EL CHICO DE LA CÁMARA FOTOGRÁFICA
Por Cris Snape
Disclaimer: El Potterverso es de Rowling.
Esta historia participa en los "Desafíos" del foro "La Noble y Ancestral Casa de los Black". Como adoro poner al muso a trabajar, aunque a veces a él no le haga nada de gracia, me apunté al Desafío 12 que dice tal que así: "Ron Weasley aún está resentido con Harry Potter ya que le ha mentido y no ha querido desvelarle su plan de presentarse a campeón de Hogwarts. Por eso intenta pasar los días con otros compañeros y descubre a Colin Creevey, pero lo que en un principio era un alivio se convierte en un infierno porque Colin no deja de hablar de Harry. Finalmente Ron intenta rehuir su compañía sin mucho éxito".
Vamos a ver qué sale de todo esto. Aún no he escrito ni una sola palabra del fic, pero he decidido que entremezclaré dos géneros a priori muy distintos entre sí, "Parody&Horror". Deseadme suerte porque la voy a necesitar.
1
¡Pues me enfado y no respiro!
— ¡Venga, Harry! Dime cómo lo has hecho. Porfa.
Ron Weasley pretende resultar zalamero, pero sólo consigue que el aludido ponga los ojos en blanco y bufe como un hipogrifo rabioso. Cualquier individuo que presencie dicha reacción podría decir que el señor Harry Potter oculta algo de gran gravedad y, además, carece por completo de paciencia. Sin embargo, si ese mismo individuo supiera que el chico pelirrojo que le acompaña ya le ha hecho esa misma pregunta ochenta y siete veces exactas, ni una más y ni una menos, podría comprender perfectamente la reacción exasperada del desdichado niño Elegido.
— Ya te he dicho que yo no he hecho nada.
— Sí, ya. Eso no te lo crees ni tú —Ron Weasley se pone rojo hasta las orejas y se cruza de brazos, enfadado por no obtener la respuesta anhelada—. ¿Qué pasa, Harry? ¿Acaso no somos amigos?
— Sí.
— ¿Acaso no te he invitado muchas veces a La Madriguera? ¿Acaso no nos conocimos en el Expreso de Hogwarts y sentimos la flecha de la amistad atravesarnos el corazón? ¿Acaso no te rasco la espalda cuando te pica por las noches? ¿Acaso no me agacho a recoger la pastilla del jabón en la ducha cuando, ya sabes, se te cae? ¿Acaso no…?
— Vale ya, Ron. Te prometo que si hubiera hecho algo te lo diría, pero es que no he hecho nada.
— Vamos a ver, Harry. ¿Tú te crees que me chupo el dedo? Puede que no sea el más talentoso de mis hermanos —Ron se cruza de brazos, cada vez más y más malhumorado. Harry es un chico difícil. Seguro que ni la más potente poción de la verdad podría contra su silencio. Claro, como venció a Voldemort siendo un bebé, es lo más normal—. De hecho, creo que estoy muy lejos de serlo porque Bill rompe maldiciones, Charlie cuida dragones, Percy se sabe de memoria toda la legislación mágica, George y Fred tienen una gran inventiva y Ginny es buenísima con el mocomurciélago —Ron se interrumpe y carraspea—. Pero bueno, que estoy divagando y ya sabes lo que quiero decir, que bastantes veces te he soltado ese mismo rollo ya. La cuestión es que si tú te crees que soy tonto. Porque no me creo que no hayas hecho nada para meter tu nombre en el Cáliz de Fuego. Y tampoco te estoy pidiendo que me dejes ser tu sombra durante el torneo porque a decir verdad acojona bastante participar en algo así, pero el mundo no se va a acabar si me dices cómo lo has hecho.
Harry parpadea con perplejidad. Ron nunca ha destacado por su locuacidad y apenas es capaz de creerse que haya dado un discurso tan largo. Supone que lo único que pretende su pelirrojo amigo es despistarle, hacerle bajar la guardia y sonsacarle la verdad, pero es que él no tiene nada que decir. No tiene ni idea de cómo ha terminado siendo uno de los campeones del Torneo de los Tres Magos y no le hace ni puñetera gracia estar metido en ese marrón.
— Que no he hecho nada, colega. Alguien ha debido meter mi nombre en el cáliz, pero no tengo ni idea de quién ha sido.
Ron entorna los ojos, las pecas de su rostro adquieren una nueva dimensión y alguien podría jurar que le sale un poco de humillo por las orejas. Está furioso, se siente decepcionado, traicionado, vilipendiado y muchos otras palabras terminadas en "-ado". Agita los puños en el aire como si pretendiera acabar con una invasión de duendecillos de Cornualles y deja las cosas bien claras. ¡Qué Ronald Weasley no tiene un pelo de tonto, por Merlín! Y le da igual lo que piensen los demás, por supuesto.
— Pues si no me cuentas la verdad, ¿sabes que te digo? ¡Qué me enfado y no respiro! ¡Hombre ya!
Y con la poca dignidad que le queda tras pronunciar semejantes palabras, se da media vuelta y se mete en el castillo. No piensa volver a ser amigo de Harry hasta que no reconozca que le ha tomado por idiota y le cuente el secreto que pretende guardar con tanto celo. Se buscará amigos nuevos y no le echará de menos ni por un segundo. ¡Faltaría más! Con lo carismático que es él.
¡Oh, no!
2
¿Nos ajuntamos?
Objetivo número 1. Neville Longbottom. Muy buen candidato.
Ron Weasley sonríe y guarda el pergamino en su mochila. Ha dedicado por lo menos diez minutos de la hora del desayuno a escribir esa lista y está dispuesto a encontrar a su nuevo amigo del alma esa misma mañana. Neville está en el número uno.
No es que nunca antes haya sentido especial interés por saber cosas de su vida, pero Longbottom es un chico solitario que no tiene formado su grupito de amigos y debe ser fácil embaucarle y convencerle de que vaya con él a todas partes y le acompañe a agobiar a Hermione para que les deje copiar su tarea.
Contento porque sabe que el éxito será inmediato, Ron apura el trocito de pastel de jengibre que se ha agenciado en el último momento y corre hasta ponerse a la altura del chico. En el proceso, pasa junto a Harry y está a punto de saludarle, pero no debe ceder a la tentación. No tan pronto, joder. Ni que Potter fuera imprescindible en su vida.
— Hola, Neville. ¿Qué haces?
— Esto… —El pobre Gryffindor solitario no sabe qué responder—. Voy a clase de Herbología. Como tú y los demás.
— ¡Oh, claro! —Ron le pasa un brazo por los hombros, convencido de que así logrará hacerse su amigo antes. Le parece que Neville intenta liberarse, pero no cede en su empeño—. A ti se te da bien la Herbología, ¿no?
— Pues sí.
— ¿Y es eso lo que vas a hacer cuando seas mayor?
Neville alza las cejas como si no diera mucho crédito a su pregunta.
— No lo sé. Puede.
— Francamente, me parece que la herbología es una actividad muy aburrida y no tiene ni punto de comparación con el quidditch o los duelos mágicos, pero si a ti te gusta a mí me parece fenomenal. Para eso estamos los amigos, ¿no?
— ¿Qué?
— Para apoyarnos y todo eso.
Neville parpadea y finalmente, y con mucho disimulo, logra librarse de su abrazo.
— Ya, vale. Gracias por tu apoyo y eso, pero tengo cosas que hacer. Justo allí.
Y el señor Longbottom huye de su lado como alma que lleva el mortífago. Ron frunce el ceño, extrañado porque su carisma no le haya afectado en lo más mínimo al chico solitario, y da un respingo cuando Harry se planta a su lado.
— Oye, colega.
— ¡Habla trucho que no te escucho! —Grita el pelirrojo al tiempo que se tapa las orejas.
— ¡Ron! ¡No seas crío!
— ¡No soy crío! ¡Y no hables, que no te ajunto!
Dicho eso, Ron se aleja unos pasos de su antiguo enemigo. Le parece que Harry le mira entre sorprendido y dolido y no le importa. ¡Ja! Como si se fuera a dejar manipular por esa carilla de perro abandonado. Esta muy herido en su orgullo de macho Weasley y no piensa ceder ni un ápice, aunque le cueste un mundo encontrar nuevos amigos.
Reconoce que su aproximación a Neville ha sido un poco desastre y mira con interés a Seamus y Dean. ¡Ay! ¡Qué bonita es la amistad! Sus compañeros de Gryffindor son amigos del alma y también vieron sus corazones atravesados por las flechas del Cupido de la Camaradería. Ron tiene la certeza de que no podrá hacer amistad con ellos y se dispone a soltar un bufido cuando alguien le chista. Mira a su alrededor y le parece ver una cámara de fotos oculta detrás de una armadura.
— ¡Aquí, chico pelirrojo de cara pecosa y extremidades desproporcionadas!
— ¿Me dices a mí? Porque yo no tengo las extremidades de ninguna forma.
— No discutamos eso y aproxímate, anda.
Ron no se fía mucho pero sería de tontos no obedecer a una cámara de fotos flotante. Muerto de curiosidad, se acerca a la armadura y se lleva una pequeña desilusión cuando ve a Colin Creevey allí escondido. Creevey es un mengajo de tercer curso que siente una particular fascinación por su antiguo amigo el señor Potter.
— ¿Creevey? —Su herencia materna se hace notar en ese momento, mientras pone los brazos en jarra y se dispone a lanzar un ataque de regañina mortal—. ¿Qué haces ahí? Tendrías que estar en clase y no haciendo lo que sea que haces.
— Estoy espiando a Harry. Es el mago más grande de todos los tiempos y le quiero y le adoro y me quiero casar con él en matrimonio y tener sexo pero sin tocar teta ni vagina porque, bueno, Harry no tiene ni lo uno de lo otro. Y lo sé bien, que te lo puedo demostrar.
— ¡Ajá! —Ron, que a decir verdad no le ha hecho mucho caso, prosigue con la bronca—. Todo eso me parece muy bonito, señor Creevey, pero mientras da vueltas por el castillo no asiste a clases y debo decir que la educación es el pilar de nuestra sociedad. Si no escuchas las lecciones de los profesores y apruebas el curso, terminarás convertido en un mendigo fracaso de la vida. O peor aún, en un concúrsate de Gran Hermano que intentará vivir del cuento y tendrá que fornicar con un montón de famosillos sin oficio ni beneficio. ¿Es eso lo que quieres para ti?
— No sé. ¿Tú crees que Harry Potter es un famosillo de esos? Porque si lo es, no me importará.
— ¡Creevey! ¡No me estás escuchando!
— Si te escucho. Lo que pasa es que eres más plasta que mi madre y, además, estamos perdiendo un tiempo precioso con esta conversación tan absurda. Tengo que proponerte un trato.
— ¿Un trato? ¿Tú a mí?
— Sé que necesitas un amigo —Colin Creevey baja el tono de voz y se acerca a él para compartir confidencias—. Yo estoy dispuesto a serlo siempre y cuando pasemos tiempo juntos.
— ¡Uhm! Eso es exactamente lo que estoy buscando. ¿Cómo lo has sabido?
— Un mago nunca rebela sus trucos. ¿Aceptas?
— ¿Qué obtienes tú a cambio?
— No es de tu incumbencia. ¿Aceptas?
Ron se lo piensa. Creevey es un mico de tercero, pero su oferta es buena. Así pues, se cruza de brazos y entorna los ojos.
— De acuerdo, Colin. Yo te ajunto si tú me ajuntas. ¿Nos ajuntamos?
Creevey asiente. Ron no se percata de la malicia presente en sus ojos porque es un poco obtuso.
3
666
Apenas lleva veinticuatro horas siendo el amigo del alma de Colin Creevey y ya se ha dado cuenta de que hay algo que no anda del todo bien dentro de su cabeza. Aunque ha intentando proponerle alguna interesante actividad que llevar a cabo, Colin tiene muy claro a qué quiere dedicar el tiempo, el libre y el ocupado, y no acepta negativas.
— Colin —Murmura, intentando pasar totalmente desapercibido tal y como le ha indicado su compañero—. Llevamos aquí más de media hora. ¿Por qué no nos vamos a otro sitio?
— ¡Calla, pelirrojo! —Colin agita un brazo y con el otro sostiene firmemente su cámara de fotos—. El cuco está a punto de volar del nido.
— ¿Cuco? ¿Quieres echarle fotos a un cuco? A lo mejor podríamos ir a la lechucería.
— ¡Habla más bajo, hombre! No quiero que nos oigan.
— Pero Colin…
Su protesta se ve interrumpida por un gesto enérgico y Ron se ve obligado a fruncir el ceño. Pues vaya birria de acompañante que se ha buscado. Eso de esconderse detrás de los arbustos es un rollo total y, además, se le está clavando una rama donde la espalda pierde el nombre. O al menos espera que sea una rama porque uno nunca se sabe lo que le puede pasar cuando vive en un mundo en el que existen las capas de invisibilidad.
— Mira, colega —Dice cuando está harto de verdad—. Tú puedes quedarte aquí, pero yo me largo porque me aburro y tengo que ir a clase.
Se dispone a levantarse para cumplir con su amenaza cuando una mano se planta en su hombro y le inmoviliza casi por completo. ¡Joder! Cualquiera diría que ese mocoso tiene tanta fuerza.
— ¡Ahí está!
Mientras Colin comienza a hacer fotografías de forma frenética, Ron busca al cuco con la mirada. No encuentra nada de nada. Lo único que ve es a sus compañeros de estudios saliendo del Gran Comedor para ir a clase. Harry Potter entre ellos. Ron se pone en pie y se siente indignado.
— ¿Estamos espiando a Harry?
— En efecto.
— Pero se supone que… —Ron echa un vistazo a su alrededor y se percata de lo raro que es que es que un montón de arbustos hayan aparecido en el interior del castillo—. ¿Tú has conjurado todo esto?
— Uno tiene que pasar desapercibido cuando acecha a su objetivo.
— ¡So zopenco! ¿Es que no te das cuenta de que así llamas más la atención?
— No lo creo. Llevo haciéndolo desde que vi a mi adorado Harry por primera vez y nunca nadie se ha dado cuenta.
Ron enmudece y su mente se pone a recordar. Sólo entonces se percata de que en muchas ocasiones, cuando estaba a solas con Harry, las plantas crecían espontáneamente a su alrededor. Nunca le dio importancia porque Hogwarts es Hogwarts y los prodigios ocurren a todas horas en su interior, pero ahora todo alcanza una nueva dimensión.
— Pues lo que haces no está bien, que lo sepas —Dice, incapaz de añadir palabra alguna.
— ¿Por qué? Los paparazzi lo hacen constantemente. Debes comprender, amigo pelirrojo, que las personas famosas tienen millones de fans en todo el mundo, ansiosos por conocer los entresijos de su privacidad y dispuestos a hacer cualquier gilipollez para complacer a unos ídolos que ni siquiera conocen su existencia. Yo soy uno de esos fans y como me gusta la fotografía, no necesito de ningún paparazzi para hacer el trabajo pesado porque me encanta hacerlo a mí.
— ¿En serio? Pues yo creo que estás loco. Como una cabra.
Colin baja la cámara fotográfica y le mira con los ojos entornados. Y Ron no ha visto al viejo Voldemort en toda su vida, pero duda mucho que su mirada sea más acojonante que la de Creevey en ese momento.
— No deberías hablarme así, pelirrojo pecoso. Soy tu mejor amigo.
— Estoy empezando a dudar que haya sido buena idea poner en marcha esa amistad.
— Ya veo —Colin deja la cámara en el suelo y se cruza de brazos. Y joder si da miedo, pero del de verdad—. Tú no me conoces bien, Ronaldo Comadreja.
— ¡Ey!
— Calla y escucha. Puedo parecer una criatura inofensiva, pero has de saber que siempre consigo lo que quiero y que no soporto que la gente haga tratos conmigo y los incumpla. Soy capaz de cosas muy feas, que lo sepas.
— Venga ya —Ron quiere sonar indiferente y obtiene cierto éxito.
— Hablo en serio —Creevey asiente vigorosamente, con la misma expresión de un niño pequeño que está a punto de zamparse un cargamento de caramelos—. Hasta tengo un 666 tatuado en la nuca. ¿Quieres verlo?
— Los tatuajes no me molan. Me dan miedo las agujas.
— Ya, pero es que yo nací con él ahí. Y mis padres querían ponerme Damien. Al final me pusieron Colin por un tío abuelo que vive en Irlanda y sale en el Libro Guinness de los Récords por ser el hombre que más litros de cerveza se bebe sin ir a mear.
— Vale. ¿Qué me quieres decir con eso?
— ¿Acaso no sabes lo que significa el 666 tatuado en la nuca de un niño? —Colin parece genuinamente sorprendido y entorna los ojos ante la cara de idiota redomado que acaba de poner su pelirrojo amigo. Convencido de que dar explicaciones es inútil, chasquea la lengua—. Da igual. La cuestión es que no quieres ser mi enemigo.
— ¿Por qué?
— Porque soy peor que Voldemort, la tía Muriel y Myrtle la Llorona juntos.
Ron da un salto de terror, consciente de que sus malas vibraciones no iban nada desencaminadas. Le apetece escaparse del niño con tatuajes raros en la nuca, pero considera que lo más sensato que puede hacer es quedarse parado justo donde está y ceder a las presiones de ese ser tan maligno.
— Está bien. ¿Qué quieres hacer?
— Harry se va a pasar dos horas en el aula de Pociones, así que vamos a ver en qué podemos aprovechar el tiempo.
— ¿Y no puedo ir a clase yo también? Es que Snape se cabreará mucho.
— ¡Oh, Snape! —Y Colin, pese a lo malo que es, se estremece de pánico. ¡Cómo puede tener tanta grasa en el pelo ese hombre!—. Está bien, lárgate. Pero te quiero aquí en cuanto te quedes libre. ¿Vale? Hay muchas cosas que hacer.
Ron asiente y sale pitando. Colin Creevey es un niño muy raro. Muy, muy raro.
No pensé que esta chorrada de fic fuera a alargarse tanto, así que he decidido que os voy a adelantar el primer capítulo para que me comentéis vuestras impresiones y tal. Ya sabéis como proceder. Besetes y hasta el próximo.
