Pokémon: Sparkling Dreams - Prólogo

También conocido como Amourshipping: La Promesa

Idea original y guión: Terry Wolles

Los personajes de Pokémon no me pertenecen.


RUTA 1: Renacer tras la derrota

Abatido. Destrozado. Aniquilado. Así es como se sentía el entrenador Pokémon de Pueblo Paleta, Ash Ketchum. El joven caminaba sin rumbo fijo, a paso de muerto viviente, por el estadio de la Liga de Kalos. Acababa de perder en la final. Su primera final en una Liga Pokémon regional. Y aun así acabó como la Liga de Kanto. Y la de Johto. Y la de Hoenn. Y la de Sinnoh. Y la de Teselia. Aunque este final fue mucho más cruel que cualquiera de los anteriores. Justo antes de realizar su último ataque, Pikachu se resbaló en medio de la arena, dejándolo a merced del Psicocorte de Mega-Gallade. Ese movimiento dejó en shock a todo el mundo, especialmente al entrenador que tanto se había esforzado para llegar tan lejos. Al final, todo el sudor derramado fue en vano. El chico se sentó pesadamente en medio de uno de los pasillos del estadio, con la pierna izquierda flexionada y su gorra blanca y roja tapándole la cara. Sus ojos estaban llenos de lágrimas, pero no quería que nadie le viera así. Todo el trabajo hecho durante tantos meses había quedado reducido a cenizas. ¿Cuánto tiempo llevaba ya persiguiendo su sueño de convertirse en un Maestro Pokémon? ¿Cinco, seis años? Realmente le habían pasado como si hubieran sido veinte. Y lo máximo que había conseguido era llegar a esa final, después de muchos tropiezos por el camino. Pero como siempre, había pasado algo que le había impedido completar su sueño.

Aquella era la gota que colmaba el vaso. Muchísima gente creía en él y le daban su apoyo, y todos tenían la esperanza de que esta vez sí, que a la sexta iría la vencida. Pero no. Sus esperanzas habían vuelto a romperse en mil pedazos, como un espejo golpeado por un martillo. Mientras lloraba desconsoladamente, la venían a la memoria todas aquellas personas a las que había fallado, había decepcionado: su madre, el profesor Oak, sus antiguos compañeros de viaje, Sawyer, Bonnie, Clemont y ella… sí, ella. La mujer que siempre le había brindado su apoyo, sin importar las consecuencias ni las adversidades. La mujer que siempre que las cosas se ponían feas, seguía confiando en él y seguía animándole. La mujer que, en su mente, seguía llamando su nombre con una sonrisa en sus labios.

— ¡Ash!

Ahora bien, aquel grito sonó demasiado realista, y le hizo sacudir la cabeza de un lado a otro. Y allí, a su izquierda, viniendo desde el fondo del pasillo, la vio. Su amiga de la infancia, la mujer que le había acompañado durante casi la totalidad de su viaje por la región de Kalos. Ataviada con su vestido rosa clavel, su chaleco rojo, la cinta azul que él le había regalado y su sombrero rosado, entró en escena la Reina de Kalos, Serena Yvonne. La pelimiel fijó su mirada en el entrenador de Kanto, al mismo tiempo que daba grandes zancadas para acercarse a él. Su cara mostraba una preocupación profunda, y sus ojos azules parecían húmedos. Detrás de ella, la seguía el inseparable compañero de aventuras de Ash, Pikachu, con un semblante casi idéntico al de la chica.

— ¡Ash! ¡Por fin te encuentro! —exclamó, al mismo tiempo que se detenía a su lado— Ash, nos tenías preocupados a todos. Después del combate contra Maylon desapareciste sin dejar rastro…

El joven no se movió, ni se levantó ni nada parecido. Simplemente volvió a bajar la cabeza en dirección al suelo. Pikachu estaba extremadamente preocupado por su entrenador. Aun sentía el dolor del Psicocorte pero intentó hacer que su entrenador reaccionara de todas las formas posibles. Zarandeó su pierna, su brazo, incluso se subió a su hombro como hacía de costumbre, pero Ash no reaccionó. Pikachu le llamaba, con la voz casi rota y los ojos a punto de derramar lágrimas, pero él no respondía. Tenía la sensación de que su entrenador estaba muy desolado por la derrota y el Pokémon se sentía culpable. Serena no podía soportar eso. Ver a su querido Ash en ese estado la estaba matando.

— Ash, por favor… ¿Se puede saber qué es lo que te ocurre? Sé que perdiste tu combate, y de verdad no sabes lo mal que me siento por ti, pero no hay motivo por el que deprimirse… luchaste con todo tu arsenal, lo diste todo... Ash, de verdad, yo estoy orgullosa del combate que hiciste, y todos los demás también.

El entrenador no movió ni un músculo de su rostro. Era como si un halo de pensamientos negativos le tuviera cubierto por completo.

— Luché con todo… sólo para terminar con las manos vacías, como siempre. —contestó Ash— Serena, llevo seis años viajando por todas las regiones de este mundo con el sueño de convertirme, algún día, en Maestro Pokémon. He entrenado, he capturado Pokémon, he ganado medallas, he hecho amigos en seis regiones diferentes… pero cuando llega la hora de la verdad, siempre me encuentro con un muro de hormigón delante de mí. Siempre hay algo, algún obstáculo que me impide cumplir mis sueños…

La Reina de Kalos escuchaba sus palabras con mucha atención y preocupación. ¿De verdad Ash había llegado a tal nivel de frustración?

— Sé que es muy duro encontrarse con un muro ante tus sueños, Ash… Yo misma lo comprobé en el espectáculo de Ciudad Témpera, ¿recuerdas? Fue a partir de ese momento que decidí no rendirme, me esforcé al máximo, y con tu apoyo y tus ánimos logré cumplir mi sueño de ser Reina de Kalos. Tú también puedes conseguir tu sueño, no debes rendirte hasta el final, tú mismo me lo dijiste… —insistía Serena, al mismo tiempo que se arrodillaba y juntaba sus manos con la de Ash para animarle.

Pikachu estaba de acuerdo con las palabras de Serena, y lo expresaba con convicción moviendo su cola agitadamente. Pero su entrenador no estaba tan convencido.

— Serena… es que creo que este es el final. Ya no puedo llegar más lejos… —soltó el entrenador, antes de suspirar profundamente— Me rindo.

Aquella frase golpeó duramente a Serena y Pikachu. Ambos quedaron bloqueados. Ash Ketchum, de todos los entrenadores del mundo entero, ¿se rendía? ¿Y a qué se refería con eso? Las manos de Serena estaban temblando de forma malsana.

— ¿Co-cómo que te rindes? —preguntó ella, aún incrédula.

— Ya no puedo más, Serena… Prefiero volver a Pueblo Paleta y ayudar al Profesor Oak en sus investigaciones antes que seguir entrenando para nada… Es lo mejor que puedo hacer, retirarme.

A Serena se le rompió el corazón al oír eso. ¿Estaba teniendo una pesadilla o de verdad había escuchado a Ash Ketchum decir que se retiraba? Pikachu estaba igual de desencajado, incluso estaba empezando a llorar. ¿De verdad esa derrota le había afectado tanto?

— No, no te creo… no puedo creer que estés hablando en serio, Ash… No, tú no eres Ash… ¿Quién eres?

Serena no pudo soportar más la angustia y abrazó al entrenador de Pueblo Paleta fuertemente. Las lágrimas caían abundantemente de sus ojos azules mientras acariciaba el pelo y la espalda del chico suavemente con sus manos.

— Ash… ¿pero qué te ha pasado? —le preguntaba, entre sollozos— No es posible que hayas cambiado tanto… Tú no eres el Ash del que me separé en Ciudad Glorio, no lo entiendo... ¿Cómo has acabado así?

La joven pelimiel tenía razón. Desde que Serena tuvo que poner fin a su viaje con Ash, Clemont y Bonnie tras convertirse en Reina de Kalos, las cosas habían cambiado bastante. Sus compromisos como Reina no le permitían viajar físicamente con sus amigos, pero sí que podía mantener el contacto con ellos de tanto en tanto. Siempre que podía, les llamaba a los Centros Pokémon e intentaba hablar con ellos lo máximo posible. Pero en cada una de esas llamadas, la chica notaba algo extraño en Ash. Su vitalidad, su energía, su optimismo, parecían haberse apagado por completo, y en su rostro nunca veía una gran sonrisa, sólo seriedad. Cuando por fin todos pudieron verse en persona en la Liga de Kalos, daba la sensación que Ash había vuelto a la normalidad, pero ella no las tenía todas consigo. Aquel gesto acabó de confirmarle de que su amigo de la infancia había cambiado. El joven entrenador había caído en una espiral depresiva que le podía llevar a retirarse y olvidar por completo su sueño de ser un Maestro Pokémon.

— Serena, te lo digo en serio, ya no puedo más... —contestó Ash, empezando a emitir sollozos— Estoy harto, harto de no poder cumplir mis sueños, de no ser capaz de ganar una maldita liga... De tener sueños y esperanzas que luego nunca se cumplen...

Y así, Ash se sumió en el llanto, apretando con fuerza su cuerpo contra el de Serena y dejando que su gorra cayera encima de un apenado Pikachu. Serena siguió con su intento de reconfortarle, masajeando su espalda con la mano derecha y acariciando su pelo con la izquierda. Ella también seguía llorando, pero esbozó una sonrisa para tratar de calmar a su amor secreto.

— Ash, por favor, cálmate, no estás pensando con claridad... No puede ser que Ash Ketchum se rinda, sería terrible. Si tu te rindes, ¿qué imagen darías a toda la gente que lo ha dado todo por ti? Has sido y eres fuente de inspiración para muchas personas, y yo me incluyo. Fue gracias a ti que comencé mi viaje en Kalos, tú me enseñaste que nunca debes rendirte hasta el final, con tus ánimos sentía que todo era posible... Ash, parte de mi victoria ante Aria fue gracias a ti, porque me enseñaste a dar el máximo de mi misma, por eso no puedes rendirte... Tú hiciste posible toda esta aventura.

Serena, sin romper el abrazo, miró a Ash con una dulce sonrisa en su rostro, y aproximó sus labios a la mejilla del joven para darle un pequeño beso. En otra ocasión se hubiera puesto roja como un Magmar sólo de imaginar lo que acababa de hacer, pero con tal de animar al chico que tanto quería, la vergüenza se quedaba a un lado. Por su parte, Ash sintió una especie de chispazo cuando Serena le besó la mejilla. No solo por el simple hecho de recibir el beso de una chica, que no ocurría habitualmente, pero también por otro motivo. Algo en su cerebro se activó. Un pequeño interruptor oculto en las profundidades de su mente acababa de encender un circuito de pensamientos, recuerdos y momentos que hacía mucho tiempo que no pasaban por su imaginación. Casi como si hubieran estado desaparecidos...

— Vaya, vaya, vaya... esto sí que es interesante... —dijo una voz de mujer procedente del fondo del pasillo.

— Ya te digo, que bonita escena acabamos de presenciar... —contestó una voz de hombre, desde el mismo sitio.

— ¡Y encima gratis, sin tener que pagar como si fuera una peli! — exclamó una tercera voz.

Ash, Serena y Pikachu quedaron desconcertados al escuchar esas voces. De repente, desde el mismo lugar de donde procedían los sonidos, empezaron a acercarse tres sombras diferentes. Poco a poco, la cara de Serena se transformó: de la sorpresa inicial, pasó a mostrar una expresión de rabia al ver de quién se trataba. Eran Jessie, James y Meowth, miembros del Team Rocket. Antes de que pudieran volver a decir algo, Pikachu se puso entre el trío de delincuentes y Ash y Serena, listo para soltar una buena descarga a los malhechores.

— ¿Cómo os atrevéis? —preguntó Serena, de muy mala leche— ¿Acaso no podéis tener compasión por un minuto o qué?

— Tranquila, monada, no venimos ni a fastidiaros el momento ni a robar vuestros Pokémon. —dijo Meowth, haciéndole gestos a Pikachu para que se calmara— Venimos a aportar nuestro granito de arena a lo que le decías al mocoso.

— ¿Cómo? —hizo la chica, desconcertada.

En esos breves instantes en los que apareció el Team Rocket, la cara de Ash volvió a la seriedad inicial. Por dentro, todavía estaba tratando de conectar toda esa cadena de recuerdos, a ver hasta dónde le llevaban.

— Hemos estado escuchando vuestra conversación, y no podemos evitar aportar nuestra propia versión. —dijo Jessie.

— Exacto. Mocoso, la chica tiene razón, si tu dejas de viajar para ser Maestro Pokémon, ¿crees que sólo te afectará a ti? Pues claro que no, tocarás a mucha más gente con esto. Además, no nos lo tragamos, te hemos visto hacer cosas que no son ni medio normales. —le dijo James, tratando de mirarle a los ojos.

Ash giró ligeramente la cabeza. Tanto él como Serena se quedaron de piedra al ver las intenciones que tenía el Team Rocket.

— Nosotros mismos te lo podemos decir, chaval. —siguió Meowth— Llevamos seis años persiguiéndote por el mundo, que no son pocos. Nos has hecho despegar tantas veces que ya hemos perdido la cuenta y tenemos las marcas en el pompis. ¡Si hasta te hemos visto derrotar a Pokémon legendarios y jefes que intentan ser más malvados que el nuestro!

— Además... No creas que puedes retirarte así como si nada, dejándonos con las ganas de cumplir nuestro objetivo. Imagínate que vida más aburrida tendríamos nosotros si te marchas y no pudiéramos capturar a tu Pikachu. —dijo Jessie, guiñándole el ojo.

— Exacto, Jessie. Si tú dejas de entrenar, ¡nosotros nos vamos al paro! —exclamó Meowth.

Ash cerró los ojos y suspiró profundamente. Acto seguido, rompió el abrazo con Serena y se levantó para ponerse frente a frente contra sus viejos enemigos. Sólo les dedicó una breve sonrisa, y dijo lo siguiente:

— Sí… es posible que me aburriera mucho sin haceros saltar por los aires.


La noche ya había caído en la Calle Victoria. Ash, Serena, Bonnie y Clemont se encontraban en el Gran Hotel de la Liga de Kalos, donde se habían alojado todos los entrenadores participantes en el torneo. En una de las dos salas principales de las que disponía, se estaba celebrando una cena especial en honor a Maylon, el nuevo campeón, con toda su familia y amigos. En la otra, el resto de entrenadores conversaban, cenaban y compartían las experiencias que habían vivido esos días. Ash se había retirado pronto a su habitación, pero le había pedido a Serena que fuera allí cuando acabara de cenar. La Reina de Kalos volvió a mostrar sus nervios habituales ante la situación, mientras aprovechaba la cena para intentar sacarles información a Clemont y Bonnie. El líder de gimnasio de Ciudad Luminalia le explicó que desde que tomaron caminos separados en Ciudad Glorio, Ash empezó a comportarse de forma extraña. Dormía poco por las noches, se despistaba con más frecuencia y se le veía más nervioso e irritado. Era como si viviera en un continuo estrés desde ese día. La pelimiel no daba crédito a lo que escuchaba. ¿De verdad que su marcha le había afectado tanto? Ella misma estuvo varias noches sin dormir, llorando y echando de menos a su amado entrenador, pero siempre tenía la corazonada de que le volvería a ver.

— No sólo eso, Serena... —dijo Bonnie, que en todo el rato no le había soltado la mano a la chica, muestra de que ella también la había echado de menos— Una noche le escuché decir tu nombre en sueños, y varias veces... A veces te he hecho bromas de que querrías que Ash soñara contigo, pero aquello dolía verlo, de verdad...

Aquello ya acabó de descolocar por completo a Serena. Jamás habría podido creer que Ash pensaría tanto en ella. Pero, ¿por qué? ¿Acaso había descubierto algo que hacía echarla tanto de menos? Su cara se puso tan roja que parecía el Monte Cenizo de Hoenn en erupción.

— Por favor, Serena... —hizo Bonnie, sujetando fuertemente su mano— Haz que Ash vuelva a la normalidad. Si hay alguien capaz de hacerlo, esa eres tú.

La cara de Bonnie lo decía todo. Era una mueca de tristeza y preocupación por el entrenador pelo pincho. Aunque tampoco se le prestaba mucha atención a Ash, la pequeña había notado su cambio drástico de actitud y se preocupaba como amiga suya que era. Serena sabía que la niña estaba siendo más sincera que nunca, por eso le respondió con una sonrisa maternal y un cálido abrazo.

— No te preocupes, Bonnie. Estoy segura de que mañana volverá a ser el de siempre.

Y acto seguido se fue escaleras arriba, donde se encontraban las habitaciones. La pelimiel decidió ocultar a los hermanos lo que había ocurrido en el estadio, sólo para que no se preocuparan más por Ash. Aun así, la joven seguía preocupada por el comportamiento de su amigo. ¿De verdad aquello que dijo iba en serio o sólo fue un ataque de rabia y depresión provocado por la derrota? Sea como fuere, ella tenía que hacer algo para devolver a Ash al camino de la cordura, porque incluso su salud física podría verse afectada. Serena caminó brevemente por el pasillo hasta encontrar la puerta número nueve. Aquella era la habitación del chico de Pueblo Paleta. La pelimiel respiró profundamente y se arregló un poquito la ropa y el pelo con la mano, justo antes de golpear la puerta un par de veces.

— Ash, soy Serena, ¿estás ahí?

Hubo unos segundos de silencio, que rápidamente pusieron de los nervios a la joven de Pueblo Boceto. Le venían todo tipo de pensamientos a la cabeza: qué le querría decir, porque la citaba a esa hora, qué podría decir ella… todo eso se cortó en seco cuando una voz masculina dijo:

— Adelante.

Serena abrió la puerta inmediatamente y allí estaba él, su amor platónico, sentado en la cama sólo con su camiseta negra, pantalones azules y guantes. Tanto la gorra como su chaleco estaban colocados encima de una silla, al lado de la cama. Justo delante de esa silla, había una ventana que daba una vista amplia del estadio de Kalos.

— Buenas noches, Serena. Siento haberte citado tan tarde aquí, pero hay algo de lo que tenía que hablar contigo… —dijo el chaval, haciéndole señas con la mano para que se sentase a su lado.

— No te preocupes, a mí no me molesta. —contestó Serena, que rápidamente asintió y se sentó al lado de Ash.

Durante un instante, la chica pudo ver a Pikachu, que ya estaba durmiendo junto a la cama. Serena se sonrojó un poco al ver la situación, lado a lado con su inseparable amigo.

— Antes que nada, quería pedirte disculpas por lo que has visto hoy en el estadio. Me he comportado como un niño pequeño… —comenzó el entrenador, bajando la cabeza ligeramente, arrepentido.

Serena le ofreció una sonrisa reconfortante y se dispuso a responder.

— Tranquilo, Ash… Entiendo un poco la situación que me has expuesto, no del todo porque no he estado contigo en tus otros viajes. Pero sé que la frustración es muy… jodida, para qué engañarnos. Yo tuve un arranque tras el concurso de Témpera y ya has visto como acabé. —contestó, señalándose el pelo con una leve carcajada.

— Gracias por comprenderme, Serena. Y tampoco te queda tan mal el pelo corto. A mí me gusta.

La chica se sonrojó mientras seguía sonriendo. La cara de Ash cambió de nuevo a seria, mientras ponía su mano izquierda cerca de la de Serena.

— Bueno, supongo que alguna idea tendrás de por qué te he hecho venir. Debo… debo reconocer que he llevado de pena nuestra despedida en Ciudad Glorio.

— Ash… —soltó Serena en una voz muy baja, sorprendida de ver al entrenador reconocer aquello.

— Desde que tuviste que marcharte por tus compromisos como Reina de Kalos, me han pasado cosas muy extrañas. —siguió Ash— No estaba atento a mi alrededor, perdí el sueño y el apetito, contestaba mal a Clemont y Bonnie… incluso con mis Pokémon me costaba más relacionarme. Lo único en lo que podía pensar era en ti, y no lo entendía…

Serena se puso toda colorada con aquellas palabras. Ash estaba reconociendo delante de ella que no pudo sacarla de su cabeza tras la Clase Maestra de Glorio.

— Bu-b-bueno, yo… yo tampoco pasé unos primeros días muy tranquilos, que digamos… —reconoció la pelimiel, quitándose el sombrero— Os echaba muchísimo de menos, y sé que queda mal decirlo, pero sobretodo te echaba de menos a ti, Ash… pero tenía claro en la cabeza que iba a volver a verte en Liga.

Ash, un poco sonrojado al oír que Serena lo había echado tanto de menos, siguió con su relato.

— Ya, yo también lo sabía, pero no acababa de estar tranquilo. No tenía ni idea de por qué te echaba de menos de esa forma… Pero hoy, cuando me has dado ese beso en la mejilla, he recordado algo muy importante. Algo que no venía a mi cabeza desde hacía diez años.

La expresión facial de Serena era una mezcla de desconcierto y sorpresa total. ¿A qué se refería Ash? ¿Y cómo era posible que con un simple beso reaccionara de esa manera? El de Kanto, mientras tanto, se estaba quitando los guantes, lo que dejó a la vista algo que dejó confundida a la chica. En la muñeca derecha, Ash llevaba puesta una pulsera. Era la primera vez que la veía, por el simple y obvio hecho de que estaba oculta bajo el guante. Era una pulsera en apariencia sencilla, hecha con abalorios de colores y que tenía cuatro dados pequeños de madera en la parte central. Los tres primeros dados tenían pintados cada uno una letra del nombre Ash, en color rojo; y en el cuarto dado se podía ver un corazón de color rosa. Los dados estaban un poco gastados, posiblemente porque la pulsera era bastante antigua. Aun así, la pelimiel seguía sin entender nada.

— Serena... quiero hacerte una pregunta. Tú... ¿tú recuerdas esta pulsera? —le preguntó Ash, enseñándosela de cerca.

Serena sujetó la mano derecha de Ash y se fijó detenidamente en aquella pulsera, analizando cada detalle de ella. Los colores de los abalarios, las letras, el corazón... de alguna forma, todo aquello le era familiar, demasiado incluso. ¿Pero cómo? ¿Acaso ya se la había visto antes? Lo único que pudo hacer fue resoplar, porque no conseguía identificarla.

— Pues... de verdad que no sabría decirte, Ash.. -contestó, algo incómoda- Pero te juro que me suena mucho, es como si ya la hubiera visto antes...

Ash volvió a bajar la cabeza, pero esta vez esbozó una sonrisa en su rostro. Serena, por su parte, seguía pensando dónde había podido ver esa pulsera con anterioridad.

— No te culpo. Ya ha pasado mucho tiempo. —dijo el chico de Pueblo Paleta— Si te soy sincero, yo también llegué al punto de olvidarme de ella. Pero, por alguna razón, debía seguir llevándola. Nunca llegué a recordar qué era esta pulsera, o incluso quién me la regaló... hasta hoy.

Ash giró su cabeza y miró a los ojos a Serena. La pelimiel se sonrojó, al ver la seriedad y convicción con la que su amigo la miraba.

— Serena, esta pulsera... me la regalaste tú.

— ¿Qué? —preguntó ella, con los ojos como platos y extremadamente sorprendida— ¿Pero cómo? ¿Cuándo te di yo esta pulsera?

— El mismo día que nos hicimos una promesa de corazón. Hace diez años, en el puerto de Ciudad Carmín.

— Ciudad Carmín... una... ¿promesa...?

Esta era la pregunta que se hacía Serena, desconcertada ya del todo, cuando se llevó ambas manos a la boca de la impresión e incredulidad. Acababa de recordarlo.

— No... no me digas...


Antes de finalizar este capítulo, querría daros a todos las gracias por leer y dar aportar algunas notas sobre este proyecto. Este es mi primer fanfic de Pokémon, y lo visualizo como el posible anime después de XY&Z. Esto no significa que sea un fanfic/anime de Pokémon Sol y Luna, sino un spin-off/canon alternativo para celebrar el 20 aniversario de Pokémon. A día de hoy, todavía no sabemos si Serena ganará a Aria y se convertirá en Reina de Kalos (ese capítulo se emite el 24 de marzo), y de todo corazón yo... preferiría que perdiera, porque con las obligaciones que tiene el puesto de Reina de Kalos, tendría que despedirse del grupo y el Amourshipping se nos va a paseo TT. Pero para la sucesión de acontecimientos de este fanfic, es mejor que Serena gane y se separe del grupo durante la parte final del viaje a la Liga de Kalos.

Aunque el proyecto Sparkling Dreams es bastante grande en mi cabeza, de momento solo subiré este prólogo, que también sirve como one-shot de Amourshipping. Esta parte del fanfic, que tendrá unos 2-3 capítulos aproximadamente, también se puede ver como los últimos capítulos del anime de XY&Z. Quiero asegurarme de tener una buena cantidad de capítulos del fanfic principal para poderlos subir de manera regular y no dejarlo colgado, como me ha pasado con anterioridad. Si de verdad os gusta, haré un esfuerzo para que podáis leer y descubrir todo lo que le depara a Ash en esta aventura.

Y antes de despedirme, quiero hacer una breve aclaración. Aunque soy de España, usaré los nombres Clemont y Bonnie en vez de Clem y Lem porque, sinceramente, me suenan mejor XD. También, en esta historia Ash, Serena, Clemont y cualquier otro acompañante principal que aparezca en la aventura (ya pueda ser Brock, Aura, Maya, Misty, quien sea), tienen 16-17 años, mientras que Bonnie tendría 8.

Ahora sí, nos vemos la próxima semana con la continuación de este episodio. Hasta la próxima.