Historia de Tres Ciudades
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Notas iniciales: Aunque toma prestados detalles del cómic, este fic sigue la idea del fandom cuando salió el KH1 de que los personajes de Final Fantasy vienen de sus respectivos mundos (juegos). Jamás entenderé eso que nos quisieron vender en los juegos y el manga de que no, que se habían críado juntos y no se qué mandangas aburridísimas más. Canon not accepted Nomura.
He aprovechado el hype de la salida del KH3 para desempolvar el fic, corregirlo un poco y ampliarlo con un par de escenas más. Así la decepción de no haber visto a la OTP en acción de nuevo se hace un poco menos amarga.
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1. Ciudad del Paso
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Luces en la oscuridad.
Es una noche oscura. Una buena manera de empezar un cuento aunque no es el preferido de Merlín. Sabe la historia de memoria: un mundo relativamente feliz, sumido en la eterna lucha del bien y del mal, que es invadido por sorpresa. El equilibrio del mundo roto, la oscuridad envolviendo los corazones de sus habitantes y la puerta y alma de esa dimensión destruida, tal vez para siempre.
Nadie sobrevive de un ataque de los sincorazones. O esa es la teoría que insiste en refutar cada día. Él está aquí y ahora, y su mundo ya no es nada más que polvo de estrellas. En esta noche oscura, otra estrella más se ha desvanecido del firmamento.
Esta vez ha sido un golpe poderoso. Era una estrella brillante y el daño ha sido ingente. Uno puede imaginar los millones de corazones robados, devorados por criaturas deformes sin sentimientos. Uno puede sentir la desesperación de los supervivientes.
Porque los hay y el mago nota la presencia de alguien dentro de la gruta. Es negra como la boca del lobo pero ha conjurado un haz de fuego que le sigue por los intrincados pasadizos. Conoce el camino y anda rápido. Algo mágico está haciendo palpitar la piedra y la tierra bajo sus pies.
La caverna es un lugar de reposo donde nunca llega el mal. Hay algo puro en el agua que llena el lugar, que ahora brilla con energía sobrenatural. Un color verde turquesa que se está apagando suavemente a medida que Merlín camina sobre el agua, siguiendo el foco de la luz.
- Pobrecita… -murmura. Ha visto mucho horror en el mundo, pero sigue abrumado por la truculencia del recuerdo. Esta chica ha pasado por lo mismo que él.
La chica que flota en el agua de la gruta ha perdido su mundo. Todo lo que ha amado y odiado, de un plumazo.
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Insomnio colectivo
Cuando un sincorazón te toca su frío es tan intenso que te quema como una hoguera. Si encuentras uno especialmente hostil, sus garras se encargan de hacer que te quedes quieto.
Nadie sabe qué pasa después de convertirse en sincorazón. La metamorfosis del cuerpo es violenta, ¿pero es cierto que carecen por completo de emociones? Como animales sedientos, buscan lo que han perdido y atacan a aquellos que todavía poseen un espíritu que arrebatar. No hay solución para un descorazonado más que un alma gentil que te provea de un fin digno.
Merlín lee esto y cosas parecidas cada día. Repasa los pocos informes que tiene sobre esta invasión con ahínco febril, intentando encontrar algo. Estos días ha estado inmerso con la chica nueva, que apenas puede hablar. Supone que es el shock.
No sabe que hasta hace poco no era humana. No entiende que la mujer está empezando a ver como un ente consciente de nuevo. Ya no siente la fuerza de un mundo entero y palpita, ella sola, en una habitación fría.
"Despierta." Se repite. No sabe si es su propia mente. O tal vez el mundo que pisa, que ha decidido liberarla.
- Pronto saldremos a las calles. No me gusta tenerte aquí, en la oscuridad, pero todavía no me fío de poder movernos.
La gruta es un lugar de curación, así que Merlín ha decidido montar su pequeña casa allí mientras la superviviente se recupera. Ambos disfrutan del silencio y los pequeños hechizos caseros se encargan de que siempre haya fuego, agua límpia y un cómodo colchón sobre el que dormir.
Ahora ya puede hacer cosas, como vestirse y desvestirse. Ir al baño. Cepillarse el pelo. Coger la cuchara y masticar con sosiego. Ha pasado mucho tiempo desde que tenía un cuerpo físico.
- Gracias. – murmura Merlín cuando ve la taza con agua encima de su mesa.
Ha aprendido deprisa a hacer cosas para su protector antes que para ella misma. Tiene prohibida la entrada a la cocina y sus fogones, pero puede ir a por agua y que Merlín haga té para ambos. No reconoce las letras ni el peligro de un arma a la vista, pero las plantas crecen con su cuidado como ningún jardinero real.
Merlín espera que pronto pueda hablar. Siente la bondad de la muchacha, su necesidad de ser útil. Siente su poder mágico y sufre porque un igual se vea en ese estado de indefensión.
- ¡Se dice "de nada" cuando alguien te agradece algo! – Arquímedes sale de su letargo para soltar una reprimenda. El mago lo mira con censura.
La chica sonríe con suavidad y en esa sonrisa ya hay una comprensión de la situación que hace una semana no había. Simplemente asiente hacia Merlín con agradecimiento. Es una señal de gran mejora que empiece a aprender que al búho gruñón no hay que hacerle maldito caso.
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Heroína…
- ¡Esta vez ha sido una grande!
Toda Ciudad del Paso entra en estado de alarma. Los padres corren a por sus hijos y los que pueden, a por sus armas. Los sobrinos de Gilito hacen espacio en su tienda para los que no puedan correr. Están tan asustados que las cajas caen y los objetos ruedan entre sus patas mientras apartan la mercancía.
- ¿Cuántos son?
- ¡Han abierto un agujero en la puerta principal del tercer distrito! ¡Tenemos que sacar a todo el mundo de aquí!
- ¿Y a dónde si puede saberse? – Merlín trata de calmar los ánimos, sin mucho éxito. - ¡No podemos huir a ningún otro lado!
- ¿Vamos a morir entonces? ¿Después de haber luchado tanto?
La varita del mago relampaguea y las luces cobran una fuerza beligerante. Ciudad del Paso ha estado infestada de sincorazones desde hace tiempo, pero han logrado proteger el alma del mundo. Pero las fuerzas de la oscuridad son cada vez más poderosas para la simple varita de un mago.
- ¡Aeris! – El nombre le llama la atención y ambos hombres se giran para ver a una matrona amonestando a la mujer que corre directa al peligro. - ¡Métete en la tienda antes de que vengan!
Aeris se gira con una sonrisa tranquila. Parece casi divertida. Inmune al miedo atroz de quien la llama.
- Un héroe no deja a los demás en la estacada.
- ¡No eres ningún héroe!
- Tienes razón. Todavía tengo problemas con esto, ¿Es heroína, no? – saluda a Merlín mientras señala la calle por la que piensa irse. – Hay gente herida por la explosión en la puerta. Voy a ir a ayudarles.
Es un disparate. Si lo que han dicho aquellos que han podido escapar es cierto, hay una legión de sincorazones entrando por la barricada oeste. Aeris va directa a un encontronazo con algo peor que la muerte.
Arquímedes sale disparado de su hombro para seguirla sin que al mago le haga falta decir nada. Se conocen de hace demasiados años y sabe que Merlín no puede dejar a toda esa gente sin un plan. ¡Pero dejar que su protegida vaya directa al peligro! ¡Cuando hace tan poco que han podido recuperar sus poderes mágicos! Reza para que Arquímedes sea el par de ojos a su espalda que él no puede proporcionar.
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… conoce Héroe
- ¡Vas a matar al pobre viejo con estos sustos! – grazna el búho mientras revolotea a su alrededor. Sería molesto si Aeris no se hubiera acostumbrado a él. Puede notar la preocupación paternal de Merlín en sus pullas.
Es difícil entender qué la lleva siempre a ponerse de parte del peligro. Sus recuerdos, siempre borrosos, le dicen que ha cometido esa "estupidez" más de una vez.
"La Materia Negra habría terminado en sus manos de todos modos."
Ahí está de nuevo, esa consciencia que le habla. Peor aún, le habla como si la conociera tan bien que pudiera opinar sobre recuerdos que Aeris apenas puede atisbar. Es frustrante vivir así, a pesar de que es feliz en Ciudad del Paso.
¿Y quién no querría proteger el lugar que ama? La gente huye porque tiene algo que proteger. Su vida, sus hijos, sus casas. Aeris es más ambiciosa. ¿Por qué contentarse con proteger sólo una casa? ¡Proteger todo un mundo tiene muchísimo más sentido! Pero nadie parece entender ese aspecto de ella.
Hay una vibración en el aire. Un zumbido que le molesta al aplicar magia curativa en las heridas de uno de los caídos. Está vivo y con corazón. ¡Ha llegado a tiempo!
- ¡Sincorazones! – avisa el búho.
Ha practicado artes marciales antes aunque no van a servirle de mucho contra la masa bulbosa que ve al acercarse. Pero los meses que ha pasado recuperando su habilidad mágica consiguen abrirle camino. Ráfagas de aire que serpentean por sus brazos capaces de lanzar los pequeños humanoides negros lejos de ella.
Hay caídos por todas partes, algunos en ese estado comatoso que siempre le dan ganas de vomitar. Ella ha sido tierra, aire y agua a la vez. El aliento de vida que se escapa de ellos es doloroso. Como corriente vital, Aeris sabe que esos descorazonados nunca volverán a la corriente.
La masa bulbosa es más bien una colina de sincorazones demasiado distraídos en llegar dentro que en los humanos a su alrededor. Sólo la presencia de Aeris parece despertarlos de su insistente escarbar.
- ¿Pero qué haces? – Arquímedes ataca con sus garras a uno de los monstruos pero apenas puede frenarlo.
Son demasiados. Sólo ahora se da cuenta. Lo que es peor, está paralizada del miedo cuando los miles de pares de ojillos amarillos se posan en ella. Morir sin su corazón…
"Otra vez."
El zumbido se hace más fuerte. Ahora casi parece… un grito. Cuerpos inertes de sincorazones vuelan de la masa en una llamarada y caen a los pies de la muchacha. No parecen muertos, nadie puede matarlos. Pero parece claro que no podrán moverse en un tiempo.
- ¡ALEJAOS! – El grito es de una voz salvaje, henchida de ira. Aeris atisba ropa negra surcada de arañazos y sangre, los golpes de las potentes garras dejando moretones en el rostro de alguien que se retuerce.
La colina no es más que la masa de sedientas Sombras contra un solo hombre. Alguien poderoso, porque su espíritu luchador consigue que no puedan llegar a él, sólo amontonarse buscando un resquicio.
- ¿Qué hace ese tipo ahí en medio?
Puede que no sea de Ciudad del Paso. Nunca se ha visto guerrero más temible en esos lugares. Como Aeris, el guerrero llega de otra dimensión. Y a juzgar por la cantidad de Soldados en este ataque, todas esas Sombras son polizones del viaje interdimensional.
- ¡Está herido! – Aeris trata de acercarse, pero la misma onda de energía que hace volar por los aires a sus enemigos, también la frena a ella.
- ¡Lo que está es enajenado! ¡Mírale los ojos!
Blancos. Grita como un loco, torturado por algo más que el dolor físico. Esas ondas de energía tan agresiva saben a ira y dolor y a Aeris se le para la respiración, impresionada.
A estas alturas, los sincorazones huyen. Parecen confusos, demasiados afectados por su enemigo como para siquiera recoger los corazones que tienen en bandeja. Desaparecen en agujeros dimensionales a toda velocidad.
La calle empedrada queda hecha un paisaje de desolación. Algunos humanos ya se han transformado en pequeñas Sombras confundidas que deambulan un rato antes de desaparecer en sus vórtices. Casi dan pena, abandonados a su suerte y sin emociones que los guíen.
- ¡Por un pelo! – Arquímedes se posa sobre uno de los humanos, investigando su estado. – No te acerques a él hasta que se calme, niña. – El búho mira al guerrero con aprensión.
La amenaza real ha desaparecido, pero el chico ensangrentado sigue dando bandazos de un lado a otro, buscando enemigos. Jadea, gruñe, lanza amenazas y débiles llamaradas. Es una visión triste y conmovedora y, una vez más, la chica se mueve por su instinto.
Es peligroso. Ha estado antes delante de un hombre bueno que puede hacerle mucho daño. Recuerda fugazmente unos ojos azules que la miran con impotencia. Una espada enorme que se balancea, temblorosa, incapaz de contener la ira.
Whenever said my words
Wishing they would be heard.
La espada de su contrincante es más bien una pistola con un enorme filo unido a ella. Tiembla a causa de la fuerza con la que la mano enguantada aprieta el mango. Un colgante, con forma de león, cuelga de él.
- Ya pasó. – murmura ella, buscando palabras que puedan calmarlo. Parece una fiera incapaz de entender palabras humanas. Ella tampoco parecía comprender nada cuando viajó por primera vez, pero podía captar las buenas intenciones. Igual al recién llegado le pasa lo mismo.
Pero no hace falta. La energía parece abandonarle en cuanto Aeris se le acerca y cae sobre ella, inconsciente. Pesa tanto que la chica se hunde y da con las rodillas en el suelo, viendo las estrellas por un momento. El olor de la sangre y la magia es tan penetrante en él que vuelve a sentir deseos de vomitar.
- Tenía preparado un discurso muy emotivo para hacerte recuperar la consciencia. – murmura, apartándole el pelo de la cara. – Aunque te agradezco que no me hayas ensartado con tu arma.
"Otra vez."
Había que decir algo de la voz. Tenía un cinismo terriblemente inoportuno.
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Recuérdame.
- Habrá que hablar con este chico cuando vuelva a ser un ser humano consciente. – Merlín le echa una ojeada a las mejillas encendidas de la chica. Parece a punto de estallar. – No me parece muy apropiado.
Hay un brazo musculoso apretando a Aeris, que ha cedido su regazo cuando el guerrero se agitaba en su dolor. Tiene todavía el paño húmedo con el que quería limpiarle el sudor entre las manos. Sería gracioso verla inmóvil como un maniquí si no fuera porque el brazo la asfixia poco a poco.
- N-no sabe lo que hace. – se muerde el labio. – Me está confundiendo con su novia.
Si ella había sido una estatua de hielo hasta que había recuperado el conocimiento, el recién rescatado es un nido de pesadillas. Grita, llora, sufre lo indecible por los recuerdos previos a la pérdida de su mundo. Pero la presencia de Aeris parece calmarlo, aunque sólo sea un poco.
La primera vez que parece abrir los ojos, Aeris asiste al imaginario y terrible reencuentro del chico y su amada. Acaricia su rostro con los nudillos y murmura un nombre de mujer con tanto cariño que a la castaña casi se le rompe el corazón.
Eso desata una determinación voraz en ella. Si la destrucción de los mundos puede dejar semejantes huérfanos, hay que saber más sobre la causa. ¿Qué son estos sincorazones que no sólo atacan si no que destruyen un mundo de raíz? ¿Cómo puede existir una fuerza que provoque tanto sufrimiento?
A su pesar, no hay respuestas. Merlín ha deducido y estudiado todo lo posible, pero no tiene mucho material con el que trabajar. Si en Ciudad del Paso no está la respuesta a todas esas preguntas, entonces…
- Los viajes interdimensionales no son tan sencillos. – se defiende el anciano cuando ella le cuestiona la búsqueda de más información.
- ¿Pero has hecho alguno, no?
- Requiere de todo mi poder mágico. Y son sólo viajes de uno.
Así que ya que no puede hacer nada por el chico, al menos puede prestarle su regazo o incluso tumbarse con él cuando la abraza hasta casi ahogarla. Aeris agradece que no intente nada más o habría otro golpe en la colección que plaga su atractivo rostro.
Porque es muy guapo. No hay mujer en Ciudad del Paso que no lo haya cacareado lo suficiente. Se han mudado al segundo distrito y los viajes para proveer comida y medicinas al nuevo se hacen a la vista de todos. Y todas. Con las interrupciones que eso conlleva.
Tiene las tiendas a mano, pero a veces echa de menos la gruta. Las chicas de Ciudad del Paso se agolpan curiosas cuando Aeris está aprovisionándose y la chinchan con que está acaparando a los chicos guapos del barrio.
¿Pero cómo va ella a acaparar a nadie? Todavía está aprendiendo a reconocerse en el espejo, saber quién era. Sabe que espera algo, aunque no sabe muy bien qué. Merlin siempre trata de corregirla a ese respecto.
- Estás esperando a alguien.
- Mis recuerdos son confusos todavía. Hay cosas que recuerdo con claridad pero…
- Date tiempo. – La retahíla de consejos sobre la mente humana y el tiempo no se vuelven repetitivos. O Merlín tiene mucho gancho explicando o Aeris necesita esos consejos.
Quizás un poco de calor puede salvar al chico misterioso de las pesadillas, pero no habrá nada que lo proteja cuando despierte y vea que todo lo que tanto quiere ha desaparecido para siempre.
"Espero que Merlín sepa darle alguno de esos buenísimos consejos que siempre saca de la manga." Piensa mientras acaricia el rostro enterrado en su regazo. Cuando lo mira siente las reminiscencias del pasado, recuerdos de otro hombre recostado en su regazo, sonriente y amado. Tan amado que Aeris, al recordar su rostro de manera tan vívida, se marea.
- Oh Zack… - murmura mientras se apoya en la cama. Buscando sostén de una cabeza que le da vueltas. No son muchos recuerdos, pero son tan importantes. Y tan dolorosos.
Empieza a llorar, desconsolada. Sabe que Zack está muerto, antes incluso que el planeta se destruyera. La llena de pesar saberlo en lo más hondo; saber que nada podrá cambiar el hecho de que no volverá a ver esa sonrisa nunca más.
Vuelve a sentir la pena de la pérdida como si no hubieran pasado los años.
- No llores. – dice una voz rasposa desde su regazo.
Sus lágrimas han caído sobre mejillas ajenas y el chico la mira con los ojos entrecerrados. No como un sueño, aunque él todavía no lo sabe. Cuando empieza a percatarse de que está despierto, los ojos siguen una sucesión de pestañeos bastante cómicos a pesar de la situación.
Se incorpora con mucho esfuerzo. Aeris no puede dejar de mirarlo, surcos calientes en las mejillas, anonadada de que el extraño por fin haya despertado.
(( Darling, so there you are
With that look on your face ))
Pero el extraño no sólo está confundido, se siente amenazado. Todavía sentado, gira el cuerpo hacia ella y se acerca lo suficiente como para verle el iris de los ojos. Los de él son azules, aunque Aeris no puede dejar de mirar la cicatriz que cruza su sien, ahora distorsionada por un ceño fruncido.
- ¿Quién demonios eres tú?
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Un campo de narcisos amarillos.
Una vez la matrona de la casa de al lado fue a llevarles una enorme cesta de fruta. Era temporada de fresas y moras y sabe que al mago le pirran las primeras. Pero la cesta era enorme y tuvo que llevarla con las dos manos, jadeando debido al peso. Era tanta fruta que la cesta no iba a aguantar mucho. De repente, tuvo que recogerla entre sus brazos para evitar que se rompiera y cayera todo esparcido por el suelo.
¿Cómo iba a llamar a la puerta? Peor aún, no había nadie en la calle para ayudarla, y no se atrevió a dar media vuelta. Respondiendo a su quebradero de cabeza la puerta se abrió y la chica que Merlín había adoptado le sonrió. No pudo preguntarle cómo había sabido que estaba allí que ella ya la estaba ayudando.
- Eso parece muy pesado, Donna.
Hay poderes que no se miden sólo con niveles de energía o fuerza. De los muchos recuerdos que Aeris se esfuerza en recordar, los primeros son los más complejos. Sabe cosas antes de que pasen, pero no sabe por qué las sabe. No parece peligroso saberlas y Merlín nunca parece extrañado de ese poder.
Si Merlín, sabio entre sabios, no se inmuta cuando Aeris conoce exactamente la dolencia del hombre mudo sin que este haga ningún gesto, es un poder que no puede ser malo. A pesar de ser una comunidad relativamente pequeña, nadie parece asustado; sólo sorprendido.
No obstante, hay veces en que la ciudad entera se le aparece borrosa. Tiene miedo de las señales que le manda su propia habilidad. Algo en Ciudad del Paso es distinto pero no quiere saberlo. No ahora que recuerda y está aprendiendo a ser feliz.
Su poder alcanza el máximo esplendor con las plantas. Puede hablarles y, aunque no le contestan, siente que reviven si les canta algo. El chico nuevo, que también parece haber quedado mudo por el dolor, parece mostrar cierto interés cuando Aeris se encarga del pequeño jardín que tienen en el tejado. Se accede a él desde el balcón del primer piso y está plagado de parterres. A la luz del atardecer que les acompaña, las flores toman un brillo dorado.
- ¿Te gustan las flores, Squall? – dice, intentado persuadirlo de que diga algo más que monosílabos.
Hay algo desconsolado en la forma que mira los narcisos amarillos. De repente, Aeris quiere llevarlo lejos del jardín. Lejos de cualquier cosa que le haga semejante daño.
Cada día recuerda más y más, pero el tiempo que ha tardado la ha salvado de la cruda realidad de tenerlo la gran mayoría de las cosas frescas. Cada momento del día parece un aguijón para el recién llegado. Todo le recuerda a cosas inmediatas. Los parterres de narcisos amarillos a esa chica tan amada. Lo sabe sin siquiera mirar esos ojos atribulados.
Es tanta la tensión que hace lo primero que se le ocurre: se acerca y le pone un dedo encima de la cicatriz. Squall parece incómodo de que alguien le toque. Intenta apartarse pero sólo consigue que ella se acerque más.
- Tengo poderes curativos. Lo sabes, ¿no?
Molesto, le intenta apartar la mano. Ya no hay desconsuelo ni dolor en su mirada. Sólo incomodidad y exasperación. Aeris prefiere eso mil veces y va a molestarlo hasta que no quede ni rastro de esa tensión.
(( As if you're never hurt
As if you're never down. ))
- ¡Oh vamos, puedo hasta quitar cicatrices! – lo persigue por el jardín mientras él busca las escaleras. - ¡Squall, no te vayas!
El muchacho se gira y, por primera vez desde que ha llegado, pronuncia más de una palabra.
- No me llames así. – y marcha a toda prisa por las escaleras.
Aeris brilla con luz propia. ¡Comunicación, al fin! Ha costado mucho que pueda sentirse lo suficientemente cómodo como para hablar. Aunque hayan sido palabras de censura.
- ¿Y cómo quieres que te llame entonces?
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Tres (no) son multitud.
- Tenemos muchas visitas últimamente.
Es una mala noticia, aunque no tan mala como no haber notado la desaparición de un mundo. Tal vez sean los años de entrenamiento, pero siempre ha habido un sexto sentido que le hace mirar al cielo a tiempo.
Pero estos dos... no sabe de dónde han salido y eso es preocupante.
- Son amigos míos. - Aeris lo tranquiliza con una palmadita en el hombro. Merlín se la queda mirando, sorprendido.
¿Cuántos reencuentros son viables en una situación así? Uno pensaría que es el único superviviente y se dejaría llevar por la desesperación. Pero en su a veces misteriosa omnisciencia, Aeris parecía esperarles. Esa misma mañana había comprado comida de más y Arquímedes la había regañado de lo lindo.
Lo que está claro es que ellos no se la esperaban. La miran con incredulidad, terror y tanta sorpresa como pueden aguantar un par de ojos. La chica morena empieza a llorar, asustada.
- ¡Entonces hemos muerto!
Aeris recuerda más y más de sus dos amigos a medida que les mira los rostros congestionados. Y sonríe ante los recuerdos. La posibilidad de volver a verlos y crear nuevas memorias es maravillosa.
- Querida Yuffie. – la levanta del banco donde está sentada y la abraza con fuerza. - ¿Crees que si estuvieras muerta pasaría esto?
- ¡OU!– la morena se separa, sobándose el trasero. - ¡¿Pero es que te has vuelto loca?! ¡Qué daño!
- Me cago en la puta. – murmura el hombre, que también se levanta. El último gesto de Aeris parece haberlo convencido de que está en el mundo real. – Eres tú, de verdad.
Nadie, excepto ellos tres, es capaz de entender la explosión de lágrimas y exclamaciones que se produce entonces. Se aprietan en abrazos interminables, se miran fijamente, se gritan y se lloran y tienen el reencuentro más sonoro que Merlín recuerda.
Arquímedes no parece contento ante tanto descontrol.
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La historia hasta ahora.
- Es el Rey.
- ¿El rey de qué?
- El Rey, a secas.
Mickey los mira con amabilidad mientras Aeris y Arquímedes discuten sobre el ratón humanoide de semblante digno que ha aparecido con Yuffie y con Cid. Los encontró en su viaje y decidió traerlos a Ciudad del Paso, el refugio oficial para exiliados.
- Sabía que te encontraría aquí, viejo amigo. – el mago y el rey se abrazan con la confianza de años.
Es otro reencuentro feliz, aunque secreto. Se reúnen en la casa y corren todas las cortinas para evitar miradas indiscretas. Yuffie y Cid han venido para quedarse, pero el paso del rey Mickey tiene que ser un secreto incluso para Gilito y los sobrinos.
- No quiero ni imaginar cómo debe estar la reina ante vuestra desaparición.
- No he tenido alternativa. Las cosas están tomando un rumbo muy feo.
- ¿Sabéis lo que pasa, entonces? – es la primera vez que Squall toma partido en la conversación. O en cualquier conversación, de hecho. Es tan intensa su reacción que la sala queda en silencio.
No es una historia bonita la que cuenta el rey. Habla de científicos cegados por el poder y la magia. De energía oscura y vieja como el tiempo capaz de destruir el corazón de un mundo y, con él, de sus habitantes. La eterna lucha del bien y del mal, que se extiende de mundo en mundo y de dimensión en dimensión.
- ¿Es imparable entonces?
- No si se encuentra la "llave".
La "llave" es el arma contra los sincorazón. Evitará que los mundos caigan en la oscuridad y el portador será el salvador de todos ellos. A medida que habla, se hace evidente que el guerrero que tienen entre sus filas es el indicado para esa tarea. Squall arde en deseos de venganza y, por fin, se vislumbra luz al final del túnel.
Nadie sabe dónde está la llave, ni cómo se puede obtener. Discuten las posibilidades, la nueva información encendiendo nuevas ideas y conceptos. Aeris y Merlín llevan un año discutiendo y dando vueltas a las mismas cosas. Están tan emocionados de tener algo nuevo con lo que trabajar después de tanto tiempo que no se dan cuenta de qué el rey no ha incluido a nadie de la reunión cómo solución al problema.
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Ungido.
Vuelve a ser noche oscura. Nada halagüeña para el viaje que le espera. Ha intentado retrasar todo lo que ha podido su partida, formando al grupo de Merlín en todo lo que respecta a la defensa contra los sincorazones. Puede que, gracias a ello, Ciudad del Paso pueda tener más de una calle libre de peligros.
Sabe que le queda una última charla y sabe que la tiene esperándole detrás de él. Es un guerrero magnífico, sin duda, si es capaz de llegar hasta él sin dar a conocer su presencia. Ladea la cabeza para verlo aparecer de entre las sombras.
- No nos has contado todo lo que sabes.
Mickey no dice nada. No hace falta. Todos saben que el rey se ha callado muchas cosas. Nadie se ha atrevido a recriminarselo.
- No voy a quedarme sentado mientras…
- Tienes un deber aquí. – le interrumpe Mickey, midiendo sus palabras. Sabe que va a hacerle daño.
- ¿Aquí? – incrédulo, mira los tejados y el jardín, como si no los reconociera. - ¿Me está diciendo que no va a explicarme como conseguir la llave?
- No puedo explicarte cómo se consigue. La llave llega al portador. – Y si Squall no la ha conseguido ya, es que no lo es. No quiere decir esas palabras y no le hacen falta.
El guerrero encaja el golpe como buenamente puede. Ha visto su vida destruida, puede aceptar un poco de rechazo. Fue el elegido para salvar su mundo y no lo consiguió. ¿Por qué iban a encomendarle de nuevo la tarea?
Se sienta en el muro del jardín, sintiéndose cansado. Ha estado dándole vueltas a tantas cosas que el pequeño rayo de esperanza que ha supuesto la llegada del rey lo ha agotado. Ha luchado con todas sus fuerzas para no sentirse perdido. Ahora nota que es inevitable.
- ¿Quién es, entonces?
- Ni yo puedo saberlo. Pero noto que pronto encontrará la llave y podremos conocerle. Deberás ayudarle cuando eso suceda, Squall.
Aprieta los labios ante la mención de ese nombre. Odia su nombre. Odia sus recuerdos y su propia debilidad. Odia sentirse tan necesitado. Tal vez sólo sepa dar espadazos como un soldado y es el único momento, cuando intenta limpiar las calles de sincorazones, que siente que tiene un propósito. Que no es sólo Squall, el vencido.
No levanta la vista del suelo cuando Mickey se acerca. En un momento de introspección ha sacado el sable pistola de la funda y lo sostiene en su regazo, mirándolo con intensidad. El rey rebusca en su bolsillo y saca un colgante metálico que consigue llamar la atención de Squall. Conoce muy bien ese colgante.
- ¿De dónde…? – lo había dado por perdido cuando despertó y no lo tenía consigo.
- Debía explicarte una historia mística de cómo ha llegado hasta mí, pero sólo tienes que preguntarle a Aeris. – ríe ante la cara de estupefacción del muchacho.
Puede que Aeris se lleve una buena reprimenda cuando salga de su estupor. De momento parece ocupado mirando el ornamento con desasosiego. Hay muchos recuerdos asociados a él y no se ve capaz de tomarlo y aceptarlos de nuevo. Está intentando liberarse de todos ellos.
- He visto unas palabras fascinantes en el reverso. – No hace falta que diga cuáles son, Sleeping Lion Heart está forjado en su memoria a la vez que en el metal. Mira a Mickey con recelo incapaz de entender a qué viene el comentario. – Tal vez ya sería hora que el León despertara.
El rey se inclina, y en un acto honorífico, le pone el colgante al hombre que intenta olvidar su pasado. Ambos notan que es un momento importante. Squall inclina la cabeza y cuando nota el conocido peso de Gryphus en su pecho, algo cambia en su interior. Mira a Mickey, sorprendido del poder que un gesto del rey tiene sobre él.
Es una despedida sin palabras. Una orden real de mirar adelante y proteger su nueva familia. Es un empujón en la dirección correcta que no sabía que necesitara.
Es un nuevo nombre.
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El último recuerdo.
Titubea sobre sí subir o no. No estaba en su cama cuando se ha despertado al amanecer e intuye, en otro arranque de inspiración de los suyos, que debe armarse de valor y enfrentarlo en la terraza.
Sólo que… ¡No se atreve! Ha estado tan enfadado estos días, durante la visita del rey, que teme una reprimenda mayor de la que merece. No lleva bien que le echen la bronca, y menos cuando llevan razón. Además, si se ha pasado toda la noche en el tejado debe de estar de un humor de perros.
Arriesga escalón tras escalón mientras el frío de la mañana la hace respirar en un vaho blanco y el bolero no es suficiente ni de lejos. Lleva dos tazas de café y cree sinceramente que se ha quedado corta. "A lo mejor debería ir y buscar una bandeja de comida. Sólo un café parece poco, no?"
- Sube de una vez, Aeris. – Casi tira las tazas del susto.
Asoma los ojos por encima de la barandilla y estudia la situación. El hombre que la mira no parece especialmente enfadado. Helado hasta los huesos y un poco exasperado con ella, pero no queda ni rastro de las turbulentas emociones que lo han atenazado hasta ahora.
- ¿Estás bien? – Hay algo muy extraño en el ademán estoico que ahora se aprecia en él.
- No. – Se mesa el pelo y suspira. – Alguien me ha robado un colgante que valoraba mucho.
Aeris se sienta de golpe a su lado con tanta fuerza que casi vierte el café. Empieza a parlotear sobre cómo lo encontró ennegrecido de magia negra y quiso arreglárselo antes de que se despertara. Intentando evitar la regañina explica, con mucho detalle, que el agua de la gruta ha tardado milenios en purificarlo y devolverlo al estado límpido que tiene ahora. Ha costado mucho. Muchísimo. Ha costado tanto que…
- ¿Puedo beberme el café antes de que se enfríe? – y hay algo… Aeris no puede creerlo. ¿Es humor eso que destilan sus palabras?
(( I saw you smiling at me.
Was it real or just my fantasy ))
- ¿No estás enfadado? - "¿Quién es este tipo?" - Squall, ¿Seguro que estás bien?
- No es Squall. Ya no. – sorbe un poco de café y la mira fijamente unos instantes. Aeris nota que se pone nerviosa, incapaz de aguantar unos ojos azules tan penetrantes. – Mi nombre es Leon.
Los nervios se desvanecen y aparece otro tipo de sensación, mucho más poderosa. Squall, perdón, Leon, ha hecho las paces consigo mismo. Seguirá atormentándose, pero está dispuesto a mirar adelante. Aeris no habría creído posible esta capacidad de superación, pero ahí está, en la mirada intensa y decidida del castaño.
"Puede conseguirse. Uno puede enfrentarse a sus miedos y salir victorioso."
No tiene tiempo de disfrutar de su profunda admiración. Los recuerdos vuelven a ella, atrapándola en una espiral de miradas turquesa tan o más torturadas que las que Leon había mostrado hasta ahora.
El más amado de los hombres vuelve a tener cara. Aunque al recordarlo sólo siente profunda tristeza.
"Cloud, ¿Es que tú nunca podrás conseguirlo?"
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La semilla de un comité.
Hay un contrato encima de la mesa del salón. Lleva toda la tarde ahí, la carpeta abierta a la vista de todos. Cuando Leon vuelve de la ronda con un par de rasguños de más decide que sea lo que sea, estorba.
- ¡Ajá! - Es una trampa. No sabe cómo no lo ha visto antes, cómo no ha olido los nervios de una travesura antes de que esta sucediera. - ¡Lo has tocado, te toca acompañarme!
Yuffie salta desde la escalera con una risita. Como buena ninja, es silenciosa en cada movimiento que hace. Como buena adolescente, lo estropea todo con su parloteo.
- ¡Sabía que era una trampa! ¡Suerte que he dejado que Squall entrara primero!
- Es Leon. - le recuerda, tajante.
Mira a sus compañeros de casa con inquietud. Le ha costado un mes acostumbrarse al ruido que hacen, pero imaginaba que su propia naturaleza taciturna los mantendría a raya. Puede con la chachára si es entre ellos pero prefiere que no lo incluyan. Claro que, siendo amigos de Aeris, esperar algo así igual es de ingenuos.
- No entiendo una puta palabra de lo que el moguri tocacojones ha escrito. Tú tienes cara de listo y has tocado el papel. Ergo, te toca pringar conmigo.
"¿Por qué dice ergo en medio de todas esas palabrotas?" No lo iba a preguntar ni en sueños. Hablar con ellos implicaría darles a entender que pueden hablarle de vuelta. Un fastidio.
- Tiene cara de que se va a resistir Cid.
- Deberías respetar a tus putos mayores, Leonhart.
- Es Leon. - insiste.
Sabe que Cid le dobla en edad pero puede entender por qué Merlín lo deja a él y no al piloto malhablado al cargo. Si sus conocimientos en ingeniería y pilotaje no fueran tan necesarios se habría planteado largarlo de la casa. Es como el ejemplo a no seguir para hacerse mayor.
- Piénsalo así: Si ayudas a Cid con el alquiler de la tienda menos tiempo que lo tendremos que aguantar. - Nota la risa sardónica en cada palabra de la ninja. Es más lista de lo que parece.
- Joder Yuffie, para haber sobrevivido juntos eres una jodida rastrera.
- Prometeme que no soltarás esas palabrotas en la tienda. - le reprende ella. - Los niños están todo el día por la zona comercial, sabes?
- ¿Y a mí que me importan los putos niños?
- ¡Es que nadie va a pensar en los niños!
Quiere salir corriendo, pero por alguna razón está petrificado en el salón con la carpeta del contrato en la mano. Antes se ensarta con el sable pistola a admitir que el teatrillo de estos dos le está empezando a resultar entretenido.
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No un adiós, si no un gracias.
Hay un mural al fondo, un sol rodeado de nubes en un estilo sencillo y encantador. Es un último misterio que ya no tendrán tiempo para resolver.
- Es hora de marchar, Aeris.
- ¿Crees que volveremos aquí algún día?
Los pasos se le acercan hasta quedarse a su lado, una presencia cálida enmedio de la piedra húmeda y escalofriante. Ladea la cabeza para mirar al hombre que la acompaña, en silencio.
(( My last night here for you
Same old songs, just once more ))
- ¿Eso es un no?
- ¿Por qué querrías volver a Ciudad del Paso? Nos necesitan en otro lado.
"Porque cuando me vaya perderé esta consciencia que me acompaña." Ya no hay recuerdos que desenterrar y en el momento en el levante los pies del suelo ya no será la Aeris que ha sobrevivido a otro mundo. Será una mujer normal, con fuertes poderes mágicos, pero los vestigios de su otra vida desaparecerán para siempre. No está segura si está preparada para eso.
- ¿Cuánto tiempo llevamos viviendo aquí? - Le pregunta Leon.
- Años. - Todavía no se cree que haya podido ser así, pero sabe que ha habido varios cumpleaños desde que lo vio aparecer, con sus llamaradas y pesadillas. Han celebrado solsticios y equinocios. Han visto a Sora crecer en cada visita.
- ¿Y de verdad pensabas que este sería tu último mundo?
Su mirada se había perdido en la pared, pero esto la hace despertar.
- ¿Qué quieres decir?
- Nuestros mundos ya no existen. Somos expatriados sin retorno. No sería justo echar raíces aquí cuando nuestro trabajo ha terminado.
- No quiero pensar que estar aquí fuera un trabajo. ¿Es que nunca tendremos un mundo al que llamar hogar?
- ¿Qué… es hogar, Aeris?
- ¡El lugar al que volver después de un día duro! - Hace un esfuerzo para no exasperarse. - Con los tuyos. Con las cosas que te importan. Con…
Ha levantado la vista y unos ojos azules la miran con intensidad. Mentiría si dijera que no importa el tiempo que pase, siempre le darán escalofríos. Nunca ha conocido a alguien con una mirada semejante, fiera y fría al mismo tiempo. Pero esta vez hay un pequeño regalo: Una curva que señala el principio de una sonrisa.
- Exacto.
"No hay tiempo que pase, ni mundos que visitemos. Será un hogar si estamos juntos."
- Pensaba que sólo querías volver a tu mundo. Que esto era una parada. - le tiembla la voz. "No te eches a llorar ahora y rompas el momento estúpida." - Pensaba…
- ¿Que no me quedaría con vosotros? ¿Que me largaría y os dejaría aquí?
- Que eramos una carga que aguantabas por bondad.
- ¿Sabes por qué le dí a Sora el Brillo de Tierra?
Si es un cambio de tema lo estrangulará con el colgante que tanto le costó purificar.
- ¿Porque le ayudaría en su viaje?
- Porque sabía que el espíritu de Simba querría hacer algo por salvar los mundos. Si era tan fuerte como para resistir la destrucción de lo que amaba, que mejor que ponerlo en el camino del portador y utilizar esa fuerza para algo mayor que él mismo.
Entiende la analogía al instante.
- No sabía que necesitara escuchar esas palabras. - Hay una nave en la superficie esperándoles y ella perderá parte de su esencia cuando despegue. - Pero lo hacía. Gracias.
- Tampoco me van mal a mí. - Si la sonrisa es un gesto raro, la mano que él le ofrece es una estrella fugaz en un agujero negro.
No sabe qué les deparará su nuevo destino. No sabe cómo será la Aeris normal, que no presiente las cosas antes de que ocurran. Aquella que no sabe que el sol del mural se convierte en luna cuando descubre los secretos de su interior a pesar de no haber visto ese fenómeno jamás.
(( My last night here with you?
Maybe yes, maybe no. ))
Pero la Aeris normal tiene una mano cálida y fuerte con la que sostener sus miedos. Y no piensa soltarse.
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