Se suponía que este iba a ser un regalo para MonoChronus por su cumpleaños, pero debido a ciertas circunstancias, se me hizo extraño dedicarle un fanfic con este tipo de temática que es los desastres más típicos que ocurren en ciertos matrimonios. No crean que lo hice intencionalmente, simplemente se me ocurrió luego de una tarde de copitas con mis hermanas, así que pensé que podría sacarle partido a las idioteces que hacen en sus vidas amorosas.
Así que, Cassie, si estás leyendo esto y te gusta, tómalo como mi regalo de cumpleaños para ti… y si no, espero no haberte faltado al respeto al publicar este fanfic.
DISCLAIMER: Naruto y sus personajes no me pertenecen, son de Masashi Kishimoto-sama, yo simplemente los uso por diversión y sin ánimos de lucro. La trama y el personaje Hikaru Mikazuki pasan a ser de mi propiedad.
EL CLUB DE LAS PIÑAS COLADAS
Por: Erinyes Sybilla
Las rejas de acero se abrieron ante las cuatro mujeres de mediana edad que caminaban campantes hacia la celda, como si fueran a entrar a un hotel de lujo. Pero lo malo es que se suponía que ninguna de ellas debía estar ahí, al menos no por el hecho de ser esposas de hombres importantes. Las señoras distinguidas como ella se encerraban en sus casas a beber té y hablar de frivolidades, siempre viéndose bonitas, dulces e impecables. Sakura Uchiha jamás se imaginó que viviría para poner un pie en la estación de policía, sacándose fotografías mientras sostenía una placa con números en su pecho.
En realidad habían pasado el día como cualquier otro, hasta que a Sakura se le ocurrió cambiar el café que preparaba para las reuniones semanales con sus amigas por algo menos convencional.
Azabu, el barrio donde vivían los ricos. Era un distrito donde vivían las celebridades y los sueños de las mujeres recién casadas se hacían realidad… o, en pensamientos de Sakura, donde las ilusiones se desechaban para dar paso a la tediosa vida en matrimonio. Hacía falta mucho dinero y buen gusto para poder vivir en el lujoso piso que ella poseía. Afuera estaba soleado con muy pocas nubes y apuntaba a ser un día perfecto…
…exceptuando por un molesto chirrido que provenía del buró de la recámara.
Un brazo delgado y blanco surgió por debajo de las sábanas de seda roja y se dirigió al despertador que estaba junto a la cama. Su marido se lo había comprado porque ella tenía el mal hábito de dormir hasta tarde, y alguien tenía que llevar a los niños al colegio. Por fortuna la criada se encargaba de que la casa estuviera limpia, de lo contrario, sería un verdadero calvario para ella encargarse de todo antes de que dieran las 4 de la tarde, que era cuando le tocaba recoger a sus hijos.
Sakura llevaba diez años casada con Sasuke Uchiha, un feroz abogado que adoraba a su familia, pero que desgraciadamente siempre había mostrado tendencias sexistas. No le gustaba que su mujer trabajara, y solamente le permitió abrir su propio consultorio con la condición de que se tomara su profesión de médico como un hobby, por ende, ella tenía pocos pacientes. Mientras tanto, Sakura invirtió los primeros cinco años de casados entre el consultorio vacío, los pañales y las mundanas fiestas ocasionales a las que su esposo la llevaba, donde invariablemente acababa arrumbada en un rincón o metida en pláticas "de mujeres". Le aburría y no lograba sonsacarle a su suegra o a su cuñada los trucos para que una esposa Uchiha evitara volverse loca.
En una revista leyó que una taza de té era el pretexto ideal para compartir pesadumbres con una amiga. En su casa había café colombiano de la mejor calidad, y bien tuvo a invitar a sus amigas más cercanas a tomarlo para platicar de otra cosa que no fueran los resfriados de los niños o los vestidos que se pondrían en la próxima fiesta. Les gustó tanto, que decidieron hacer de esto una costumbre semanal. Sakura hacía el café o el té verde mientras que las demás llevaban los bocadillos.
Después de levantarse, Sakura se arregló y bajó al comedor donde sus hijos Sousuke y Kotomi, d años respectivamente, tomaban el desayuno. Los dos abandonaron sus cereales para lanzarse a los brazos de su madre. Ella los besó en sus frentes y los instó a que siguieran comiendo. Recordó que hoy era viernes, día de reunión con las amigas, y tenía que apresurarse a preparar todo o se le amontonarían los deberes.
— ¿No va a bajar el señor? —preguntó Tamaki, la sirvienta.
—El señor está a dieta —contestó Sakura, haciendo un énfasis sarcástico en la palabra "señor"—, y por mí, que haga ayuno si así lo prefiere —esto último lo dijo con tanto disgusto, que Tamaki se llevó a los niños por miedo a que éstos pagaran el pato.
Esa ira reprimida provenía del hecho que Sakura durmió sola en la cama matrimonial. Odiaba los días en que Sasuke no la llamaba para avisar que él no llegaría a dormir. No era secreto para ella que su esposo tenía una amante (o varias), y por supuesto que eso la enfurecía sobremanera, pero como la buena esposa que le habían enseñado a ser, debía tragarse el coraje y fingir que no había una tercera en discordia. A veces le daba por pensar que él no tenía la culpa, que los hombres eran susceptibles a las tentaciones de la carne. Pero en otras ocasiones, sentía que los celos le corroían las entrañas y realizaba planes para evitar que su esposo la dejara, aunque a última hora no los llevaba a cabo. Tal vez la de la culpa era ella por aferrarse en ser una doctora y haber protestado tanto cuando Sasuke admitió que deseaba una familia numerosa como la de su hermano Itachi. Sakura no estaba dispuesta a embarazarse de nuevo, con los dos hijos que ya tenía le bastaba.
Ella sabía que sólo una mujer en el mundo no temía a la ira de una esposa Uchiha, y esa era Karin Kagura, la utilitaria recepcionista del despacho donde trabajaba Sasuke. No era excepcionalmente guapa, pero vestía muy bien y poseía una personalidad fluctuosa. Le coqueteaba a Sasuke sin medida para luego ignorarlo, que era precisamente su táctica de seducción: Sasuke odiaba ser ignorado.
Le dio a Tamaki el resto del día libre, llamó a su suegra para que le hiciera el favor de pasar por los niños al salir de la escuela, y Sakura puso a hervir agua en una cafetera; pero mientras buscaba el café en la alacena su vista deparó en una lata de crema de coco… y una botella de ron.
Entonces, tuvo una idea y sonrió.
Esa tarde Hinata Uzumaki llegó a la casa de Sakura trayendo tiramisú hecho por ella misma. De su blanco cuello pendía un modesto collar de diamante verde que era la mejor muestra de que su marido se esforzaba por hacerle regalos a su altura. Ella era hija de un poderoso jefe Yakuza que casi se muere cuando su heredera se casó con un pobre diablo. Naruto Uzumaki no tenía un quinto en aquel entonces y al lado de la familia Hyuuga era carne de cañón, pero estaba seguro de que él también era hijo de mafiosos aún cuando sus padres jamás le aseveraron tal cosa, y consiguió casarse con Hinata así le gustara a su suegro o no.
Normalmente no había nada sorprendente en su vida. Hinata encarnaba a la esposa japonesa ideal; era dulce, delicada, de suave hablar, modales exquisitos y bien adiestrada en las artes domésticas. Sus amigas se sentían felices por ella y al mismo tiempo la envidiaban porque Naruto se mostraba espléndido y su hija Minami era un encanto. Pero ninguna imaginaba que hasta la más dichosa de las esposas podía tener un negrito en el arroz.
Ino Yamanaka llegó cinco minutos después y trajo profiteroles de chocolate comprados en una pastelería fina. Desde antes de ser modelo profesional, ella ya tenía dos grandes placeres: los dulces y los hombres guapos con mucho dinero encima. Sai era un prolífico comerciante que le propuso matrimonio a los tres meses de noviazgo, y a ella le sedujo su labia coqueta y el carísimo diamante del anillo de compromiso. Él aceptó adoptar el apellido de su mujer por ser más ilustre y menos difícil de recordar que el suyo. Aunque nunca discutían y la pasaban bien estando juntos, la relación con su marido era considerablemente frívola.
—Bueno, ya que las casadas más glamorosas de Tokio estamos aquí, creo que es hora de… —Sakura miró seria a Ino y alzó una mano para que se callara.
—Aún no. Todavía faltan Tenten y Hikki.
—Tenten dijo que esta semana no iba a poder venir porque se iba con Neji a Bali —explicó Ino, frunciendo el cejo al imaginarse a la marimacha del grupo pasándola bien en ese paraíso tropical.
—Suertuda —masculló Sakura—, a ella sí la pasean seguido. Yo tendré que esperar al menos 15 años más para que Sasuke se atreva siquiera a llevarme de segunda luna de miel.
—Creo que tu cuñada ya llegó —dijo Hinata, asomándose por la ventana.
Hikaru Uchiha llegó en taxi con un suculento pastel de fresas con crema hecho en casa. Claro que no cocinaba mucho en los días de recién casada cuando se dedicaba a escribir libros, impartir conferencias y repartir firmas. Pero cuando supo que estaba embarazada, su esposo Itachi le sugirió que dejara la escritura para que su labor de madre fuera menos agobiante. El nacimiento de su hija Nozomi les trajo una inmensa alegría pero su fragilidad volvió a Hikaru una madre obsesiva con la que Itachi trataba poco. Un año y medio más tarde nacieron sus hijos gemelos Izuna y Kagami. A ella no le gustó que después de eso su marido pasara más tiempo trabajando que en familia, y lo único que la consolaba era tener a sus hijos cerca.
Sin embargo, Itachi sabía que sus hijos no podían vivir en las nubes como la atolondrada de su madre. Así que cuando Hikaru menos se lo esperó, Itachi los mandó a un colegio privado en Inglaterra. Al principio ellos la extrañaron y la llamaban seguido para que los sacaran de ahí, pero a Hikaru sólo le quedaba decirles que no podían regresar hasta Navidad de no sé qué año mientras ella rumiaba su tristeza y el abandono. Llevaba años de estar pegada a sus vidas, habían sido su pasión, su entretenimiento, su mundo. Para cuando volvieron a verla, ellos habían aprendido a no necesitarla. Hikaru se habría muerto de soledad, de no ser porque meses mas tarde dio a luz a una niña, a la que nombró Miyuki.
—Vaya, hasta que la princesa se digna a venir… —bromeó Ino.
—Siento llegar tarde, pero tuve que darles instrucciones muy precisas a Nozomi para que cuidara de Miyuki, a menos claro que a ustedes les guste tomar café al lado de una bebé llorona.
—Es increíble que te hayas atrevido a parirle 4 hijos a Itachi. Sé que tu marido es atractivo, pero aún así…
—Les tengo una sorpresa… —anunció Sakura, desde el pasillo que daba a la cocina. Entró a la sala con una bandeja en donde posaban una jarra que contenía un líquido amarillo lechoso y cuatro vasos sour —¡Piñas coladas para todas!
Las otras tres mujeres, que esperaban un café bien cargado, se asombraron por la osadía de Sakura al servirles un cóctel. Hinata estuvo a punto de protestar, pero al ver que sus amigas tomaban sus vasos y los llenaban al tope con la bebida prefirió quedarse callada y hacer lo mismo. Ellas pensaban que con todo el ajetreo de estar casadas con hombres que no las comprendían ni un poco las privaba de divertirse un poco. Como mínimo merecían tomarse un buen trago para desahogarse.
—Yo quiero brindar por la reunión de las mujeres más glamorosas de Japón —propuso Ino, alzando su copa.
— ¡Salud! —dijeron Sakura, Hinata y Hikaru al unísono.
Después de beberse casi la mitad de su copa de un sentón, Sakura comenzó la ronda de quejas diciendo que su matrimonio estaba en crisis por la infidelidad de Sasuke y que no sabía qué hacer para que él dejara de hacerle caso a una horrible recepcionista. El jugar a la esposita perfecta mientras su marido se divertía con su amante le estaba acarreando infinidad de problemas, pero el más grave era que Sasuke se estaba distanciando de ella cada día más. Ya no podía soportar la situación.
— ¿Ya hablaste de eso con Sasuke-kun? —inquirió Hinata, apenas dándole el primer trago a su piña colada.
—No, es lo bastante cínico para venir a las dos de la mañana oloroso a perfume de mujer y preguntarme cómo me fue —contestó Sakura, tratando de no llorar.
—Qué imbécil—masculló Hikaru, quien detestaba sobremanera cuando Sasuke se portaba así. De hecho, siempre existió entre ellos una sutil beligerancia—, me asombra que no lo hayas matado aún.
—Ay, por favor no exageres, es mi esposo y yo lo amo, ¿cómo crees que voy a matarlo?
—No veo razón por la cual no deberías hacerlo. Ni Sasuke ni Itachi se dan cuenta de que nosotras las mujeres vivimos una paz muy miserable.
—Touché —rió Ino.
Era la primera vez que Sakura se abría de capa con sus amigas y trataba estos temas con ellas. Inclusive les confesó que no se los había dicho antes porque desconfiaba de su capacidad para ser discretas al respecto. Pero ahora que veía lo estresadas que estaban con sus propias vidas, se había dado cuenta de lo irracional que era seguir guardando este tipo de recelos. Con lágrimas en los ojos les rogó que por favor no le guardaran rencor por pensar eso de ellas y les pidió su consejo para recuperar a Sasuke. Ninguna supo qué decir, ellas tampoco estaban para darle ese tipo de sugerencias.
Ino pensó que lo mejor era que primero levantaran el ánimo de Sakura y le hicieran sentir que ella no estaba sola. Sirviéndose otra copa de piña colada y muriéndose de la pena, Ino les comentó que Sai tenía dos meses que no le hacía el amor. Sentía que su desdén por la maternidad, su afición a las compras y su primera arruga (que obviamente sólo existía en su imaginación) definitivamente estaban alejando a Sai de su lado rápidamente y no le veía solución. Para colmo, le horrorizaba la posibilidad de que él fuera homosexual, ya que mostraba un alarmante interés por su "asistento".
Al oír esta parte del relato, Sakura y Hikaru se rieron.
— ¿Sai homosexual? —indagó la pelirrosa —Ya sabíamos que era un raro, pero eso de que sea gay es algo totalmente ridículo.
—Lo sé, pero lo trata mejor que a mí y hacen todo juntos: trabajan juntos, comen juntos, viajan juntos…
—… y mean juntos…—bromeó Hikaru. Ino le lanzó una mirada asesina.
—Realmente estamos obsesionadas con los amantes —comentó Sakura, con un dejo de amargura.
—No me importa eso, lo que importa es que estoy perdiendo a mi marido —gimió la rubia, enjugándose una lágrima.
—Descuida, seguro que todo tiene una buena explicación, dudo mucho que Sai tenga amores con un hombre… —trató de calmarla Hinata.
Ino se soltó llorando y Hinata se puso nerviosa porque se creyó culpable. Las otras dos se sintieron peor por hacer chistes de su dilema en vez de tomarla en serio mientras intentaban consolarla con mimos y palabras de aliento como la morena. Ino las rechazó vehementemente cuando ellas quisieron hacer lo mismo y le dejaron el trabajo a Hinata.
Sakura sonrió por saber que tenía por amiga a Hinata. Admiraba su fortaleza adquirida por la influencia de Naruto, su capacidad de escuchar sin interrumpir o decir algo impropio y su instinto de apoyo. Era cierto que su familia seguía resintiendo a Naruto pero a ella no le importaba porque no estaba dispuesta a sacrificar su felicidad por ventaja económica.
Lo único que sí les hacía gracia era que Hinata prefería encontrar quehaceres en su casa. Pasaba el rato leyendo novela, puliendo la vajilla y los muebles, haciendo arreglos florales, jugando con Minami y cocinando guisos exquisitos. Pecaba de soñadora y de pensar que ése era el único mundo que existía; no las dejaba ponérselo en duda, y cuando Ino quiso ser franca diciéndole que vivía en el año del caldo, Hinata suavemente le puso un dedo en los labios y le preguntó si quería más piña colada y una rebanada de pastel.
—Tú de plano ya estás chiflada —dijo Ino— ¿No es cierto, Sakura?
—Ya somos dos —contestó la otra.
—Vaya, y yo que pensé que eras la cuerda aquí —dijo, riéndose de nuevo.
—No, hablo en serio. Es una locura que siga con un hombre al que apenas puedo mirar.
—Todos cometemos errores —habló Hikaru, con un tono medio ronco —Aún si se trata del tarado de Sasuke, pienso que deberías darle una segunda oportunidad.
—Lo dices muy fácil, tu marido no te engaña con otra mujer…
—… o con otro hombre —carraspeó Ino.
La pelirroja se quedó pensativa un par de segundos, miró lo poco que le restaba de piña colada y se la bebió de un solo trago.
—Tiene una amante peor, y se llama trabajo. Piénsalo: te quita tiempo en pareja, más de la mitad de sus llamadas son a clientes y siempre que cenamos juntos es para decirme que se va de viaje de negocios a no sé dónde.
—Qué tipo tan aburrido —dijo Ino, y Hinata le dio un codazo —Es un misterio para nosotras que te hayas casado con un hombre que ni te hace caso.
—Eso es porque no has visto una fotografía de su pene y no tienes idea de lo bien que lo usa —refutó la otra sin tapujos.
Hinata se alteró y casi dejó caer su copa ante esta declaración. Todas miraron serias a Hikaru, y prorrumpieron en carcajadas. La cuñada de Sakura tenía la particularidad de alivianar una situación tensa mediante bromas bizarras. Las empleaba incluso para minimizar la gravedad de sus propios problemas.
—Itachi no siempre fue así —dijo Hikaru, luego de que todas dejaron de reírse —Antes era distinto, pero de repente… cambió.
Ella no reveló que durante sus primeros cuatro años de matrimonio, Itachi era más atento, demostraba su afecto con más frecuencia y llegaba temprano de la oficina. Podía precisar exactamente cuándo fue que empezó a distanciarse. Fue un mes después de que nacieron Izuna y Kagami. Descubrieron que la manutención de tres hijos muy pequeños era más de lo que habían estimado, y como ella se ocupaba de cuidarlos tiempo completo, Itachi tuvo que ampliar sus horas de trabajo. Primero sacrificó los fines de semana de descanso, luego los días festivos, y finalmente los cumpleaños. Hikaru protestó cuando a él se le olvidó su décimo aniversario de bodas; pero entonces Itachi mandó lejos a los niños, y ella nunca volvió a llevare la contraria.
Por eso, cuando nació Miyuki e Itachi se apareció con un ramo de rosas, Hikaru pensó que las cosas volverían a ser como antes. No obstante, él dijo que esta niña sería educada igual que sus hermanos, y ella le dijo hasta de lo que se iba a morir.
—Si ese insensible cree que me va a separar de mi bebé, es que no me ha terminado de conocer —masculló Hikaru, pero ninguna de las chicas la oía. Todas ya habían caído bajo los efectos del alcohol y se reían como locas recién escapadas del manicomio.
—Hoy no nos vamos a preocupar ni a amargar —sentenció Ino —Vamos a disfrutar la vida, ¿no?
— ¡Sí, sí, tienes razón! —la apoyó Hinata, con una actitud muy animada —Hace falta música, ¿no? —se levantó y caminó hacia el estéreo —¿Cómo prendo esta cosa?
—Ay, pues nada más apachúrrale ahí y ya —le indicó la rubia, poniéndose de pie. Se acercó a Hinata y le dio un caderazo tan fuerte que la derribó al suelo. Pero en vez de llorar o enfadarse, Hinata se carcajeó.
—Yo creo que a Hinata ya se le subió —comentó Sakura, mirando divertida la escena.
Ino presionó unos cuantos botones hasta que se dejó escuchar una melodía de rock suave que ellas conocían perfectamente. Las hacía remontarse al último año en que Sakura permaneció soltera, cuando ellas aún se burlaban de la idea de que los matrimonios frustrantes y los divorcios múltiples no se habían hecho para ellas. Quién las viera ahora: ebrias y quejándose de sus vidas con sus esposos.
Sakura se paró de su lugar y comenzó a bailar con Hinata e Ino como si estuvieran en un trance hippie.
—Oh, vaya, esa rola me trae recuerdos… —murmuró la ojiverde.
—¡Así es! ¡Verano de 1996! —dijo Ino —¡La canción de la piña colada!
I was tired of my lady,
We'd been together to long,
Like a warn out recording,
Of a favorite song.
So while she lay there sleeping,
I read the paper in bed,
And in the personal columns,
There was this letter I read.
—"If you like pina colada's, and getting caught in the rain" —contestó Sakura con su voz estridente que no se aguantó las ganas de resaltar.
—"If you're not into yoga, if you have half a brain" —entró Hinata, pensando en Naruto al cantar esa parte.
—"If you like making love at midnight, in the dunes on the cape" —canto Ino con todo lo que tenía de voz. Hikaru seguía sentada en el sillón, observando todo con interés.
—"Then I'm the love that you've looked for" —continuaron last res, tratando de hacerlo al mismo tiempo, sin buenos resultados —"Write to me and escape"
La verdad era que Hinata era la única que cantaba bien; pero al lado de Sakura e Ino sólo arruinaban la canción, aunque Ino tenía razón: lo importante en ese momento era disfrutar de lo bueno que la vida les ofrecía. Hikaru se desapareció un rato para rellenar la jarra, y no volvió hasta que el trío acabó de bailar. Ahora sólo se reían y decían cosas que no venían al caso. Ino fue la primera en servirse de nuevo, y no podía estimar cuántas calorías se había llevado a su cuerpo con tanta piña colada. Seguro engordaría y se arruinaría la figura que tanto trabajo le costaba mantener en línea, pero a ella le valió.
—Aaaay qué rico… —exhaló, entornando los ojos al techo — ¿En qué estábamos? Ah si, si, ¿qué les parece si luego de acabarnos estos tragos vamos a ver cómo darle su merecido a la amante de Sasuke?
—… —Sakura estaba medio atarantada por la borrachera, pero miró su argolla de matrimonio e hizo su gesto de batalla —… vamos a por esa zorra cuatro-ojos.
En un principio quise hacer de este fanfic un one-shot, pero como excedía las 15 páginas de Word (casi el doble de lo que acostumbro utilizar para un one-shot) y el tiempo se me estaba terminando, decidí dividirlo en dos partes. Publicaré el final de la historia a más tardar en tres días, descuiden, ya casi lo acabo pero insisto en que no tengo chance de terminarlo ahorita.
La canción se llama Escape (The Pina Colada Song) y la canta Rupert Holmes. Se me contagió cuando la escuché en una escena del filme "La Cosa Más Dulce". Es bastante pegajosa y la lírica va perfecta con el momento en que la inserté.
Seguro que algunos de mis más antiguos seguidores ya se saben que Hikaru apareció en otro de mis fanfics llamado "La Legión de Itachi". Para los que no, les describo que ella tiene el cabello rojo oscuro, largo hasta la cintura y los ojos cafés. No una súper belleza pero tiene sus encantos.
Ya saben que pueden expresar su opinión en el botoncito de "review", es lo que anima a cualquier escritor a seguir. ¡Hasta la próxima!
Erinyes Sybilla Out.
