El fic y algunos de sus personajes, son de mi autoría. Sin embargo, los personajes de Candy Candy, pertenecen única y exclusivamente a Kyoko Mizuki y Yumiko Igarashi.
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MI DULCE PERDICIÓN
Capítulo I
Cuba
—Bienvenidos a Playa Pilar, un precioso arenal de aguas cristalinas y arenas blancas ubicado en el Cayo Guillermo, en el Archipiélago de Jardines del Rey.—dijo el guía turístico a un grupo de ancianos, extendiendo su manos para exhibir el lugar.
—Menos mal que no viajamos con ese grupete!— dijo un joven señalando a los adultos
—jajajaja...que suerte la nuestra de salvarnos de esos ancianitos molestos.
—yo no me reiría tanto, recuerden que nosotros también pasaremos por esa etapa chicos— dijo burlándose de sus amigos.
—yo no me quejaria si tuviera la compañia de cierta ancianita. Miren lo que es esa mujer, ¡ Por dios!— exclamó el pelirrojo señalando a una mujer mas o menos como Sofia Vergara _esta bastaaaante bien para su edad — dijo mientras le guiñaba el ojo a la morena mayor.
—No seas tonto. Esa mujer no pertenece al grupo Neal, no te diste cuenta que viajó en primera clase. Estaba delante de nosotros— dijo Stear, el más centrado del grupo.
—Ya... dejemosno de boberías y vamos al hotel— dijo Archie, hermano de Stear.
Salieron del aeropuerto los amigos y se dirigieron a donde se hospedarían.
Pasado 15 minutos llegaron al lujoso Hotel Iberostar.
—Buenas tardes caballeros—dijo la recepcionista con una exagerada sonrisa al ver a tan a puestos jóvenes.
—Buenas tardes— dijo Archie— tenemos reservaciones a nombre de...—no pudo terminar la frase porque en ese preciso instante fueron interrumpidos por un grupo de bellas señoritas.
—Oh, lo siento. Pero es una emergencia.—dijo una rubia mientras se colaba descaradamente delante de Archie para ser atendida. Quien la escudriñó de arriba abajo, desnudándola con la mirada.
—¿Hey que haces?, nosotros llegamos antes—dijo Terry enfurecido pero sin apartar los ojos de las curvas de la rubia.
—Dije que se trata de una emergencia. Señorita tenemos una reserva a nombre de...—no la dejó continuar.
—Pero que pecosa maleducada.—dicho eso la rubia se giró lentamente y lo enfrento furiosa. Aparentando fuertemente los puños contra su falda.
—¿Qué dijiste? ...Antes de burlarte de mis pecas porque no te fijas en la cara de ogro que traes.—los amigos del castaño soltaron fuertes carcajadas. Mientras Danielle y Alison aprovechaban para confirmar sus habitaciones.
—Eres una pecosa insolente. Deberías cuidar tu vocabulario.
—Y tu... medir el nivel de vinagre que desayunas.—dijo con las manos en las caderas.
—Uuuuuh—exclamaban sus amigos.
—Listo...Basta Candy, ya tenemos nuestras habitaciones. Vamos.—dijo Alison.
—¡Idiota!—dijo pasando por su lado y empujándolo con el hombro.
—Pecosa maleducada—respondio él, ella se giro, le mostró el dedo mayor de su mano y le sacó la lengua mientras caminaban hacia el ascensor burlándose del castaño.
—Vaya, que mujer más infartante. Vieron lo que es ese trasero, y ni hablar de su delantera. Y su boca...—comento Neal. Recibiendo una fulminante mirada por parte del castaño.
—Ya basta. Señorita, podría atendernos de una vez.—dijo Stear.
—Oh, si. Disculpen por favor. ¿A nombre de quien tienen la reserva?
—Alistar y Archibald Cornwell, Terrence Grandchester y Neal Legan.
—Muy bien, podrían darme sus identificaciones, por favor
—Si, claro— le entregaron lo pedido. Luego de unos minutos
—Bien, aquí tienen— dijo devolviendo sus documentos y propiciándole las tarjetas magnética— habitación 481, 482 y 483. Que disfruten su estadía.—dijo con una sonrisa la recepcionista
—Gracias, linda—respondio Neal muy seductor sonrojando a la chica.
—Bien...a disfrutar nuestras mini vacaciones— dijo Archie.
Subieron a sus respectivas habitaciones, acompañados por el botón que llevaba el equipaje.
Llegando al piso correspondiente, cada uno se dirigio a su respectiva habitacion pero no sin antes darle una buena propina al boton. Quedando verse luego de unas horas en el lobby del hotel.
Varios minutos después, en una de las lujosas habitaciones del hotel un grupito de amigas...
—Vamos Candy, ya cambia esa cara—dijo su amiga Danielle.
—Si nena, vinimos aquí a pasarla bien— dijo Alison, una castaña de ojos como la miel.
—Es la única que tengo—dijo la rubia fingiendo una sonrisa mostrando su blanca dentadura. Que estaba tumbada sobre la gran y plácida cama mirando el techo.
—Nooo... tienes una que es mucho más hermosa y que derrite a cualquier hombre. Como el ogro de la recepción.
— jajaja...el ogro. Me haces reír Dany
—Vamos amiga— dijo esta jalando del brazo a la rubia para levantarla— ayúdame a levantarla, Ali— ya que la rubia hacia resistencia burlándose de la castaña.
—Esta bien, esta bien. Vamos a divertirnos como Dios manda—dijo mientras ella caminaba hacia el cuarto de baño y las otras escogian que ponerse para esa noche.
...
Después de dar tantas vueltas y elegir entre tantos vestido el ideal para esa ocasión. Las tres jóvenes de cuerpos torneados y perfectamente bronceados, se dirigieron a la fiesta que se daría en una disco a tres cuadras del hotel donde se alojaban. Y donde ya se encontraba un grupo de guapos amigos muy divertidos.
—Esto si es vida.—dijo Archie. Un castaño de ojos marrones claros, alto y cuerpo bien trabajado como el de los demás.
—Allá esta mi mujer fatal—dijo Neal, mirando a la mujer que vio en el vuelo.—Nos vemos luego.—se alejó de ellos para ir de caza.
—Neal se va a comer una grande—dijo Stear.—¿Y Terry?
—Lo vi caminar hacia la terraza.—respondio su hermano.
—Vamos con él.
Mientras ellos iban al encuentro de su amigo.
Tres guapas chicas hacían su acto de presencia al lugar.
—Mmm... No es la gran cosa pero por lo menos nos divertiremos—dijo Candy, la rubia de ojos verdes del grupo.
—Que modesta, amiga— dijo con sacarsmo la castaña. Para luego reírse las tres.
—Vamos por unos tragos. Hay que ponerle diversion a esto.—dijo Alison.
Pasaban las horas y los dos grupos se divertían a lo grande por separado. Bailaban, tomaban, se reían.
En el centro de la pista se encontraban tres bellas mujeres bailando. Dos de ellas se fueron, una al baño y otra a la barra por más tragos.
De repente una mirada azul se cruzó con una bella mujer de vestido blanco brilloso corto, hombro descubiertos, tacones altos y su cabello suelto que lo agitaba sensualmente, danzaba meneando su cuerpo con movimientos sexi, levantando sus brazos sobre su cabeza, haciendo que su falda subiera un poco mas y mostrara un poco mas sus muslos. Mantenía los ojos entrecerrados, mientras disfrutaba de la música. Moviéndose al ritmo de la canción que sonaba en ese momento "sexy bitch de David Getta"
Estaba sola en medio de la pista saboreando una copa de champagne cuando levantó la vista y se encontró de frente con Terry.
Por un largo rato él la contempló sin decir nada. Candy sintió que le recorría una ola de calor, pero se había prometido no dejarse llevar por sus impulsos, menos respecto a ese hombre con el cual había tenido un fuerte enfrentamiento. ¡Qué difícil era!
Con una mirada seductora fue acercándose.
—Vaya, no pensé que dejaban entrar a las pecosas.
—Uff. Lo que me faltaba—dijo susurrando.—Ni yo que había ogros en este lugar!—eso lo dijo para que él escuchara. Y se giró para darle la espalda. Él tuvo una buena vista de su curva.
—No deberías hacer eso.—ella siguió moviéndose muy sensual.—¿Te estas divirtiendo? —le preguntó cerca al oído, apenas apoyando un poco su cuerpo contra el de ella.
—Si. Y mucho —respondio, esbozando una ligera sonrisa de medio lado.
Ella se giró para quedar de frente, pero lo miró hacia la camisa en lugar de la cara. ¿Por qué sus ojos tenían que ser tan azules y tan hipnóticos? Pensó.
—Se nota.
—¿Qué te hace pensar eso?
Era casi imposible ser agradable con aquel hombre cuando él se creía claramente mejor que cualquiera. De pronto Candy vio por detrás de Terry a Dany, que le guiñaba el ojo avisándole que estaba en buena compañía.
Candy tragó saliva con dificultad y logró sonreír levemente. Por un instante él pareció sorprendido, pero luego se dio la vuelta, dedujo que sonreía a causa de la morena, y volvió a girarse hacia Candy «Es la mujer más difícil y peleona que he conocido nunca, pero es endiabladamente bella», pensó Terry.
Ella era la perdición de cualquier hombre. Curvas perfectamente delineadas, ni más ni menos, un cuerpo exquisito bajo ese vestido para el infarto. Las medidas justas. Sexi hasta la muerte. Una cara más que bonita, labios sexy, delineados, llamativos. Una nariz fina y respingada. Tenía unos ojos grandes y expresivos, preciosos. Dos brillantes esmeraldas.
No era demasiado alta, de un metro sesenta y cinco aproximadamente. Piernas largas y torneadas.
Su piel ligeramente bronceada, tan o más suave que el terciopelo.
Una sonrisa que podría derretir hasta el más grande de los iceberg.
Aunque sus modales lo exasperaban, ella despertaba en su interior un fuego que no podía negar. De hecho, se imaginó transformando el enfrentamiento verbal con Candy en otro enfrentamiento mucho más placentero. Se imaginaba que ella era una mujer activa en la vida, también lo sería en el sexo.
De pronto, Terry fue incapaz de pensar en otra cosa que no fuera acostarse con Candy. Se prometió que, antes de que terminara la noche, lograría que esa gatita ronroneara a su lado, en lugar de querer sacarle los ojos.
—Ya has terminado tu copa. ¿Te pido más champán? —preguntó.
Antes de que Candy fuera consciente de sus intenciones, él le había retirado la copa y había llamado a uno de los camareros para que les sirviera más bebida.
Cuando se giró de nuevo hacia ella, posó primero su perturbadora mirada en sus ojos y luego en su boca, como si quisiera devorarla entera. A Candy le inundó una ola de deseo tan intensa que por un momento dejó de pensar con claridad.
¿Qué demonios le sucedía? Ella detestaba a aquel arrogante, ¿cómo era posible que le atrajera tanto? «Debo de haber bebido demasiado alcohol», se dijo.
—Creo que no debería probar más alcohol. No estoy acostumbrada a beber tanto —confesó.
«Fabuloso, acabo de dejar mi imagen por los suelos». pensó ella.
—Si no bebes alcohol, seguro que tiene otros vicios. Me pregunto cuáles...
Ella se vio atrapada por la sugerente voz de él y no pudo apartar los ojos de su rostro. Deseó tener alguna ocurrencia ingeniosa para frenar la mirada lasciva de él, pero se había quedado en blanco y con la boca seca.
—Creo que podriamos empezar de cero. ¿No lo crees? Soy Terrence. Pero puedes decirme Terry. —le tomó la mano y se la beso delicadamente. Fue una suave caricia, pero ella tuvo la sensación de que la estaba marcando, como el hierro de un ganado. El lugar donde él la había tocado era puro fuego, Candy estaba confundida: ese hombre le desagradaba profundamente, pero cuando la había tocado casi se había desmayado de placer.
—Ok, Terry. Soy Candy. Lamento haber sido tan grosera. Pero era una urgencia.
—Yo te pido una disculpa por haberme comportado como un idiota.
Y desde ese preciso momento disminuyó la tensión. Bailaron juntos y bebieron champagne hasta hartas horas de la madrugada
—Bueno Terry. Es hora de marcharme.
El enarcó una ceja sorprendido y luego sonrió incrédulo.
—¿Cómo habías pensado regresar al hotel esta noche? —preguntó, intentando sonar despreocupado.
Ella se sorprendió con la pregunta y al principio no supo qué contestar. Se obligó a centrarse. ¿Iba él a ofrecerse a llevarla?
—Seguramente me volveré con alguna de mis amigas o si no tomaré un taxi.
Él se acercó a ella y le levantó la barbilla. Candy creyó que el corazón iba a salírsele del pecho; de pronto, no existían ni Dany ni Alison, ni nadie más que Terry y ella en el lugar.
—Estaba pensado si, en lugar de eso... Te gustaría ir conmigo.
—¿Contigo? —repitió ella, abrumada por lo mucho que la afectaba aquel hombre con una sola mirada. ¿Hablaba en serio? De pronto le asaltó la alarma de que quizás él sólo estaba jugando con ella para vengarse de que ella lo hubiera insultado antes. Ella le apartó la mano de su barbilla.
—No... no, no te preocupes. Tomaré un taxi.
—De ninguna manera te dejaré ir sola.—dijo tomándola de la cintura.
El vio la confusión en los ojos de ella y el rubor de sus mejillas. Sintió que el deseo crecía en su interior y, acercando su mano al rostro de ella, acarició aquella piel de terciopelo.
—D de a-cuerdo —respondio suavemente.
Subieron a un taxi. No era lejos, sólo tres cuadras pero ninguno de los dos estaba en condiciones de caminar. Habían bailado todas las canciones.
Él pagó el trasladó. Descendió del auto y la ayudó a bajar. Caminaron entre risas. Ella se saco los tacones para caminar mejor y los llevaba en la mano. La guió hasta el ascensor. Cerraron las puertas y sus miradas se cruzaron lanzando chispas. Él la tomó de la cintura y la pegó a la pared. Ella lo rodeo con sus brazos mientras sus bocas se encajaban perfectamente. Los besos eran intensos, apasionados. Él la acariciaba pasando sus manos por la pierna que ella flexionó un poco para rozar el costado de él.
Cuando el ascensor se detuvo, caminaron por el pasillo sin dejar de besarse. Entre risas y choques que daban en las paredes. Hasta que él logró sacar la tarjeta y abrir de una vez la puerta de su habitacion.
Sentada en la lujosa cama, Candy entrelazó las manos para contener sus temblores mientras Terry se arrodillaba delante de ella y le quitaba los zapatos.
Ella quería que la besara, lo deseaba con tanta fuerza que le dolía el cuerpo entero.
Contempló maravillada cómo él se quitaba la chaqueta y la corbata, se desabrochaba los botones superiores de la camisa y, sin apartar la mirada de sus ojos, acercaba sus manos a los muslos de ella. Fue subiéndole el vestido y acariciándole los muslos.
Ella se había puesto su conjunto de lencería más sexy, con encaje y una fina seda. Se preguntó qué pensaría Terry de eso. ¿Creería que se lo había puesto por si tenía suerte esa noche y se acostaba con alguien?. Terry le dirigió una sonrisa de lo más sexy como si le hubiera leído los pensamientos.
Un potente deseo invadió a Terry. Seducir a una mujer bella era uno de los mayores placeres de la vida, y él llevaba en la sangre el arte de la seducción, igual que sabía cómo ganar una fortuna sin apenas esfuerzo; era algo innato en él.
Pero en ese momento era él quien se moría de ganas de que aquella diosa . Tenía la sensación de que, si no lo lograba pronto, se volvería loco.
Advirtió la excitación de ella y, de un preciso tirón, le bajó las bragas. Él seguía arrodillado en el suelo, y acercó su cuerpo al de ella y le acarició la parte interna de los muslos. La sintió temblar y la oyó jadear conforme él se acercaba a su centro más íntimo e introducía un par de dedos en su interior. Al sentirla húmeda y caliente, Terry no pudo contener su propio gemido de placer.
«¡Oh, sí, no pares, por favor! ¡Quiero más!», pensó Candy desatada mientras
Terry la llevaba al clímax antes de que ella se diera cuenta de lo que intentaba. La invadió una explosión de calor y sintió los pezones duros contra el vestido. Gimió y ahogó un grito de placer, echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos disfrutando del éxtasis.
Nunca había conocido un orgasmo como aquél, sólo había sido capaz de soñarlo.
Cuando abrió los ojos, vió que Terry se había quitado la camisa y los pantalones. Lo devoró con la mirada: tenía un cuerpo fabuloso, de hombros anchos, vientre plano y caderas estrechas. Unos cuantos rizos oscuros sobresalían de su boxer. Candy se humedeció los labios sin darse cuenta de que lo hacía.
Terry recibió el inocente gesto erótico con una mirada tan hambrienta que ella casi tuvo otro orgasmo. Entonces él se colocó sobre ella en la cama y la besó en la boca apasionadamente.
Jugueteó con sus labios y su lengua con una habilidad asombrosa. Candy se deleitó en su sabor, deseaba más. Entonces él le levantó el vestido y se lo quitó por encima de la cabeza, y luego le desabrochó el sujetador con igual destreza. La contempló unos instantes en silencio.
—Eres perfecta —murmuró él, maravillado, mientras le acariciaba un pecho y luego el otro.
—No tan perfecta como tú —contestó Candy, colocando su mano sobre el estómago de él y gimiendo ante la sensación de acero y terciopelo a la vez.
—Tócame, Candy —le dijo él con voz ronca—. Quiero que me toques.
Aquella petición abrió las puertas al deseo de ella. Ansiosamente, Candy deslizó sus manos por el vientre de él, hasta llegar a su fabulosa erección, suave como el satén. La rodeó con su mano y él gimió, se inclinó hacia delante y besó a Candy de nuevo ardientemente. Luego la tumbó sobre la cama y se colocó sobre ella a horcajadas.
Antes de que ella pudiera avisarle de que tomaba la píldora, vio que él sacaba un preservativo del bolsillo de su pantalón y se lo ponía. Candy observó abrumada y excitada lo bien dotado que él estaba. Se olvidó de que se suponía que eran enemigos y que no tenían nada en común excepto aquella salvaje atracción sexual que los urgía a acostarse juntos sin conocerse apenas. Terry acercó su boca a los senos de ella y los acarició por turno, provocándole el deseo más potente que ella había experimentado nunca; entonces, Candy decidió dejar de pensar y simplemente disfrutar de la experiencia, como hacían sus amigas: deleitarse en el placer sexual y sensual sin sentirse culpable.
—¿Estás preparada para mí, Candy? —le susurró Terry al oído mientras se
colocaba sobre ella—. ¿Vas a dejarme entrar?
¿Esa voz ronca era la misma que le había insultado horas antes? Terry
entreabrió sus muslos y se introdujo en ella lentamente pero con firmeza. Ella le
acarició la espalda cada vez con más deseo mientras él la llenaba más y más.
—Eso es, gatita... Quiero sentir tus garras.
Terry siempre había tenido una vida sexual de lo más saludable, pero nunca
había experimentado un deseo tan poderoso como aquél. Era como si fuera incapaz de saciarse de ella.
Controlando con esfuerzo su urgencia por alcanzar el clímax, Terry la penetró una y otra vez hasta que ella se abandonó en sus brazos. Al sentirla estremecerse y gemir de placer, él se entregó por fin a su orgasmo, tan potente y glorioso que se quedó sin aliento.
Antes de salir de ella, Terry la miró a los ojos y le sonrió con mayor satisfacción que a ninguna de sus amantes anteriores.
—¿Ya no tienes nada que decirme, mi dulce perdición? —le provocó suavemente, mirándola satisfecho.
Ella contempló su hermoso rostro y sintió que lo deseaba de nuevo. Suspiró.
—A veces las palabras no son necesarias, ¿no crees? —susurró ella, y apartó la mirada de sus ojos.
No quería exponerse demasiado ante la ardiente mirada de él.
Continuará...
Qué les pareció esta historia...¿Les gustó?
Que tengan un buen comienzo en esta semana.
Y como siempre... ¡GRACIAS!
