Capítulo 1 "Primera impresión"

Cuando la puerta corrediza se abrió una chica de rostro ufano y ojos grandes entró en la habitación. Su aspecto era simple y aunque sonreía con amabilidad, me fue imposible responderle de la misma forma. "Inspectora Akane Tsunemori", dijo con una reverencia leve. En ese momento me pareció que la mujer frente a mis ojos era débil, algo ingenua, mientras sus ojos grandes y marrones me tragaban entera, esperando una respuesta.

"Mucho gusto" dije apenas, y con manos temblorosas tomé otro cigarrillo del paquete que tenía en la mesa metálica. Las palmas me sudaban, el estómago me ardía, el corazón me latía sin control y las dudas empezaban brotar en el fondo de mi cabeza ¿En qué me estaba metiendo? había pasado meses preparándome para ese momento, la decisión estaba tomada, necesitaba convertirme en un Ejecutor y no era ese el momento para empezar a tener segundos pensamientos.

"Debo asumir que estás al tanto de tus circunstancias" dijo la inspectora, mientras tomaba asiento al otro lado de la mesa y desplegaba un holograma en el dispositivo de su muñeca; mi fotografía apareció en el plasma transparente y una lista de datos se mostró de manera automática en la pantalla verdosa.

"Sí" dije simplemente, con la cabeza punzándome en la parte derecha. "Aunque sigo esperando que me digan que puedo volver a casa" me aventuré a bromear, interrumpiendo lo que sea que la inspectora estaba a punto de decir. Mi voz debió sonar esperanzada y triste, porque su expresión cambió de amable a lastimosa, como si estuviera viendo a un perro herido en medio de la calle.

"Es imposible, lo siento" dijo con genuina pena, y dentro de mi algo se quebró, como un vaso de cristal que se resbala de las manos y aterriza en el suelo duro, era probablemente mi esperanza, aunque a decir verdad no quedaba mucho de ella. "La sentencia del sistema Sibyl es irrefutable y a pesar de que tu caso es especial, lo único que podemos ofrecerte es formar parte del Departamento de Seguridad, es eso o cumplir tu sentencia en confinamiento", añadió.

Tsunemori guardó silencio unos segundos, como esperando una respuesta encabritada de mi parte o algún insulto, quizá un último argumento que refutara que ellos estaban mal y que yo estaba bien, que debían dejarme ir, pero a esas alturas ya no había nada que refutar, los argumentos se me habían agotado, los insultos, los juramentos, las lágrimas, ya no había nada; lo había dejado todo en aquella celda maldita que casi me volvió loca, en los tribunales, en cada acuerdo que mis abogados trataron de cerrar sin éxito.

Mi caso era especial porque no era una hija de Sibyl, pero estaba en su casa y ante sus ojos y el de sus defensores, yo era una delincuente, así que no tenía derecho a réplica. En un año había perdido todo lo que había logrado en mi vida, mis títulos, mi rango, mi credibilidad. En ese país de aclamada libertad no era nadie, solo un nombre más en el registro de delincuentes.

Aun así, prefería esa sentencia de muerte que pasar el resto de mi vida encerrada con mis propios demonios y al final no tuve razón suficiente para negarme, así que la inspectora continuó leyendo mi expediente.

"Tus habilidades nos serán de mucha ayuda, estoy segura de que disfrutarás ser parte del equipo" dijo con voz condescendiente, como para romper la tensión que se había formado entre nosotras en menos de un minuto. La observé en silencio unos minutos sin decir nada, pensando con amargura que aquel tono de compasión era casi una falta de respeto para mí; no había forma de que alguien como ella pudiera comprender ni por error lo que yo estaba viviendo, lo que estaba sintiendo, lo que había tenido que soportar en los últimos meses. Su rostro infantil me pareció insoportable y no pude evitar irritarme por ello.

"Supongo que podré adaptarme" respondí, con un tono más rudo del que pretendía. "Pero jamás lo disfrutaré, de eso estoy segura". Tsunemori volvió a sonreír tímidamente y sin nada que agregar se puso de pie y se dirigió hacia la puerta.

"Solo falta tu valoración física, la doctora Karanomori se encargará de eso" dijo. "Luego podrás conocer al resto de la Unidad".

"¿Eso es todo?".

"Por ahora, sí".

"Bien...".

Después de mi encuentro con la inspectora todo pasó muy rápido. Me trasladaron del centro de internamiento mental al cuartel general del Departamento de Seguridad. A pesar de los protocolos y la excesiva seguridad, todo se realizó conforme a lo planeado. Solo me dediqué a seguir órdenes, de agentes que me hablaban sin verme a la cara o de drones cuyas expresiones caricaturescas me erizaban los vellos de la nuca. Incluso años después no podía tolerar estar cerca de ellos, me hacían sentir incómoda y aterrada, como si estuviese dentro de un sueño macabro.

La doctora Karanomori resultó ser muy distinta de como lo imaginé, cuando entró a la sala de observaciones llevaba un cigarrillo en los labios colorados con lápiz labial. No parecía el tipo de persona que le importara mucho lo que estaba ocurriendo y la verdad es que no lo hacía, sin embargo fue amable y efusiva como si estuviese saludando a una vieja amiga.

"¿Practicas algún deporte, Nagano?" me preguntó mientras escaneaba mi cuerpo desde los monitores de la sala.

"No", respondí.

"Tus huesos están demasiado desgastados para alguien de tu edad" dijo soltando una nube de humo que me llegó hasta el rostro, en realidad no me molestó, había pasado más de 24 horas sin probar tabaco y mi cuerpo exigía nicotina.

"No lo sé", dije.

"Creciste en Francia ¿cierto?" prosiguió, alejándose de los ordenadores. Luego se tumbó en el sofá y me inspeccionó de pies a cabeza. Me sentí bastante invadida cuando hizo aquello, así que desvié la mirada hacia cualquier otro lugar sintiéndome repentinamente abochornada.

"Vivimos ahí durante 10 años, luego mi madre volvió a casarse y nos mudamos a América" dije, ya sin tanta pena, extrañamente derrotada, Shion tenía ese efecto en las personas, como si pudiera ver a través de uno sin problema alguno, como si no pudieras engañarla aunque lo intentaras mil veces. Con ella no valía la pena tratar de levantar barreras.

"¿Tu papá es japonés?" siguió interrogando y me hizo un ademán indicando que podía volver a vestirme, como si aquello fuera lo más normal del mundo. Lo hice rápidamente, sin verla a los ojos.

"No, mi padrastro lo era, tomé su apellido cuando decidió casarse con mamá", respondí. "Está muerto, así que en realidad no importa" agregué. Habían pasado meses desde mi última conversación con mi madre, la noticia de que había sido internada en un centro mental la había destrozado, aún no le había confesado mi decisión de convertirme en Ejecutor y a decir verdad, no planeaba hacerlo.

"Lamento que estés lejos de casa" agregó Karanomori, inmersa en la espiral de humo que brotaba de la punta de su cigarrillo. "Procura dormir bien y no meterte en problemas ¿de acuerdo?", luego me giñó un ojo y se ocupó en cualquier otra cosa.

"Karanomori, necesito al nuevo ejecutor", dijo alguien desde un altavoz y el corazón me dio un vuelco; la voz sonaba apresurada y molesta, parecía un hombre, algo había ocurrido.