Los personajes y digimon no son míos. La historia sí.
Universo alterno.
¿Qué le había llevado a aquella situación? Estaba desesperado, quería simplemente desaparecer. La sangre caía sobre la bañera, gota a gota y poco a poco Ken quedaba inconsciente dentro de ésta.
El suicidio era algo que le había rondado por la cabeza durante el último año. Cada día se cortaba las venas, se lanzaba desde algún piso lo suficientemente alto o se ahorcaba en sus pensamientos y es que para él, seguir vivo era peor que la muerte. No era más que un cuerpo inerte condenado a vivir una vida que no era la suya, rodeado de gente pero siempre solo. Quería dejar volar su alma a un mundo mejor, reencarnarse, ir al cielo o lo que fuera que ocurriera después de la muerte. Él estaba seguro que sería mucho mejor que seguir viviendo.
Escuchó un par de llantos, tan lejanos… Y escuchó su nombre, alguien le estaba llamando. ¿Era eso la muerte? ¿Estaba muerto? No, no lo estaba. Movió uno de los dedos de la mano que alguien sujetaba y enseguida la persona que en toda la noche no soltó aquella mano, reaccionó, abalanzándose sobre él, abrazándole.
- Gracias a Dios… Ken… - Ken abrió los ojos despacio, intentando apartar el pelo de su madre, que estaba sobre su cara, ésta se apartó para poder mirarle a la cara, para poder mirar a su hijo, que estaba ahí, vivo. Las lágrimas resbalaban por sus mejillas hasta caer sobre la cama en la que Ken se encontraba. Ken no dijo nada, no podía hablar. ¿Cuándo fue que le sacaron de la bañera? ¿Por qué no había muerto?
- ¿Por qué… hijo…? ¿Por qué has hecho una cosa así?
La madre de Ken aún la miraba incrédula, las lágrimas no dejaban de caer y cada vez su maquillaje estaba más estropeado, soltó su mano y siguió mirando a su hijo que simplemente estaba ahí en silencio, totalmente ido. Se preguntó quién era él, su hijo no era una persona capaz de hacer eso, capaz de estar así. Él estaba bien, siempre estaba bien… No se le ocurría ninguna razón de que su hijo hiciera algo así.
- Señora, creo que es mejor que nos deje solos. – Un hombre de unos poco años más que Ken, se acercó a la familia, mirando a Ken de reojo. – Soy el psiquiatra del centro, el doctor Yagami. – Éste tendió la mano a la madre, que se limpiaba las lágrimas con uno de los pañuelos que su marido le ofrecía. Se dieron las manos y los señores ichijouji salieron de la sala, dejando al doctor con su recién despierto hijo.
El doctor Yagami se sentó en la silla en la que segundos antes se había sentado la madre del paciente y le miró.
- ¿Cómo te sientes? Perdiste mucha sangre ¿Sabes? - Esperó unos segundos y al ver que el paciente no reaccionaba, siguió hablando. – Llegaste ayer de madrugada, has tardado un día y medio en despertar… ¿Puedes hablar? – El paciente asintió con la cabeza un par de veces, pero no habló. - Entiendo. ¿No quieres hablar del tema? ¿Quieres una manzana?
El doctor sacó una manzana de uno de sus bolsillos y ante el asentimiento de cabeza de Ken ichijouji comenzó a pelarla con un cuchillo que el mismo había traído. Ken observaba el movimiento de las manos de aquel doctor, bastante joven para su puesto. Una vez hubo pelado la manzana, la cortó en dos y le ofreció media a su paciente.
- Me encantan las manzanas… - Dijo el doctor Yagami antes de morder su media manzana. – Sabes, me gradué hace sólo dos años. Y apenas llevo aquí unos meses, eres mi primer paciente. ¿Eso te pone nervioso? – Ken negó, mordiendo su manzana tras dudar unos segundos. – Tu madre querrá respuestas, puedes dárselas tú o dárselas yo. Si se las tengo que dar yo, tendré que saber algo de ti. ¿No?
- No tengo nada que contarle, doctor. – El enfermo por fin habló, dejando lo que quedaba de manzana sobre la mesa de su lado, mirando a un lado para no seguir mirando al "loquero" que le había tocado aguantar. Si se intentó suicidar era en parte para evitar eso, evitar ver a un loquero que le cuestionara, que tratara de ayudarle a él, cuando su alma ya había sido consumida por la oscuridad.
El doctor se levantó, con una sonrisa y se acercó a la puerta, dispuesto a marcharse, pero antes de darle la vuelta al pomo, le miró por última vez.
- Volveré mañana. Hasta que no saque algo en claro y quede en constancia que no lo volverás a hacer, te daré el alta.
Los padres esperaban en la sala de espera cuando el doctor se acercó a ellos, dispuesto a hablarles.
- Su hijo no quiere hablar, tendré que hacerles una pequeña entrevista a ustedes y muy a mi pesar, no quiero que les vea por hoy, eso posiblemente le bloquee más. No se preocupen, este es uno de los mejores hospitales de Japón, no le ocurrirá nada… Vengan a mi consulta mañana a las nueve de la mañana.
El doctor Yagami se despidió de aquellos señores, completamente aflijidos y destrozados por los actos que su hijo había cometido a penas hacía dos días y entró a su consulta, donde se sentó en su enorme sillón. Sacó un enorme saco de hojas y se puso a ojearlo. Aquel saco de hojas no era más que todo el historial clínico de su primer paciente. Ken ichijouji.
Sí, sé que tengo un par de historias a medias. Pero tengo buenas noticias, tengo capítulos para todas ellas y aparte, esta historia, que tengo casi acabada. La espera valdrá la pena. Espero que les guste, un beso~
