DISCLAIMER: Los personajes de esta historia son propiedad de Rick Riordan.


La Niebla no es infalible


I

PERCY

Los helicópteros revoloteaban como moscas alrededor de Manhattan. Los periodistas miraban con ojos ávidos la tormenta que se desarrollaba solamente en un diametro de unos veinte metros y tenía como centro nada más y nada menos que al majestuoso Empire States.

El viento soplaba con fuerza, caía una lluvia torrencial que, casualmente, no mojaba al chico.

La atravesó con su espada, convirtiendola en polvo dorado. Otra dracenae se lanzó hacia él con furia. Genial. Simplemente genial. Esquivó los rasguños y puñetazos letales con admirable maestría, intentando al mismo tiempo atravesarla con la espada. Una flecha se clavó en el cuello de la criatura, que también se desintegró, quedando solo el montocito de polvo en el suelo.

-¡Gracias!- le gritó a un hijo de Apolo, quien solo levantó el pulgar en su dirección.

Se volteó rapidamente para encararse con un perro del infierno -por desgracia tan pequeño como la señorita O'Leary- que le ladró con fuerza y se abalanzó sobre él. El monstruo esquivaba los golpes de espada y el muchacho evitaba ser devorado.

Hacía una temporada que no había tenido que pelear con tantos monstruos a la vez. Todo el campamento estaba allí. No estaba muy seguro de la razón por la cual esto había llegado a ese nivel pero...De acuerdo, de acuerdo, si que la sabía.

Era una historia que no le apatecía recordar en ese momento, pero digamos que había incluído un jet-ski, un vestido de color violeta, una cantidad considerable de plumas y algunos moretones particularmente dolorosos, varios de ellos en lugares que no suelen ser mostrados al público.

Volviendo al asunto del perro del infierno que quería comerselo como tentempié, la pelea no estaba resultanto precisamente facil. Ese animal parecía no querer descansar hasta tenerlo en su estomago o algún otro lugar igual de desagradable.

Tratando de concentrarse, pensó en la fuente mas cercana. Imaginó las ondas formandose sobre la superficie clara y sintió el familiar retorcijón en el estomago. El perro del infierno se vió envuelto en un torbellino de agua, para después caer al suelo y ser atravesado de lado a lado por Anuklusmos.

Los mortales veín la escena con caras de puro pánico. No estaba muy seguro de que era lo que estaban viendo pero sin duda era aterrador.

De repente, una voz profunda balbuceando unos sonidos extraños pareció surgir de todas partes, para luego extinguirse, dejando a los semidioses un tanto confusos.

El momentáneo y relativo silencio que siguió a la desaparición de aquella voz fue roto por un grito que venía de un grupo de mortales que los miraba con los ojos muy abiertos.

-Pero que demonios...- tartamudeaba un hombre de mediana edad que miraba con estupefacción la escena que se desarrollaba frente a él.

Percy lo supo. Y todos lo supieron. Podían verlos. Estaban completamente expuestos a las cámaras parpadeantes y a las miradas estáticas

La Niebla había desaparecido.