una floreja… Ah, quería escribir el capi que sigue, pero… —vuelve a ver el título de la ventana —Creo que será para otro día.

Está a punto de apretar el botón de cerrar en la ventana cuando una vocecita bastante conocida empieza a sonar en su cabeza.

—Oye, por favor, queremos saber qué sigue —era la voz amable de una chica casi quinceañera de corto cabello castaño, ropas mayoritariamente azules y ojos castaños, que frunce el ceño —Ya ni la haces, ni por ser de tu primer fic…

—Ay, por favor, debo estar volviéndome más loca —reniega la joven a la computadora —Tan, no me des lata, no ando de humor —le recrimina a la vocecita.

—Ella tiene razón, deberías terminar la historia de una buena vez —se une una voz algo grave, también de un castaño, pero éste tiene un brillo rojizo en el cabello y los ojos. Su ropa es mayormente azul y amarilla. Le pasa un brazo por los hombros a la citada Tan —Ya quiero que estemos juntos —añade el muy cínico, mientras su acompañante se sonroja.

—Saro, eso está decidido, pero no logro sacar una buena idea —se lamenta la chica sentada frente a la computadora, recogiéndose de nuevo el cabello con la liga, al tiempo que se acomoda los lentes —Que tú y Tan acaban juntos, cierto. Que logran detener al trío Chess Set, cierto. Pero de ahí a que sepa cómo lo harán…

—¿Cómo que no sabes? —se indigna una rubia de ojos azules de ropas azules, cuya repentina aparición hace que Saro suelte rápidamente a Tan. No es para menos, pues la rubia es nada menos que Mak, su ex–novia —Yo también ya me cansé de ver cómo sufre mi mejor amiga. Por cierto —mira a los dos castaños, ambos con las caras rojas y sin mirarse —¿Ustedes no estaban abrazados?

Ambos niegan con la cabeza silenciosamente.

—Yamako, déjalos, es que son tímidos —concilia la joven a la computadora, sonriendo un poco.

—Bell, en serio, júntalos ya —se mete en la charla un chico que originalmente es castaño, pero que quién sabe qué le dio por pintarse el cabello de un atrevido color rojo y mechas doradas… o algo así. Según él para estar a la moda en Nueva York.

—No me dio nada, Bell, tú lo decidiste —dice el susodicho, delatando la identidad de la chica a la computadora, que frunce el ceño —Y no te enojes, que lo único que queremos todos es que el trío Chess Set deje el Digimundo en paz, que podamos volver a nuestro mundo y vivamos felices para siempre.

—Martín, me estás hartando —dice la nombrada Bell, moviendo el puntero juguetonamente con intenciones de cerrar definitivamente la ventana de Word —Ya se los dije a Saro y a Tan: ya tengo pensado que todos acabarán felices y eso, pero no hallo cómo plasmarlo. Aunque tienen toda la razón del mundo: debería acabar su historia, no en balde fue la primera que me atreví a publicar…

—Así se habla —interviene una chica un poco más baja que Martín, de cabello esponjado y de un tono mayormente castaño, con ojos negros y serios, que bajo un brazo carga una laptop de un curioso tono violeta —Bell, no te desesperes, verás que cuando te salga una buena idea, seguiremos ahí.

—Izzy, no la animes tanto —comenta sarcásticamente Martín.

—Gracias, Izzy, eres un amor —le dice Bell, al tiempo que se queda con ojos soñadores mirando la laptop de la recién llegada —¡Ay, yo sueño con una laptop! Pero que sea rosa, acabo de ver una que…

—Bell, no es por cortarte la inspiración, pero ya que estamos aquí… —aparece de pronto una chica de cabello oscuro, de un tono azulado, con ojos negros y que usa anteojos. Es increíblemente delgada pero su semblante rebosa sencillez —¿Podríamos hablar un poco de ti? Siento que como hace mucho que no escribes de nosotros, ya no te conocemos.

—¡Qué tontería, Joy! —se burla Bell, riéndose un rato pero no de forma grosera, sino como si le acabaran de contar un chiste muy bueno —Pero por ser tú, lo acepto, siempre has sido formal cuando lo requiere. Díganme, chicos, ¿qué quieren saber?

—¿Porqué diablos no acabas la historia? —suelta de improviso una chica con el cabello castaño rojizo parado en todas direcciones, ojos del mismo tono y con unos googles en la cabeza, a modo de diadema —No quiero ponerme en tu contra, Bell, pero…

—Por cierto —interviene conciliadoramente un chico de cabello castaño alborotado que al cuello trae colgando una cámara digital que Bell también mira con ojos soñadores —¿Porqué te cambiaste el apodo, Bell? Cuando iniciaste en esto de los fanfic's, solamente eras Bell Potter

—Ah, Haki, gracias por preguntarle —dice sarcásticamente la chica de los pelos parados —Ahora nos relatará una historia largísima y no seguirá escribiendo de nosotros, nunca sabremos si Tan es la portadora del último emblema y…

—Pues para que lo sepas, Daisy, no es necesario alargarme con eso —recrimina Bell con una mirada peligrosa —Y Haki, no tiene nada de malo que preguntes —aclara al castaño, que se veía algo desanimado —Cuando inicié en esto de los fanfic's, no me quebré la cabeza pensando, me puse Bell por un personaje original al que así le dicen de cariño, y como me encanta Harry Potter, pues el apellido me gustó para combinarlo con el nombre, y ya. Respecto a porqué me cambié el apodo…

—Disculpen… —se mete tímidamente una chica de cabello y ojos oscuros, que se veía seria pero sonreía con amabilidad —Sensei, no le está contestando a Haki…

—¿Desde cuándo llamas así a nuestra creadora? —se extraña Daisy.

—Déjala en paz, Daisy —regaña un chico alto y delgado, de cabello violáceo atado en una cortísima coleta y ojos rojos tras unos anteojos —Sabes que Kei es muy respetuosa con sus superiores, algo que tú deberías aprender.

—Bien dicho, Yolek —alaba Bell con aprobación —Además, eso de sensei es halagador…

—Y respetuoso —añade Yolek con terquedad.

—Niño, sé que Kei es respetuosa, yo la inventé —le recuerda Bell —Y a ti también, así que si no dejas de fastidiar, no hago que queden juntos, ¿entendido?

—¿Ellos dos juntos? —se ríe Daisy, mientras Kei y Yolek se ponen rojos como tomates.

—¿De qué se ríe Daisy? —quiere saber una pequeña de cabello castaño oscuro y ojos verdes, de carita seria —¿Tú sabes, Haki?

El aludido asiente y va a responderle cuando un carraspeo de parte de Tan llama al silencio.

—Creo que por eso Bell se olvida de nosotros —razona Tan —A veces somos problemáticos.

—Tan, querida, tú no eres problemática —le dice Bell a la castaña, quien se encoge de hombros, incrédula —Solamente tus amiguitos —y señala significativamente a Daisy, quien no puede parar de reír.

—Bueno, pero no te dejan contestar una simple pregunta —se defiende Tan.

—¡Ah, sí! —se acuerda Bell —Bueno, niños, me cambié el apodo hace poco porque… Bueno, en primera desde que ustedes fueron creados, visité otras páginas de fanfic's, me hice aficionada…

—¿No dirás adicta? —sugiere Daisy, dejando de reír finalmente.

—Déjala hablar —le pide la pequeña de ojos verdes, exasperada.

—Gracias, Cobie —le agradece Bell, dedicándole una sonrisa —Bien, decía. Luego de crearlos a ustedes, me puse a conocer más páginas de fanfic's, y me registré en algunas, pero con algunas diferencias de apodos: por ejemplo, en una era Hally Bell Potter, en otra también era Bell Potter, y en otra más, Tooru Bell Potter. Así que cuando me dio por cambiarme el apodo, los junté todos en el actual de que aparece en Fanfiction: Tooru Hally Bell Potter. ¡Ah! Y también me apodo así en otra más.

—¿Pues en cuántas páginas publicas? —inquiró Yolek, realmente impresionado.

—Ah, bueno, déjame ver… —Bell se pone a contar con los dedos —La primera fue Fanfiction, donde los saqué a ustedes —pone una mirada nostálgica que los niños elegidos notan con agrado y tristeza —Luego fue Fanautores, que creo que se ha extinguido, qué fraude —la chica sacude la cabeza, para no seguir renegando contra la mencionada página, y prosigue —Luego Rei–chan me recomendó ver Harry Argentino, cuya sección de fanfic's actualmente se llama Potter Fics

—¿Quién es Rei–chan? —se interesa Kei.

—No interrumpas, que luego no acaba —le ruega Daisy por lo bajo.

Kei asiente, algo abochornada.

—Rei–chan es una grandiosa amiga por correo postal —responde Bell con una enorme sonrisa —Le mandé a ella unos dibujos muy lindos de ustedes que nunca le llegaron porque los condenados de Correos perdieron la carta, pero en fin… —respira profundo para tranquilizarse —Después de Potter Fics, buscando nuevos lectores, encontré Paraíso Fanfiction y la última es… Válgame, hace tanto que no publico en la última que ya hasta se me olvidó cómo se llama… Pero es para fanfic's en español, eso sí me acuerdo. Bueno, bueno, ¿alguna otra pregunta? Porque quiero repasar su historia a ver si me viene algo de inspiración a la cabeza que si no, cierro el Word y me pongo a buscar las leyes para la uni que tengo que leer.

—¿En serio nos has dibujado? —se interesa una chica muy parecida a Mak, rubia y de ojos azules, que iba peinada con dos coletas y fue a pararse junto a Haki, quien le sonríe a modo de bienvenida —Yo que creí que no tenías mucho tiempo.

—¡Ah, hola, T.K.! —saluda Bell con entusiasmo —¿Porqué llegaste tarde?

—Porque te estabas olvidando de mí —responde T.K. con simpleza, sonriendo —Aunque con tanto personaje que inventas, estamos acostumbrados —se encoge de hombros.

—Ah, sí, lo siento, tú sí que caes bien —Bell mira amenazadoramente a Daisy, quien presiente que cierto hindú tardará en ser su pareja en el fic —Pues contestando a tu pregunta, sí, los dibujé alguna vez, pero últimamente ya no tengo el tiempo ni la paciencia. Y es que soy algo perfeccionista en eso, no dejo un dibujo botado hasta que queda como quiero…

—Sí, se nota lo perfeccionista que eres en cómo tienes tu pedazo de banca, lleno de papeles de la uni, libros, tiliches inservibles… —suelta Daisy sin poder evitarlo.

—Te la estás buscando, Daisuko —susurra Bell con los ojos entrecerrados amenazadoramente.

—Uy, ya te llamó por el nombre completo —nota Mak en el acto —La estás haciendo enojar.

Daisy reacciona y se inclina repetidas veces con humildad.

—¡Lo siento, lo siento, Bell! Es que no puedo evitarlo, quiero que acabes nuestra historia, me tienes algo enojada, pero perdóname…

—Mira, Daisy, si no fueras mi creación, te mataba —Daisy traga saliva —Pero por alguna extraña razón, me caes bien, y también a los escasos fan's del fic, así que…

—Ah, ¿es que tienes fan's del fic? —inquiere Joy, inocentemente sorprendida.

—Sí, los hay, pero como son tan poquitos, pues eso también desalienta —confiesa Bell con tristeza —No crean que a ustedes no los quiero, pero… Un momento, ¿porqué divago con ustedes, eh? Ya vi que no tengo inspiración para su historia, debería andar buscando leyes en internet.

—Pero por favor, en cuanto tengas tiempo, termina nuestra historia —ruega Saro, en uno de sus últimos intentos por el momento.

—Sí, porque todos queremos quitarnos el estrés de la incertidumbre —apuntó Mak.

Todos la miran con incredulidad, incluida Bell.

—Lo que tú quieres es que te ponga a un novio —le echa en cara Martín a la rubia.

—Eso también —reconoce Mak sin pizca de vergüenza.

—Pues yo los dejo, que tengo que estudiar —señala Joy en ese momento, ante las miradas de reproche de sus amigos —¿Qué? Es cierto.

—Yo también —recuerda la pequeña Cobie de repente —Nos vemos.

Se va junto a Joy, murmurando algo parecido a "como si ellos no necesitaran estudiar".

—¿Estudiar para qué? —se extraña Daisy.

—¿No te das cuenta? —T.K. no puede creer que su amiga sea tan despistada —Cuando Bell tenga listo el siguiente capi, tendremos que trabajar en él, ¿no? —Daisy asiente —Así que luego no podremos estudiar, y acuérdate que tendremos exámenes al terminar las vacaciones de verano. Por eso Joy y Cobie lo harán ahora.

—Buena idea —razona Kei —Yolek, ¿vienes?

El nombrado asiente y ambos se retiran tomados de la mano sin darse cuenta.

—¡Oigan, vamos también! —anuncia Haki, arrastrando a T.K. con él —Anda, vamos, que si no estudiamos ahora, Bell es capaz de no darnos más trabajo por bajas calificaciones.

—¿Cómo crees? —se sorprende T.K.

—Créelo, ella es muy lista, hasta que llegó a la uni, sólo sacaba nueves y dieces —apunta Izzy, acomodándose la laptop bajo el brazo —Me voy a revisar una información mientras nos llegue el nuevo guión del fic, ¡nos vemos, Bell! ¡Y que pronto tengas tu laptop rosa!

—Muchas gracias, Izzy, nos vemos —se despide Bell, sonriéndole cariñosamente.

Izzy se empieza a esfumar murmurando muchos datos electrónicos que casi nadie comprende.

—Pues yo también me voy —dice Daisy de repente, poniendo una expresión seria que no le queda para nada —T.K. tiene razón, cuando nos pongas a trabajar, no nos quedará tiempo para nada.

Y mirando a Bell con las cejas arqueadas, Daisy se larga también, para beneplácito de Bell.

—Esta niña a veces desespera —reconoce Tan quedamente.

—Y eso que te llevas bien con ella —le recuerda Saro.

—Sí, es cierto, pero es demasiado…

—¿Metiche? —ayuda Mak.

Tan asiente, temerosa de que admitir que alguien le cae un poquito mal la haga mala persona.

—No pongas esa cara, querida Taniko —pide Bel cariñosamente —Yo te quiero un montón y no permitiré que Daisy te fastidie mucho. Y mejor ustedes también se van a estudiar. No me gusta que mi reparto se atrase con los estudios, son importantes.

—¡Y tú ponte a buscar esas leyes! —advierte Mak antes de desvanecerse.

—Por cierto, Bell —se extraña Saro, cuando él y Tan están a punto de irse y logran ver cómo Bell se rinde y cierra el Word —¿Para qué necesitas leyes? Estudias Contador Público, ¿no?

Bell suspira con hartazgo.

—Sí, Saro, pero mi hermosa carrera —Tan se muerde un labio para no reírse, pues Bell está usando un sarcasmo y unos gestos muy graciosos para decir hermosa carrera —me pide saber de leyes fiscales, y el profe de Impuestos pidió bajar algo del SAT, así que…

—¿Qué es…? —comienza Tan, pero Saro le toma una mano y se la lleva al tiempo que exclama.

—¡Que te vaya bien con las leyes, entonces! —desea, suspirando al segundo siguiente y mascullando —No quiero un discursito de leyes justo ahora.

Tan ríe involuntariamente.

—¡Te oí, Saro! —reclama Bell, abriendo ahora en la computadora una ventana de Internet y tecleando en la barra de direcciones el buscador que necesita —Y sólo por eso, me dan ganas de volverte abogado al final del fic, ¿cómo ves?

—¡No, por favor! —se lamenta Saro, para finalmente irse con Tan, que se limita a dedicarle una mirada dulce a Bell.

Bell, por su parte, sonríe con cierta nostalgia, pensando que de verdad, hacía mucho que no escribe sobre sus niños elegidos, pero resignándose que la inspiración, por ese lado, parece haberse mudado a un lugar muy lejano.

—Bueno, aburrámonos un rato —se anima la joven, acomodándose los lentes y tecleando una frase en el buscador. Cuando encuentra lo que necesita, manipula un poco el puntero y reniega de nueva cuenta —Si por eso no me metí a Derecho, para no ver leyes. Pero qué ilusa fui, ¿no?

Tan, desde el rincón de mente de Bell que habita junto con todo lo que representa El último emblema, sonríe con cierto misterio. Sabe que tarde o temprano, su creadora terminará la historia. ¿Que cómo lo sabe? Es una creación de ella, ¿porqué más?