A veces se quedaba parado observando la noche a través de los vidrios de su departamento como si estuviera esperando algo o a alguien. El cigarrillo siempre en su mano derecha.
Ya no sabía si era por costumbre o porque en verdad le gustaba fumar.
Habían pasado tantas cosas en los últimos años. Tantas batallas, peleas y encuentros, que ya dudaba de las motivaciones que le llevaban a hacer lo que hacía… hasta la misma acción de estar allí de pie.
Acaso estaba melancólico… ¿quizás triste?
El sonido del tic tac del reloj que tenía en el salón se hizo más notorio cuando cerró los ojos. El silencio estaba siendo tan constante en su vida. ¿Acaso quería que aquello cambiara? ¿Pero cambiar por qué o qué?
Negó con la cabeza y volvió a observar la oscuridad de allá afuera. El farol apenas iluminaba parte de la callejuela frente a su hogar. De vez en cuando, pasaba alguna sombra envuelta en el viento de otoño que le hacia seguirle con los ojos hasta perderse en la oscuridad o en la esquina.
El sonido de su móvil le hizo moverse asustado. Llevó su mano al bolsillo del pantalón y lo sacó con rapidez. En el visor había una palabra que le hizo quedarse inmóvil. Apagó su cigarrillo en el borde de la ventana antes de aceptar la llamada.
La voz le saludó siguiendo la costumbre. Entrecerró los ojos sin decir nada. Nunca lo hacia. La voz habló calmadamente por un par de minutos antes de callarse y esperar en silencio a que él dijera algo. Cerró los ojos y cortó la llamada. Siempre era lo mismo. Aquella voz recordándole que era hijo de un mafioso que lo necesitaba en Italia para reemplazarle. Sus primeras respuestas siempre fueron efusivas y negativas… ahora, al paso de los años, se le quedaba escuchando la misma repetida charla para luego cortarle sin decir palabra. Aún no entendía muy bien porque atendía la llamada…o quizás sí, quien sabe… a fin de cuentas era la voz de su padre al cual había despreciado huyendo cuando sólo era un niño. Un leve lazo con su origen… despreciable, casi invisible, pero un lazo al fin de cuentas.
Volvió a guardar el móvil antes de encender su cuarto cigarrillo de la noche. Volvió a mirar a través de la ventana. Sus ojos se sorprendieron al notar una silueta bajo el farol que le devolvía la mirada. Una mujer de largos cabellos que se agitaban en el viento, le miraba con una calma que le hizo encogerse un poco. Ella levantó la mano y la agitó en forma de saludo.
Por alguna razón no pudo moverse. No pudo correr hacia su encuentro. Apenas pudo apoyar ambas manos en el frío ventanal sin pestañear. Sabía que si lo hacía sería como las otras veces en que la había visto entre las multitudes o entre el humo de las explosiones cuando creía que era el final de todo.
El cigarrillo cayó al suelo.
La luz del farol tembló. De pronto, se apagó. La oscuridad fue total. Gokudera creyó que el par de segundos en oscuridad habían sido horas. Cuando la luz volvió, la callejuela estaba tan desierta como al principio. Sólo el farol estaba allí. Tan solo como él mismo.
Recogió el cigarrillo y lo volvió a encender. Lo llevó a sus labios mientras apoyaba su frente en el cristal y cerraba los ojos esperando que la noche terminara y el cielo volviera a hacerle olvidar lo que en verdad no quería olvidar.
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DC
Febrero de 2011
Inspirado en el tema Negligence (Roque Baños) de la película Frágiles.
