Aclaración: Los personajes no me pertenecen. Son propiedad de Hajime Isayama.


Prólogo

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Un pequeño vistazo al pasado de nuestros protagonistas...

Corría desesperado por aquel camino de tierra que se había estrechado con el pasar de los años al no ser utilizado. El pequeño, de tal vez unas ocho primaveras, llevaba en una de sus manos un ramo de flores blancas, un tanto maltratadas por el duro agarre que ejercía el infante sobre ellas.

Se detuvo delante de un gran roble.

«Ya... ya pase por aquí, ¿no?»pensó el menor frustrado. «No estoy perdido... ¡No estoy perdido!»gritó mentalmente para echarse a correr nuevamente.

Todo se había visto más fácil en su cabeza: Entrar al bosque, recoger las flores y salir de ahí.

Fue fácil evitar a los guardias que custodiaban los alrededores del bosque, su estatura le dio una gran ventaja. Encontrar aquellas plantas fue más complicado. Eran muy escasas y hacía mucho tiempo desde que había venido con su madre, también a escondidas, así que solo conservaba una vaga noción del camino a seguir. Para cuando dio con las tan ansiadas plantas ya había comenzado a descender la noche.

Y ahora ahí estaba, nuevamente corriendo en dirección incierta. No podía gritar por ayuda, no debía, o los guardias podrían oírlo, quizás no, pero en primer lugar el no debería estar en ese sitio.

El bosque está prohibido.

El bosque, aquel lugar con enormes y frondosos árboles, animales salvajes y en el cual, sin duda, estaba perdido. Pero más aterrador que los mismos animales y la cegadora oscuridad que vendría con la llegada del anochecer, era que aquel sitio era de ellas. Ese es el territorio de las brujas... o lo era. Esas horribles mujeres de edad desconocida, pero según lo que había escuchado tenían más de 100 años, con piel flácida, uñas tan largas y gruesas como los colmillos de un feroz animal. Una voz que puede llegar a embelesar tus sentidos y hacer que te pierdas a ti mismo. Sus amigos le contaron que secuestraban a los niños para quitarles la juventud y vivir eternamente. Eran personas muy malas que causaban daño sin ninguna razón aparente y por lo cual eran perseguidas por el reino. Según el propio vocero del rey, las brujas y hechiceras habían sido erradicadas del reino y el honorable rey se encargaría personalmente de que las cosas siguieran así.

Pero no hay que fiarse. Los rumores dicen que aun deambulan por el reino, que realizan trabajos clandestinamente y maldicen aquellos que, según ellas, se lo merecen.

Pero él era un chico valiente. Y por su madre lo sería aún más.

Su madre había caído grave en cama. Su padre cuidaba de ella, ya que se desempeñaba como médico de la corte. Él quería ayudar, quería que su mamá se recuperara pronto y volviera a sonreír, pero estando solo en la habitación mirándola fijamente no aportaba nada el estado de ésta. Así que, con esta determinación en mente, decidió ir a por aquellas flores, las favoritas de su madre, aunque tuviera que ir a ese horrible lugar.

Aunque ahora, quizás, se arrepentía... y mucho.

Corría con toda la fuerza que sus pequeñas piernas poseían, desesperado por encontrar la salida de ese lugar. En su afán por llegar a su hogar no vio la gran raíz que sobresalía en el suelo.

Cayó estrepitosamente. Azoto su rostro contra la tierra húmeda y piedrecillas. Se mantuvo así, acostado boca abajo por unos minutos. Se levantó lentamente hasta quedar apoyado sobre sus rodillas. El ramo de flores yacía a un costado de él, al ver esto sus ojos, de un bello y raro color agua marina comenzaron a inundarse. Ya no aguantaba más. La noche había caído en todo su esplendor, el frío del invierno ya iniciaba a hacer mella en él. Su presente estaba arruinado y él estaba ahí, sólo y perdido. Seguramente nadie lo encontraría, seguramente lo devorarían los animales salvajes... o peor aún, lo encontraría una de ellas.

Ante aquel pensamiento el menor no pudo más y comenzó a llorar sin consuelo alguno.

—Hey, ¿por qué lloras?

—Por-que estoy per-dido, t-tengo mucho frío y-y ha-ambre... —el hipo que producían sus sollozos no dejaban que hablara con fluidez —. ¡Y no quiero ir con las brujas! —continuó llorando, pero esta vez más fuerte.

De un momento a otro todo quedo en silencio. El pequeño giro su cabeza con miedo hacia el lugar de donde había provenido la voz de hace unos minutos atrás.

Ahí, apoyado sobre un gran árbol estaba una figura alta que el niño no podía distinguir por la oscuridad del lugar. Poco a poco la figura comenzó acercarse al menor. El niño pudo distinguir que se trataba de un hombre.

—En primer lugar no deberías llorar tan fuerte, eres presa fácil —dijo el hombre con un tono de burla.

El nuevo personaje se detuvo a una distancia prudente del infante, quien ahora podía deducir que aquella persona podría ser joven, solo por su voz ya que el tipo usaba una capucha que cubría casi por completo su rostro.

»Además, mocoso, ¿por qué estás en el bosque?

Instintivamente el niño miro las pobres flores en el suelo, las cuales estaban tan destruidas que ya ni flores parecían. El mayor fijó su mirada en aquellas plantas —. ¿Eran para tu novia? —comento con sarcasmo y una pequeña sonrisa burlona en sus labios. El niño fijo sus ojos en el contrario y lo escudriño de arriba hasta abajo. Lo poco que se le veía de piel al hombre, que era sus labios y barbilla, se notaba una tez pálida y joven. Sus ropas eran bastantes simples: camisa blanca, pantalón grisáceo y botas largas cafés. Excelente. El tipo no era un guardia y, obviamente, no era una bruja. El pequeño se tranquilizó ante esto pero de inmediato recordó el comentario del otro. Frunció el ceño con clara molestia y se dirigió al hombre.

—Son para mi mamá —contesto con fuerza. Finalmente se levantó del suelo, sacudió sin mucho cuidado sus pantalones y con su antebrazo intento quitar la tierra que se pegó en su rosto, y se movió un poco para recoger el presente y acomodarlo lo más que pudo —. Son sus favoritas... —dijo bajando el tono de su voz a un susurro poco audible —. Mamá está muy enferma y... papá me dijo que... ella podría...

El semblante del joven cambio completamente, gesticulando una mueca indescriptible para luego pasar a serio —. En ese estado no te sirven de mucho, ¿verdad? —ahora el menor lo miraba con un gran signo de interrogación en su mirada —. Tsk... Sé donde crecen —dijo señalando con su dedo índice las flores —. Te acompañare... si quieres —finalizo con desinterés.

Los grandes ojos del niño se iluminaron cual estrella de media noche y afirmo con un efusivo movimiento de cabeza. El joven dio la media vuelta y comenzó su andar entre la hierba, por un camino que no existía. El infante corrió tras de él un poco preocupado, su cabecita empezó a trabajar y su boca no pudo mantenerse cerrada.

—Oye... —dijo tratando de llamar la atención del mayor —¿Por qué estás en el bosque? ¿También estas perdido? ¿No deberíamos ir por el sendero? ¿Y si encontr-...

—¡Ya cállate, mocoso! —gritó con evidente frustración mientras se volteaba para verlo.

Retomó su camino dejando a un shockeado pequeño, que espabilo lo más rápido que pudo y corrió nuevamente para no ser dejado atrás. Después de caminar durante un largo rato en completo silencio, el mayor detuvo su andar, se puso a un lado del improvisado camino y dejo el paso libre al menor, señalando un lugar un poco más adelante.

—Vamos mocoso —dijo un poco impaciente.

—Mi nombre es Eren, no mocoso —refutó el menor frunciendo el ceño.

Sin esperar respuesta del mayor, se apresuró a atravesar los arbustos que tenía en frente y que obstruían su visión del paisaje. Lo que le esperaba del otro lado fue como salido de un cuento de hadas. Un amplio claro, completamente libre de árboles a excepción del gran roble que reposaba justo en medio del lugar. En la base de este se hallaba una casa de madera, no muy grande ni muy pequeña, se veía un tanto maltratada por el paso de las estaciones pero aun así parecía que podría resistir un par de inviernos más. Todo el resto del lugar estaba tapizado con esa flor tan anhelada por el niño. Cada planta tenía una cierta cantidad de flores, lo que la hacía parecer un ramo por sí solo. Cada flor tenía cinco pétalos y poseía el bello color de la nieve. Para completar la escena, la luz de la luna se filtraba entre las copas de los árboles, haciendo resaltar aún más el blanco suelo. Era verdaderamente hermoso.

—Cierra la boca —comento el joven cuando estuvo a su lado.

Con eso el menor volvió a la realidad, parpadeo varias veces cuando una idea cruzo fugaz por su mente. Su rostro se llenó con un dejo de miedo y por instinto retrocedió un par de pasos. El mayor se dio cuenta en lo que estaba pensando y se colocó en cuclillas sin moverse de su lugar.

—No te asustes —dijo señalando la casa —. Está abandonada hace un par de años.

Miro a su alrededor, eran solo ellos dos, no había nada ni nadie de quien temer, entonces el pequeño lo miro, lo miro fijamente ¿Por qué confiaba en ese extraño? Ni siquiera sabía su nombre o había visto su rostro. La capucha. Un extraño sentimiento lo recorrió, sus pies se movieron por si solos, sus manos se acercaron a la capucha del mayor e intento quitarla. El mayor reacciono rápidamente y cual resorte se puso de en pie.

—¿Qué haces? —pregunto un tanto irritado.

—Yo... Lo siento... —contesto bajando la mirada.

—Como sea, solo no lo vuelvas a hacer —el niño asintió en modo de afirmación —. Bien... apresúrate y coge lo que necesites.

El pequeño levanto la mirada y se encamino hacia el sector más cercano en donde se encontraban las flores. Se arrodillo tratando de no aplastar las demás plantas y corto las que le parecieron más bellas.

—¿Sabe...? —Habló el menor sin mirarlo, temiendo a ser reprendido de nuevo —¿Sabe cómo se llaman estas flores?.

El mayor lo miraba desde su lugar sin inmutarse —Helleborus niger —contesto esperando la respuesta del niño, quien se volteó con una cara de total confusión ante las palabras del joven y este solo mostró una sonrisa de medio lado —. ¿Qué? —pregunto divertido.

—Ahm... Jelbu... Jel... ¿Algún nombre más fácil? —dijo con un tono rosáceo en sus mejillas por no poder pronunciar las palabras y con una pequeña sonrisa por los nervios.

Eléboro —avanzo hasta quedar junto a su acompañante y se acuclillo junto a él, corto la flor más grande que vio y la coloco frente al menor —.También se le conoce como Rosa de Navidad o Rosa de Noel... ¿Está mejor así?

—¡Sí! —grito el menor. Su madre estaría muy contenta.

Ambos continuaron cortando las flores en silencio. Uno sin mucho interés y el otro con una gran sonrisa en el rostro. El mayor tomo uno de los bordes de su capa y la rasgó para obtener una fina tira de tela y con la cual ató el ramo para que este no se desarmara. Al terminar el arreglo, el infante lo sostenía con ambas manos y lo observaba maravillado.

—Gracias... Señor... ehm... —dijo mirando al mayor que aún estaba a su altura.

—Levi.

—Levi... —repitió el pequeño un poco avergonzado pero feliz.

—Bien. —El joven se levantó y frunció el ceño al notar sus manos sucias por la tierra —. Es hora de que vuelvas a tu casa mocoso —sacudió un poco sus manos y coloco una sobre la cabeza del menor, quien se sonrojo por el contacto pero no se alejó —. Sleeps[1]... —susurró.

—Señor Levi... ? —el menor estaba confundido al no entender lo que el mayor dijo y de un momento a otro una agradable sensación de calidez invadió su cuerpo, sus parpados pesaban y sus piernas empezaron a temblar —. Le-vi... —el mencionado lo sujetó antes de que se estrellara contra el suelo y lo tomo en sus brazos.

Admiro el tranquilo rostro del ahora durmiente niño. Su respiración acompasada y su boca ligeramente abierta provocaban una agradable y cálida sensación en su interior. Levanto una de sus manos hasta la mejilla del menor y la pellizco con un poco de fuerza, al comprobar que no despertaría alzo la mirada buscando algo entre la oscuridad.

—Farlan.

—¿Si? —un joven apareció de la nada a las espaldas de quien lo llamo. Tenía la tez clara, cabello corto y color castaño claro, más alto que el contrario y sus ojos eran color avellana. Vestía una camiseta de manga corta, unos pantalones de tela y estaba descalzo.

—Llévalo al borde del bosque —se dio la vuelta para quedar frente al recién llegado —. Déjalo lo más cerca posible de los guardias —le entrego al niño, quien aún sostenía el ramo.

—Entendido —tomando al niño entre sus brazos estaba dispuesto a marcharse.

—Espera... —el joven de la capucha tomo el ramo de flores con ambas manos y acerco su rostro a ellas inspirando su aroma —I hope you recover soon[2]... —un aire de polvillo color oro envolvió el regalo y tal como apareció se desvaneció y lo devolvió a su dueño —. No te atrevas a decir nada —amenazo al otro quien contenía una pequeña risa.

—No te preocupes, soy una tumba —dijo no logrando contener la risilla.

—Ya vete maldito perro —siseo con un ademan de su mano —. Y ponte algo de ropa, salvaje. —el contrario contesto con una nueva risa que esta vez no oculto.

Y ambos jóvenes desaparecieron, como si nunca hubiera ocurrido nada...

Un detalle que deben tener en cuenta antes de despedirnos, mis queridos, el ser humano siempre tiene algún motivo personal para actuar. Son pocos los que realmente no poseen alguno, y otros pocos a los que solo les basta un "porque yo quiero".

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[1]Duerme.

[2]Espero que te recuperes pronto.


¡Hola! Y gracias por leer hasta el final.

Ésta es una temática que tenía muchas ganas de leer con los personajes de snk, pero nunca vi ninguno (si alguien conoce alguno me avisa!). Por esto decidí escribirlo... y siendo sincera es la primera vez que escribo un fic así que me gustaría saber su opinión.

Esta historia abarcara a casi todos los personas de snk pero se centrará en Eren y Levi... y quizá más adelante le cambie el rating a M.

Creo que eso es todo por ahora... contestaré cualquier duda c: