El Reencuentro
Capítulo 1: Huellas del Pasado
-Link
Ha pasado un año. Ha pasado un largo año desde la última vez que pude verla: alta y hermosa, sus ojos de un impresionante carmesí, el tono azulado de su piel, su cabello del color del fuego y la intensidad de su mirada. El impactante recuerdo de su belleza. Sus comentarios sarcásticos, su voz aguda, el brillo de sus ojos, su brillante sonrisa. No lo podía sacar de mi mente.
Al principio, cuando la conocí, estaba confundido totalmente en mi forma de lobo cuando ella apareció…Al principio ella era irritante y cruel pero aun así, había algo en ella que me dejaba sorprendido e inexplicablemente maravillado. Aunque me llevó de un lado para otro arriesgando mi vida en cada instante yo me sentía casi feliz de estar con ella. Entonces, cuando nos tuvimos aquel encuentro con Zant en la Fuente de Lanayru, me di cuenta de que yo estaría dispuesto a morir para protegerla y a matar a todo aquel que se atreviese a hacerle daño. Me di cuenta de que ella era mucho más que una sombra molesta que comentaba frases llenas de sarcasmo. Mientras corría a una velocidad segadora con una fuerza que yo mismo desconocía tener, mientras ella murmuraba sin aliento desde mi lomo que tendría que llegar con la Princesa Zelda yo sabía que no podría soportar perderla. Recuerdo el gran dolor que sentí cuando ella me preguntó si podía ir yo solo por la Espada Maestra. Me daba igual la maldición que Zant había puesto sobre mí, yo sólo deseaba que ella no muriera. El mismo dolor que sentí cuando vi a Ganondorf destrozar aquel trozo familiar de Sombra Fundida… Estoy seguro que la venganza fue la única razón por la que pude luchar y salir victorioso, podía recordar el intenso dolor y odio abrirse paso a través de mi pecho, así como el ansia de llenar mi espada con su sangre y bailar sobre sus cenizas... Algo sanguinario, pero no estaba dispuesto a dejar que la persona que le había hecho daño siguiera respirando por mucho tiempo...
Y luego recuerdo cuando la vi en el horizonte, viva nuevamente y habiendo recuperado su gloriosa apariencia. Corrí hacia ella con mi último arranque de energía después de la batalla. Ella era tan hermosa que quedé en ridículo sin poder decir algo apropiado. Estaba completamente feliz en ese momento: Ganondorf había muerto, Zant había muerto y Midna estaba a mi lado… Ese fue la última ocasión en que pude ser feliz. Recuerdo que después de ese momento Zelda, Midna y yo fuimos teletransportados al Circo del Espejo. Para un adiós temporal según lo que yo sabía, según lo que yo deseaba. Pero ella se fue con una dolorosa frase, destrozando el Espejo del Crepúsculo con una de sus lágrimas, destrozando en miles de fragmentos la única conexión entre mi mundo y su mundo, destrozando en miles de piezas mis planes, destrozando en miles de piezas mis esperanzas. La única conexión entre ella y yo. Ella su fue junto con mi felicidad y mis ganas de vivir. Con aquella melodiosa y aguda voz: "Link...yo...te veré luego"
Mi corazón da un brinco al recordar su voz, mi alma se quiebra al recordar su despedida… Recuerdo como vi con horror el espejo mientras se hacía añicos. Yo no pude hacer nada para evitar que se hiciera pedazos frente a mis ojos. Ella se fue con una sonrisa triste en su rostro, desvaneciéndose en polvos dorados hacia el portal que se cerraba.
Primero, estaba en estado de shock sin poder comprender lo que ella había hecho. ¡Midna! ¿Por qué? Mis ojos habían visto como ella se había ido al Crepúsculo, como ella había hecho añicos el espejo… Pero mi mente se negaba a registrarlo, yo me negaba a creerlo. Esa había sido una pesadilla horrible o tal vez, una broma de mal gusto de parte de Midna. Entonces, Zelda me miró y no sé lo que vio en mis ojos pero los suyos se nublaron con desesperanza y algo de tristeza: "Link, debemos irnos. Debo darle las gracias de manera apropiada por todo lo que ha hecho, usted debe descansar y conseguir una poción roja, la gente de la ciudad deben saber que estamos bien y la Espada Maestra debe volver a su pedestal"
En ese instante me di cuenta de que todo era cierto. No era una pesadilla, era mucho peor. Era la realidad, ella se había ido. Ella había roto el único vínculo entre ella y yo. La ira y la tristeza nublaron mi mente y después de un largo rato miré a Zelda y pude comprenderlo mientras mi alma y corazón se quebraban con la comprensión: "Ella… ella… ¿en verdad… se ha ido?" Mi voz se quebró instantáneamente cuando me di cuenta de que mi pregunta era una terrible afirmación. Zelda asintió y me miró con preocupación. Cuando mi mente salió de aquel agradable bloqueo yo… empecé una guerra conmigo mismo ¿Por qué no se lo dije? Dos palabras tal vez hubieran hecho que ella cambiara de opinión ¿Por qué no salí corriendo detrás de ella para acompañarla? ¿Ella no sentía lo mismo por mí? ¿Por qué lo hizo? ¿Cumpliría su promesa? Dentro de lo más profundo de mi mente me di cuenta de que ella no volvería, y ese pensamiento me golpeó con tal fuerza, como una patada en el estómago. Ella no volvería, mi ser entró en desesperación de sólo pensar que no la volvería a ver jamás.
Acompañé a Zelda a la entrada norte de la ciudad, agradecí su ayuda y negué sus ofertas de volverme un noble o un duque o un general o no sé qué cosas más. No la entendí muy bien porque mis oídos zumbaban y en ellos podía escuchar el eco de sus últimas palabras "Link... yo...te veré luego"
Casi al anochecer de aquel triste día llamé a Epona con el silbato de Ilia sin pensar bien en lo que estaba haciendo. Epona… bueno, ella siempre parecía comprender lo que yo sentía. Cuando empezó mi aventura, ella parecía comprender lo confundido y desorientado que me sentía. Cuando volví a ver a los niños y a Ilia, ella parecía comprender mi alivio, cuando Midna se salvó de la muerte (y yo de quedar convertido en lobo para siempre) ella parecía comprender mi felicidad… y ahora ella parecía comprender mi tristeza. Suspiré y me di cuenta de que las lágrimas se habían abierto camino en mis ojos desde hace tiempo… ¿desde cuándo? Yo no lo sabía, pero seguro eso fue lo que puso a Zelda tan preocupada. Debí haberle afirmado que estaría bien pero yo no estaba seguro de que eso fuera cierto. Monté a Epona y atravesé la pradera de Hyrule con lentitud hacia Ordon. La hora del Crepúsculo se acercaba y de pronto me embargó la tristeza de que ella no estuviera en mi sombra burlándose de mí o murmurando un comentario sarcástico.
Ahora había pasado un año desde ese día. El día en que mi espada acabó con la vida de Ganondorf y trajo felicidad al reino de Hyrule… el día en que ella se había ido con una promesa imposible de cumplir. Las primeras semanas después de que ella se fue yo quedé en un estado de bloqueo mental. Mi mente estaba en otra parte, en el Crepúsculo con ella o en su dolorosa despedida. Todos en el pueblo se habían preocupado por mí, especialmente Ilia. Zelda me envió una carta para pedirme que reconsiderara sus ofertas (incluso había una de crearme un día festivo), las cuales consideré un tanto exageradas y las volví a rechazar. Después, cuando recuperé un poco el uso de mis facultades mentales, trate de olvidarla y recuperar mi antigua vida. Jugaba con los niños, ayudaba a Braulio con las cabras e incluso acepté la propuesta de noviazgo de Ilia. Pero aun así, yo no era feliz. Recordaba a Midna diariamente a la hora del Crepúsculo y usualmente Ganondorf o Zant aparecían en mis pesadillas, atacándome. Al final de mis sueños yo lograba sobrevivir y luego Midna se despedía otra vez, rompiendo el espejo… usualmente ahí era donde despertaba sollozando y murmurando su nombre. Obviamente no me fue bien intentando volver a ser un chico de rancho común. Recuerdo el día en que Ilia intentó besarme, yo le correspondí sin emoción alguna, pero luego abrí los ojos y con ayuda de una mala jugada de mi imaginación, su cabello se transformó en ardientes llamas de fuego, su piel adquirió ese bello tono azulado y sus ojos se volvieron de un impresionante carmesí. Entonces respondí al beso con fiereza, murmurando suavemente: "Midna…" En ese momento recibí una fuerte cachetada y la ilusión de mi mente se desvaneció de tal forma que delante de mí había una furiosa Ilia gritando: "¡¿Quién rayos es esa tal Midna?!"
Desde ese día me di cuenta de que necesitaba a Midna tanto como necesitaba el mismo aire, yo no podía olvidarla de ninguna manera y yo no podía esperar a que ella cumpliera su promesa. Así que volví a ponerme la túnica del héroe, la bolsa mágica (regalo de ella) y tomé de nuevo la espada de Ordon para viajar por todo Hyrule buscando una manera de restaurar el espejo o encontrar cualquier otro método para volver a verla.
Han pasado 8 meses desde que empecé mi búsqueda… y no he encontrado forma de volver a verla. Fui a buscar información en el Circo del Espejo, en la sección prohibida de la Biblioteca Real de Hyrule (en el mismísimo castillo), pedí información a Shad, a la Gran Hada e incluso a la Princesa Zelda, portadora de la Trifuerza de la Sabiduría. Y no hay ninguna pista sobre cómo restaurar o crear un vínculo hacia el Mundo del Crepúsculo. Y aun así sigo buscando. He buscado en todos los templos que conozco (tal vez lo que busco este oculto en alguna pared), en todos los libros antiguos y también en cada gramo de arena del desierto. Aún no he encontrado nada, pero sigo buscando. Odio cada día que pasa sin encontrar nada, porque estoy un día más cerca de caer en la desesperanza, un día más cerca de convencerme de que nunca más volveré a ver esa piel azulada, ese cabello color fuego o esos ojos carmesís.
Muy pocas personas saben sobre el tiempo que Midna pasó en el Mundo de la Luz. Entre ellas está la Princesa Zelda, que con éxito ha logrado reconstruir Hyrule como una fuerte y poderosa nación. Aunque la verdad es que me pidió ayuda para amenazar a un par de miembros del Consejo Real… Aparte de esas personas, todo Hyrule parece amar y ser leal a su máxima soberana, quién será vista como una inocente princesa por siempre a menos que contraiga matrimonio. Los seis sabios… bueno, no los he vuelto a ver y los Espíritus de la Luz están en paz y tranquilidad guardando Hyrule.
Todos los de Ordon saben que algo me sucedió durante la Guerra del Crepúsculo, algo que me hizo cambiar totalmente, aún si ese algo es desconocido. Por petición mía, nadie en Hyrule sabe de mis hazañas heroicas. Yo no creo merecer tanta atención o reconocimiento. Después de todo, sólo hice lo que tenía que hacer.
Muy seguido recibo cartas de Iván pidiendo que abandone mi búsqueda y vuelva lo más pronto posible al pueblo, cartas de Ilia amenazándome con hacerme sufrir si Epona sufre algún daño, cartas de Zelda ofreciéndome asistir a alguna fiesta o reunión, cartas de Leonardo invitándome a pasar por la renovada Nueva Kakariko, cartas de Telma pidiendo que fuera a pasar un rato en la tasca o bien, cartas de Yeto invitándome a esquiar y comer algo de sopa especial en su mansión. Todas ellas las contesto con un largo agradecimiento y una negativa: lamentablemente estoy en una importante búsqueda, pero prometo volver en cuánto me sea posible…
Hoy mismo, me encuentro en mi lugar favorito: el Circo del Espejo. Me hacía sentir satisfecho tener algún lugar a donde ir, aún si no me hace feliz. Siempre vengo aquí para recordar el pasado, invocando nuestra historia que se repetía una y otra vez en mi cabeza y precisamente es en este lugar donde terminó. Yo estaba sumido en una profunda nostalgia, cuando el sol comenzó a desvanecerse en el horizonte. "La hora del crepúsculo se acerca" murmuré para mí mismo. Estar en este lugar en este momento del día era algo desgarrador. Casi podía escuchar el eco de sus palabras en el viento: "Link...yo…te veré luego" Eso me traía tantos recuerdos y me hacía sentir tan frustrado y triste. Obviamente que era una actitud masoquista, pero me gustaba escuchar su voz dentro de mi cabeza, aunque fuera con una frase dolorosa. Me gustaba contemplar su belleza en mi mente, aunque fuera la triste imagen de ella desvaneciéndose en polvos dorados dentro del portal. Me hacía feliz aún si causaba dolor a mi alma. Había visitado este lugar muchas veces en el último año, y había visto el sol desvanecerse en el horizonte en este mismo punto. Aun así, los recuerdos que podía invocar en estas condiciones causaban la misma cantidad de dolor o incluso más. El camino no se volvía más fácil. Epona estaba aburrida de recorrer la misma ruta, yo sufría cada vez más y Tobías y Jeremías estaban nadando en rupias. Además estaba la equivocada esperanza de que un día yo llegaría y ella estaría ahí esperándome… Suspiré mirando hacia el cielo que vestía los colores anaranjados del crepúsculo y no pude evitar ver su rostro dibujado en las nubes.
