Estaba viendo la película y me entraron ganas de escribir esto.
Es más fácil inspirarse cuando tienes una biblia cerca.
Éste es mi fic número 45! yay!
Maldita tentación
Figuras femeninas bailaban entre el fuego, con el pecho desnudo y sin dejarse tocar, entreabriendo los labios para soltar chillidos de agonía. Eran demonios, súcubos que venían a atormentar a los pecadores en ese circulo de perdición. Por una maldita tentación y un deseo impuro muchos pecadores habían caído aquí, los que se dejaron llevar por la ley del pecado y de la muerte, de la cual no se les librará, los que vivieron conforme a la carne, que los llevó a la muerte, a la primera.
Había caído al abismo ardiente, empujado por su propia vanidad y lujuria. El impuro deseo lo había condenado.
Aquí estaba Claude Frollo, que en vida sólo causó destrucción y muerte. Clamando servir a nuestro Dios cuando sólo él mismo se protegía, engañándose al creerse puro y libre de todo pecado y mal. Sin embargo pecó de orgullo y vanidad, sus oraciones no eran más que blasfemias ante los ojos del Cielo, de Cristo, nuestro Señor y los ángeles.
Y éste condenado exclamaba "¡¿Por qué, María?! ¡Yo que he dedicado mi vida a luchar contra la maldad?!" mientras el fuego quemaba su piel y consumía su alma maldita. El fuego infernal, el fuego oscuro del infierno que tanto había temido, y que a tantos inocentes él había proclamado lanzar por justicia divina, y no era. Ahora era Claude Frollo el que ardía en la hoguera, escuchando y emitiendo ayes por piedad, mas nadie tendría compasión.
Gritos de aclamo hacia la segunda muerte, cual ahora se contemplaba como una gran muestra de misericordia de nuestro Señor. Tanto se anhela el lago de fuego, la única salvación que les quedaba, la única esperanza que podrían atreverse a añorar. Mas quedaban tantos siglos hasta la destrucción eterna, cuando fueran arrojados al igual que la muerte, el infierno, la bestia y el falso profeta.
Frollo había vivido cegado por sus propias mentiras, sin haber podido contemplar su verdad en vida y aún ahora, sin arrepentimientos. Estaba quemándose ahí porque lo merecía. Se había creído superior, había querido limpiar el mundo del pecado, viendo a todos como impuros, excepto a sí mismo. Quizá sólo al final se dio cuenta de que iba contra la voluntad de Dios, por ello pidió piedad, una piedad que no obtendría.
Fuego ardiente, putrefacción, dolor y pena agobiante. Blasfemias audibles e inaudibles. Siendo vistos con reproche por Minos, quien los juzgaba cual juez de inquisición. Irónico. Tomó el nombre de nuestro Señor en vano. Sus últimas palabras fueron una condena que se hizo a sí mismo.
Y Dios castigará a los malvados y los condenará al fuego infernal.
