Mi primera incursión en el fanfiction de Jane Austen y el primer fic que publicaré en esta web. Espero que disfruten leyéndolo tanto como yo escribiéndolo.

Saludos

Prólogo

Conseguir un puesto en el parlamento inglés no es tarea fácil. Además de la buena cuna y el intelecto, obtener un lugar ahí se debe, en muchas ocasiones, en tener la relación correcta con la gente apropiada.

Esto se puede lograr de varias formas, pero ninguna tan efectiva como una serie de tertulias, reuniones o suntuosos bailes. Si es bien sabido que ganarse la aprobación de la esposa de quien te ha de dar la recomendación es casi como obtener la recomendación misma.

¿Demagogia? ¿Nepotismo? Sí, una práctica aberrante e insana que procuraría eliminar tan pronto como llegase al parlamento, pensó el Sr. Palmer, quien se repetía, cual mantra, el motivo por el cual había dejado que Charlotte organizara esta "pequeña" reunión, la cual ya derivaba en baile.

"Srta. Dashwood, venga, quiero presentarle a un excelente caballero, con una renta anual igual de excelente" oyó decir a su suegra, la Sra. Jennings.

Fue en ese momento cuando se le ocurrió que todos sus tortuosos esfuerzos podrían resultar contraproducentes, mas ya era tarde para remediar algo.

***

En una esquina del salón, abrumadas por el número de asistentes, se encontraban Fanny Bertram, en otros tiempos Price, y Elinor Ferrars. Ambas se conocían a través de sus respectivos maridos, quienes habían hecho su educación juntos en Plymouth con el Sr. Pratt. Si bien ahora los separaba una gran distancia geográfica, la similitud de sus temperamentos había desarrollado una fuerte amistad, la cual había permanecido sin alteración desde los tiempos de estudiantes.

"Debo decir, querida Fanny, que ha sido toda una sorpresa encontrarte aquí. No sabía que conocieras a los Sres. Palmer".

"A decir verdad, no los conocía hasta esta noche, pero no creo ser la única; parece que todo Londres se encuentra aquí", dijo en son de broma. "Pero no puedes reprocharme nada, si tu presencia es igual de inesperada. Tenía entendido que ni tú ni el Sr. Ferrars gustaban del ambiente de la capital".

"Venimos a cuidar a Margaret", explicó mientras buscaba a su hermana con una mirada cansada. Fanny giró su cabeza ubicando a la aludida que iba de un lugar a otro en compañía de una mujer regordeta y escandalosa. "La Sra. Jennings" explicó "está resuelta a encontrar un marido para mi hermana, lo llama la última batalla de su vida".

"¿Y estás de acuerdo con eso?", preguntó su amiga sin malicia.

"Aunque parezca un poco atolondrada, la Sra. Jennings es una buena persona y gran amiga de la familia, y sé que sus intenciones son honorables; de hecho, he de confesar que en esta ocasión le estoy bastante agradecida por sus esfuerzos".

La Sra. Bertram levantó una ceja confundida, "discúlpame, pero no entiendo".

"Últimamente Margaret ha estado teniendo ideas muy raras y pensamos que un viaje a Londres le daría un poco de piso".

"¿Y está dando resultado?"

"No el esperado", suspiró Elinor. Habían pasado ya tres semanas desde que llegaron a la ciudad y el único cambio que su hermana presentaba era su resolución de ser institutriz en casa de algún lord, en lugar de dedicarse a establecer una escuela para señoritas en el campo, como era su idea original.

"Es mejor educar aquellos que están destinados a tener una influencia suficiente para hacer un cambio" le dijo una noche, luego de pasar la tarde con su medio hermano John y la esposa de éste, Fanny. "Toma como ejemplo nuestro sobrino Henry. Realmente es una vergüenza que semejante asno sea algún día señor de Norland".

No pudo continuar su perorata, pues Elinor tuvo la prudencia de silenciarla.

"No es correcto expresarse así de la gente, especialmente de la familia".

"Pero Elinor, no puedes negar que una buena educación habría hecho maravillas por su madre, y por consecuencia, por él".

"Margaret, por favor guárdate de expresar esas opiniones con cualquiera, incluso conmigo. Después de todo, que una señorita juzgue con tanta soberbia a los demás habla muy pobre de ella misma".

La menor de las hermanas no luchó por continuar la charla, no tanto por darle la razón a la otra, sino porque sabía que se había topado con un muro y que no encontraría eco en sus opiniones.

Así, la menor de las hermanas Dashwood se pasaba los días distraída, como viviendo en un mundo ajeno al de los demás.

"¿Qué me dices de ti, querida Fanny? ¿Vinieron a la ciudad para pasar las fiestas o para arreglar alguna clase de negocios?"

"Podrías decirlo así", le respondió su amiga con una sonrisa divertida, "como sabrás, mi ti, Sir Bertram, no se encuentra muy bien de salud y teme que en algún momento vaya a dejarnos".

"Eso es terrible"

"En mi opinión, son solo ideas de mi tío, pero él se las ha tomado muy en serio. Verás, cuando ya no esté con nosotros, Mansfield Park pasará inmediatamente a Tom, el hermano mayor de Edmund. Sin embargo, digamos que mi primo aun no ha sentado cabeza de la manera que a su padre le gustase y ha amenazado con dejarle todo a Edmund".

Su interlocutora no pudo ocultar su sorpresa ante la drástica medida.

"¿Y qué opina el Sr. Bertram de esto?"

"Aborrece completamente la ideal, pues tendría que dejar su puesto de párroco para dedicarse a administrar los negocios de la familia"

"Entonces, ¿se encuentran en la ciudad para persuadir al Sr. Thomas de que haga caso a los deseos de su padre".

"Algo así" le dijo misteriosa. La realidad, sin embargo, era un poco más vergonzosa y extrema.

Edmund, desesperado debido a la indiferencia de su hermano mayor, había venido a Londres a hacer el burocrático papel de Celestino, tarea para la que él y Fanny eran completamente ineptos.

"El que persevera, alcanza", insistía para sus adentros, y para con su esposa, cada vez que ésta le planteaba el problema.

Dentro de todo, la cuestión no era encontrar una posible esposa para Tom, que sabía bien como recomendarse con los demás, sino convencerlo de que la vida conyugal no era una muerte en vida, que tener una pareja estable y permanente le permitiría desarrollar niveles de confianza y sorpresa lo contemplados en el mero cortejo, lo que a su ve le daba la oportunidad de cultivar el amor de una manera única.

En dichos casos, cuando el menor de los hermanos Bertram empezaba con su elogio al matrimonio, muy parecido a cuando daba un sermón, Tom comenzaba a evadirse, a repasar de memoria las estadísticas de la carrera de caballos; cuando Edmund llegaba a la parte de que el matrimonio tenía su origen en el mandato divino, el otro ya había decidido por cuál caballo apostar; al finalizar, ambos hermanos estaban satisfechos consigo mismos que se despedían y quedaban de verse para la cena sin resolver nada.

Continuará...

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