Cuando Tobio tenía diez años, una de las chicas de su clase había hecho un escándalo acerca de algo que tenía que ver con los colores.

Las chicas siempre hablaban de eso. Inventaban cuentos e historias acerca de cómo iba a ser cuando conocieran a su alma gemela, y cómo iban a vivir felices para siempre. Era un poco ridículo, imaginar pasar toda la vida alrededor de una sola persona.

Era...innecesario, pensaba él.

Claro que a los chicos no les interesaba nada de eso. Todos estaban muy ocupados haciendo castillos de barro para luego destruirlos, como para pensar en esas cosas. Es más, la mayoría de ellos, incluyendose a si mismo, no tenía mucha idea de cómo funcionaba todo el tema de las almas gemelas. Tampoco era como si fuera muy curioso al respecto.

Hasta ese día, claro.

Era un día bastante caluroso, y tenían una salida escolar hacia un museo de arte. Iba a ser divertido.

Tobio no tenía demasiados amigos.

No era que no le gustara jugar en grupos, era que era bastante competitivo, y sus amigos siempre se enfadaban con él. Sin embargo, no le molestaba demasiado. Siempre había dos o tres con los que podía jugar, al final.

Iban todos en un pequeño grupo, recorriendo el museo y viendo todas las esculturas y pinturas en las paredes. Eran enormes, y todos sus compañeros hacían millones de preguntas al respecto.

Y entonces, una de sus compañeras de clase, Fumiko -tal vez, ya no recordaba bien-, había empezado a llorar. Parecía desconcertada, como si ya no supiera en donde se encontrara o como si estuviese realmente mareada.

Se había chocado con un niño que no era de la escuela. Uno con dos o tres años más que ella, y él parecía tan shockeado como ella.

El chico se había quedado mirándola como por cinco minutos, anonadado, como si algo muy importante hubiera sucedido.

Kageyama no había entendido nada, pero al día siguiente, su compañera había faltado a la escuela por estar enferma. La profesora no dijo nada, pero todas las niñas de la clase ya estaban hablando de cómo su amiga había conocido a su supuesta "alma gemela", y si ese era el motivo por el cual no había ido a la escuela.

Esa tarde, le entró un poco de curiosidad sobre el tema.

Le preguntó a su madre, obviamente, porque ella siempre parecía tener la respuesta a todo. Ésta, sin embargo, no parecía para nada complacida. Se terminó quedando horas en el teléfono, hablando con otras madres sobre lo inapropiado que era que tuviera que explicarle esas cosas a él a tan corta edad.

Al final de todo, lo sentó en una silla delante de ella, y le explicó cómo funcionaban las almas gemelas.

—Cuando conoces a esa persona, Tobio—había dicho su madre—el mundo se ilumina. Todo es mas hermoso, y sabes que va a ser quien te acompañe por el resto de tu vida. Cuando miras a los ojos a una persona, y el mundo se ilumina, sabes que esa es tu alma gemela. Algún día, cuando crezcas, vas a conocer a una niña muy bonita, y vas a saber que es tu alma gemela. Te vas a casar, vas a tener hijos, y van a ser felices por siempre.

Estaba...bien. O algo.

Realmente no le interesaba mucho el tema. No quería conocer a una niña bonita, ni casarse, ni tener hijos, ni ser feliz por siempre con ella.

Quería jugar volley.


A nadie le importó realmente todo el asunto de las almas gemelas. A ninguno de sus amigos le interesaba hablar de eso, o preguntar, o lo que fuese, y Kageyama estaba más que contento.

Hasta que cumplió trece, y bueno...les empezó a importar.

Ya no era tan fácil hacer amigos, pero tampoco era imposible. Hablar con chicos era más fácil, después de todo. Nunca había discusiones, y casi todos eran amigos de todos, así que él quedaba siempre más o menos en el medio.

Y estaba bien.

Bueno, casi.

No importaba con qué chico se juntara, en qué grupo estuviese, o en qué lugar se juntaran, siempre se terminaba hablando de almas gemelas. No tanto como las chicas, pero aún así, era bastante irritante.

Había algunos de sus amigos que ya habían encontrado la suya. Compañeras de clase, o algunas amigas de algún club.

Obviamente, era de lo único que hablaban.


El periodo en el que estuvo en Kitagawa Daiichi fue...horrible.

Ya no tenía amigos.

Las cosas eran diferentes. Ya no estaban todos juntos, en grupos grandes, ignorando las discusiones y esas cosas.

Si no les gustabas, estabas fuera.

Y honestamente, lo merecía...un poquito.

Quería ser fuerte, quería trabajar al 110%, y quería que todo el equipo se acomodara a su fuerza. ¡Era poderoso!, tenían que hacerlo.

Las prácticas eran difíciles. No por el volley en sí, eso era fácil. Era por sus compañeros. Sabía que no querían que estuviese ahí. Sabía que no querían que siguiera en el equipo, pero no podía dejarlo. Si querían ganar, él tenía que estar ahí.

"El rey de la cancha".

Ese día, en su último partido con Kitagawa Daiichi, Kageyama Tobio conoció a su alma gemela.


Well hello my babies. Muchas gracias por haber pasado por esta historia, éste es el primer capítulo de tres, con el AU de "Todo es en blanco y negro, hasta que uno conoce a su alma gemela, y comienza a ver los colores".