Disclaimer: Este fic no me pertenece, es una adaptacion de la obra Ansia de Pasion de la Escritora Kresley Cole. Los personajes de SCC no me pertenecen son propiedad de CLAMP, esta adaptacion es hecha sin animo de lucro simplemente para entretener.

Aclaraciones:

pensamientos - frases de importancia

- Dialogos

Prólogo

El Bosque de los Tres Puentes Invierno 1827

Quiere marcar mi carne... La luna llena brillaba en los lienzos de nieve y los estériles árboles, haciendo que el vestido verde de cazador de MEILING brillara tan distintivamente como un faro para la bestia que la perseguía.

Marcarme con sus dientes, pensó salvajemente mientras saltaba sobre un helado arroyo. Cuando el rugido frenético de la bestia hizo eco a través del bosque, tropezó en el terraplén. Escalándolo desesperadamente, continuó hacia su casa.

Las ramas de los abedules se le clavaban en el pelo y la arañaban la cara entumecida por el frío. Mientras se retorcía para soltarse de su agarre, la nieve empezó a caer una vez más, enturbiando su visión. Otro bramido en la oscuridad silenció a las criaturas de la noche, el sonido de su respiración desigual comenzó a ensordecerla.

SHAORAN, el hombre al que amaba desde que era una niña, le había advertido sobre la luna llena, preparándola:

- Cambiaré, MEILING. No puedo controlarlo. Y tú eres vulnerable a que te haga daño...

Había insistido en encontrarse con él esta noche, porque había sabido cuan crítico era este tiempo para él, y porque estaba ansiosa por compensarle por negar sus deseos una y otra vez. Pero entonces, a última hora, su valor falló. Había mirado a la cara de su amado, y la luna había revelado a un monstruo en su lugar.

Él había sabido que ella estaba horrorizada. Sus ojos brillantes azul hielo, habían estado llenos de un anhelo animal hasta que se habían estrechado con comprensión.

- Corre... MEILING —había dicho ásperamente—. Ve al... castillo. Enciérrate... lejos de mí.

Podía oírle precipitándose hacia ella, más cerca, pero ella casi estaba allí. Alcanzando el borde del bosque, vio su casa en el claro nevado bajo ella, un castillo imponente en medio de la confluencia de los tres grandes ríos de su reino. Tan cerca.

MEILING corrió por el familiar y tortuoso sendero que la llevaría abajo. Tan pronto como salió al camino, un movimiento explotó ante sus ojos. De repente al aire rebosó de cuervos, disparándose a su alrededor, las alas batiendo contra su cara entumecida. Balanceándose entre ellos ciegamente, tropezó y perdió pie en el helado sendero cubierto de raíces.

Sin peso... cayendo... cayendo al lado del barranco... El impacto le arrancó violentamente la respiración de los pulmones e hizo que su vista se oscureciera. Todavía cayendo...

Cuando aterrizó en el fondo, hubo un mojado sonido asqueroso como si alguna fuerza le golpeara a través del estómago. Un inimaginable dolor la atravesó. Miró boquiabierta con incomprensión al afilado tocón que salía de su cuerpo. No... no... no puede ser.

Mientras el dolor disminuía a solo una fría sensación de presión interior, débilmente asió los restos de un abedul, talado por uno de los leñadores de su reino.

Con cada respiración, la sangre burbujeaba de su boca. Goteaba por su cara a la nieve, tan suavemente como sus lágrimas.

MEILING de los Tres Puentes moriría en las sombras de la luna de su propia casa.

Aturdida, mirando fijamente al cielo, escuchó mientras la bestia se apresuraba hacia ella lo más rápido que podía, como si oliera la sangre. Antes de que pudiera alcanzar a MEILING, reconoció que ya no estaría sola.

Justo después de que divisara más cuervos volando en círculos sobra su cabeza, unos labios helados se encontraron con los suyos. El vacío y el caos se filtraron por ella como una enfermedad. Mientras se retorcía fútilmente, una voz dentro de la cabeza de MEILING habló a la noche, una víspera invernal rebosante de propósitos.

Muere —susurró la voz contra la boca sangrienta de MEILING. Inmediatamente, ella percibió la debilidad de su corazón. Los pulmones cesaron su labor y la máscara de dolor de su cara se aflojó.

La presencia se desvaneció, reemplazada por otra. La última mirada de MEILING fue a la bestia, rugiendo en agonía a la luna, clavándose las garras en el pecho con salvaje dolor.