Ranma 1/2 y sus personajes pertenecen a Rumiko Takahashi. Esta obra está realizada sin ánimo de lucro.
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Capítulo 1: Un buzón sin nombre
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Era un jueves por la tarde, y por fin terminaba la jornada laboral de Akane Tendo. La chica, que iba cargada con bolsas llenas de alimentos, abrió como pudo su bolso bandolera, sacó las llaves y abrió la puerta del edificio en el que vivía des de hacía más de 5 años.
Akane vivía en una pequeña ciudad un poco alejada de Tokio. Su edificio, de tres pisos, estaba situado en una calle bastante céntrica, y muy cercana a un parque enorme al que le gustaba ir a correr por las mañanas. Ese era un hábito que, pese a no vivir en Nerima, no había abandonado.
Akane entró al portal y ojeó su buzón, como hacía siempre. Aunque casi nunca había cartas, a veces recibía alguna factura que había que pagar. Se fijó en los buzones de los otros vecinos, y pudo ver que en uno de ellos, justo el del piso que quedaba debajo del suyo, no había ningún nombre. La pareja que antes vivía allí se había mudado. Akane se alegró. El hijo que tenían, de pocos meses, lloraba mucho por las noches, y a menudo no la dejaba dormir. Ojalá su siguiente vecino fuera más silencioso.
La chica se dirigió hacia la escalera del edificio, dejando a un lado una salita donde había una lavadora, una secadora, y otras cosas que todos los vecinos compartían, como por ejemplo un sitio para dejar bicicletas. Pese a ir cargada de bolsas, llegó en un minuto al tercer piso y abrió la puerta de su vivienda, en la puerta número 3. Su hogar era pequeño, pero suficiente: un salón comedor, una pequeña habitación, una cocina y un baño. Pese a que el piso le encantaba, echaba de menos poder relajarse en un la bañera del dojo Tendo: en su pequeño cuarto baño de apenas cabía una ducha.
Después de ordenar la compra y cambiarse de ropa, Akane se tiró en la cama y cerró los ojos. Le gustaba disfrutar del silencio, era una de las ventajas de vivir sola, y lo apreciaba muchísimo después de haber vivido en el siempre animado dojo. La peliazul estaba a punto de dormirse… Cuando sonó el teléfono.
- ¿Diga? – preguntó medio adormilada.
- ¡Hola Akane! Soy Nabiki, te llamo para decirte que estos días he estado de viaje de negocios cerca de tu ciudad, y ya que mañana es viernes, me he decidido a ir a verte y pasar el fin de semana contigo. Papá quería saber cómo estabas.
- Na… ¡Nabiki! Vaya, no me parece mal, pero… Pero es muy repentino, ¿No te parece? Además, ¿Dónde vas a dormir?
- Bueno, pensaba quedarme en tu apartamento, sé que es pequeño pero si no recuerdo mal tienes una cama de matrimonio… Y como, según tengo entendido, no la ha ocupado nunca nadie más que tú, pienso que no pasa nada si duermo contigo. Pero vamos, que si quieres duermo en un hotel…
- ¿Cómo que nadie más que yo? – dijo Akane indignada - ¿Cómo puedes estar tan segura?
- Akane, aunque ya han pasado unos cuantos años…
- No sé de qué me hablas, Nabiki – la cortó su hermana menor. Y decidió que Nabiki hiciera lo que quería, no quería recordar el pasado – Puedes quedarte en mi piso, no me molesta. Puedes dormir en la cama conmigo, cama en la que, para tu información, sí ha dormido otra gente.
- Si claro, una amiga de la universidad… – dijo Nabiki irónicamente.
- Nabiki, si sigues por este camino tendrás que dormir en un hotel.
- Vale, hermanita, ya paro, no te enfades. En el fondo todos estamos preocupados por ti, sobretodo papá, él te echa mucho de menos. Dice que el dojo no es lo mismo sin ti, ya han pasado algunos años des de aquello Akane, podrías volver.
- Nabiki, yo tengo una vida y un trabajo en esta ciudad, y aunque no os lo parezca, soy feliz – aseguró Akane a su hermana, aunque la realidad quizá era un poco distinta – Bueno, cambiando de tema… ¿A qué hora vas a venir mañana?
- Pensaba pasarme antes de cenar, ¿Te parece? Y luego irme el domingo por la tarde, después de comer.
- Perfecto, así quedamos entonces.
La llamada de Nabiki le había hecho recordar cosas que quería creer olvidadas. Lo lejos que vivía de su familia, lo mucho que los echaba de menos, lo mucho que su padre la echaba de menos a ella… Y sobre todo, la razón por la que hace más de 5 años, abandonó Nerima decidida a escaparse de todo lo que tenía que ver con Ranma Satome.
Ranma Saotome. Aún le dolía pensar en él, aún no superaba que, a pocos días de su segundo intento de boda, descubriera que había vivido engañada durante mucho tiempo. De repente, empezó a recordar...
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Pocos días después que ella cumpliera 18 años, y ya casi un año después del primer – y desastroso – intento de boda, los padres de ambos los reunieron en el dojo y les dieron un ultimátum: ya habían terminado el instituto, y tenían que casarse. El dojo tenía una deuda enorme y solo lo podía salvar la herencia de una prima de Soun, la cual era muy mayor y, antes de morir, deseaba ver a las dos escuelas unidas. Esa era la condición para que el dojo recibiera el dinero de la herencia y pudiera salvarse.
Ni ella ni Ranma pudieron negarse, y casi de inmediato empezaron los preparativos de una boda que, como en su interior intento, nunca debió de producirse. Akane no sabía ni lo que él sentía por ella, ni siquiera si la consideraba una amiga de verdad o solo una más de "sus chicas". Notaba que él la evitaba, y ella cada vez estaba más triste y angustiada por estar a punto de casarse con alguien que no la amaba. Intentó hablar con él un par de veces, pero siempre fueron interrumpidos.
El segundo intento ocurrió justo dos días antes de la boda, y fue particularmente desastroso: se encontraban los dos solos en el dojo, y justo cuando Akane iba a hablar, una de las paredes del dojo cayó repentinamente, dejando ver a unas muy furiosas Shampoo, Ukyo y Kodachi. Las tres chicas intentaron atacar a Akane para evitar la boda, pero el chico de la trenza lo impidió, alegando que no era justo que se metieran con una chica tan débil como ella. Akane sintió su orgullo pisoteado por enésima vez, y más cuando vio que él se llevó a las chicas fuera del dojo y la dejó totalmente sola.
Después de que Ranma no apareciera en un buen rato, Akane fue a buscarlo, y lo encontró en el restaurante de Ukyo con su propietaria. Decidió espiarlos para ver de qué hablaban, y no se sorprendió cuando Ukyo, entre lágrimas, le preguntó por qué se casaba. Ranma dijo que debía casarse para cobrar la herencia y salvar el dojo, que no podía fallar a la familia Tendo. El chico continuó hablando con una llorosa Ukyo, pero Akane tuvo suficiente, ya no quería escuchar más, y se fue.
El día siguiente, día previo a la boda, Akane estuvo muy ocupada con todos los preparativos de un enlace por el que cada vez sentía más rechazo. Kasumi la vio preocupada, y le recomendó que fuera a pasear un rato. Aunque estaba a punto de llover, Akane decidió ir hacia un parque a relajarse un poco, y ahí, a lo lejos, vio a Ranma y Ryoga. Discutían a gritos, creyéndose solos, y no vieron a la peliazul, que lo podía oír todo. Ryoga le recriminaba a Ranma que se casara con ella, a lo que él respondió que lo hacía para salvar el dojo. Akane sintió una punzada en el corazón al oír esto otra vez, y pocos segundos después, cayó un rayo y empezó a llover. Ella vio como la lluvia que la mojaba a ella cayó sobre los dos chicos que peleaban, y vio también como pasaban de ser dos chicos a una chica y un cerdito negro. Un cerdito que ella conocía muy bien. P-chan.
Ranma no se sorprendió en absoluto del cambio, y siguió peleando mientras gritaba su nombre. Ryoga. Su verdadero nombre. Para Akane, esto fue la gota que colmó el vaso: su futuro marido, el cual se iba a casar con ella por obligación, no sólo no la quería, sino que además la había estado engañando durante mucho tiempo. Se sintió traicionada por Ryoga, pero mil veces más por Ranma, en quien ella había confiado ciegamente innumerables veces. Pero se fue silenciosamente a casa, y Ranma nunca supo lo que ella había descubierto.
Aquella noche, Akane no paró de llorar, y sólo pudo dormir cuando cayó exhausta. El día siguiente se vio enfundada en un precioso vestido de novia y, peinada y maquillada, caminó del brazo de su padre hacia un nervioso Ranma. Cuando le preguntaron a él si quería casarse con ella, aceptó tímidamente después de dudar unos segundos. Luego le tocó el turno a ella, y ahí explotó todo.
Akane estuvo callada durante más de un minuto mientras le miraba a los ojos, aterrada. Aterrada de casarse con alguien que no la amaba y que la había engañado durante mucho tiempo. Que había permitido que Ryoga durmiera con ella o que la viera cambiarse de ropa. Ranma no la respetaba, no la había respetado nunca. Akane no quería casarse con alguien que de repente le parecía casi un desconocido, y no quería obligarlo a él a casarse con ella. Quería que él fuera feliz con otra chica de la que pudiera enamorarse.
Después de un rato en silencio, la chica no pudo evitar echarse a llorar. Ante la mirada de preocupación de todos, gritó que lo sentía, pero que no podía casarse con Ranma, y abandonó la sala donde se celebraba la ceremonia. El que iba a ser su futuro marido se quedó ahí, estático, sin saber cómo reaccionar. Sus hermanas corrieron detrás de ella, y los padres de ambos empezaron a llorar desesperados.
A partir de aquel día las cosas se precipitaron a peor. La familia de Ranma y Soun se enfadaron mucho con Akane y el compromiso quedó automáticamente disuelto. Sus hermanas, también decepcionadas con ella, eran las únicas con las que la peliazul pudo hablar, aunque no llegó a sincerarse del todo. De Ranma no supo nada más des de que lo dejó plantado, pues según le dijo Kasumi, se fue de viaje de entrenamiento repentinamente, sin fecha de retorno.
Pasaron algunas semanas, y la situación era insostenible en el dojo. Shampoo y las demás aparecían casi cada día preguntando por Ranma, del cual nadie sabía nada. Soun, Genma y Nabiki tuvieron que ponerse manos a la obra para intentar salvar el dojo como fuera, y cuando Akane propuso dar clases, su padre le dijo que con lo que había hecho ya no tenía derecho a ser profesora allí. La situación cada vez era más insoportable para Akane, sentía que ya no pertenecía a aquella família.
Un día llegaron al dojo dos cartas: una para ella y una para Ranma, en donde se pedía que confirmaran la universidad a la que iban a entrar. Aún había tiempo para hacer un cambio, y esta fue, para Akane, una oportunidad de oro para empezar de nuevo en otro lugar. Pidió el traslado a una universidad distinta, y a la semana de haberlo hecho, se fue.
Akane vivió su primer año de universidad en una residencia de estudiantes, trabajando en una cafetería para poder pagarse los estudios. Durante este tiempo hizo buenas amistades, aunque con nadie cogió la confianza suficiente para explicar que ella tenía un pasado amargo con Ranma Saotome, el artista marcial que empezaba a despuntar y a ganar torneos, y por el que la mayoría de sus amigas suspiraban.
Un año después de vivir en la residencia, Akane pudo permitirse ir a vivir sola en el piso donde vivía actualmente, combinando trabajo y estudios. Por aquel entonces llevaba una vida tranquila, y básicamente mantenía la relación con sus hermanas, a las que al final, terminó contando todo lo que la había llevado a abandonar su boda. No había sabido nada de Ranma de forma directa, puesto que pidió a Kasumi y Nabiki que no hablaran de él. Hasta que un día… Lo volvió a ver.
Recordaba aquel día. Bueno, más bien aquella noche. Akane daba vueltas en la cama, llovía muy fuerte y no podía dormir. De repente, recibió una llamada. Una llamada a una hora en la que nadie acostumbra a llamar. Era Kasumi, la llamaba porque Genma Saotome acababa de sufrir un ataque vascular cerebral. Había muerto fulminado, el funeral se celebraría el siguiente día. Akane no se lo pensó dos veces, y viajó a Nerima en cuando amaneció. Pese a saber que se encontraría con Ranma y con la que podría haber sido su suegra, sentía que debía darle un último adiós al padre del hombre que no había podido olvidar.
Akane entró a la habitación en donde reposaba el cuerpo de Genma, llena de gente vestida en tonos oscuros. El doctor Tofú la llamó, pero ella no pudo oírle. Sus cinco sentidos estaban centrados en su ex-prometido, al que no había visto en muchísimo tiempo. Seguía conservando su trenza, pero estaba más alto y fuerte, se le notaba cambiado. Aunque su profunda mirada era la misma. Sin decirle nada, lo abrazó fuertemente y lloró junto a él. Lloró por la muerte del padre del chico, pero también por todos los sentimientos que tenía acumulados para él. Sentía rabia y enfado, pero también vergüenza por haberle dejado plantado en la boda. Soun y Nodoka estaban muy afectados por la muerte de Genma, y más por el hecho que hubiera muerto sin haber podido hacer las paces con Akane. Rotos por el remordimiento, hablaron con la peliazul, y después de más de un año, por fin se arregló todo entre ellos.
Pasado el funeral, Akane volvió a su rutina en su pequeño piso. Nunca supo más de Ranma, y ni siquiera pudieron hablar, puesto que sus autoproclamadas prometidas se encargaron de mantenerles separados durante toda la ceremonia. Akane seguía teniendo sentimientos encontrados respecto a Ranma, aún le dolía pensar en él, y no podía olvidarlo. Aún así, se sentía feliz de haberle podido ver después de tanto tiempo.
Pasaron los días, que se convirtieron en semanas, estos en meses y estos en años. Akane se graduó, pudo conseguir un buen trabajo, y siguió viviendo en su pisito. Iba de vez en cuando al dojo Tendo a visitar a su família, en especial a su padre, con el que estaba muy contenta de haber retomado la relación. Supo que Ranma y Nodoka se fueron del dojo después de la muerte de Genma, y supo también, por la televisión y las revistas, que Ranma se había ganado un nombre en el mundo de las artes marciales.
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La vida de la peliazul era tranquila, aunque quizá rozaba el aburrimiento. A veces recibía visitas, como la de Nabiki este fin de semana. Ahora volvía de dejarla en la estación de tren para que fuera de vuelta a casa, la verdad es que lo habían pasado muy bien. Akane abrió la puerta del edificio en el que vivía, y pese a ser domingo y no esperar cartas, ojeó su buzón, como siempre. Volvió a fijarse en el buzón que antes no tenía nombre, y que pertenecía al piso que quedaba debajo del suyo. Ahora ya tenía un nombre escrito, seguramente había entrado un nuevo inquilino durante el fin de semana y ella no se había enterado. Por curiosidad, Akane leyó el nombre del nuevo vecino:
R. Saotome.
La chica se quedó de piedra, y lo volvió a leer esperando que fuera su imaginación... Pero no. Y Akane se arrepintió infinitamente de su manía de mirar los buzones.
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Notas de la autora:
¡Hola!
Soy nueva por aquí, me presento: soy Alice Harz, y después de mucho tiempo leyendo en FanFiction, me he animado a compartir una historia de Ranma 1/2 con vosotros.
Espero que os guste este primer capítulo, estoy deseando conocer vuestra opinión. ¡Muchas gracias por leer y un saludo a todos!
Alice
