Hijirikawa Masato, miraba fijamente hacia el cielo a través de la ventana de un enorme rascacielos, dejando escapar un pesado suspiro, algo que llevaba haciendo por varios minutos... ¿Cuánto tiempo ha transcurrido ya? Lo más probable es que ya sean horas en vez de minutos. Desde mucho antes de la puesta de sol que el chico se hallaba en una sala del departamento de drama de la agencia Shining, esperando por el reconocido productor de teatro Souji Shiroya, incluso dejó de prestarle importancia a su reloj cuando esté marcó más de las ocho de la tarde, pues definitivamente el hombre ya no llegaría, así que a quien realmente esperaba es a un representante de este, que posponga la cita que tenían, arruinando por completo su itinerario. Prometió a sus amigos que dejaría libre el día de mañana, cosa por la que se esforzó mucho por cumplir y dejar su agenda libre de compromisos para su cumpleaños, pero con esto todo se había estropeado; y no era algo que pudiera reprocharle a nadie, pues su trabajo es así en ocasiones.

– Con permiso Hijirikawa-san – se anunció un chico antes de entrar a la sala, seguramente ahora sería confirmado el infortunio que más temía– Hijirikawa-san, estamos muy apenados por esta larga espera que ha tenido que pasar y que nuestro productor no se haya presentado. Sin embargo, se puso en contacto e informó que lamenta no haber asistido como fue acordado, y que mañana sin falta la reunión se llevará a cabo.

–No se preocupe, entiendo. No es necesario que se disculpe– Respondió por mera cortesía, pues no podía negar que estaba algo decepcionado, mañana era un día importante y no quería compromisos– ¿Entonces mañana a qué hora?

–Nuestro director está muy apenado, así que desea invitarle a comer como disculpa, pues sabe que mañana es su cumpleaños y lamenta mucho haberlo arruinado, seguramente deseaba pasar el día con sus seres queridos.

–No se preocupe, no tenía nada planeado. –mintió, obviamente si decía algo solo causaría apenar aún más al pobre chico – Aceptaré gustoso sus disculpas mañana. Por ello dígale que esté tranquilo.

–Gracias por su comprensión Hijirikawa-san, mañana Souji-san se pondrá en contacto con usted para confirmar la hora.

Y con ese último intercambio de palabras, oficialmente ya no podría celebrar su cumpleaños con los chicos como acordaron..., ojalá no se molesten cuando les dé la noticia. Era algo difícil coordinarse, pero es lo que hacían siempre para felicitarse los unos a los otros, pues celebrar el cumpleaños de cada uno es prácticamente una ley que había impuesto su líder. Un lindo gesto por parte del pelirrojo. El cual Masato, por primera vez no cumpliría, aunque sabía que los chicos comprenderían la situación, no podía evitar sentirse culpable por haberles fallado… Pero lo que más lamentaba es no poder ver a cierto pelinaranja, tenía que admitirlo deseaba mucho verlo. Ren llevaba bastante tiempo fuera de Tokio y por ende de la residencia Saotome. El pelinaranja había logrado hacer tiempo, pese hallarse en medio de una grabación de una película que está protagonizando, así que le dolía que todos esos esfuerzos fuesen en vano por su culpa… El joven ojiazul suspiro pesadamente, además … Realmente quería verlo y por más loco que sonara, extrañaba sus estupideces.

El chico desanimado abandonó el edificio aun lamentándose por cómo había concluido su día laboral, y lo peor es que no había nada que pudiera hacer al respecto, faltar a aquella reunión significaba una gran mancha en su currículum como artista, nadie en su sano juicio rechazaría un trabajo con el gran Souji Shiroya… Solo un tonto lo haría. Este trabajo es un pilar que sostendría su carrera abriéndole muchas puertas. No debía dejar pasar esta oportunidad.

Al llegar al estacionamiento subterráneo, el joven se inquietó al no ver el coche esperándolo en el lugar como se acordó. Observó su reloj, era lo suficientemente tarde como para que el chofer se haya cansado de esperar. Se dispuso a regresar al edificio y pedir en la recepción que le llamaran un taxi.

En cuanto el artista giró para hacer ingreso al edificio, el fuerte sonido de llantas derrapando por el asfalto le detuvo. Asustado observó cómo un furgón se aproximaba hacia él, apresuradamente salió del camino, temeroso de que este le impactara de algún modo. Sin embargo, el vehículo se detuvo frente a él, y bajaron dos individuos con sus rostros cubiertos con pasamontañas y vistiendo ropas negras; ya sospechaba lo que estaba por ocurrir. El peliazul no tuvo ni la oportunidad de pestañear y ya los delincuentes le habían tapado el rostro e inmovilizado de sus brazos y piernas, que eran sujetas firmemente por estos. Fueron rápidos al ingresarlo al interior del vehículo. El chico pese a haber sido aprisionado por esos sujetos, comenzó a forcejear; esos malditos delincuentes no se la llevarían gratis al menos a alguno debía golpear, aunque estuviera privado de su visión.

Masato no es un hombre débil y mucho menos un tonto. Sabía que si ponía resistencia todo sería peor, sin embargo, al menos por un instante debía ver al exterior si quería tener alguna oportunidad de huir de ellos. Y pese a ser criado en una familia tradicional japonesa sabía muy bien cómo defenderse con los puños. Su forcejeo dio resultado suficiente para poder liberar sus piernas.

– ¡Suéltenme! – exclamó lanzando una patada, deseando enormemente alcanzar a alguno de esos delincuentes. El sonido de un quejido le informo que lo había logrado, ya sabía dónde se encontraba uno. Con fuerza se liberó del agarre que aprisionaba uno de sus brazos y lanzó un puñetazo certero hacia donde había oído aquella voz. Su mano impactó en su agresor, el lugar no importaba mientras le haya golpeado. Aprovechando esa oportunidad y descubrió su rostro. Observando como el tipo masajeaba su rostro.

– ¡Auch! Duele...– gimoteo el sujeto e inmediatamente reconoció aquella voz.

– ¿Otoya? –cuestiono descubriendo por completo su cabeza, y supo que le habían tapado el rostro con un pasamontaña – ¿Eres tú verdad? Explícame qué es todo esto.

–Lo siento, pero el indicado para responder eso soy yo. – La voz del segundo secuestrador se hizo presente en el interior del vehículo. El ritmo cardíaco del ojiazul se aceleró, sabía muy bien quien se hallaba a sus espaldas, este giro el rostro encontrándose con un Ren sonriente. Esa maldita sonrisa de Galán que pone cada vez que hace una estupidez. – Al parecer se me pasó la mano, esa no era la reacción que quería causar en ti.

– ¡¿Cómo querías que reaccionara entonces?! ¡¿Contento por ser secuestrado?! ¡Estúpido! –Le grito cada palabra. Nunca en su vida se asustó tanto, realmente tuvo miedo. – ¡Como se te ocurre hacerme una broma así! – No fue consciente de que lloraba, hasta que notó lágrimas caer de sus mejillas. Y no está demás decir que eran lágrimas de rabia e impotencia. Quería golpear a Ren hasta hartarse por causarle tal susto, sin embargo, se obligó a calmarse… ¿Hace cuánto que no veía a ese tonto? Masato lo extraño lo suficiente como para no comenzar una discusión con Jinguji en ese mismo instante. Por ello, limpió sus lágrimas y luego de un prolongado suspiro con cual buscaba apaciguar su enojo, se acomodó dentro del vehículo. – Espero que tengas una buena explicación para esto.

–Amor, realmente lo siento. Sólo quería darte una sorpresa. Por favor perdóname… – Jinguji se situó a su lado y le tomó por la barbilla para mirarle a los ojos. El peliazul aun pese a su enojo, permitió aquel toque por parte de su pareja. Era difícil permanecer enojado con él, si el cielo que se hallaba en sus ojos, solo mostraba real culpa y arrepentimiento. – No lo volveré a hacer… –prometió abrazando al de cabellos azules, a la vez que llevaba una de sus manos hasta la cabeza de este y le acariciaba con delicadeza como si estuviera consolando a un niño pequeño. Aunque era algo que no le gustaba, lo permitió por esta vez, pues como bien se había dicho a sí mismo, no era el momento de discutir con Jinguji. Con broma o sin broma de por medio, solo debía que disfrutar y agradecer por poder verle después de tanto tiempo lejos el uno del otro. Así que este día perdonaría cualquier estupidez que hiciera Ren.

–Está bien, pero si lo haces otra vez te vas a arrepentir, estúpido Ren. – dijo aun en aquellos brazos, donde siempre su corazón latía lleno de calidez, la cual se hacía presente cada vez que estaba con él.

–Te dije que era una idea estúpida–la voz de quien había sido ignorado hasta el momento por el peliazul se anunció. Incrédulo miró hacia la cabina del conductor, no podía creer que Ranmaru-senpai participará en esta tonta broma, siguiéndole el juego a Ren. – Si querías ser romántico había otras opciones. –Concluyó sin apartar la vista del frente.

–Vamos Ran-chan, tú mismo dijiste que no tenías nada mejor que hacer.

–No sabes lo que es aguantar las tonterías postnavidad de Reiji. –por el tono de su voz, daba a entender que aquello no era algo de su agrado. – Tus tonterías son más fáciles de digerir.

–Gracias, supongo– dijo el de orbes celestes, ante las palabras de su senpai. Pudo haber tenido una respuesta peor, así que parecía conforme. Pero no por eso tentaría a la suerte en hablar de más. Y mucho menos Masato, que conocía de primera mano el temperamento de su Senpai.

–Y bien – pronunció las palabras lentamente para que su pareja le preste total atención y asegurándose de ello prosiguió. – Dime a qué se debe todo esto, porque razón haces este tipo de bromas.

–No es una broma, es una locura de amor. – guiño el ojo coquetamente, algo tan típico de Ren y que le provocaba ardor en las mejillas. Sin embargo, esta vez no se dejaría engatusar por ello, así que mantuvo su postura.

–Por mejor que lo quieras hacer sonar, no deberías haberlo hecho. Imagina si alguien lo vio el escándalo que habrá. –expresó serio el peliazul.

–Masa tiene razón, sin contar que fui el único lastimado. –agregó Otoya quien había permanecido en silencio. Aun masajeaba su mejilla, el ojiazul se sintió realmente avergonzado y culpable por lo que había hecho. Si quedaban marcas en el rostro de su líder sería toda su culpa, o más bien de Ren por involucrar al pelirrojo en sus "Locuras de amor".

–Lo siento mucho Ittoki, fue en defensa personal. De haber sospechado algo no te hubiera golpeado. – se apartó de Ren y se inclinó lo más que le permitía el lugar. Aunque solo una Dogeza se haría sentir mejor al disculparse.

–No tienes que disculparte Masa, no fue tu culpa. –se apuró en responder el chico. – Tampoco es que duela tanto.

–Lo siento Ikki, prometo que te voy a compensar, puedes pedirme lo que quieras– eso era lo mínimo que Ren, podía hacer por el pelirrojo, ya que el chico se llevó la peor parte. Y una indemnización sólo de Jinguji no era suficiente, por lo que el peliazul también le compensaría por el golpe tan brutal que le dio, pero eso lo hablaría en otra ocasión con el chico. Ahora tenía una plática muy seria con su novio.

Masato, se cruzó de brazos y miró fijamente a Jinguji, indicando que prosiguiera con su explicación. De esta no se libraría por más que intentara distraerle.

–Bueno, para resumir. Te estoy secuestrando y no pienso dejarte libre hasta mañana por la noche. –dijo sin más, como si solo hablara del estado del clima.

–… ¿Eres idiota? No puedes hacer eso. Sabes muy bien el día que es mañana, le prometí a los chicos pasar el día con ellos… Además, tengo trabajo.

–Olvídate de los chicos y el trabajo, ¿Acaso no soy yo más importante? –cuestionó el pelinaranja entrelazando sus manos. Había súplica en su mirada. Masato sonrió levemente ante ella, realmente le era difícil resistirse a Ren.

–Claro que lo eres– respondió reafirmando el agarre de sus manos– solo te digo que pienses las cosas antes de hacerlas.

–No te preocupes por eso Masa– Otoya habló alegremente, mostrando una radiante sonrisa– Ren se encargó de todo, o al menos eso dijo que haría. Además, no te preocupes por nosotros, solo disfruta de tu cumpleaños como desees.

– ¿Realmente no les molesta?

–Por supuesto que no.

–En parte es un alivio, pero tengo una importante reunión mañana…

–Tenías querrás decir. – rectifico el pelinaranja, dejando a Masato bastante confundido– Yo hablé con el productor para que pospusiera la cita que tenían. También es parte de mis cómplices.

– ¿Tenías todo meticulosamente planeado, no Jinguji? – hablo con ironía y burla el peliplata, deteniéndose frente a la luz roja del semáforo– Excepto los golpes que Masato lanzó.

–Son pequeños detalles– le restó importancia el chico– Los años me hicieron olvidar que mi lindo Masato golpea endemoniadamente fuerte.

–Y te mereces varios, pero será en otra ocasión. No pienso arruinar tu sorpresa.

(...)

El senpai y el líder de Starish se hallaban en la parte delantera del furgón, no había muchas pláticas entre ellos; como era de esperarse, pues ya todo el mundo conoce el buen humor del peliplata. Mientras la pareja de enamorados se hallaba en la parte de atrás, donde por exigencia del ojiceleste, Masato se encontraba sentado en su regazo y Jinguji le mimaba a sus anchas, solo por ser una ocasión especial no se opuso a ello.

Ranmaru conducía sin prisas bajo petición de Otoya, y muy a regañadientes se lo otorgo, pues el pobre chico quedó trágicamente traumado con su forma de conducir; el pelirrojo no soportaría otra dosis de adrenalina en su cuerpo. En cambio, Hijirikawa gozaba de involuntaria ignorancia, pues Ren no menciono hacia dónde se dirigían, sin embargo, no pensaba preguntar nada, ya que muy a su manera este le había preparado un obsequio; y debía admitirlo le gustaba que el pelinaranja hiciese ese tipo de cosas por él. Ese atrevimiento para hacer lo alocado, a no pensar antes de actuar, era lo que hacía latir su corazón como la primera vez que se conocieron en esa fiesta, donde solo dejándose llevar por aquella mirada tan audaz fue con él, creyó que tan solo con tomar esa mano podría ir a cualquier lugar y vivir un sueño. E incluso ahora Jinguji era capaz de causar en el chico la misma emoción.

– ¿Recuerdas el día que me sacaste de aquella fiesta? –comentó con nostalgia– Yo solo tome tu mano, sin importarme hacia donde fuéramos. Fuiste como la luz de la luna, tras largos días de noches oscuras donde no era capaz de apreciar ni la más brillante estrella del cielo, porque aquella vista tan resplandeciente no estaría nunca a mi alcance… Es uno de mis recuerdos más preciados. – el mayor solo le miraba con una sonrisa, sin interrumpirlo, gesto que agradeció. Tomó una mano del chico y la llevó hasta su pecho– Y lo que has hecho hoy, hace latir con fuerza mi corazón; al igual que ese día, late con mucha fuerza hasta el punto en que es difícil respirar. Y desde el fondo de mi corazón, te lo agradezco. – Se había sincerado, es la primera vez que le decía a Ren cómo se sintió ese día y lo que había significado para él. Cómo ese simple gesto le había dado color a la vida de un niño que pese a tenerlo todo, su corazón estaba vacío.

Los labios de Ren tomaron su atención al besarle dulcemente, un beso cálido donde sus labios se movían sin prisas solo disfrutando de ese sentimiento mutuo que había nacido en ellos y ha ido creciendo día a día. Lenta y prolongadamente aquel beso cobró más pasión. La ansiedad de por fin verse luego de un largo tiempo se hizo presente, incentivando a comenzar una danza entre sus lenguas donde no había miramientos. Al parecer ambos ansiaban sentir a su pareja, asegurarse de que era real y no un sueño. Las manos de Ren no se quedaron quietas y recorrían cuerpo del pianista por sobre la ropa, causando pequeños escalofríos en este. No le prestaban atención nada a su alrededor como si estuviesen solos en el mundo. Y aunque Masato era consciente de que su senpai y amigo se encontraban ahí, no podía negarse a las manos de Ren, amaba como estas le acariciaban sin prisas y con una calidez desbordante.

–Muy bien tórtolos ya estamos por llegar– aviso el rockero, rompiendo la burbuja en la que se habían sumergido. Haciendo que el menor de sus kohais se avergonzara por haberse dejado llevar. – Tienen toda la noche para continuar con eso.

–Es lo que haremos, Ran–chan, eso no lo dudes.

– ¡Ren! – exclamó avergonzado propinándole un golpe en el pecho, ¡cómo podía decir esas cosas sin decoro alguno! Este solo le guiño el ojo antes de inclinarse a recoger un bolso deportivo que estaba junto a ellos, el cual no noto antes por obvias razones.

–Bien ahora tengo que hacerles una pequeña confesión– la voz de Ren se oyó baja, lo que le hizo pensar que seguramente lo que había ocultado no le gustaría nada a los chicos. – Está posaba no permite la entrada de vehículos a esta hora de la noche, pero logré que hicieran una excepción, sin embargo, no podrán salir hasta mañana temprano.

–Hijo de … ¡Maldición! Da las gracias de que voy conduciendo y que no tengo nada que hacer mañana temprano o te partía la cara– bramó enfadado Ranmaru que por primera vez apartó su vista del camino y les observaba por el retrovisor. Su expresión dejaba muy claro que lo hubiera hecho si sus manos no estuviesen ocupadas con el volante.

–Bueno, a mí no me molesta– dijo relajado el pelirrojo– Ustedes solo disfruten sin preocuparse de nada, Ranmaru–senpai y yo estaremos bien. ¿Verdad? –miro al peliplata esperando algún tipo de respaldo de parte de este, pero solo le miró con el entrecejo fruncido, como suele estar siempre.

–Espero que hayas reservado una buena habitación para nosotros. – amenazó el mayor. Sin embargo, una maliciosa sonrisa apareció en su rostro– y tendrás que correr con todos nuestros los gastos. Así que espero que tu billetera esté llena.

–Aaaah– suspiro el pelinaranja – Esto dolerá después. Pero nada me importa ahora, mientras pueda estar junto a mi príncipe.

– ¡Oye, no me digas así! – reprochó avergonzado Masato; no le molestaba que en un momento de intimidad le llame con aquel denominativo, pero que lo diga enfrente de otras personas era muy diferente y mucho más si estas eran los chicos que los acompañaban. ¡Definitivamente vergonzoso!

–No te avergüences amor, a los chicos ni les interesa lo que platicamos.

–Masa…–hablo el pelirrojo, girándose en su asiento para hablar mirándolos a la cara con una sonrisa adornando sus labios. – Hemos sido amigos por mucho tiempo, y aún te preocupas por cosas así. Nosotros nunca vamos a juzgarlos. –prometió el chico, sin dejar de brindarles una sonrisa– De hecho, verlos tan felices juntos nos hace feliz a todos en el grupo.

–Gracias Ittoki –respondió, las palabras del chico le conmovieron, se sentía agradecido por tener tan buen amigo como el pelirrojo y el resto de los chicos, que aceptaban su relación con gran naturalidad, incluso sus senpais lo hacían. Y realmente estaba agradecido por ello.

–Masato– intervino el mayor a bordo del vehículo– Sabes que Ren hará lo que le dé la gana, por más que se lo reproches, sin embargo, yo puedo ayudarte a hacerlo entender a golpes, que ganas no me faltan. – concluyó su senpai, deteniendo el vehículo, al parecer había llegado al misterioso destino.

–Vamos Ran–chan, sigues molesto. Lamento haber ocultado que no se podían ir hasta mañana. Te lo compensaré. –intentaba hablar en su defensa el chico, sin embargo, al peliplata no parecía importarle sus excusas y mucho menos las disculpas que este le pusiese decir.

Sin decir una palabra su senpai bajó del furgón. El resto le imitó. Otoya y Ren guardaron todo lo correspondiente a su disfraz de secuestradores antes de bajar, nadie en sus cinco sentidos permitiría la entrada a chicos tan sospechosos a una posada que aparentaba gran elegancia, mucho menos a tales horas noche. El peliazul mientras les esperaba aun lado del vehículo admiraba todo el lugar, procurando no quedar boquiabierto ante este, pues estaba más que maravillado con lo que sus ojos veían. Y aunque le tacharan de anticuado, aquella fachada tradicional japonesa cumplía completamente sus expectativas.

–Al parecer elegí bien– Oyó la voz de su novio a su lado, a quien le secundaba el pelirrojo también listo– Me alegra ver que te gusta.

–Es un lugar espléndido.

Los cuatro chicos se encaminaron hacia la entrada de tan majestuosa edificación, no está demás decir que Masato no era el único maravillado con el lugar, incluso el malhumorado senpai suavizó su expresión tras dejar el transporte. Ren se adelantó al momento de hacer ingreso al lugar, donde le esperaba una amable anciana, que vestía un elegante kimono y junto a ella una chica que parecía ser su nieta, una joven encantadora.

–Le estábamos esperando Jinguji-sama – la mujer hizo una elegante y perfecta reverencia acompañando su saludo. Como era de esperar de una genuina posada japonesa –Todo ya ha sido preparado como solicito. Por favor adelante y disfrute de su estadía, también sus acompañantes, siéntanse como en casa.

Todos hicieron ingreso guiados por ambas mujeres. En el interior la posada es igual de elegante como se apreciaba en el exterior. Ninguno se esperó que Ren fuera capaz de pisar un lugar así, pues nunca había hecho disimulo en expresar lo aburridos que le parecían. Sin embargo, para Masato, aquello era algo muy especial; el pelinaranja siempre pensaba en él, y amaba lo detallista que llegaba a ser en ocasiones como estas. El chico sin pensárselo tomó la mano de Ren, entrelazando sus dedos y en respuesta este sostuvo firmemente el agarre entre ambos.

El peliazul no se dio cuenta de cuando su senpai y Otoya se separaron de ellos, hasta llegar a su habitación, al parecer la joven posadera los había guiado por otro pasillo.

–Jinguji-sama, Hijirikawa-sama. Disfruten de su estancia. Tengan una muy buena noche. – se despidió cortésmente la mujer. A lo que ambos respondieron con una reverencia.

–Es una muy agradable mujer. – comentó el peliazul en cuanto esta se marchó.

–Y muy profesional, me garantizo total confidencialidad de nuestra visita … Sin que yo tuviera que exigirlo. – El chico hizo énfasis en esto último, pues todos sabían lo difícil que es conseguir algo así para idols.

–Eso se oye bien. –concordó. Sin embargo, aún había cosas por las que preocuparse– ¿Y con lo del estacionamiento que vas a hacer? – Era muy bueno que de la posada no se filtrara nada sobre ellos, pero la tonta escena de secuestro pudo haber quedado registrada en las cámaras. – ¿No me dirás que también son cómplices?

–Pues algo así, solo les dije que filmaríamos una cámara oculta para Hijirikawa Masato en su cumpleaños. Y así de fácil nos dejaron.

–No debí haber preguntado.

El ojiazul dejó escapar un pesado suspiro, ese tipo de cosas era las que hacían a Ren… e imaginar que hasta hace unas horas atrás llego a extrañar sus locuras, con lo de ahora tenía suficiente como para no desear saber nada de estas por una buena temporada. Aun así, Masato no se podía quejar, pues la "Locura de amor" como se excusó el pelinaranja, le gustaba demasiado, más bien la segunda parte de esta le gustaba. Que Jinguji le haya "secuestrado" para traerlo hasta aquí, solo le aceleraba el corazón. Realmente se sentía amado y es más de lo que merecía.

Ren se dispuso a abrir la puerta y hacer ingreso a la habitación. Con un caballeroso gesto le indico al peliazul que entrara primero. Este quedó deslumbrado ante la vista que el lugar le ofrecía. Por la ventana se podía apreciar un hermoso cielo estrellado, donde la mayoría de las constelaciones acompañaban a la majestuosa luna a iluminar la instancia. La tenue luz brindaba una sensación de calidez y seguridad en la habitación. El chico de cabellos azules sentía que podría estar apreciando esta vista por horas, sin embargo, necesitaban de la luz artificial para guiar sus pasos, la cual el mayor se encargó de citar, rebelando a la derecha la cena servida en una mesa baja tradicional japonesa con sus respectivos cojines; y cerca de la ventana, sobre el tatami dos futones tendidos el uno al lado del otro.

–No esperaba que viniéramos a un lugar así, es demasiado tradicional viniendo de ti.

–Pero a ti te gusta– respondió el pelinaranja, tomándole de las manos una vez de haber cerrado la puerta detrás de sí. Pero solo tomar sus manos no bastaba para Ren y tampoco para Masato, que por largos días había añorado a su pareja. Acercaron sus cuerpos, lo suficiente para sentir el calor ajeno. Lentamente sus labios se unieron en una suave danza, demostrando el amor que sentían el uno por el otro. Sin embargo, aquella muestra de afecto y necesidad se vio disuelta por la falta de aire y un vergonzoso sonido que hizo sonrojar a Masato.

–Lo siento. – dijo apenado el muchacho, ocultando parte de su rostro tras su flequillo.

–No te disculpes, sé que no has cenado aún. Así que espero que lo que pedí sea de tu agrado. – sonrió a la vez que le guiaba a la mesa y tomaba puesto frente al chico.

Para Jinguji era difícil dejar de sonreír cuando Masato estaba a su lado. Había sido duro dejar libre su agenda para esta fecha, pero sin importar lo difícil que hubiese sido, lo habría hecho mil veces, porque valía completamente la pena al ver como los ojos de su amante resplandecían en cada encuentro de sus miradas, en cómo sus mejillas se sonrojaban cada vez que le acariciaba, y en cómo su respiración se agitaba cada vez que le besaba, pero, por, sobre todo, ver como este sonreía con alegría. El pelinaranja no necesitaba de nada más para sentirse dichoso. Masato era su otra mitad, quien complementaba su vida.

–Hoy es un día muy especial. – Dijo luego de un breve silencio, pero no sin antes echarle una mirada a su reloj, aun no marcaba la media noche, pero no faltaba mucho para ello– Hace veintidós años, un día seguramente tan hermoso como hoy, nació la causa de mi felicidad. Por eso, lo mínimo que puedo hacer por ti Masato, es intentar robarte todas las sonrisas que pueda.

–Siempre me das mucho más de lo que merezco. – el chico de ojos azules se sintió abrumado por las palabras de Jinguji, y sin embargo no creía ser merecedor de estas, no había hecho suficiente por Ren como para que este le diera tanto. Y aun así se sentía tan feliz, por todo el amor que este le daba, causando que una gran sonrisa que extendía por sus labios– Gracias, por hacer tanto por mí.

–Claro que lo mereces, e incluso así no es suficiente para mí. –dijo coqueto Ren, a lo que el muchacho no le quedó más que sonrojarse – Tu no lo piensas, pero me has dado mucho más de lo que yo puedo hacer por ti.

–Eso no es…–

–… ¿No es cierto? – inquirió adelantándose a sus palabras – ¡Claro que lo es! … Me diste la motivación para seguir cantando y valiosas lecciones con las que me he vuelto el hombre que soy ahora. Me has dado noches en las que has tenido que velar de mí, porque soy incapaz de cuidar apropiadamente de mí mismo… Me has dado tu amor, tus hermosas sonrisas y ese hermoso carmín que se adueña de tus mejillas. Me has dado tu primer beso, tu primera vez y que es tan importante, que valorare por el resto de mi vida, porque me has enseñado lo que es hacer el amor, entregar el corazón a la persona que amas… Todo eso solo me lo has dado tú y más. Así que no digas que no mereces nada de lo que yo hago por ti, porque con una vida no tendré suficiente para agradecerte por todo.

– ¡Rayos, Ren! –exclamó ocultando su rostro con sus manos, cada una de las cosas que había dicho el chico logró emocionarlo hasta el punto en que las lágrimas sin control brotaban de sus ojos, nublando todo en frente de él. Nunca imagino que Ren le amase de esa manera, y mucho menos que pensara todas esas cosas, pues el igual se sentía de la misma forma, Ren también le había dado muchas cosas, sobre todo ese hermoso sentimiento que hacía latir como loco su corazón. – Yo …Te amo tanto. – aquel llanto cargado de felicidad no le permitía hablar y pensar palabras suficientes para el pelinaranja– Te amo más de lo que puedas imaginar.

–Con eso me basta.

El peliazul no se percató de la cercanía de Ren hasta que este tomo sus manos para dejar al descubierto su rostro lloroso. Avergonzado por ello, quiso agachar la cabeza para que este no le vea, sin embargo, el pelinaranja no se lo permitió, pues le beso sin miramiento alguno. Moviendo con insistencia sus labios contra los suyos hasta que entreabrió sus labios permitiéndole el paso hacia el interior de su boca. Donde ambos se entregaron al a pasión de aquella caricia. Degustando el sabor del contrario. Jadeantes buscaban oxígeno en medio de ese pasional beso, que ninguno de los dos estaba dispuesto a terminar.

(…)

El apetito había pasado a un segundo plano, Masato había caído rendido ante el libido que su compañero le brindaba. Recostado sobre aquel tatami recibía gustoso las caricias de Ren. Lentamente comenzaban a deshacerse de sus ropas, que en ese momento se habían vuelto un estorbo. El pelinaranja se deshizo de su chaqueta lanzándola por ahí en algún lugar al igual como hizo con la de su amante; se acomodó entre las piernas de este regresando a la terea de saborear su nívea piel, aquel torso desnudo siempre ha sido su punto débil, no podía permanecer quieto cuando Masato se entregaba a él de forma tan sumisa. Tal vez se deba por el ambiente que se había formado entre ellos o simplemente porque el peliazul así lo deseaba, pero este momento ambos lo estaban disfrutando.

Masato se ceñía al cuerpo de su pareja, metiendo sus manos por debajo de aquella polera que separaba sus pieles, deseaba quitar esa tela cuanto antes, sin embargo, Ren le dificultaba aquella tarea al besarle con pasión; accedía a la invitación de aquella frenética lengua en su boca, moviendo la suya con prisa para igualar su ritmo con lo que perdía el aliento y jadeaba en busca de oxígeno. El pelinaranja dejó sus labios para marcar un lento camino, por la piel de su amante, inicio en el lóbulo de su oreja y dejando un rastro de saliva al bajar por su cuello llego hasta su pecho, donde se divirtió saboreando uno de sus pezones y luego el otro.

–… Ren, ahí ya no más– suplico entre placenteros gemidos, que solo hacían excitar aún más al pelinaranja. Sin embargo, este le ignoro succionando aun con más fuerza aquel rosáceo lugar – ¡Ahh! … Por favor, ya no puedo… ¡Aaah!…

–Lo siento, pero no está en mis planes contenerme ahora – respondió contra su piel, dejando de lado aquella tarea únicamente para deshacerse de la tela que aun cubría su torso– Han sido casi dos meses en los que no he podido tocarte. Conformándome solo con oír tu voz por teléfono. Esta noche me saciaré por completo de ti. –Sentenció aquella declaración volviendo a tomar posesión de su boca.

No había nada que el peliazul pudiese hacer contra la ferviente pasión de su amante más que permitirle cada acción sobre su cuerpo, pues lo había añorado por largas noches. Deseando que regresara a su lado. Quería pronto ser uno con el chico que le había robado su corazón. Sin titubeos, desató el cinturón que sostenía los pantalones de Ren, permitiéndose el paso hacia la masculinidad de este, la cual acaricio por sobre la tela de la ropa interior. Estaba caliente y duro, Ren se estaba conteniendo.

–Estas bastante duro ¿No crees? – inquirió, intentando mostrarse sereno, sin embargo, su propia excitación delataba sus intenciones. Sabía muy bien que hacer para conseguir lo que quería. Con sus piernas rodeo la cintura del ojiceleste y se inclinó hasta poder susurrar cerca de su oído – ¿Puedes aguantarlo? … No es un desperdicio, cuando puedes dejarlo salir dentro de mí.

Descaradamente dijo lo más pervertido que pudo para seducir a Ren, para que este se dejara de pequeños juegos y se hiciera cargo correctamente de la situación. Que notara cuanto necesitaba de la unión de sus cuerpos en aquel momento. Que solo besos y atrevidas caricias ya no eran suficientes.

–Que atrevido estas esta noche Masa-chan – Respondió melosamente el mayor, sin molestarse en poner algo de distancia, se deshizo de los pantalones junto con los interiores que cubrían de la completa desnudez al peliazul– Sin embargo, no soy el único. – Y con una traviesa sonrisa bajo por el trozo de Masato, hasta encontrarse con su miembro y sin vergüenza alguna lo introdujo en su boca.

–¡Ren! ¡No! … ¡Aahh! ¡Aaaah! – alaridos llenos de placer comenzaron a salir de su garganta, intento apartar a Ren para que no siguiera con ello, pero su cuerpo temblaba a causa del pelinaranja; no creyó que este fuera a hacer algo como eso– Ren eso … para.

–¿No quieres que lo haga? Si fuiste tu quien me sedujo– cuestiono divertido por la reacción tan tímida de su pareja. Sintiéndose tentado a continuar y molestar un poco más al chico, aun pese desear con todas sus fuerzas poseerle.

–Pero…, no quiero esto. Quiero que estés aquí adentro. –Indico el joven pianista posando una de sus manos en su bajo vientre, logrando que Ren se sonrojara y tragara grueso– También he esperado mucho por estar contigo.

–Si me seduces con tanta insistencia, no me puedo negar.

El pelinaranja sentó de rodillas en el piso, apreciando a su pareja que le miraba con deseo. Su ritmo cardiaco se aceleraba por completo ante aquella deliciosa vista y la expectativa de hacerle el amor. Con aquellas demandantes palabras no perdió más tiempo. Desabotono sus pantalones y dejo libre su miembro, realmente estaba duro y excitado, tanto que la punta de su pene ya se humedecía por si sola. Se acomodo entre las piernas de Masato separándolas lo suficiente para tener acceso a tan deleitante lugar que es su interior. Humedeció dos de sus dedos y los llevo al ano del chico donde los introdujo lentamente, comenzando a prepararle.

–Está bien si no haces eso– dijo el peliazul apartando su mano y motivado por la lujuria sostuvo el falo de Ren antes de decir suavemente–… Mételo.

Nuevamente el ojiceleste trago grueso. No negaría que le encantaba ver a su Masato tan deseoso de placer. Y aunque inicialmente iba tomar las cosas con calmas y disfrutar del momento con su pareja, este giro de los hechos le fascinaba mucho más. Así que complaciente hizo como Masato le pidió. Con cuidado y lentitud comenzó a introducir en él su virilidad, aunque estuviese apretado aquel canal se amoldaba a su pene con facilidad, todas las veces que habían hecho el amor lograron que el cuerpo de su amante recordara su forma. Ren se deleitaba ante los gemidos de placer que el chico dejaba escapar entre sus labios… Y desde aquel punto, ya no fue capaz de mantener la razón. Sus caderas golpeaban las contrarias con gran insistencia, dándole el placer que ambos necesitaban.

–¡Ren! … Más lento –pedía Masato, temblando y gimiendo ante cada una de las embestidas que el mayor le otorgaba. Si continuaban así, no podría aguantar por más tiempo.

–No importa – dijo Ren comprendiendo el trasfondo de su petición, este reafirmó sus movimientos al sujetarle con ambas manos de las caderas y profundizar aún más sus penetraciones – Tenemos… mucho tiempo para ponernos al día.

–¡Ahhh! ¡Ren! – intento protestar por ser ignorado, sin embargo, la insistencia con la que su interior era golpeado le estaba enloqueciendo, no le permitía formular palabra, ya que de su boca únicamente salían inentendibles y vergonzosos gemidos de placer. Ya no podía más y eso fue claramente notado al ser su vientre manchado por la sustancia blanquecina propia del mayor de los éxtasis.

–Yo también…–Gimió el pelinaranja entre dientes, dando las ultimas estocadas antes de dejar salir su esencia en el interior del chico, provocando el último gemido en él junto con maravillosos estremecimientos motivándolo a continuar un poco más antes de caer rendido sobre el pecho de Masato. – Lo siento, me vine dentro. – dijo sin sentiré verdaderamente arrepentido.

–Está bien, no importa. – le restó importancia el peliazul, ante la calidez que fluía en su interior, aun causando pequeños temblores en él.

Sobre el tatami, ambos jadeaban cansados buscando regular sus respiraciones después de tan intensa actividad. Contemplaban el rostro contrario sonriendo dulcemente para su pareja. Ese momento en el que sus respiraciones se sincronizaban, era la parte más importante de aquella entrega de sus cuerpos, donde se sentían tan plenos y parte del otro. Donde forjaban aún más sus sentimientos. Donde se seguían amando en silencio, solo oyendo la respiración de la persona que aman.