CAPÍTULO I – Una llamada en medio de la noche

Creí que al fin conciliaría un sueño más o menos normal, pero estaba equivocada. Aún tenía pesadillas los días de tormenta y, en general, varios días a la semana. Y aquella noche llovía torrencialmente. Los escenarios eran diferentes, pero las situaciones similares: no tenía idea de dónde me encontraba, pero siempre corría… Y debía hacerlo, porque a mi alrededor había decenas de zombies; algunos en niveles de descomposición asombrosos. Y yo realmente no quería dispararles, en el fondo sabía que alguna vez habían sido humanos… Pero no me quedaba otra opción. Y cuando creía que por fin escaparía mi Browning High Power se quedaba sin munición y aunque tomara el puñal de combate que Chris me había obsequiado sabía a la perfección que no habría tiempo de resguardarme de las mordidas y los rasguños a tan corta distancia…

Pero aquella noche en particular me desperté antes de que los zombies comenzaran a carcomer mi carne. Era un alivio oír el sonido de mi móvil vibrando sobre la rinconera junto a mi cama. Sin encender la luz estiré la mano y tomé el aparato mientras bostezaba e intentaba ignorar el golpeteo de las gotas de lluvia contra la ventana de la habitación. Eran cerca de las cinco de la madrugada y por un instante creí que tal vez recibiría noticias de mi hermano. Desde la muerte de nuestros padres Chris me había enviado dinero cada mes y llamado cada dos semanas, pero hacía tiempo que no sabía de él y por ese motivo me había dirigido a Raccoon City en un principio, ya que era miembro del equipo Alfa de las Fuerzas Especiales, más conocido como STARS, de esa ciudad. Pero tragué saliva cuando reconocí el número en la pantalla: había recibido un mensaje de texto de Leon, lo cual ameritaba que le prestara un poco más de atención al asunto ya que él sólo me contactaba por motivos relevantes. Me incorporé y me deshice de las sábanas, abriendo bien los ojos para desprenderme totalmente de la pesadilla. Ya no estaba en Raccoon City y ni William Birkin ni sus malditas armas biológicas podrían hacerme daño otra vez, no importaba cuán vívidas fueran las imágenes detrás de mis párpados. Di un último suspiro y entonces abrí el mensaje.

Claire, tengo que verte. Necesito tu ayuda. Leon.

Hacía algo más de un mes, cuando le había echado un ojo al Departamento de Policía de Raccoon City, había encontrado el diario de mi hermano y descubierto que se dirigiría a Europa en su interminable contienda para destruir Umbrella, una mega corporación propietaria de una red de farmacéuticas, equipo médico, cosméticos, defensa y computadoras, junto a sus actividades clandestinas de ingeniería genética y armamento biológico. A mi jamás me habían interesado demasiado los asuntos de Chris, pero cuando una horda de zombies intentó inducirme amistosamente de ser su banquete del día me lo tomé personal. Mi móvil principal siempre sería encontrar a mi hermano ya que era mi única familia, pero ahora también estaba dispuesta a hacer lo que fuera para acabar con la corporación. Y se lo había dejado bien en claro a Leon la última vez que nos habíamos visto cuando le había concedido la tenencia de Sherry Birkin, la hija del científico cabecera de Umbrella, William Birkin [que había escapado con nosotros y a la que le había tomado mucho cariño], ya que tenía programado un viaje a París en los próximos meses y no podía estar cuidándola con tantas cosas que hacer.

Aún tenía algo de tiempo hasta mi viaje, así que no me lo pensé dos veces y me levanté de la cama. Si no hubiera sido por Leon tal vez no hubiera logrado salir con vida de la catástrofe de Raccoon City, le debía demasiado. Antes de escoger mi atuendo abrí el baúl que tenía al pie de la cama y tomé la bandolera. En ella introduje mi pistola semiautomática, su munición correspondiente, mi cuchillo de combate y un kit de primeros auxilios. No estaba segura de querer recordar la última vez que había disparado la P35, pero si Leon necesitaba de mi ayuda estaba dispuesta a hacer lo que me pidiera.

De acuerdo, cualquiera creería que una universitaria de diecinueve años se enamoraría muy fácilmente de la persona que la ha salvado una y otra vez de ser devorada por zombies, cuervos, perros, arañas y demás alimañas [incluyendo algún que otro tirano y/o lickers] infectadas con el virus T, que permite la reactivación de tejido muerto a escala celular; en especial si la persona en cuestión es un joven de veintiún años, miembro de la división de las Fuerzas Selectas del Departamento de Policía de Raccoon City, experto en combate a pesar de ser novato e innegablemente apuesto. Pero lo que sentía por Leon era mucho más profundo que eso. Él representaba para mí todo lo que necesitaba desde la ausencia de mi hermano: confianza, contención, seguridad. No acostumbraba decir mucho y más de una vez desviaba la mirada cuando le preguntaba algo que no quería responder, pero sabía que a su lado estaba a salvo. Leon siempre había sido autosuficiente y algo orgulloso, lo que significaba que realmente debía necesitarme, de otro modo no me hubiese contactado.

Moví mi cabeza de lado a lado intentando borrar su rostro de mi mente y me dirigí hacia el guardarropa. Allí no había demasiada variedad de prendas, pero sabía que encontraría algo que fuera cómodo como para una lucha cuerpo a cuerpo o una carrera hacia la salida de una habitación atestada de zombies y, a la vez, mínimamente sexy. No podía seguir perdiendo el tiempo, así que tomé unos viejos jeans, unas converse para variar mis usuales borceguíes, una camiseta negra y un chaqueta de mangas tres cuartos roja. En mi espalda se leía Killer Queen en honor a una de las canciones de la banda Queen. Siempre me había gustado personalizar mi vestuario y ya que me sentía a gusto con las chaquetas le había bordado a unas cuantas los nombres de mis canciones preferidas. Además Leon había elogiado la que llevaba el día en que nos habíamos conocido, en ella se leía Made in Heaven.

Antes de abandonar la residencia de la universidad a hurtadillas para no despertar a nadie me recogí el cabello en una coleta y, echándome la bandolera al hombro, tomé mis llaves. Aún llovía, pero me negaba a utilizar un paraguas… Valga la redundancia. Me puse los guantes para montar y corrí pisando los charcos hasta mi motocicleta. Yo jamás había recibido entrenamiento militar oficial, Chris me había instruido en el uso de armas de fuego y cuchillos de combate haciéndome una experta en disparos de alta precisión y luchas cuerpo a cuerpo. Pero las motocicletas eran, definitivamente, cosa mía. Así que me subí a mi Harley-Davidson y antes de encenderla busqué a Leon en el directorio del móvil y presioné llamar. Luego de un tono respondió.

- Qué velocidad –dijo entre risas.

- ¿La tuya al contestar? –me reí con él.

- Más bien la tuya al levantarte.

- ¿Y cómo sabes que estaba durmiendo?

- Van a ser las seis de la mañana, Claire.

- Como sea, ya estoy fuera de la residencia. ¿Dónde te veo?

- Iré por ti.

- Descuida, no tengo problema en

- Claire –habló sobre mis palabras-… No permitiré que conduzcas tu motocicleta en medio de la tormenta. Es peligroso y te necesito entera para…

- ¿Para?

- Iré por ti –volvió a decir-. Y te diré en persona lo que sucede.

- ¿Dónde estás tú, Leon?

- En camino.

- Dime a qué distancia te encuentras del campus –especifiqué.

- Voy por la autopista, a unos quince kilómetros.

- De acuerdo, iré hacia ti –dictaminé y luego corté la comunicación.

Estaba segura de que Leon volvería a llamar para intentar detenerme, pero me le adelanté y apagué el móvil. Luego me puse el casco y encendí la motocicleta. Mi ropa estaba empapada para cuando tomé las cuatro calles a la izquierda y llegué a la avenida principal, pero no me importaba. A pesar del horror de Raccoon City y las incontables veces que había estado cerca de la muerte… la adrenalina es algo que uno llega a extrañar. Llevaba algunas semanas de regreso en lo que se podría llamar la vida normal de una muchacha de diecinueve años, pero ahora que Leon me tenía una propuesta que de seguro involucraría a Umbrella y sus secuaces algo hacía cosquillear mi piel. Y el cosquilleo no sólo se debía al hecho de que volvería a ver a Leon. En verdad tenía ganas de patearle el trasero a un maldito zombie y que las pesadillas se detuvieran.