N/A: Hola! Pues esta es la historia que gira en torno al último capítulo de Wild Ones, Misery Business! Espero que lo disfruten^^

Pronto habrán nuevas actualizaciones debido a que tengo nuevo computador Yay!

DISCLAIMER: Bleach es de Tite Kubo, Misery Business (historia) es MÍA.


Orihime no estaba segura si gritar de la emoción o si debía echarse a llorar porque su más preciado sueño se había cumplido. Miró la carta y luego lo miró a él, una vez más observó la carta y luego volvió a mirarlo. A él no le gustaba sonreír mucho, pero ella podía ver como una pequeña sonrisa aparecía en su apuesto rostro. Él estaba complacido.

— ¡Bya-kun!— exclamó ella, feliz. Sus orbes grises mostraban su felicidad, mientras que sus labios dibujaban una amplia y radiante sonrisa. — ¡Esta es la mejor sorpresa que me has dado!— gritó, abalanzándose sobre los brazos de su marido. Él la tomó con delicadeza por la cintura y le abrazo.

¡Ella comenzaría a trabajar como profesora en el mismo colegio donde estudiaba su hermana adoptiva! ¡Eso era absolutamente magnífico!

—Probablemente te toque mi grupo, Nee-san— comentó Rukia, luego de haber abrazado y felicitado a su adorada hermana adoptiva.

Orihime Kuchiki Inoue no necesitaba trabajar, ella era la esposa de Byakuya Kuchiki, un rico e influyente empresario japonés. Orihime y Byakuya se conocieron cuando ambos eran relativamente jóvenes. Ella sólo tenía dieciocho años y en aquel entonces, ella trabajaba como mesera en una modesta cafetería. Ella, a diferencia de él, no había nacido en un hogar influyente y mucho menos de dinero… tampoco había sido un hogar bueno.

Su madre era una prostituta y su padre un alcohólico sin remedio. Orihime sólo contaba con su hermano, quien huyó junto a ella de la casa cuando ella aun era pequeña. Un par de años más tardes, Sora murió y ella se quedó a su suerte, teniendo que comenzar a trabajar en una humilde y muy pequeña cafetería. Fue allí donde irónicamente, conoció a la persona que cambió su vida para bien.

Byakuya Kuchiki.

Es bastante obvio el suponer que la llegada de Orihime, una chica pobre y sin estudios algunos, causó revuelo en la familia. Nadie imaginaba que el muy serio y casi elitista Byakuya se casaría con una simple mesera. Pero así fue y eso había ocurrido hacían diez años atrás. Orihime, luego de un par de años, le pidió a Byakuya que la dejara estudiar para así volverse una profesora, la profesión que siempre había soñado. Él no estaba del todo convencido, pero sabiendo que ella sería muy feliz con esa labor, él se lo permitió.

Y ahora la había ayudado a conseguir el empleo tan soñado.

Orihime sería la profesora del grupo de último año. Ella sabía que no iban a ser estudiantes fáciles (incluso su propia hermana adoptiva, a la que adoraba por cierto, era en ocasiones un tanto insoportable y difícil), pero ella estaba feliz de saber que sería de utilidad en la sociedad. Ella no tendría que ser exclusivamente mantenida por su esposo, sino que tendría dinero para aportar a los gastos de la casa…

…aunque realmente, ella sabía que ese dinero generalmente sería de ella, para comprar sus cosas. Byakuya jamás de los jamases le permitiría pagar algún gasto de la casa. Eso estaba en contra de sus principios elitistas y burocráticos.

—¡Gracias, gracias, gracias!— exclamó una vez más ella, lanzándose de nuevo a los brazos de su esposo. Él besó su frente y acarició los largos mechones naranjas, antes de despedirse de las dos mujeres Kuchikis e irse del gran salón.

xXxXxXx

Orihime se observó por undécima vez en el espejo. Ella estaba extremadamente nerviosa e incluso sentía unos grandes deseos de ir al baño a vomitar. Sus nervios estaban tomando lo peor de sí misma y estaban provocándole hasta unos terribles mareos en esa mañana. Para cualquier otra mujer, ella estaría presentando síntomas de embarazo, pero Orihime sabía muy bien que eso era prácticamente imposible.

Ella era extremadamente cuidadosa con la protección. Byakuya añoraba tener un bebe desde el comienzo del matrimonio, pero Orihime no se sentía preparada para ello. No la tomen a mal, simplemente ella sentía que era todavía joven para tener un bebe. Ella, desde el comienzo del matrimonio, había tenido en mente el poder estudiar y lograr su empleo soñado y ahora lo había logrado. Un bebe provocaría que ella dejara de trabajar para atenderlo y darle unos cuidados especiales, porque por supuesto que ella le otorgaría a su bebe todos los cuidados que su mamá jamás le había prestado a ella.

Sus mareos y sus nauseas eran simple y sencillamente producto de sus tan afectados nervios y no era para menos, durante esa mañana ella comenzaría por primera vez, como profesora de Historia. Sabía que la mayoría de los chicos encontraban esa clase aburrida e irritante, asi que ella tendría que buscar la forma de despertar el interés de todos esos estudiantes. Ella se sentía motivada y decidida a ser una gran maestra.

Ella sin duda alguna lo sería.

Orihime giró sobre sus talones y se encontró con Byakuya, quien la miraba recostado del marco de la puerta. Ella era dichosa, realmente dichosa. Byakuya Kuchiki era un hombre realmente apuesto. Su cabellera poseía la tonalidad de la noche sin estrellas, y su piel blanca competía con la nieve. Sus ojos, aquellos que muchas personas encontraban parecidos a dos gemas de zafiro, fríos y elegantes, la observaban a ella con amor e inclusive se podría decir que mostraban casi devoción hacia ella.

Ella sonrió de lado y caminó hasta detenerse frente a él. — ¿Me veo bien?— cuestionó ella con un ligero tono de diversión en su voz. Byakuya ladeó la cabeza y se quedó callado, fingiendo escrutarla de forma precavida. Orihime lucía un hermoso y fino vestido de mangas que le llegaba a las rodillas. El color azul resaltaba sus ojos grises y su cabellera naranja se veía más oscura de lo normal.

—Aceptable— comentó él, fingiendo desinterés. La joven profesora hizo un puchero y él, con gran delicadeza y cariño le dio un suave golpecito con su dedo índice a la nariz de ella. —Sin duda alguna eres una hermosa profesora. Apuesto a que los chicos encontraran muy interesante tú clase— su comentario llevaba un ligero toque de celos e irritación. Orihime rió en voz baja y se acercó a él.

—Yo sólo tengo ojos para ti, Bya-kun— murmuró sobre sus labios, en una muy convencedora forma de hacerle entender que ella no estaba interesada en nada ni nadie que no fuera él y su familia.

xXxXxXxXx

Oh joder.

Oh mierda.

Oh Santísimo Dios.

Ella estaba realmente jodida. Totalmente jodida.

No, no se refería a que sus nervios estuvieran completamente alterados al ver todos esos estudiantes allí, mirándola como si ella fuera la cosa más interesante en el mundo en su tercera semana de trabajo (si hubiese sido en otra circunstancia, probablemente lo hubiera sentido como un elogio). No, ella no se refería a eso.

"Tú grupo es uno de los peores en esta escuela. Te deseo suerte" habían sido las duras palabras de la profesora Suzuki cuando ella entró por primera vez al aula de profesores. A ningún profesor nuevo le hubiera parecido prometedor las palabras de la bajita y regordeta (Orihime comparó de forma física a la profesora Suzuki con la Sra. Claus, la esposa de Papá Noel) profesora de matemáticas.

"Siento lastima por la pobre chica, probablemente la veremos renunciar dentro de poco" escuchó al profesor Daike decirle a su colega Matsuto. Ambos profesores de ciencias (el primero de química y el segundo de física).

Orihime fue halada por una joven profesora. Según los estándares de belleza actual, Orihime la catalogó como bonita. Su cabellera era parecida a la de su hermana adoptiva Rukia, sólo que era mucho más larga. Sus ojos eran como dos enormes piedras, pero no del color grisoso, sino que era parecido a la miel.

"Si sigues mis consejos todo irá bien. Yo fui la antigua profesora de ese grupo y sobreviví para contarlo. Sólo te diré una cosa, por favor, por favor, por favor…" la joven profesora había suplicado. "ten cuidado de Kurosaki. Si no te cuidas de él… él será tú perdición."

¿Y quién eres?" había preguntado Orihime, aun sin comprender como un muchacho de diecisiete años podía ser la perdición de ella. Era algo estúpido, ella era una mujer adulta que ya tenía veintinueve años y dentro de poco tendría los treinta, ningún muchacho podría convertirse en su perdición.

"La profesora Senna de gramática." había respondido la joven profesora. "Si tienes algún problema o duda, no dudes en buscarme en el salón 204." Luego de esa fugaz presentación, todos los profesores fueron llamados por el deber.

Mierda.

Ella no había comprendido la advertencia de Senna-san porque no tenía razón de ser. Pero ahora sí las tenía. Ahora entendía por qué desde hace dos años todas las profesoras jóvenes que llegaban al instituto salían despedidas. Ya entendía por qué muchas chicas se re-quedaban observando por la puerta hacia el interior de su aula.

El ídolo Kurosaki Ichigo del instituto privado de Karakura.

Él no era cualquier muchacho. No, Kurosaki-kun era nada más y nada menos que el primogénito del Presidente de Japón, y no sólo eso, era nieto del emperador japonés, lo que lo hacía estar en tercera posición lineal al trono. Y aparte de todo eso, el joven poseía una belleza física capaz de dejar sin aliento a cualquier chica.

Sus cabellos eran de una tonalidad naranja eléctrico, sus ojos eran del color del chocolate y su piel poseía el color de los duraznos maduros. Su mandíbula era fuerte, sus labios siempre estaban dibujados en una sonrisa de autosuficiencia, y su ceño, por lo general, estaba fruncido la mayor parte del tiempo. Poseía un cuerpo atlético y por lo que Orihime podía ver, él estaba consciente de ello y lo aprovechaba al máximo.

Todo el que lo veía, lo catalogaba como un chico estúpido con un ego superior a todos. Y era cierto, al menos la parte del ego (él era todo menos idiota). El gran problema estaba en que él estaba desconcentrándola, volviéndola débil y aventajándose de eso.

Está bien, ella admitía que al comienzo ella pensaba que él era un chico problema y que necesitaba que alguien lo comprendiera. Ella lo había iniciado todo con sonrisas y risas ante sus comentarios, pero ella no (lo juraba por Kami) se había propuesto que algo pasara o que él pensara que ella estaba tras de él. No, no, no, no, no…

Oh Dios.

—Kuchiki-sensei— llamó Kurosaki, quedándose en el aula luego de que la mayoría de los estudiantes la hubiese abandonado. Orihime, quien estaba recogiendo sus documentos y preparándose para regresar a casa y corregir todos los exámenes, subió la cabeza y sonrió nerviosa.

— ¿Qué ocurre, Kurosaki-kun?— cuestionó ella, colocando todos los documentos sobre el escritorio. Él sonrió de lado, recostándose del pizarrón de forma despreocupada. La joven profesora le observó distraída, contemplando como los fuertes músculos de él se contraían, como sus largos y expertos dedos jugueteaban con la tiza. "Concéntrate, Orihime, concéntrate"

—Me preguntaba si usted podría ofrecerme tutorías acerca de los temas. Realmente no entiendo los temas y no deseo sacar una mala calificación— comentó, observándola de reojo y dibujando una "tímida" sonrisa.

¡No, no, no, no! ¡Todo menos eso, por favor!

— ¿Tutorías? K-kurosaki-kun, no creo que tenga que darte tutorías, realmente el t-tema no es para dar tutorías, s-sólo necesitas leer más— sus mejillas se habían ruborizado y sus piernas temblaban como gelatina. Kurosaki, incapaz de rendirse, se detuvo frente a ella, con una mirada de súplica.

—Kuchiki-sensei, me aburre leer, aparte de que se me olvidan las fechas. Si usted me diera clases privadas, le aseguro que seré un mejor estudiante y alguna universidad famosa me solicitará…— sus dedos jugueteaban con un mechón de cabello de la profesora, quien respiraba con dificultad. Además, eso haría muy orgullosos a mis padres— eso fue el golpe K-O que sacó a Orihime de carrera y la hizo sentir como basura.

¿A caso ese no era el trabajo de un profesor? ¿A caso ella no había estudiado para enseñar a los demás? ¡Ella estaba siendo egoísta!

Orihime suspiró, cansada. —Bien, te daré unas tutorías particulares. Comenzaremos mañana a las tres en punto en esta misma aula, Kurosaki-kun. — el jovencito sonrió triunfante. Por lo que ella podía ver, él no aceptaba los "no" como respuesta final. Y eso era lo que lo hacía atractivo. Era su actitud prepotente, de chico malo, lo que la hacía sentir débil, lo que la hacía sentirse atraída (lamentablemente ella se sentía atraída hacia él) y lo que hacía que el resto de las chicas babearan por él.

—Muchas gracias, Kuchiki-sensei. Prometo que no se arrepentirá— antes de que Inoue pudiera responder, el joven la había besado de forma rápida en sus labios y con esa misma rapidez había desaparecido del aula, dejándola sorprendida y totalmente desencajada. Ella llevó sus dedos a sus labios y los acarició por unos instantes, recordado lo suave, pero muy firmes que eran los labios de él.

Joder.

Ella realmente estaba jodida.

xXxXxXx

—Has estado muy pensativa, Orihime, durante toda la cena prácticamente estuviste perdida en tus pensamientos— murmuró Byakuya, besando el cuello de su esposa con suavidad. Orihime tenía su mirada clavada en la pared de la habitación, mientras su esposo acariciaba su espalda. Hacía mucho que ellos no tenían intimidad alguna, debido a las extensas horas de trabajo de él y de los estudios de ella. Byakuya tenía mucho trabajo y él realmente lo detestaba. Soñaba con tener más intimidad con su amada esposa, pero llegaba cansado y en ocasiones malhumorado debido al trabajo. Y últimamente ella estaba en las mismas.

—Estoy cansada, es todo— murmuró débilmente ella, aun con su mirada clavada en la pared, específicamente en la hermosa fotografía de bodas que allí estaba. La fotografía de su boda. La ceremonia había sido muy tradicional, ella había lucido un hermoso kimono blanco y Byakuya llevaba su kimono masculino color azul marino. Los dos habían estado muy felices (ella lo demostraba más que él, obviamente) y habían recibido cientos de felicitaciones. En ese día ella había prometido ser fiel hasta la muerte.

—Ohh— respondió Byakuya, dejando de tocar a su esposa y recostando su cabeza sobre la almohada y rodeándola por la cintura. —Entonces descansa, mañana será un día tedioso teniendo en cuenta de que debes regresar a impartir clases. — dijo sin malicia alguna. —Buenas noches, cariño. Aishiteru. —

—Aishiteru— murmuró ella, entrecerrando sus ojos y recordando como ese muchacho de diecisiete años le había besado los labios. Joder, ella tenía que decirle que no volviera a hacer eso, que ella era felizmente casada. Ella debió haberse negado a impartirle tutorías y haber hecho lo que Senna le dijo. "Mantente alejada de Kurosaki"

"Oh Kami"

xXxXxXx

—Y-y en el renacimiento ocurrieron todos esos sucesos importantes y-y que y-yo ya te he explicado— Orihime no podía contener el sonrojo, tampoco que su corazón latiera tan rápido. Ese muchacho iba a matarla. Ella ni siquiera sabía cómo había podido soportar casi una semana dándole esas clases privadas. Cada vez que le observaba, algo dentro de ella se movía… y ni siquiera estaba mencionando los aleteos en el estómago.

Ella estaba cien por ciento segura de que él adoraba verla nerviosa. Le gustaba provocar que ella tartamudeara, por eso mismo es que él sonreía de lado y la miraba con una profundidad inigualable.

Orihime, literalmente, estaba en llamas.

—B-bien, creo que esto es todo— ella se puso de pie con tanta rapidez como le fue posible, pero no pudo evitar el tropezar y caer en los brazos de él. Él la miraba con fiereza y ella estaba casi segura que su cuerpo estaba caliente y sus ojos destellaban con una llama pasional inigualable. Ella, definitivamente, no era la única en llamas.

Oh joder.

—Usted luce muy joven, profesora. ¿Cuántos años tiene?— cuestionó Ichigo con curiosidad. Orihime se alejó rápidamente tratando de recuperar su compostura. Respiró hondo y trató de recuperar el aliento.

—No es de caballeros preguntar la edad a una dama— bromeó —pero tengo veintinueve años— admitió. Él sonrió, esta vez a ella le sorprendió el que él no sonriera de esa forma autosuficiente, sino de una forma real.

Oh mierda.

Él tenía realmente una sonrisa hermosa. Sus facciones se suavizaban y su ceño se relajaba. Lucía casi como una estatua griega. Así de perfecto, así de tentador…

"E incorrecto, Orihime" se dijo ella a sí misma.

—Luce mucho más joven y claro no es que este diciendo que usted sea vieja o algo por el estilo, sino que su rostro la hace ver muy inocente y joven— comentó él. Ella asintió, eso se lo habían dicho tantas veces, incluyendo a Byakuya.

"A veces temo, Orihime" había comenzado Byakuya. Los dos estaban sentados en la cama, observando la televisión. La esposa de uno de los mandatarios del gobierno había sido sorprendida en plena infidelidad. Ella y su amante se veían desde hacía mucho.

Orihime frunció el ceño y luego sonrió. "Nunca te sería infiel, Byakuya. Sabes que te amo con todo mi corazón y alma… yo jamás te dañaría"

"No eres tú quien me preocupa, Hime, sino los que están alrededor. Eres demasiado inocente." Él besó sus labios con ternura. "Pero confió ciegamente en ti y no tengo nada que temer, ¿verdad?" dijo.

Él, una vez más, estaba frente a ella, observándola de forma fija… arrebatando su aliento y control. Arrebatándolo todo.

—K-kurosaki-kun…— protestó ella, siendo silenciada por el dedo índice de él. Su piel era suave a sus labios… y le provocaba escalofríos y una gran dificultada para decir algo. Para detenerlo.

—Usted es muy hermosa, Kuchiki-sensei— comentó él estudiante, acercándose peligrosamente a ella. Orihime retrocedió dos pasos y él se adelantó tres. Ella se sentía como una pequeña presa a punto de ser devorada. Como una tierna oveja frente al astuto y hábil lobo. Él ya la había acorralado, eso ella lo sabía tan pronto había chocado con la pared y él se detuvo a centímetros de su rostro.

Podía sentir el calor de él traspasar su ropa, sus manos estaba sobre su cintura y su fuerte y masculino pecho estaba pegado al de ella. Orihime no pudo dejar de sentirse débil y pequeña al lado de él. Él era tan grande… tan fuerte… tan hábil…

Era como si ella fuera la estudiante y él el adulto de veintinueve años.

—K-kurosaki-kun, por favor…— murmuró sin fuerza alguna, sintiendo un escalofrío recorrer su cuerpo en cuanto sintió la respiración de él sobre sus labios.

"Esto no está bien"

—Le agradará— respondió él.

"Esto no está bien"

—Pero estoy casada— murmuró por lo bajo.

"Esto no está bien"

—No hay problema— continúo él en el juego de palabras.

"Esto no está bien"

—Pero no es correcto— masculló ella, en espera de que él, aunque le avergonzara, continuara con ese juego. Ella amaba a Byakuya, realmente lo amaba, pero ese chico… ese chico estaba provocando emociones nunca antes vividas. Él era como una chispa que luego creaba un incendio inextinguible.

Él era el fruto perdido, el fruto capaz de hacerla bajar a los infiernos si lo probaba sólo una vez.

—Nada es correcto en este mundo— razonó, respirando sobre la oreja derecha de ella y con un grado altísimo de sensualidad, lo rozó con su lengua, provocándole más escalofríos a la joven profesora.

—Pero si se enteran…—

—Nadie tiene por que enterarse— dicho esto, sus palabras fueron calladas ante el fuerte beso de él. Sus labios eran voraces, igual su lengua. Se adentró en su interior y calló toda suplica de que se detuviera. Ya nada importaba…

Ella sólo deseaba que él la recorriera completa, que la hiciera llegar a la cima con esos expertos labios y dedos. Ya nada importaba. Su cerebro había dejado de traerle los recuerdos de Byakuya, ahora solamente el placer importaba.

El placer que ese chico de diecinueve años prometía brindarle.

Él se detuvo y ella dejó escapar un suave gemido de protesta. Joder, ya nada importaba. Él la había incendiado, la había provocado y ahora ella realmente lo necesitaba.

—No soy un violador, sensei— murmuró con diversión él. —Sólo continuaré si usted así lo desea— culminó.

Ese era el momento. ¡Ella tenía que terminar todo! ¡Ella tenía la potestad de detenerlo y cambiar el destino!

Pero ella no lo hizo de esa forma.

Kurosaki Ichigo, estudiante de diecisiete años, sonrió ampliamente en cuanto su profesora dejó caer los tirantes de su vestido. Ella no estaba sonriente, es más, él podía ver la culpa en sus ojos grises… y aun así ella deseaba continuar.

Con una rápida movida él la había colocado sobre el escritorio. Sus bragas blancas había sido descartadas junto al pantalón de él. Ese encuentro fogoso no era como los de su esposo. Cuando ella se acostaba con Byakuya, las cosas eran suaves y tiernas.

Pero él no era Byakuya.

Él era rápido, fuerte y salvaje. Se introdujo en su interior sin problema alguno, y la envestía con fuerza, mientras sus fuertes manos acariciaban sus pechos. Ella gemía sin parar, mientras que sus mejillas, cuello y pecho se tiñaban de rosa.

Oh Kami, a ella le gustaba que él fuera de esa manera. Su miembro se adentraba al interior de ella con una fuerza increíble, y ella… aunque eso la enviara al mismísimo infierno, no quería que él se detuviera.

Amaba a Byakuya, pero el sexo con él era aburrido, en cambio este chico… este chico era diferente.

—Oh Kami, más rápido— masculló ella, acariciando la espalda de él. Ichigo sonrió de lado y con la misma fuerza con la que la había llevado al escritorio, la volteó, dándole una suave palmada sobre su trasero y comenzando a embestirla. —Oh Kami…—

—Gime mi nombre, sensei— ordenó él a su oído, succionando el lóbulo de su oreja. Ella gimió con mucha más fuerza, mientras que sentía el orgasmo llegar. Oh Kami, sólo faltaba un poco más…

— ¡Ichigo!— por primera vez decía ese nombre y no el de su marido. La última embestida, la más fuerte y profunda, los llevó a ambos al orgasmo, provocando que él se corriera en su interior. Los dos estaban sudados, con sus mejillas ruborizadas y con sus respiraciones descontroladas.

Oh joder.

¿Qué diablos ella había hecho?

¡Ella había follado con un chico de diecisiete años en su aula! ¡Ella se había dejado seducir! ¡Ella había engañado por primera vez en su vida a su marido!

Orihime no pudo dejar de sentirse como basura mientras se vestía con rapidez. Sus ojos estaban repletos de lágrimas y podía sentir la mirada de él sobre ella. Él no tenía la culpa, no, no, no. Ella era la adulta allí, ella tenía que haberle puesto fin a todo. Él era sólo un adolescente con hormonas revueltas… ¿y ella? Ella era una mujer adulta que pudo haberle puesto fin a sus intereses sexuales.

—Esto no debe ocurrir de nuevo— murmuró en voz débil, terminando de arreglar sus sostén. Ella esperaba que él asintiera y se marchara, pero no fue de esa forma. El estudiante la tomó por los brazos y la hizo girar, para que así lo mirara a los ojos.

—Usted sabe mejor que yo que esto no va a terminar. Esto es sólo el comienzo. — dijo él de forma seria. Ella lo retó con su mirada, observándole de forma fuerte.

—No me conoces— él sonrió, esta vez no era su sonrisa sincera sino aquella sonrisa que derretía a todas. Una sonrisa orgullosa y autosuficiente.

—Creo conocerla más de lo que usted cree. — comentó, soltándola y dándose la vuelta. —Apuesto a que tiene un matrimonio "color de rosa" pero muy aburrido y es por ello que ha culminado de esta forma. — Orihime lo miró con enojo e indignación.

—Mi matrimonio jamás ha sido aburrido. Es totalmente perfecto...—

—Entonces, ¿si fuera tan perfecto no cree que jamás hubiese culminado de esta forma?— ¿quién diablos se creía que era este chico? Lo de ellos sólo había sido un error. ¡Sólo un error y nada más!

—Te equivocas…—

Él se detuvo frente a ella una vez más, con suavidad acarició las mejillas ruborizadas de la joven profesora y se acercó lo suficiente hasta quedar sobre el oído de ella. —No me equivoco, Kuchiki-sensei. Usted volverá a mí, téngalo por seguro. — besó con ternura los labios de la joven y como había hecho la primera vez, él desapareció al instante, dejando a una desconcertada Orihime en el aula.

Antes de que ella comenzara a llorar y se callera en el suelo de rodillas, observó en el escritorio un pedazo de papel.

Era el número telefónico de él.

xXxXxXx

No, no, no, no. Ella no caería en ese truco. Ella no podía ser débil.

Ella se había propuesto eliminar ese número, botar en el primer contenedor de basura el pedazo de papel.

No, ella no pudo. Algo la ataba a ese estúpido pedazo de papel y lo había dejado en su bolso.

Y ahora ella lo miraba.

"No, dijiste que no caerías en ese juego." Una voz en su mente, probablemente su conciencia, habló.

"¿De qué vale? Ya lo hicimos por primera vez, una vez mas no será nada malo" dijo otra voz en su interior.

"No, es tú matrimonio el que pones en riesgo. ¡Piensa en Byakuya! ¡Él no lo merece!"

"Él nos ha abandonado durante mucho tiempo. Necesitamos esa fuerza pasional de ese chico. ¡Necesitamos sentirnos vivas!"

"Byakuya lo ha hecho por nosotras. Todo lo que hace, todas sus horas viajando y en su trabajo es por nosotras, Orihime"

"Él no se enterará…"

El ruido del timbre provocó que su corazón diera un giro. Luego, cuando sintió una respiración, todo su cuerpo se quedó inmóvil.

"Hola"

—K-kurosaki-kun— hubo un largo silencio, ella incluso pensó que la llamada se había caído, pero no había sido de esa forma. Escuchó la respiración una vez más.

"Siempre tuve las sospecha de que tarde o temprano me llamaría, sensei. Sólo que ha tardado más de lo que debía. Pero no importa, me ha llamado y eso es lo que importa" la chica humedeció sus resecos labios, mientras que sus dedos jugaban nerviosamente con la tela de su vestido.

—Yo…yo…—

"Está bien, sensei, no tiene nada que decir. La esperaré en el hotel que queda en el kilómetro 30. Estaré allí dentro de una hora. Nada de teléfono celular y tenga cuidado de que nadie la vea irse" él hablaba con tanta monotonía que Orihime se preguntó si esta no era la primera vez que él hacía algo de esto.

—Ichigo-kun— recibió un "huh" como respuesta. —Esta no es la primera vez que haces esto, ¿cierto?— cuestionó con interés y cierto dolor en su tono de voz. Una vez más el silencio sepulcral se extendió.

"La espero en una hora." La llamada se cortó y ella se quedó mirando fijamente el teléfono, para luego mirar la fotografía de Byakuya y suspirar.

—Lo lamento— murmuró en voz baja.

Ya no había nada que hacer. Todo estaba dicho.

Ella había comido del fruto perdido y ahora no había vuelta atrás.