¡Hola! A pesar de ser nuevo aún por estos lares, he quedado francamente encantado con mi anterior publicación, que si bien no es un súper éxito en reviews, las pocas que he tenido me han animado mucho a realizar nuevos proyectos. Sin más, os traigo el primer fic que he hecho de One Piece en mi vida, sin contar un par de One Shots que he escrito. Sin más, os advierto que es LuNa (con algo de ZoRo) y que quizás cambie la clasificación para meter lemon (no he escrito lemon jamás, tengo curiosidad por escribirlo).
Disclamer: Ninguno de los personajes mostrados a continuación me pertenecen. Tanto su universo como sus personajes son propiedad de Eiichiro Oda.
Seré más fuerte
Capítulo 1: Preocupación.
Madera crujiendo. Relámpagos. Las olas que buscaban desesperadamente un rompeolas con el que impactar, interceptaban al Thousand Sunny que hacía las veces de estos. La lluvia caía incansable contra el césped artificial de la embarcación. Alguna naranja desprendida violentamente debido a los furibundos vientos rodaba por la cubierta. El ruido incesante ocultaba tras de sí los pasos y gritos de la tripulación de los Sombrero de paja, luchando desesperadamente por mantener su barco a flote, con un handicap de más: lograrlo sin su navegante.
— ¡Chopper— gritaba el capitán, sujetando con fuerza un cabo con ambas manos que maniobraba una de las enormes velas de bergantín—, avisa si Nami despierta!
Para ser francos, el pequeño reno no se había enterado exactamente. No podía lidiar con los enormes alaridos de dolor que desprendía la hermosa mujer de largos cabellos del mismo color de los frutos de sus naranjos. No podía lidiar tampoco con la tormenta que no daba tregua a la tripulación, ni con el pobre Franky que intentaba coordinar a la tripulación sin tener tampoco mucha idea de lo que hacía (más bien, repetía lo que había visto a Nami realizar en innumerables ocasiones).
Y aún así, el doctor comprendía perfectamente qué quería decir Luffy. Exactamente lo mismo que estaba haciendo desde que derrocaron a ese yonkou. Desde que la vio tendida en el suelo con tremendas quemaduras por todo su cuerpo y una terrible arritmia momentánea en su corazón, producida por esa tremendísima descarga eléctrica. Y sí, lo habían logrado, juntos, el capitán y su navegante, habían vencido a uno de los cuatro gobernadores de la más peligrosa parte del mar que más peligros aventuraba, ¿y a qué precio?
— ¡Lo haré!— Chopper respondió sin muchas esperanzas de que Luffy se enterase, pero se hallaba más concentrado en aliviar el dolor de su navegante. "Afortunadamente, tampoco puede escucharla a ella", pensaba Chopper, preocupado por su capitán.
Nami no había despertado desde hacía ya dos días, desde que puso su vida en juego en un ataque casi suicida que dejó a Luffy con la victoria en bandeja. Kaido cayó sin, tal y como Nami deseaba, forzar a Luffy a usar su Gear Fourth, que tanto castigaba su cuerpo. Sin embargo, ella sabía que realizar esa tremendísima técnica que dejaría en ridículo al mismísimo Enel, y más aún en un espacio tan cerrado, le dejaría esas terroríficas secuelas, pero no se lo dijo.
Chopper untaba sobre su cuerpo una especie de pomada que sanaría poco a poco sus quemaduras. Él sabía que el escozor que provocaba era tal que incluso aún despertándola por el terrible dolor, se desmayaría de inmediato. "Resiste un poco más, ya casi acabo", pensó el doctor.
En el exterior, la tormenta amenizaba y, casi milagrosamente, lo hacía al mismo tiempo que los gritos de Nami se apagaban, para volver a hundirla en un cálido sueño. Una quemadura en su rostro era sin embargo irreparable. No la había desfigurado, pero sí había dejado una de sus mejillas afectada debajo de su pómulo. Algo tremendamente curioso, que además fuese en la mejilla izquierda.
Mientras el resto de los integrantes de la banda hacían balance de los destrozos generados por el infortunio climático y se reponían del tremendo esfuerzo, Luffy había entrado casi en silencio en la habitación de Nami y Robin. Chopper lo había escuchado. A cualquier otro no le habría dejado entrar para que no viese el estado lamentable de su navegante, pero Luffy… Era Luffy.
Luffy entró empapado por la trepidante acción anteriormente bajo la lluvia. Se aproximó a su cama y la miró fijamente. Desde que llegó al Sunny tras su batalla con el yonkou, había estado pendiente de ella. Chopper le rogó que no la tocase, pues acariciar sus quemaduras la herirían mucho más, y a él le partía el alma verla sufrir. Luffy se desprendió de su icónico sombrero y lo dejó en la mesilla de noche que tenía junto a su cama, ya que estaba tumbada y era imposible colocárselo. Agarró la única parte de su cuerpo que estaba intacta, y eran sus manos. tomó con fuerza su mano derecha y se puso de rodillas, mirando su rostro. Chopper se fijó en el detalle del sombrero.
— La gente normal deja flores a los enfermos.— mencionó el reno.
— No lo sabía— contestó girándose a mirarle—. A ella… ¿le animarán lo suficiente las flores para que se recupere?— Luffy le lanzó una mirada con una tremenda preocupación. Era muy pura, cargada de inocencia en sus ojos. El doctor la identificaba en su capitán, pero jamás con esa intensidad.
— No, estoy seguro de que eso le alivia mucho más que unas flores.— contestó siguiéndole el rollo.
Luffy mejoró su cara y se le dibujó una más que leve sonrisa. Al menos había dejado atrás esa tremenda pena que amenazaba su rostro.
Luffy acariciaba su mano muy suavemente. Le gustaba esa sensación, aunque antes jamás lo había hecho. Probablemente, porque el resto no era Nami. Su preocupación se acentuaba cada vez que trataba de descifrar lo que su navegante trataba de comunicarle momentos antes de que iniciara la gran batalla que tuvo lugar contra Kaido. Su cabeza tenía muchas dudas acerca de aquello, y las respuestas eran tremendamente borrosas, y se volvían verdaderos jeroglíficos cuando sus ojos vislumbraban el maltrecho por el que pasaba Nami.
Unos pasos se oyeron, cada vez con más intensidad. Se detuvieron y llamó a la puerta alguien que pedía permiso para entrar. Chopper se lo concedió. Luffy ni siquiera volteó la cabeza para saludar, ya sabía quién era. A Zoro no le importó, sabía que ahora mismo su capitán dedicaba sus pensamientos casi en exclusiva a ella.
Zoro se aproximó a donde se encontraban sus tres nakamas y tomó a Luffy del hombro.
— Se va a poner bien— comentó el espadachín—. Al fin y al cabo, tengo deudas que pagarle.
— Zoro— de los ojos de Luffy empezaron a salir lágrimas que se derramaban sobre el brazo de la navegante—, ¿por qué no me lo dijo?— se lamentaba — Yo quería protejerla.
— Luffy, debes aprender que no sólo tú darías la vida por tus nakamas— contestó Zoro secamente. Su voz se tornó de un tono más acorde con la intención de empatizar con su capitán a continuación—. Y más tratándose de Nami.
Y Luffy rompió en lágrimas. No pudo protegerla, ella no le dejó, por protegerlo a él. Pero, demonios, ¡él no había pedido su ayuda! ¡Ella sabía que no le importaba acortar su vida si con eso podía vencer a aquellos que querían hacerle daño! Si tan sólo le hubiera comentado que ese devastador ataque alcanzaría a alguien más que a Kaido y a él…
Y volvió a buscar en esa piscina de pensamientos al mismo tiempo que Zoro abandonaba la habitación. Quince minutos necesitaba Nami, y él, como buen capitán, se los concedió. Una Nami empeñada en protegerle zafándole de la posibilidad de usar su técnica más autodestructiva. Quince minutos que consistirían en cubrir a su navegante mientras cargaba su tremendo ataque inspirado en el antiguo Dios de Skypeia con su Sorcery Clima Tact, el cual no afectaría a él porque era de goma.
Las palabras de Nami resonaban en su cabeza. "Me he cansado de ver como tú castigas tu cuerpo por nosotros", le dijo. "A partir de ahora, tengo decidido que seré más fuerte, para protegeros a todos. Y especialmente a tí", recordaba Luffy. Recordaba muchas cosas. Recordaba cómo su voz y su pulso eran firmes como el mismísimo acero mientras recitaba esas palabras, cómo un ligero rubor recorría sus mejillas al mencionar lo último y también que hizo algo que calificó como un acto de tremenda valentía: dio un paso al frente y se colocó por delante de él. Y a Luffy le encantaba esa Nami, tan decidida y preocupada. No, no era lo idóneo a expensas de esa feroz lucha, pero dejó que un sentimiento invadiera su estómago con más intensidad que de costumbre y que sus mejillas también se tornasen del color de las cerezas.
¿Quién sabe? Quizás, tras encajar esas piezas, se fuese dando cuenta poco a poco de qué significaba ese especial sentimiento protector de ella, o eso esperaba Nami, aunque irónicamente la navegante tampoco caía en que esa fuerza de voluntad por proteger a alguien en especial se daba en ambos sentidos.
Zoro llegó a la cocina. Allí se ubicaba el resto de la banda. Las caras eran un poema desde hacía dos días, y el pesimismo imploraba en el comedor que parecía un velatorio. Precisamente así se podría definir, ya que además del luto, siempre había alguien dispuesto a gastar bromas sin demasiada originalidad que aliviasen la tensión que se respiraba— Franky, Brook y Usopp—, alguien que prefería sumergirse en el alcohol para ignorar las situaciones— Zoro— y alguien que permanecía en completo silencio, perdida en sus propia mente y llena de preocupación— Robin—. Sanji prefería apagar su ira por aquél animal (nunca mejor dicho) de Kaido cocinando, intentando de forma inútil inhibirse, por haber hecho daño a una de sus compañeras.
Tras tomar asiento el peliverde, volvió a su rutina de estos días: coger una botella de sake y empezar a beberla sin miramientos. Se sentía mal por su navegante, a la que en realidad guardaba muchísimo cariño y respeto por ser la mujer más inteligente que había conocido, y por su capitán, al cual conocía y sabía cómo se sentía. Puede que, quizás, haya que añadir un motivo más por los cuales Zoro admiraba (aunque en secreto) a Nami, y es que había conseguido lo que nadie consiguió jamás: robarle el corazón al chico del sombrero de paja.
— ¿Cómo está?— preguntó Ussop con notable preocupación.
— Mal— respondió Zoro mientras dejaba la botella en la mesa de nuevo—. Aunque no sé si Luffy está incluso peor.
— No os olvidéis de nuestra promesa— mencionó Sanji—. Debemos dejar que él solo se dé cuenta de sus sentimientos.
— Nuestro súper capitán ha madurado— añadió Franky—. Y con lo que se preocupa por ella hace parecer que a su lado somos unos despreocupados.
— Robin.— Zoro llamó la atención de la arqueóloga que seguía inmersa en su libro, o eso aparentaba.
— Espadachín-san, beber no hará nada bueno por Nami y por Luffy.— le reprochó. Jamás había recriminó eso de Zoro, pero incluso ella podía ponerse nerviosa. Tras meditar, le pidió perdón y el peliverde no se lo tuvo en cuenta. La entendía, quizás sólo por una vez.
Luffy entró en la habitación acompañado por Chopper. El primero no tenía su sombrero. De mala gana se sentó en el asiento que presidía la mesa. Su asiento de al lado se hallaba vacío, pues su ocupante habitual estaba acostado en la cama por un tiempo indefinido. El capitán miró a todo el mundo, sonriente, con los ojos casi cerrados por su tan exagerada sonrisa. Esto alivió un poco a sus compañeros y se dio la vuelta para mirar a Sanji.
— Sanji, ¿qué hay de cenar? ¡Me muero de hambre!— exigió el capitán.
— Hoy tendremos un menú especial, ¡os prepararé todo lo que ordeneis! Claro está, si prometes no dejar casi toda la comida como viene siendo habitual.— contestó el cocinero.
— Shishishi— rió Luffy— ¡Ya sabéis, chicos, a comer!
"¡Osh!", contestaron todos a coro, con una sonrisa en sus labios.
La verdad es que aunque la situación parecía más optimista, la realidad era mucho más oscura y triste. Absolutamente desmoralizadora. Todo era mentira. Luffy tenía ganas de echarse a llorar y comía a disgusto. El resto lo sabía, y también que si por él fuese pasaría las 24 horas del día al lado de Nami, pero era tan humilde, tan cariñoso, que prefería mentirles sólo para hacerles sentir mejor. La banda seguía en realidad con el estado de ánimo por los suelos, ¿pero cómo hacerle eso al hombre que tantas veces les había sacado de incontables aprietos? Mostrar una sonrisa, por falsa que fuese, era lo mínimo, más aún cuando conocían a Luffy, y éste realmente se mantenía en la ilusión de que había contagiado de felicidad a la tripulación con su actuación.
Al mismo tiempo, en la habitación de las mujeres, Nami abrió los ojos. Se hallaba desorientada, perdida, y durante unos segundos se sintió angustiada. Su dolor era casi insoportable, no sabía cuánto llevaba inconsciente y tampoco con exactitud lo último que vivió. Sin embargo, todo su ser se paralizó, se serenizó, al depositar sus ojos en esa mesilla de noche.
— Luffy… —salió de sus labios. A penas un susurro, una única palabra que la forzó a levantarse, a pesar del intensísimo dolor que le hacía caminar entre fuertes suspiros que frenaban sus gemidos de pura aflicción.
Luffy tenía que estar bien, Luffy, Luffy. Sólo ese nombre surcaba su mente. Entre las risas de la cocina se oían unos pasos. Nami se aproximaba y el alboroto cesó, y con sus últimas fuerzas, abrió la puerta de un manotazo y gritó desesperadamente antes de caerse al suelo por el insoportable pesar.
— ¡LUFFY!— el desgarrador chillido y ver a Nami tirada en el suelo, le dio un vuelco al corazón de su capitán.
Bueno, eso ha sido todo por hoy. Espero por favor que dejen sus reviews (ya que ayudan tanto o más que lo que animan), sea buena o mala, pues la finalidad principal es la de mejorar. También comentar que este será el único episodio tan desalentador y pesimista, el resto serán más animados, ¡pero necesitaba crear este ambiente para que supieran el indescriptible dolor de la tripulación, y especialmente de Luffy!
Gracias por leer :)
