- Vamos, voy a masturbarte en esa iglesia.

No era algo que me pareciera extraordinariamente excitante, pero él siempre estaba tan empecinado en embarcarse en esas aventuras raras que solo terminaban estallando en la cara de las demás personas. Nunca mejor dicho en este caso, sobre todo, si es que alguno de los feligreses tenía la mala suerte de estar sentado a nuestro lado.

Camino cansinamente detrás de él, con esta estúpida camisa a cuadros cubriendo mis tatuajes, metida dentro del pantalón. El piercing en mi miembro roza de vez en cuando con la cremallera. Nunca llevo ropa interior. Me he acostumbrado a andar libre por la vida… mostrando mi pene a quien quiera verlo.

- Esto va a ser divertido.- Claro. Jugar a ser buenos cristianos es divertido. Jugar a ser quienes no somos es siempre divertido.

Se atreve a darle la mano a uno de los que esperan en la puerta como anfitriones. Le sonríe, se da vuelta y palmotea la espalda del otro tipo en traje. Es increíble lo bien que logra personificar su papel… aunque, quizá, lo increíble sería que no pudiese hacerlo; tiene demasiada experiencia fingiendo como para ir a fallar ahora. Yo meto mis manos en los bolsillos y asiento con la cabeza, sin poder sacar este gesto huraño de mi semblante. Desvío rápidamente la mirada y paso haciendo caso omiso a la mano extendida que espera ser saludada.

- Vas a hacer que nos descubran.- Me susurra ya adentro, buscando un lugar libre.

- ¿Y crees que esto nos haría pasar más inadvertidos?- Repongo, mostrándole la tinta negra grabada en mis nudillos.

- "Puta tu mamá".- Lee, divertido.- ¿Así que de ella lo heredaste? ¿eh?

- Hmp.- Como si pudiera negarlo.- Ahí hay un sitio.- Señalo escuetamente con la mandíbula una de las bancas del fondo del salón.- Sacúdemela rápido que no quiero desperdiciar aquí todo mi día.

- A sus órdenes, mi comandante.

Se coloca en pose militar y, luego de hacer el tonto por un rato, me escolta hasta la banca. Aún no sé porque lo sigo en este tipo de cosas. Es algo que se da espontáneamente. De repente ve algo y se le ocurre una travesura. Es un niño en tantas formas. Aunque esté marcado y desteñido, no está curtido. Su piel no está anillada por una serie imparable de hologramas mentales… yo nunca dejo mis problemas atrás, ni siquiera cuando estamos tan drogados como para poner a funcionar nuestras neuronas.

Me sentiría culpable si no fuera porque, en cada una de estos devotos rostros, veo a mi tío. Nadie sabe cómo es realmente uno por dentro. Yo no sé cómo son ellos y ellos no saben cómo soy yo. Me pongo una camisa cerrada hasta el cuello, oculto mis dedos manchados, me peino hacia atrás y cubro mis ojos vidriados con unos lentes botella: listo, soy uno de ellos.

El cierre de mi pantalón resbala mientras el dobe lanza furtivas miradas. Pero él no mira al resto como lo hago yo. Yo los miro y me pregunto si habrá algún pedófilo orándole a Dios. Si habrá alguien pidiendo perdón por engañar a su esposa o por abandonar a sus hijos, por abortar un feto indeseado al que jamás llamarán hijo. Yo juzgo todo lo que veo. Naruto solo se asegura de que nadie vaya a interrumpir su pequeña jugarreta.

- Ni siquiera en un lugar como este puedes dejar de ser un sopla penes.- Mi crítica le resbala.

- …dimos por nuestra hermana, la Pastora Tsunade, que padece desde hace cuatro días en el hospital. El Señor esté con ella. Sea su voluntad que su sierva retorne y se una de nuevo a su rebaño. Sea Él quien guíe sus paso…

- Cállate. Te lo creería si estuvieras fláccido.

Empieza a jalar, a apretar y a acariciar la punta de mi erección. No estoy seguro de en qué momento se me puso así de dura. Debe tener vida propia, porque yo sigo concentrado en aquella palabras: "Sea su voluntad que su sierva retorne y se una de nuevo a su rebaño." ¿Y si Él no quiere? Es más, ¿si quiere pero nuestro libre albedrío simple y llanamente nos lleva a hacer todo cuanto podemos por apartarnos de Él? ¿Qué ocurre si oran, y siguen orando, y no paran de orar, así como Naruto no para de agitar su mano en torno mío, y esa mujer, Tsunade, muere de todas formas? ¿Qué pasa si Naruto se esfuerza, durante todo el sermón, por hacer que me corra y yo, por órdenes superiores de mi cerebro, no me corro? ¿Es realista eso? ¿Puede pasar? ¿Se puede esquivar lo obvio?

- Agárramelo con más fuerza.- Le clavo las uñas desmaltadas en la rodilla.- Si me la vas a cascar, hazlo bien.

La presión hace que gruña un poco. A pesar de lo mucho que duele ser manipulado de esta manera, lo disfruto tanto como para sentir que al fin esas palabras de oración se van desvaneciendo de mi mente. El sacerdote, padre, pastor o engaña muchachos, sigue dando un sermón sobre lo mucho que sufre esa mujer en el hospital y de cómo Dios va a salvarla si siguen orando. Antes de que pueda empaparme de mis reflexiones, el dobe se agacha, quita mi mano de su rodilla y la pone en su nuca. Me vacío quedamente en su boca y engancha el piercing circular de su lengua con el redondo que tengo yo, en la punta del miembro. Jala un poco, me quejo un poco, y nadie más parece darse cuenta. Acaban de hacerme una paja en la Casa de Dios y ninguno de los asistentes se ha dado cuenta. Es entonces cuando escucho "Amén", todos alzan el rostro y veo la cara de mi tío en cada uno de ellos.

Quiero dejar en claro que no soy lo que mucha gente piensa. Y soy, después de todo, lo que estaban pensando. Me gusta salir a bailar y usar la misma ropa que el resto del mundo. Y eso está mal. Porque es del mundo. Entonces digo: La televisión es del mundo. Fue creada, inventada por el ser humano; es el ser humano el que le da un uso. Las personas del mundo le dan el uso que el mundo quiere. Los cristianos le dan el uso que Dios quiere. ¿Hace esto buena o mala la televisión? Pues depende de la intención, de la persona. Yo salgo a bailar a una discoteca y me divierto, flirteo, beso si es que vale la pena; pero no tomo, no fumo, no me acuesto con nadie. ¿Soy mala cristiana por divertirme dentro de los límites de mi propia fe? No lo creo.

- Sí, lo sé. Los niños son rebeldes a esa edad. Pero uno, como padre, tiene que ser firme. Yo repasé con mi hija este versículo todas las noches hasta qu…

Escucho serenamente sin intervenir. Algunas personas aquí no son muy tolerantes. Y yo recuerdo muy bien que Jesús se juntaba con prostitutas y ladrones. Y no porque se le diera bien la juerga sino porque eran ellos, los pecadores, quienes más necesitaban de él. ¿Por qué más oramos hoy por la Pastora Tsunade? ¿Hemos orado por ella, tan vehementemente como hoy, cuando no estaba enferma?

- Debe haber sido difícil. Mi esposo y yo aún no nos decidimos…

- ¿Cómo que no? ¡Multiplicaos y reproduciros!

Algunas personas aquí, como en otros lugares, son muy ignorantes. ¿Quiere decir, acaso, que está bien que una pareja, que apenas tiene para meterse un pedazo de pan a la boca, decida tener más bocas que alimentar y menos pedazos de pan que repartir? ¡Esos niños explotan como palomitas de maíz! Existe algo llamado control de la natalidad y estoy a favor. También existe algo llamado momento. ¿Por qué no se deciden tú y tu esposo? ¡Porque no es el momento adecuado! ¿Es tu relación lo suficientemente fuerte? ¿Tienen los suficientes medios económicos? ¿Tienen tiempo y madurez mental como par…

- Discúlpenme, señoras, regreso en un momento.

Me despido. Es un alivio tener una excusa para poner un pie fuera de esta charla informal luego del sermón. Voy a darle la bienvenida a dos caras nuevas. Los veo al fondo. ¿Están perdidos?

…..

- Hola, hermanos. Es un gusto tenerlos aquí. Que Dios los bendiga.

No muy alta y con un largo vestido floreado, ceñido en la cintura. El escote en V no es profundo pero sus ojos son hondos, explorativos, inmensamente hambrientos de todo cuanto pueda conocer y tratar de entender. Tienen el color de una gema. Son joyas incrustadas en sus cuencas. Sasuke se queda hipnotizado, olvidando que buscaba la salida para concretar lo que Naruto empezó. Ya ni siquiera siente el frío tacto de la cremallera contra su piel. Está absorbido por esos ojos que le embeben el alma, la cruenta y tostada alma.

- Igualmente, herma…

- Dobe, basta.

Se conocen desde hace demasiados años como para no advertir las manifestaciones de energía del otro. Le gusta lo que ve. Es bonita, como él, pero no es para nada como él; y eso es lo que angustia al alto tipo de camisa a cuadros. Sasuke sabe que, aunque Naruto se ve inofensivo con su piel de bebé y sus hombros casi femeninos, su cabello rubio ensortijado y sus juguetones ojos azules, no es un tipo del que se pueda confiar. Él puede porque llevan tanto tiempo juntos que, de querer herirse el uno al otro, ya lo habrían hecho. Pero una nueva persona… sobre todo una como ella… de su clase… del tipo que te recibe abiertamente, con los brazos extendidos y el corazón dilatado, no es, de ninguna manera, alguien que debería estar cerca del Uzumaki… sobre todo porque, siempre cerca de Naruto, se encuentra él.

- ¿Q-qué? ¿Pero qué…

- Mueve tu trasero.

- Siempre me arruinas…

- He dicho que muevas tu abusado trasero.

- Ya oí, ya oí; caray, te pones desesperante cuando estás caliente ¿sabes?

La extrañada joven curva las cejas y entrecierra los ojos, como si así pudiera entender algo más del desconcertante cuadro que acaba de dibujarse frente a ella.

- Oye, ¿la salida?- Espeta demandantemente, de un momento a otro.

- ¿No recuerdas por dónde viniste?

Se cruza de brazos. Las mangas cortas enmarcan un par de perfilados brazos nevados. Es bella.

- Niña, me he venido tantas veces que se me dificulta llevar la cuenta.- Ladra, malhumorado prontamente por la inmensa sonrisa de coquetería que su compañero le dirige a la chica.- ¿La salida?- Repite, dando un paso hacia adelante.

Pero, en vez de retroceder atemorizada, la dama se queda firme en su posición. Así de cerca, puede oler una mezcla dulzona de aromas. Distingue algo parecido al humo de cigarro y al de la yerba. La colonia mitiga su esencia pero su carácter deja al descubierto su particularidad.

- Los conduciré afuera, hermanos.- Emite, tranquilamente.

Naruto se revuelve los rizos y va saltando detrás de ella. Solo él sabe que esa gracilidad con la que se conduce es una burla total hacia todo lo que representa el lugar en el que están. Moisés se quitó los zapatos para pisar el terreno santo. Ellos tendrían que arrancarse la piel para poder hacer lo mismo.