Estaba herido y la toxina comenzaba a surtir efecto, el intruso en su barco había viajado escondido desde Zaun y le había embestido con la daga infectada al llegar al muelle.
-¡No era necesario!- Gritó Roland al ver que el intruso, ataviado con una larga capa negra que volaba por la velocidad a la que corría y unas botas de cuero hechizadas.
Roland no logró ver más detalles, su vista comenzó a nublarse, no pudo mantener el equilibrio y cayó al suelo, no sabía si moriría. Intentó volver al barco que no estaba muy lejos, pero a rastras, parecían kilómetros. La gente del lugar no le daba ninguna importancia, como si fueran cosas que suceden todos los días y se preguntaba si alguien acudiría a ayudarle, pero sabía que Aguasturbias no era el mejor lugar para caer inconsciente en un sucio muelle dejando su pequeño barco abandonado.
