Mi nombre es Runo Misaki, tengo 18 años de edad, no me considero muy alta, soy delgada y de piel algo blanca, ojos color verde claro y por extraño que suene mi cabello es color azul como el cielo, normalmente lo llevo agarrado en dos coletas altas, pero esta vez lo tenia suelto por lo que me llegaba mas debajo de la cintura, extrañamente vestía un vestido blanco y unas zapatillas del mismo color.

Caminaba sin rumbo fijo por las calles de la ciudad, aunque me duelen las piernas por tanto caminar sigo en pie y la luz del día es tan intensa que con dificultad puedo distinguir las caras de las personas que pasan a mi lado y no se si son alucinaciones mías pero la mayoría de la gente se quedaba viéndome como si se tratara de una loca, pero eso me tiene sin cuidado no me interesa lo que la gente piense de mi.

De pronto una luz me alumbra pero esta no lastima mi vista, al contrario la luz se sentía calida y llena de paz y de pronto de entre la luz veo tu rostro igual que siempre, sereno y sonriente, con tus cabellos marrones ligeramente despeinados y con esos ojos rojizos en los que me perdía completamente, te pusiste en frente de mi como esperando mi llegada, al verte mi corazón salto de gozo sin embargo eso no duro mucho por que empezaste a correr, me asuste al pensar que podía perderte por lo que te seguí y a pesar del estado en el que me encontraba corrí lo mas rápido que me permitían mis piernas, por mas que te gritaba que te detuvieras parecía como que no me escucharas, me guiaste hasta un prado hermoso lleno de flores de todos los colores habidos y por haber, con el pasto verde y con un lindo aroma en el aire y precisamente te detuviste bajo la sombra del gran roble que adornaba el escenario y tu seguías igual con tu rostro impecable y sonriente. Me acerque lentamente hasta quedar a solo unos centímetros en frente de ti, las lagrimas empezaron a brotar de mis ojos y me tire en tus brazos a lo que tu me abrazaste calida y tiernamente, yo solo lloraba no quería que ese momento acabara.

Perdóname Runo – dijiste en voz baja cerca de mi oído.

Me paralice al escuchar tu voz y apenas terminaste la frase tu silueta desapareció dejando en tu lugar una fría y enorme lapida de cemento, caí inmediatamente al pie de esa lapida, le pase la mano lentamente en sima del nombre que estaba escrito y sin previo aviso mis lagrimas aumentaron, efectivamente la lapida decía… "Dan Kuso – 18 años"... no sabes cuanto me arrepentía de no haberte dicho antes sobre mis sentimientos…nunca te dije lo importante que eras para mi, siempre peleaba con tigo para ocultar esos sentimientos tan profundos que sentía hacia a ti.

¡¿Por qué?!, ¡por que me dejaste sola! – Grite lo mas fuerte que pude – Dan… ¡Te amo! – volví a gritar.

Ahora estábamos separados y esta no era una simple separación…esta duraría todo lo que me queda de vida hasta volverte a ver y esta juntos de nuevo…

En ese momento sentí como la calidez que había sentido antes volvía a mi y me abrazaba, al poco rato también sentí una mano posarse sobre mi hombro.

Vamos Runo, tienes que volver al hospital, si te quedas aquí empeoraras – dijo Alice, mi mejor amiga que siempre estaba ahí para apoyarme.

Mi amiga me ayudo a pararme y nos empezamos a alejar del lugar, en ese momento lo recordé todo… el accidente… los autos chocados… la sangre que rodeaba tu cuerpo… y como fue que perdí la conciencia.

No me importa lo que pase yo solo se que… nos volveremos a ver algún día Dan… y hasta ese entonces mis sentimientos no cambiaran… y por fin te podré decir sobre mis sentimientos cara a cara sin ningún impedimento y entonces estaremos juntos... juntos para la eternidad.