Prólogo
Se había hecho de noche y con la noche llegaba la luna y con la luna... los problemas. Cierto era que las personas como ella no necesitaban la luna llena para transformarse pero siempre les hacía sentir diferentes, mas poderosos. Había salido al claro del bosque donde se encontraba con su manada, a la misma hora, como siempre pero aquella noche algo andaba mal pues siempre eran puntuales y nadie había acudido a su encuentro. Los sentidos se le agudizaron y la rabia comenzó a apoderarse de ella. Algo les había pasado, podía sentirlo, su creador, la persona que le había convertido era como si no existiera, no notaba su presencia... y eso no era buena señal.
Evitó convertirse ante la amenaza de algo a su alrededor y comenzó a caminar y a caminar por el bosque, sin rumbo fijo pero siguiendo su tan infalible instinto. De pronto el olor a sangre le golpeó en la cara como un yunque y reconoció la esencia. Su manada. Sin importarle lo que pudiera encontrarse por el camino echó a correr mientras poco a poco se iba transformando. Las ramas, que golpeaban su cara causándole arañazos apenas las notaba pues a los pocos segundos ya estaban curadas y no dejaban rastro sobre su piel.
El olor la condujo hacia otro claro, bastante alejado de su sitio de encuentro. La imágen que se encontró frente a ella la hizo soltar un aullido tan lleno de dolor que cualquiera que lo hubiera oido hubiera sentido como su corazón estallaba en mil pedazos. Ante ella, una docena de cuerpos, mutilados y ensangrentados cubrían el suelo. Los cuerpos pertenecían a los componentes de su manada. Desesperada comenzó a caminar entre ellos, buscandole, buscando a la persona que le había dado sentido a su vida, su creador, su alfa, la persona con la que había compartido su vida durante los últimos años pues a parte de haberla mordido le había enseñado a amar.
Al final del reguero de cuerpos lo encontró, boca arriba, con todo el rostro cubierto de sangre y los ojos apenas un poco abiertos. Se acercó corriendo para caer de rodillas ante él, sujetando su cabeza en las rodillas, dejando que las lágrimas corrieran por su rostro.
- Lukas, Lukas por favor aguanta, no me dejes. ¿Que ha pasado?¿Quien os ha hecho esto?
- Pequeña mia, estás bien... pensé que... tu... también había ido a por ti. - su voz apenas era un murmullo pero Cathleen no necesitó acercarse mas, era capaz de leer sus labios, los conocía tan bien.
- ¿Quien ha sido? Juro que lo mataré. Por favor, no hables, aguanta, vas a salir de esta.
- Cathleen, escúchame, vete, aún estará cerca... ve...- sus ojos comenzaron a cerrarse.
- NO, LUKAS, NO, PORFAVOR.
- Has sido... lo mejor que me ha pasado... en la vida... Convertirte, y amarte... elegí la persona correcta...
- No...- dijo sollozando pues las fuerzas le fallaban.
- Te quiero pequeña loba...- y se apagó. Lukas cerró los ojos y exhaló su último aliento sobre las rodillas de Cathleen.
La chica lo besó, sin importarle la sangre que se quedó en sus labios. Lloró, lloró hasta que sus ojos se quedaron secos y la rabia se apoderó de ella. Se convirtió, sus ojos se volvieron dorados como el oro y sus dientes relucieron en la calurosa noche que ahora era mas fría que nunca.
