Pareja:UsUk, AlfredxArthur
Disclaimer: Las cosas aquí contenidas son pura inspiración mía… y me parece una falta de respeto que Himaruya-Sama no haga canon a mi ship (¿?)
Summari: "En la sima de la montaña se encuentra una estatua legendaria de un Rey de piedra, una estatua venerada desde siempre. Arthur siempre se ha preguntado qué fue lo que hizo ese Rey para merecer dicho monumento y trata por tantos siglos. Lo que no sabe es que, en lugar de ser un premio, fue un castigo impuesto desde el inicio de los tiempos, donde la magia todavía prevalecía sobre la tierra."
Advertencia: Una historia compleja, pero nada que las vaya a asustar, al contrario, tratare de que tenga un tinte alegre, cuervos, picas, magia, destinos y nunca lo pongo acá, pero… aparición de personajes Occ (Aunque siempre los uso)
Notas de inicio:
Les diré que mi mamá solía poner su música a todo volumen mientras hacía aseo, y sé lo que piensan, pero no, esas canciones son lo mejor que me ha pasado, me gustan tanto o más que a ella.
Lo que sí es extraño y lo admito, es que esta historia surgiera de una de esas canciones, solo diré que la canción es de esas viejitas pero bonitas XDDD
La verdad es que no les quiero comentar nada acá para no arruinarles la historia, descubran los misterios encerrados entre estas páginas, que ya saben que van con mucho empeño para esta parejita que tanto amo.
Y bueno les diré lo usual, no será depresivo, ni tendrá mal final, así que entren a leer sin miedo.
Espero estar actualizando esto pronto, tengo parte del capítulo 2 en borrador XDD ¡Vamos allá con una nueva historia!
Por cierto… esta cosa la estoy considerando del nivel de Lucha de 4 Tiempos, Sí, ya saben que esa obra es mi pequeño orgullo :,) Espero que les vaya gustando a medida que avancemos por aquí~
One, Two, Three ¡Go!
~*~ El Rey de Piedra ~*~
Reino de Picas, Card Verse, 4 de julio de 1756.
La Sota Real recorría los pasillos con paso apresurado, se detuvo en la habitación en donde se encontraba el Rey, esperando ansioso por las noticias que la Sota portaba.
—Su Majestad…— La Sota irrumpió dentro de la habitación y todos los presentes se quedaron en silencio, expectantes ante las noticias, la del Rey fue la única voz que cortó la espera y le ordenó a su sirviente el informe.
—Ha nacido ya, Mi Señor— Informó la Sota con solemnidad.
—¿Qué fue? — Un silencio más tenso se formó en la pequeña sala, la Sota sin embargo no se intimido con aquello, las noticias que llevaba eran muy buenas.
—Un varón, sano y fuerte, Majestad— La tensión fue rápidamente despejada con la noticia, uno a uno los acompañantes del Rey lo felicitaron por aquella hazaña.
Era deber de todo Rey concebir un primogénito que heredaría el Reino a la mayoría de edad y el Rey Albert VI tenía toda la fortuna de su lado puesto que su primer hijo era un varón, aunque si estaba feliz o no, no lo dejo lucir, se encaminó con gesto duro a la habitación donde su mujer había dado a luz.
La Sota lo siguió de cerca como era su costumbre y deber, no pudo evitar hablar para prevenir a su Rey de las desgracias que quizá le esperaban.
—Hay algo más, Mi Señor… Es su esposa, la Reina Clarise está en un estado muy delicado de salud, el doctor teme que no sobreviva la noche…— El Rey asintió con gravedad y apresuró el paso.
Todas las criadas que atendían a la Reina se inclinaron en presencia del Rey y así permanecieron hasta que él dio orden de que siguiera atendiendo a su esposa.
La habitación tenía un aroma a sangre y muerte, pero eso quedó en el olvido cuando un pequeño bulto se movió junto a su madre, el Rey se acercó y se hincó con elegancia junto a la cama.
—¿No le parece hermoso, Mi Rey? Es un pequeño milagro lleno de vida…— Murmuró su esposa con voz cansina y más débil que nunca.
—Tan fuerte como su padre…— Aseguró el Rey mirando dormir al pequeño que sería su único consuelo si su Reina no lograba mejorar su estado.
—La bondad del Reloj me ha permitido un momento para conocerlo y abrazarlo antes de partir…— El Rey tomó la mano de su esposa y la acarició con suavidad, él como muchos de su antepasada amaba a su Reina, Picas era el único de los cuatro reinos en que los Reyes estaban destinados a amarse con esa profundidad que solo el tiempo y el destino otorgaba. —¿Qué nombre debemos ponerle, Mi Rey? Quiero pronunciarlo y que él conozca el sonido de su nombre en la voz de su madre por lo menos una vez—
—Llevara el nombre de su abuelo, de su padre, de las seis generaciones que lo preceden…— En ese momento su Reina miró a la Sota Real como si fuera un cómplice, la Reina siempre acudía a la Sota cada vez que quería hacer cambiar de opinión al Rey, este solo pudo quedarse expectante ante en plan que los otros tenían en mente.
—Mi Señor, no puede condenar a nuestro hijo a ser un séptimo, la gente le teme a ello desde hace generaciones, no quiero que nuestro hijo sufra los infortunios de una maldición por parte de su nombre… Y creo que, sus ancestros no se sentirán deshonrados, y ya con la fortuna de su lado iniciara una nueva generación guiado siempre por el reloj…— El Rey no pudo más que complacer a su mujer en lo que parecía ser un fuerte deseo, no habría gastado el poco aliento que le quedaba de no desear con fervor elegir ella misma el nombre del que sería su único hijo.
—¿Cuál desea que sea el nombre de este futuro Rey, Mi Reina? Recuerde que su nombre resonara entre las calles de su pueblo y quedara grabado para siempre en la historia del Reino—La Reina esbozó una sonrisa debilitada, pero no menos alegre de lo que habían sido en su juventud, cuando Albert la conoció y se enamoró de ella perdidamente.
—Su nombre será Alfred, será el Rey más fuerte y bondadoso que jamás haya existido, marcara la historia como ningún Rey lo ha hecho antes… Será justo y noble, su pueblo lo amara, y le otorgara el doble de ese cariño a su Reina, cuando la encuentre, y gracias a ese amor tan puro podrán estar juntos una eternidad mayor de la que el reloj nos permitió a nosotros…— La Reina besó la frente el recién nacido para así sellar su bendición en él, el Rey hizo lo mismo después de ella, de acuerdo con las palabras y deseos que se acaban de albergar en su hijo.
—Salve el Rey Alfred I— Declaró a voz viva el Rey, todos los presentes clamaron lo mismo y dieron una reverencia el que sería su Rey en un futuro.
~*~*~*~*~*~*~*~*~*~ El Rey de Piedra ~*~*~*~*~*~*~*~*~*~
Reino de Picas, Card Verse, Agosto de 1762.
Alfred estaba oculto entre los arbustos que bordeaban la escalinata que era el paseo favorito de su padre, el Rey pasaba por ahí sin retrasos siempre al medio día, era el único momento en el que salía a tomar aire fresco después de estar encerrado en su despacho con el trabajo.
El niño lo vio acercarse y se cuidó de no hacer un solo ruido que pudiera delatarlo, cuando su señor padre estuvo a la distancia correcta salió de un salto se su escondite sorprendiendo al Rey.
Tenía una espada de madera atada a la cintura, la misma espada que usaba para practicar su esgrima, la sacó torpemente de su cinturón y la enterró en el suelo, justo a los pies de su padre, se hincó como cualquier caballero de la corte y empezó a recitar el juramento para enlistarse en la guardia Real del Rey.
—¿Tu deseo es ser soldado, Alfred? — Preguntó su padre una vez que el pequeño había completado el juramento.
—¡Quiero ser un caballero, Mi Señor! Ser llamado como un Sir y que se me otorgue una extensión de su Reino para protegerlo con mi espada y mi servicio…— Alfred levantó la cara con una sonrisa llena de emoción, Albert disfrutaba tanto como le dolía ver a su hijo, en sus ojos azul profundo y en su sonrisa luminosa y sincera veía con claridad el rostro de su difunta esposa, suspiró antes de contestar.
—Te lo he dicho antes, tú no puedes ser un Sir… Tú eres hijo mío, por tus venas corre la sangre de la realeza, y tu destino es ser Rey algún día— Alfred se levantó del suelo a petición de su padre, se sacudió las rodillas, y con mala cara guardo su espada con la misma torpeza con la que la había sacado antes.
Para Alfred ser Rey no era posible puesto que creía que su padre reinaría eternamente y él se negaba a usurpar el puesto de su padre, por ello pensaba que ser un Sir sería de más utilidad y soñaba con ser el mejor caballero que pudiera existir.
—Aparte de todo esto ¿Qué haces aquí? Deberías estar con tu nana estudiando en el palacio ¿Qué clase de Rey serás sin evades la educación? — El Rey empezó a caminar por su paseo muy consciente de que su hijo lo seguiría ahí donde fuera.
—No los estoy evadiendo… un Rey debe tomarse un descanso de sus deberes, justo al medio día…— Argumentó Alfred sabiendo que su padre no podría discutirle eso porque el mismo Rey estaba ahí, tomando un descanso. Alfred era inteligente a su manera, aunque flojo en los estudios.
—¿Entonces ahora si deseas ser Rey? — Preguntó Albert dándole una mirada perspicaz a su hijo.
—Los hijos de Sir Williams dicen que ellos se van a presentar para ser caballeros cuando cumplan los 16… Y dicen que ya que estudio con ellos yo debería hacer lo mismo también, que sería una vergüenza no hacerlo— Murmuró Alfred ignorando la pregunta de su padre y desviando la conversación al tema anterior.
El Rey Albert veía que las predicciones y deseos de su Reina se estaban cumpliendo, Alfred era noble, justo, bondadoso y fuerte… Solo tenía seis años y ya deseaba defender a su pueblo a costa de su vida… pero era ingenio y se dejaba manipular con rapidez, el Rey confiaba en que esas debilidades desaparecieran una vez que Alfred creciera más o que en su caso encontrara a una Reina sensata que compensara aquellas carencias en el carácter de su hijo.
—Habrá que recordarles a los hijos de Sir Williams que ellos no serán mis caballeros, sino los tuyos—
~*~*~*~*~*~*~*~*~*~ El Rey de Piedra ~*~*~*~*~*~*~*~*~*~
Reino de Picas, Card Verse, Abril de 1769.
Alfred tenía apenas 12 años cuando su padre cayó enfermo en cama, últimamente el Rey se había hundido más y más en el trabajo.
Desde que la Reina había muerto el Rey se había negado a casarse de nuevo asumiendo así ambos papeles en el Reino y aunque la Sota Real ayudaba en lo que estaba a su alcance, no era suficiente.
Pero Alfred estaba lejos de reprocharle aquella decisión, sabía de sobra que su padre había amado a su madre como a nadie y que el Rey no deseaba manchar su memoria poniendo a otra mujer para que ocupara el puesto de su amada Reina.
Sin embargo, ahí estaban las consecuencias de tanta necedad, aunque lo que el Rey Albert tenía también se debía a una pena profunda y constante. Al verlo tan desolado, Alfred había hecho el voto de cuidar a su Reina cuando tuviera una para no sufrir como su padre en un futuro.
Lo que jamás se habría imaginado es que subiría al trono en ese mismo año, su padre no volvió a levantarse de la cama y seis meses después partió al encuentro de su amada Reina. Con sus 13 años cumplidos Alfred se tuvo que enfrentar al Reino entero como el único heredero de Picas.
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A los 16 años asumió el control casi entero del Reino, la Sota Real lo guiaba siempre y sus consejeros lo escuchaban aunque dudaran de sus decisiones, pero Alfred tenía un talento natural que relucía siempre, logró estabilizar el reino poco a poco y el peso de la corona le forjó una voluntad de acero.
Lo único que le faltaba era conseguir el nombramiento oficial y por supuesto conseguir a quien sería su compañera por toda la vida.
La coronación oficial no sería hasta que él cumpliera la mayoría de edad, y ya que en Picas se acostumbraba que el Rey se casara el mismo día de su coronación él tenía unos años por delante para buscar a la mujer adecuada que le hiciera compañía y con suerte, le concediera un hijo que heredara el Reino.
Doncellas bellas e inteligentes no le faltaban, todas y cada una dispuestas a ser su futura Reina, pero Alfred no se atrevía a elegir a nadie, a todas les agradecía el interés con cortesía, bailaba con ellas en los bailes que se organizaban y aceptaba los pañuelos y listones que le eran ofrecidos como prendas de agradecimiento, pero se aseguraba de mantener distancia con todas.
Su Sota Real le aconsejaba siempre que prestará atención a alguna en especial, entre más pronto se comenzaran a familiarizar sería mejor para el futuro, pero Alfred no hacía caso y los años se le pasaron entre el trabajo y los deberes.
Cuando cumplió la edad de 20 años los Jokers intervinieron, amenazaron con destronarlo si se atrevía a ignorar que debían conseguí una Reina a tiempo, Alfred se enfadó un poco con la actitud con la que todos lo acosaban, como si él no fuese adecuado para el Reino, llevaba tomando decisiones para su pueblo desde muy temprana edad y sabía que él tenía la capacidad de mantener a su Reino solo.
Así que ignoró al mundo entero, se enfocó en demostrar que él podría hacerlo solo, su padre había sacado al Reino adelante solo, él también podría hacerlo.
Ese año fue el más tenso, sus consejeros empezaron a especular a sus espaldas y a crear alianzas turbias aquí y allá, todos esperaban el momento en el que Alfred fuera despojado de su derecho de nacimientos para así asumir el poder ellos mismos, el único de sus sirvientes que se mantuvo fiel fue su Sota, Yao siempre le mantenía informado de las traiciones que se planeaban en su contra, de aquellos que merecían ser despedidos y aquellos que aunque dudaban no eran de confianza.
Alfred se fue quedando solo entre la misma gente de su Reino, ya no ofrecía ni asistía a más bailes por miedo a las traiciones y castigo a aquella hipocresía que demostraba cada persona que lo adulaba de frente y por la espalda intentaba destronarlo.
La noche antes de su cumpleaños número 21 los Jokers le hicieron una segunda visita, Alfred estaba a punto de dormir cuando los vio sentados en su pequeña sala de té dentro de su habitación, se tensó por la forma en que esos seres entraban a donde querían hacerlo, evadiendo la seguridad y sin que nadie pudiera notarlo, pero a pesar del peligro que lo invadió se mostró firme ante ellos.
—Rey de Picas~ Buenas noches— Peter tenía la apariencia de ser un niño apenas de 12 0 13 años, pero era más antiguo que el propio Reino.
—Rey de Picas ¿Nos concedería unos minutos de su noche? — Esta vez fue Gilbert el que habló, con esa sonrisa llena de burla, una sonrisa peor que la del pequeño.
—Por supuesto… Pero si no les importa voy a solicitar que mi Sota esté presente…— Gilbert miró a Peter y Peter a su vez miró al albino, con una sincronización perfecta ambos dijeron que estaba en todo su derecho, Alfred salió a la puerta y mandó a llamar a su Sota Real.
Una vez los cuatro reunidos, Gilbert fue el primero en hablar.
—Rey Alfred, nosotros no lanzamos advertencias a la ligera, espero que lo tomé en cuenta… Se negó a obedecer y ya es tarde para intervenir ¿Sabe lo grave que es esto? —Alfred adoptó en su silla la pose que tendría un Rey, como si él fuera capaz de controlar a todos los presentes, algo que su padre se había esforzado por inculcarle y que Alfred se negó a utilizar hasta ese momento.
—Desde los 12 años me hice cargo de este Reino, nunca me negué a tener una Reina, pero no es el momento ni la manera, una doncella jamás me va a amar si es por deber… Yo puedo elegir, pero ella tendrá que aceptar ¿O es que acaso se les pregunta si quieren o no asumir una corona? —Los Jokers hicieron aquello de mirarse de nuevo, Alfred le irritó aquel gesto.
—Todas las doncellas han sido tuyas, al igual que cualquier caballero de este Reino…— Comentó Gilbert con tono de burla, Alfred se sintió ofendido de alguna manera.
—Eres un Rey, no un poeta… Un Rey toma, un poeta conquista—Agregó Peter, sacó una baraja y empezó a manejarla quedándose al margen de todos los presentes.
—Te equivocas… un tirano es el que toma de su pueblo, un Rey provee y asegura el bienestar— Gilbert se echó a reír, Peter paró en seco su barajeo y extendió las cartas frente a Alfred.
—Tome tres, alteza…— Le pidió Peter con tonó neutro, Alfred observó las cartas frente a él y aunque lo dudo bastante se decidió a seguirle el juego al curioso ser que tenía en frente.
Alfred tomó la primera carta y cuando la volteó casi sintió un escalofrío, era la carta de la muerte, incluso Gilbert dejó de reír al ver la carta.
La segunda carta era un cáliz de oro, le dio más esperanzas que la anterior.
La tercera carta era un corazón atravesado por una espada, no un corazón como se solía dibujar sino un corazón real, un corazón humano, Alfred vio la sangre emanando del dibujo y de nuevo su esperanza se apagó.
—Mmm… curiosas elecciones— Comentó Gilbert de nuevo animado.
—Curioso orden, querrás decir…— Dijo Peter recogiendo las otras cartas menos las tres que Alfred había acomodado en el orden en que las había sacado.
—La muerte no siempre representa algo malo, solo se le ve como el final de algo grande— Habló el albino poniendo la carta entre sus dos dedos y observándola como si nunca la hubiese visto en su vida. —El final de tu reinado, tu muerte como Rey…— Alfred apretó los puños con tensión.
—El cáliz representa lo que muchos buscan, la eternidad, contiene el agua de vida nueva, la renovación…— Continuó Peter como si fuese lo siguiente que Gilbert iba a decir. —Un Rey que pasara a la historia, el inicio de una nueva era…— Peter levantó la carta del mismo modo que el albino y se la mostró mejor al Rey, este ya no entendía, le estaban diciendo que su reinado iba a acabar pero que iba a pasar a la historia.
—Por último, el corazón, símbolo del amor eterno, el más fuerte de los sentimientos…—Continuó Gilbert, pero fue Peter quien la tomó.
—El Rey encontrará el amor eterno, no, su amor lo encontrará a él— Ambos Jokers acomodaron las cartas de nuevo en la mesa, pero esta vez una sobre otra con el dibujo boca abajo.
—Tomé una cuarta, Rey de Picas, pero esta vez de mi baraja…— Gilbert sacó su propia baraja de cartas y las extendió sobre la mesa tal y como Peter había hecho antes.
Tomó la última de la fila y la volteó para que todos pudieran verla, Gilbert sonrió, Peter soltó un bufido infantil, Alfred se relajó, era una carta que él conocía mejor que nadie, era un reloj.
—La carta del tiempo, todo es infinito, en este caso, lo arregla todo… Es una suerte que el tiempo sea su aliado, Majestad…—Dicho aquello ambos Jokers tomaron sus cartas y las guardaron, Alfred solo entendió la mitad de esa platica, sin embargo, se daba cuenta de que la visita había terminado.
—¿Entonces van a impedir que se lleve a cabo la coronación? — Preguntó el Rey de forma brusca, eso era lo que él había esperado escuchar desde el inicio.
—Nosotros somos neutrales ante cualquiera de los cuatro Reinos, te aconsejamos antes pero no nos hiciste caso… Recibirás tu castigo, pero no seremos nosotros quienes lo dictemos—Gilbert se puso de pie y su capa rozo el suelo de forma casi lívida.
—¡Gil, dijiste que…! — Protestó Peter ante las palabras del otro poniéndose de pie también, Gilbert lo interrumpió elevando una mano en señal de que se detuviera.
—Mañana a la media noche el reloj dictara la sentencia… Le deseo buena suerte, Rey de Picas…— El albino le dio una reverencia y se encaminó a la puerta. —Vamos Peter…—
—La va a necesitar…— Completó Peter con una mirada furiosa, siguió al otro y ambos desaparecieron por la puerta.
La Sota y el Rey no salían de la impresión, se veía una estela de magia en la habitación después de que los Jokers la abandonaran, Alfred estaba acostumbrado a ver la magia, creía que podría manejarla un día, pero los Jokers estaban sobre cualquier Rey de los cuatro que existían y ya iba entendiendo la razón.
Esa noche apenas pudo conciliar el sueño y en la ceremonia de coronación la concentración le falló más de una vez, pero su pueblo lo aclamó como a cualquier otro Rey de la historia, tenían las esperanzas y la fe ciega puestas en él.
Él era un Rey, ante su pueblo, ante el reloj y se aseguraría de ser un Rey adecuado ante los demás Reyes, ante la historia misma.
El mal augurio que los Jokers habían lanzado se fue disipando poco a poco entre la celebración, o eso creyó hasta tuvo que mirar su reloj de bolsillo, aquel reloj era la pieza más importante para un Rey, había pasado de generación en generación.
Se contaba que había sido el regalo de bodas que una de las antiguas Reinas le había hecho al Rey y desde siempre había pertenecido solo al Rey, tal como los sentimientos de su Reina.
Por ello todo Rey que subía al trono se aseguraba de mantener el reloj intacto, pero al sacarlo de su bolsillo se encontró con que el reloj estaba cuarteado, un frío terrible lo recorrió y el presentimiento de que algo malo pasaría le caló hasta los huesos.
Más tarde habló con su Sota al respecto, las grietas del reloj habían aumentado poco a poco y Alfred se dio cuenta de que luchaba con algo que no podía ver, una magia de la que no podría huir o detener.
La media noche se acercaba con tanta rapidez que Alfred no tenía tiempo de pensar en una solución, en cambio tuvo el tiempo suficiente para hacerse a la idea de que algo grave pasaría y que él no tenía el poder suficiente para enfrentarlo, comprendió entonces por qué necesitaba una Reina a su lado.
Aún con ello su tenacidad no le permitió rendirse, pelearía hasta el final, su Sota no se alejó mucho tampoco, esperaba la llegada de lo inevitable a su lado, Alfred estaba sentado en su trono porque le pertenecía y lo defendería con su vida.
—Es demasiado injusto Yao, he defendido este trono desde que mi padre murió y ahora parece que luché en vano, todo me será arrebatado por un error…—Su Sota lo miró con pesar, él era el único testigo de todo lo que Alfred había pasado para llegar a esa coronación, sabía que su Rey era digno de ocupar ese trono y estaba de acuerdo, era injusto que se lo fueran a arrebatar todo tomando en cuenta el esfuerzo que le había costado ganarlo.
—Majestad, usted merece el trono más que nadie, no habrá Rey más digno, ni antes, ni después de usted—Aseguró su fiel Sota devolviéndole milagrosamente la confianza que estaba perdiendo a cada minuto que pasaba.
Y así fue, cuando el reloj casi marcó la media noche se dictó la sentencia, hasta la misma magia comprendió que nunca habría un Rey como el que ocupaba el trono en ese momento, pero el tiempo siempre era inevitable y solo el tiempo era capaz de castigar a alguien que siempre había sido justo.
Yao escuchó sonidos provenientes de afuera, salió dejando a su Rey solo por un instante y mientras caminaba por los pasillos cercanos el reloj marcó las campanadas de la media noche, una tras otra hasta completar doce.
La tierra se agitó y la magia envolvió el lugar, Yao regreso de inmediato a la sala de coronación, la magia solo había sido una brisa, pero al abrir las puertas de la sala lo vio, la magia era tan real como inevitable.
Su Rey permanecía en el trono y nadie jamás podría moverlo de ahí, la prueba tangible de que jamás habría un Rey mejor que Alfred, Yao hizo una reverencia a su señor y salió del lugar con el pulso acelerado y las manos temblando.
Debía dar aviso y pensar en que seguiría a partir de ahí, era su trabajo después de todo, mantener el orden y tomar decisiones cuando el Rey no pudiera hacerlo, el tiempo seguía corriendo y comprendió que seguiría haciéndolo, el tiempo no se detendría ante nada.
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Continuara…
Bueno, este es el inicio de esta historia… debo decir que mi escena favorita fue la de los Jokers XDD
Y bueno, cuéntenme qué les pareció~ 3
Nos vemos más adelante, recuerden que este diciembre les estaré trayendo cositas bellas 3
