Mi diente de león
Capítulo 1: Regreso
Abro los ojos lentamente. Pestañeo varias veces y rebusco en mi interior el terror normal de todas las mañanas, pero por primera vez no hay nada. Respiro con total tranquilidad y pienso en mí misma como un cascarón vacío, libre de todo tipo de sensaciones y sentimientos. Comparado con las pesadillas constantes, este estado es casi bueno.
Permanezco en la cama durante un tiempo indeterminado, pensando en mi nueva realidad insensible, mientras inconscientemente espero que las pesadillas regresen. Los primeros rayos de sol entran por la ventana y decido que es momento de levantarme. Es en ese momento en que la primer sensación del día me invade: curiosidad. La siento tan extraña que no la interpreto enseguida, pero luego me encuentro preguntándome por la falta de las pesadillas y la razón de este nuevo cambio. El descubrimiento me calienta por dentro, y siento que por primera vez en meses estoy viva.
Doy un par de pasos inconscientes hacia la puerta y otro nuevo descubrimiento me golpea: la necesidad. Me sorprendo ansiando un baño caliente para librarme de todos estos meses de encierro. El sólo pensarlo me provoca una risa histérica que termina tan pronto como comenzó. Tomo un poco de ropa sin mirarla realmente y me dirijo al baño.
Dejo la muda de ropa sobre el lavamanos y paso a abrir el agua para llenar la bañera. Una vez que se encuentra casi llena, juego un poco tirando diferentes líquidos que la aromatizan y la llenan de burbujas. Finalmente me quito la ropa y me sumerjo sin pensar en la quemazón que me provoca la alta temperatura del agua.
Me lavo lentamente de pies a cabeza, dejando que toda la suciedad desaparezca poco a poco. Luego me recuesto, dejando la cabeza apoyada contra el borde de la bañera. Cierro los ojos y vuelvo a cavilar sobre mi nuevo estado de ánimo. Me resulta tan familiar, como un amigo que regresa después de mucho tiempo.
Me resigno a no encontrar la similitud con nada que haya sentido en mi vida y me dedico a intentar encontrar la razón. Pienso en mi rutina de los últimos meses y no descubro ningún cambio sustancial que pueda alterar mi ánimo. Respiro hondamente varias veces, enfurruñada conmigo misma, y es en ese momento en que lo huelo. El aroma me invade de repente y mi estómago gruñe ansioso. Intento conectar mis recuerdos con ese aroma peculiar y cuando lo logro esbozo una sonrisa: es igual al de los panecillos de queso que Peeta cocinaba para mí antes de los Segundos Juegos.
La respuesta me golpea con tal fuerza que siento dolor en el pecho, donde mi corazón se ha acelerado de repente. Peeta. La respuesta a mi cambio de ánimo es Peeta. Había olvidado el hecho de que había regresado ayer.
Sin previo aviso comienzo a reír, primero despacio y luego estruendosamente. No es una risa feliz, ni divertida, se asemeja más a la risa histérica de un loco. Y sí, capaz he llegado a volverme loca con el tiempo. No hay razón por la que la relación entre mi nuevo yo y el regreso de Peeta pueda provocarme tanta gracia.
Continúo así por bastante tiempo, al punto que mis ojos comienzan a llorar y se me dificulta respirar. Un golpe en la puerta me detiene por un instante, pero vuelvo a reír al pensar en la voz de Peeta llamándome desde el otro lado. Pero no es su voz la que resuena, sino la de Sae.
- ¿Katniss? - llama con la voz llena de preocupación y yo dejo de reír al instante - ¿Te encuentras bien?
Respiro profundo varias veces antes de contestar y aún así cuando lo hago mi voz suena ronca y desgastada por la risa.
- Sí, sí. Enseguida salgo.
Salgo de la bañera rápidamente salpicando todo a mi paso, y tomo una toalla. Me tomo mi tiempo para secarme y vestirme. Finalmente me paro frente al espejo y comienzo a peinarme. La Katniss del otro lado del espejo me parece tan extraña con su piel restaurada en partes y su cabello desparejo que tardo en asimilar que me veo a mí misma. Me hago una trenza rápida, ignorando los mechones cortos que se escapan por ella y salgo del baño.
Sae no se encuentra tras la puerta, por lo que bajo las escaleras lentamente en dirección a la cocina. La veo allí haciendo el desayuno con una sonrisa en la boca. Se voltea a verme cuando escucha mis pasos y yo intento esbozar una media sonrisa que parece bastante real.
- ¡Qué bueno es verte en pie! ¡Y con tan buena pinta! - dice con tal felicidad que el chocolate de las tazas que tiene en sus manos salpica el piso y la mesada.
Pero yo no le contesto. Permanezco con la mirada fija en la tercera persona en la cocina, mientras dentro de mí siento el mismo calor que me hace sentir viva. Pestañeo varias veces y luego sonrío, pero no una de esas sonrisas falsas que tanto fingí en los últimos años. Una sonrisa de verdad, nacida del fondo de mi alma sin que yo quisiera.
Frente a mí, sentado en una silla Peeta me sonríe también y entonces lo recuerdo: la última vez que me había sentido tan segura y tranquila fue en nuestros Segundos Juegos, la mañana siguiente a que nos besáramos en la playa. Sonrío más si es posible.
- Me alegra verte - digo sin pensar y lo abrazo.
Buenas!
Luego de muchísimo tiempo vuelvo a publicar una historia. Entre la Facultad, el trabajo y la vida no pude volver a escribir nada en mucho tiempo. Pero para ésta me tomé el ratito ya que llevaba mucho tiempo dándole vueltas en la cabeza. Tengo pensadas varios capítulos más que le siguen, así que los iré subiendo ni bien pueda.
Espero sus reviews ^^ me llenaría de felicidad que les gustara!
Nos estamos leyendo próximamente ^^
Louuu
