¡Hola! He decidido que escribiré historias cortas, de menos de 1000 palabras lo que no se en que categoría entra, sobre ediciones random de los juegos y se las dedicare a personas. En esta ocasión se lo dedico a AleSt ¿Por qué? ¡Por qué este mes fue su cumpleaños! Hace muchos días pero este mes y eso es lo importante. ¡Feliz cumpleaños! Este será como un prólogo en vista de que será narrado durante los días oscuros. Espero que te guste, Ale, y a todo el que lo lea.

Días oscuros: Decisión

La sangre escurría aun entre mis piernas, el corazón acelerado y la mano de mi marido llevándome a rastras por los oscuros pasajes subterráneos del Capitolio.

—Aguanta, Maya, ya casi llegamos— me prometió él mientras nos deteníamos frente a un derrumbamiento que impedía nuestro paso.

La luz de la luna, o de las farolas artificiales (imposible saber), golpeaba de arriba a abajo el rostro de Mickle, al que llevaba más de nueve meses sin ver y en ese tiempo parecía haber envejecido casi una década. Su cabello estaba salpicado de canas de plata, unas arrugas enmarcaban sus ojos oscuros y tenía una barba descuidada muy poco propio de él. Sin embargo, seguía siendo hermoso.

— ¡Señor! Aquí arriba, no es difícil escalar y hay otro túnel no muy lejos— exclama un chiquillo pelirrojo que ayudo en la campaña de mi rescate, no ha de tener más de dieciséis años.

— ¿Crees poder?— me pregunta mi esposo con la preocupación pintada en el rostro.

Yo asiento y pego un poco más el pequeño bulto contra mi pecho.

Cualquier otro día hubiera sido una escalada fácil, yo era una mujer fuerte. Pero me había debilitado al estar tanto tiempo en una celda y lo que acababa de pasar hacía las cosas peores.

Mis muslos temblaban y el único brazo que tenía libre no era capaz de aguantar mi peso como lo hacía antes. Mickle, que avanzaba enfrente de mí, se volteaba una y otra vez a ver como estaba. Sabía que no me dejaría sola y eso podría significar su muerte, eso podía significar la muerte de los tres.

Yo estaba lista para regresar a mi antigua vida, a correr de un lado a otro con granadas en la mano lista para derrocar al Capitolio. Solo necesitaría unos días de descanso y podría seguir luchando por lo que creo, por lo que amo.

Escucho unos leves gemidos de la pequeña que traigo en brazos, de mi hija, a la que he parido solo una hora atrás. Ella no está hecha para esa vida.

Su padre no es Mickle. Es un sucio capitolino que se creyó con el derecho de tocarme solo por qué "no parecía persona" con mi cabello opaco, la piel llena de cicatrices y los harapos que llevaba puestos después de que habían volado el lugar donde manteníamos nuestros suministros.

Cuando supe que la llevaba dentro, quise sacarla ahí a toda costa. No era mi hija, era un parasito que había llegado a mi vida con el único propósito de matarme desde adentro y asegurarse de que recordara que ese hombre se había aprovechado de mí.

Me detuvieron y se aseguraron de que no lo volviera a intentar. Intente odiarla aún más después de eso. Sin embargo me fue imposible. Me sentía sola así que le hablaba y ella me escuchaba. Cuando estaba indignada daba pataditas para darme a entender que estaba de acuerdo, cuando estaba triste podía sentir toda la paz que ella tenía dentro de mí y lograba contagiármela.

Aprendí a amarla porque era lo único que tenía. Aprendí a amarla por qué fue mía durante los siete meses y medio que la tuve en mi vientre. Pero si quería que mi niña sobreviviera, si quería que tuviera la oportunidad de crecer, no podía llevarla conmigo.

Creía en la causa, amaba la causa. Pero ya no creía en la victoria y amaba más a mi hija.

—Mickle— dije viendo a los ojos al hombre frente a mí— Tengo que hacer una parada antes de continuar.

—Amor, ya sé que estas cansada pero…

—No es eso— lo detuve y separe al pequeño bulto para que él pudiera ver su rostro rojo y arrugado—. Tengo que hacerlo. Vuelvo pronto.

Corrí hasta una casa pequeña, colorida y con las luces prendidas. En esos momentos aún no habían evacuado esa zona. Aunque los rebeldes la habían atacado más de una vez aún estaba muy cerca del centro y hacerlos adentrarse más solo lograría generar aún más caos.

Toque la puerta con desesperación pero nadie me abrió, me pregunte si era por qué sabían quién era. Si era por qué había escuchado hablar sobre el ambicioso plan de rescate que uno de los líderes rebeldes había organizado para rescatar a su esposa secuestrada, una de las mujeres más temidas por los capitolinos antes de eso.

— ¡Por favor habrán!— llore—. Mi bebé…

Y entonces mis ruegos fueron escuchados y una mujer de edad indefinida, vestida toda de violeta, se asomó un poco.

Yo me puse de pie de inmediato, empuje la puerta de tal manera que pudiera verla completa y le di a mi hija, al amor de mi vida.

No le di tiempo de decir una palabra y salí corriendo. Mickle me estaba esperando y no hizo ni una pregunta, así como tampoco pregunto nada cuando vio el inmenso vientre que tenía cuando fue a liberarme.

Nos tomamos de las manos y corrimos juntos de vuelta bajo tierra, a un lugar oscuro y cavernoso donde el farolito de vida y esperanza que era mi niña ya no tendría que entrar. Nunca esperamos que ese sitio fuese nuestra tumba, cuando vimos los cuerpos del resto del equipo ya era demasiado tarde, el padre de mi hija nos estaba esperando, listo para convertir ese lugar en nuestra tumba.

Y eso es todo. Estaré dejando una de estas mini historias por cada cumpleaños de los que son anunciados en el foro: "El diente de león". ¿Qué te pareció Ale?

Te quiere a ti y a todo el que lea esto: yo.