Las hermanas menores.
Arnold observó divertido la escena. Sus padres estaban totalmente exhaustos. Por fin habían vuelto del hospital y Geraldine había demostrado ser alguien que no conocía el término dormir y si el de siestas cortas. Después de unos días en donde apenas descansaban, se habían desplomado profundamente aunque ese no había sido su plan. Arnold acunó a su pequeña hermana que dormitaba contra su pecho y que apenas ocupaba espacio entre sus brazos.
- ¿Qué tal si les damos un respiro? –le propuso a la pequeña, en un murmullo.
Sin hacer mucho ruido tomó algunas cosas que sabía iba a necesitar. Aunque fuese por un par de horas, sería bueno darles un tiempo de descanso a sus padres. Así que decidió encaminarse hacia su habitación, pero una risueña risa llamó su atención justo antes de llegar a su objetivo. Sin pensarlo demasiado, tocó la puerta y la risa se detuvo abruptamente.
Esta se abrió.
- ¿Señor lobito? –preguntó Gretel, tenía el cabello suelto, disparándose para todos lados, llevaba un leotardo negro, sin mangas y un increíble corte en V en la parte inferior mostrando sus caderas de una manera casi, casi, indecente. Claro, sin contar que iba descalza.
- ¡Arnold! –gritó Aura, asomándose por la puerta y lanzándose contra él.
Geraldine se removió inquieta y soltó pequeños jadeos de protesta pero volvió a acomodarse. Los dos rubios hicieron un sonido de silencio y Aura se encogió, pero sin soltar su agarre. Arnold acarició el oscuro cabello negro de la niña, mientras esta enterraba más su rostro contra su vientre.
- ¿Se puede saber por qué esta en camisón? –preguntó el chico hacia la obvia culpable.
- Me preguntó si podía estar como yo. –Gretel se encogió de hombros- No vi por qué no podría. Así que le dije que sí.
- Vas a hacerla una indecente. –susurró Arnold, intentando cubrir con su mano los oídos de Aura.
- Esta en mi casa, que también es suya. –la alemana enmarcó una ceja- En su casa puede andar como ella quiera siempre, cuando no hay visitas.
- ¿Y si hubiese sido otro el que tocaba la puerta…?
- Le hubiese dicho que se fuera a mi habitación.
- ¿Planeas que agarre tus costumbres…?
- Planeo que agarre lo que ella quiera agarrar. –Gretel se controló para no presionar su nariz contra el chico, en búsqueda de intimidarlo.
Todo porque Geraldine estaba de por medio.
Aura soltó una pequeña risa, atrayendo la atención de ambos hacia ella.
- La puerta está abierta. –volvió a reírse, calladita y contra sus manos.
Arnold se contuvo y entró al departamento, cerrando atrás de sí. Gretel había bajado la bolsa de boxeo y tenía las colchonetas de entrenamiento bien distribuidas en el lugar. La música sonaba baja y Aura se deslizó entre ambos para volver a saltar, descalza, sobre el esponjoso terreno.
- ¿Están solas? –preguntó sorprendido.
- Elizabeth trajo a Aura para que pasáramos juntas, íbamos a salir, pero el Almirante tuvo un contratiempo pequeño y Elizabeth tuvo que regresar. Le dije que Aura podía quedarse, estábamos viendo una película. –notó la mirada escéptica sobre ella, así que rodó los ojos- "Hulk Vs." es animada, para niños, no soy tan mala hermana mayor, -dijo todo de corrido, con el mismo tono neutral pero aburrido- y… -se detuvo- Helga no está aquí. –susurró.
- Lo sé.
Gretel señaló a Geraldine.
- ¿Y tus padres?
- Totalmente agotados y dormidos.
- Helga no está aquí.
- Lo sé. –enmarcó una ceja- ¿Y…?
- ¿Y si se despierta? –susurró más bajo, como si invocara una maldición.
- Aquí tengo biberones, pañales y esas cosas. Por un rato estaremos bien.
- ¿Estaremos? –la alemana contuvo las ganas de reír- Estarás. Yo estoy con mi hermana menor e independiente. Muchas gracias.
- ¿Puedo jugar con Geraldine cuando despierte? –preguntó Aura, deteniendo sus saltos- Si es que no llora. –aclaró.
- Toda una von Bismarck. –sonrió con orgullo Gretel, acercándose hacia la niña- ¿Qué tal si vamos al parque? El señor lobito debe cuidar a su hermanita, pero nosotras podemos ir por unas palomitas de maíz acarameladas.
- Pero yo quiero jugar con Geraldine y con Arnold.
- Bueno, está dicho. –el rubio sonrió a su cuñada- Nos quedamos.
- Esta es mi casa. –le recordó la alemana- No te metas sin autorización.
- También de Aura ¿No? Eso dijiste. –sonrió- Así que ella nos está invitando a quedarnos ¿Verdad?
- Si. –asintió la pequeña varias veces con solemnidad.
- Traicionada por mi propia familia. –Gretel apoyó su mano donde debería tener su corazón y lanzó el rostro hacia atrás- Y por el mismo sujeto por el que me traiciona la desgarbada.
Aura contuvo la risa contra sus manos, teniendo cuidado de no hacer mucho ruido. Ya de por si la pequeña procuraba ser increíblemente silenciosa. Por norma general su risa no se alzaba tanto. Las pocas veces que se alteraba solo se habían relacionado con su madre biológica, que por suerte nunca más tendrían que verla. Así que felizmente podrían pensar que, por lo que respectaba a la personalidad de la niña, ella era bastante tranquila.
- Ya ves, tengo mi encanto. –bromeó Arnold, encaminándose al cuarto de Helga- Me prefieren a mi sobre ti, cuñada.
En algún punto de su relación, esa "unión de familia" que tenían entre ambos se había vuelto una forma de molestarse. Ambos se la arreglaban para que casi sonara como una herramienta de dominio sobre el otro, cuando, en teoría, era algo igualitario.
Ya en la habitación, Arnold puso una frazada y con un tono calmo fue recostando a Geraldine. La pequeña se aferró a su ropa por un momento y se quejó ligeramente, respirando rápido. Aunque la acomodó bien, entre almohadas, la pequeña siguió alterándose. Aura se había colado a su lado y miraba a la muy pequeña bebé que comenzaba a agitar sus puños en el aire.
- Quiere que estés cerca. –susurró la niña- Porque hueles muy bien, das mucha calma.
Arnold encontró eso de lo más curioso, aunque había oído que a tan corta edad los bebés se guiaban por los aromas. Tal vez algo en él le recordaba a sus padres. Y dado que no tenía nada que perder, se hizo un espacio en la cama y se recostó, atrayendo a Geraldine contra su cintura, la pequeña inmediatamente dejó su gimoteo bajo y una de sus manos se cerró inmediatamente en su camisa. Aura sonrió con orgullo, como si pudiese entender el idioma de los bebés y se sentó junto a él. Gretel, que se había quedado en la puerta, se adentró en la habitación, sentándose a los pies de la cama, entrecruzando sus piernas. Por un momento, solo miraron a Geraldine y la forma en que tenía para acomodarse, con su pequeña boca ligeramente abierta y su agarre firme, ella casi no se movía en su traje de una pieza pero si se fijaban bien podrían notar que a veces sus pies daban pequeñas sacudidas.
- Ella es muy pequeña. –susurró Gretel.
- Puedes hablar en tono normal. –le recordó Arnold- Hay que acostumbrarla a dormir con gente a su alrededor. –observó a su pequeña hermana- Pero si, es muy pequeña. Pero irá creciendo, es normal que al inicio luzca así. Además, es prematura.
- ¿Qué es prematura? –indagó Aura.
- Nació antes de hora. –explicó Gretel, mirando a la bebé- Yo también nací antes y… -se quedó callada, tal vez pensando en su propia madre, pero negó ligeramente- Simplemente terminas creciendo.
- ¿Yo también voy a crecer? –Aura jugó con los volantes de su camisón pulcro y limpio, sin mirarlos realmente, sus dedos acanelados ya no presentaban las callosidades de la primera vez que la habían visto, ahora eran suaves y delicados, acariciando la tela amigable y reconfortante que la cubría.
Arnold y Gretel se miraron fijamente. Casi habían olvidado que a comparación, Aura lucía pequeña para su edad. Aunque tuviese seis años, tenía el tamaño y rasgos de una niña de cuatro. Ahora que asistía a primer grado en Washington, se notaba terriblemente la diferencia entre ella y sus compañeros. Las bromas a su costa no tardarían, si es que no habían iniciado ya, Gretel había insistido en que su hermana debía tomar clases de defensa personal pero Aura había pedido que no la enviaran. El Almirante había considerado que no había que forzarla, lo cual había hecho que Gretel pusiera el grito en el cielo. Ella había asistido obligatoriamente, nadie le había consultado y le habían hecho bien. Fuerte.
Claro, la diferencia era que Gretel había disfrutado sus clases, había ido con gusto. Aura simplemente no quería hacerlo. No podían forzarla.
- Claro que vas a crecer. –Arnold acomodó mejor una almohada en su espalda dado que no podía moverse más- Si comes bien, duermes tus horas y haces ejercicio. Todo eso ayudará a que crezcas.
- Y ahora que lo mencionas. –Gretel miró a su hermana- ¿Tú no deberías tener hambre?
- ¿Podemos comer puré de papa con mariscos? –preguntó la niña, emocionada- ¿Por favor?
Para ese entonces todos estaban acostumbrados al gran apetito de Aura y que para rematar nunca fuese de comida chatarra.
Arnold enmarcó una ceja y observó a Gretel ¿Y bien? ¿Qué haría? Aunque Lila se había dedicado a enseñarle a cocinar, el lado obstinado de la alemana había hecho que fuesen extremadamente lento el proceso. Algo así debía estar lejos de sus conocimientos ¿Mariscos? Hasta él debía luchar con algo así y tener un recetario en mano.
- Claro. –la rubia le guiñó un ojo- Pero debes comerte los espárragos.
Aura asintió con fuerza y casi saltó sobre su lugar, pero tuvo cuidado por Geraldine. Aun así, la bebé se removió y cuando Gretel se levantó, la pequeña pareció agitarse y abrió los ojos de golpe. Arnold apoyó su mano sobre el vientre de Geraldine y comenzó a arrullarla. Los ojos volvieron a cerrarse, su boca se abrió y cerró varias veces hasta quedarse tranquila. Aura sonrió, aliviada pero Geraldine volvió a abrir los ojos y a moverse despacio, hasta golpear la mano de Arnold, con obvio deseo de quedarse despierta.
- Oh…
- Hola dormilona. –saludó el chico- ¿No quieres seguir descansando? –preguntó, usando un tono suave que inmediatamente se impregnaba en su voz cuando le hablaba a su hermana.
Como respuesta, Geraldine movió sus pies y sostuvo la mano de su hermano con sus firmes manos.
- ¿Cuándo va a hablar?
- Aún le falta mucho.
- Papá me explicó que cuando los bebés son pequeños no pueden sostenerse ni hacer muchas cosas por su cuenta. Así que hay que tener cuidado. Pero quiero jugar con ella. –Aura lo miró- ¿Cómo lo hago?
- Lo mejor es hablarle, decirle las cosas. –acarició el agarre de la bebé- Geraldine, vamos a mover tus pequeños dedos ¿Si? –los fue abriendo- Así, abrirlos, eso… ahora cerrarlos… muy bien… -miró a Aura- ¿Ves?
- ¿Por qué?
- ¿Qué?
- ¿Por qué hay que hablarle?
- Para que aprenda rápido. Si no le digo que son sus dedos o que esto es abrir –ejemplificó- y esto cerrar, no va poder saberlo. –explicó Arnold, con paciencia.
- Oh… -Aura gateó sobre la cama y puso su rostro sobre la pequeña, su cabello negro cayó como una cortina alrededor del rostro regordete y ovalado- Geraldine, soy tu… tu…
- Prima. –aventuró Arnold que sería una buena palabra para que ambas usaran.
Aura sonrió, encantada, ese gesto lo hacía mucho cuando veía que su familia se extendía más y más. Aunque no parecía satisfecha con ningún título que le pusieran a Arnold y Helga.
- Eso, soy tu prima. Así que debes crecer rápido para que podamos jugar.
- ¿Estas segura que quieres hacer eso? –preguntó Gretel, divertida- No ¿Sabes qué? Juega con ella. Si se queda mucho tiempo con el señor lobito se volverá aburrida.
- ¡Hey!
- Arnold no es aburrido. –regañó Aura, inflando sus mejillas y mirando de cerca a Geraldine- Solo muy serio. Pero te acostumbrarás.
- Otra forma de decir aburrido.
- ¡Hey! –Arnold enmarcó una ceja- No soy serio.
- La pobre de mi hermana no quiere admitir que eres aburrido. –Gretel cruzó sus piernas- Ya aprenderá.
- Mamá dice que debes darme buen ejemplo. –Aura observó a la rubia- Dame buen ejemplo.
- Te doy el mejor.
- No, no lo haces.
- ¿Por qué?
- Te burlas de Arnold. Eso no es un buen ejemplo. Mamá dice que no importa lo que tú digas, burlarte de alguien no es buen ejemplo. –sentenció Aura.
- Elizabeth es una santa. –confirmó Arnold- Has caso.
- Me arruinan la diversión. –Gretel contuvo un suspiro, mirando de lejos a la bebé- La comida llegará pronto.
- No puede ser… Compraste la comida. –regañó Arnold- ¿En serio?
- No voy a envenenar a Aura.
- Pude cocinar yo.
- No. Tú debes ver… -señaló a la bebé- que este bien.
- Geraldine.
- Pequeña Geraldine nivel cero. –corrigió Gretel- Muy pequeña. Muy delicada. Muy frágil. Muy dependiente. Tú debes vigilar todos esos muy.
- Es solo una bebé… -limpió la boca de su hermana con una de las toallas de mano que tenía- Una muy pequeña.
- Ahí mi punto. Muy. Tú cuida los muy.
- Gretel, no es una bomba.
- Lo sé. No esta cableada ni se puede apagar. –la alemana entrecerró los ojos- Solo vigílala.
- ¿No te gustan los bebés? –preguntó Aura, abriendo los ojos con sorpresa.
- No me desagradan. –se encogió de hombros- Planeaba tener hijos, pasar todo eso del embarazo. –agitó su dedo en el aire como si diese cuerda a algo- Así que no me desagradan.
- ¿Planeabas? –los oscuros ojos de la niña centellaron con curiosidad- ¿Qué pasó? ¿Un bebé te hizo algo malo y ya no quieres?
Arnold tomó a Geraldine y la acunó contra su pecho, así, se acercó hacia Aura e intentó hacerla desistir de su pregunta pero la alemana le hizo un gesto de negativa, absolutamente tranquila.
- Tuve un accidente. –le explicó- No puedo tener hijos. Pero Lila puede. Así que ya veremos a futuro.
- Me gusta Lila, creo que sería una gran mamá. –Aura suavizó su gesto- Ella hace comida deliciosa y se sabe muchas canciones para cuando hacemos cosas en casa. –ladeó el rostro- Así que opino que deberías tener bebés con Lila.
Gretel soltó una pequeña risa.
- Bien, le haré saber tu decisión. –le dio un ligero golpecito en la nariz a la niña- Los bebés son muy delicados. No estoy entrenada para tratarlos, pero supongo que deberé hacerlo. Pero por ahora me quedo con mi maestría en cuidar niños.
- ¿Maestría? –Arnold enmarcó una ceja y comenzó a mecer a su hermana, podía jurar que la pequeña se estaba riendo.
- Obvio. –lo miró, altiva- Aura ¿Te estuviste divirtiendo? –consultó Gretel, con una astuta sonrisa.
- Si. –la niña sonrió con emoción y miró a Arnold- Ambas estábamos bailando antes que llegaras y también hicimos un fuerte en el cuarto de Gretel.
- El cual debemos ordenar antes de que te vayas, pequeña alférez. No me vas a dejar con ese desorden ¿Entendido?
Aura abrió la boca, tomando aire profundamente pero cuando sus oscuros ojos se fijaron en Geraldine se desinfló totalmente y susurró un grito.
- ¡Señora, si señora!
Arnold notó la sonrisa de orgullo en Gretel. Para ser alguien tan egoísta y mandona, educada como hija única y… bueno… salvaje, estaba pasándose un gran tiempo como hermana mayor. Tal vez tuviese razón y tenía un don con los niños, tomando el rol de autoridad, pero sin crear distancias. Por otro lado… Arnold miró a Geraldine, que se movía perezosamente, tenía todo su cuerpo bien aferrado contra su pecho y boqueaba ligeramente, hacía un ligero sonido, similar al intento de formar vocales, que salía extremadamente bajo de su boca. La pequeña tenía el rostro ligeramente enrojecido, lo cual parecía normal y la pelusa ligeramente rojiza algo más castaña, que tenía por cabello parecía mojarse fácilmente cuando se esforzaba y sudaba ligeramente. Arnold apoyó sus labios sobre la frente de su hermana, sintiéndola tan cálida, con un aroma a jabón y ropa limpia. Geraldine no tardó en moverse, ligeramente inquieta y uno de sus puños le rozó en mentón sin hacerle daño. Cuando abrió los ojos, se encontró con Gretel y Aura mirándolo fijamente. La niña lucía conmovida, muy curiosa, pero la alemana parecía intrigada, frunciendo el ceño y no mirándolo exactamente a él. Sino…
¿A sus brazos?
- ¿No la vas a romper al abrazarla tan duro?
- Los bebés no son de cristal. –y en su voz hubo un tono cansino- No la estoy abrazando fuerte.
- ¿Estás tú seguro de eso?
El timbre lo cortó de responder, Gretel se levantó ágilmente y fue por su billetera. Arnold la siguió y cuando estuvo por buscar su dinero, le entregó a Geraldine.
La alemana se congeló en el acto.
Las manos de la chica sostenían a la bebé de una forma incómoda y graciosa, desesperada por sostener su cabeza, que no se resbalara por sus manos y al mismo tiempo no tocarla.
- Yo voy. –sonrió de lado y se inclinó para mirar los ojos azules de la chica- ¿Crees poder resistirlo?
- Pero… -Gretel frunció el ceño y como pudo acunó a Geraldine entre sus brazos- Obviamente.
Arnold miró a Aura y le guiñó un ojo.
- ¿La vigilarías por mí?
- ¿A Gretel o a Geraldine? –preguntó con curiosidad.
El chico se rio, sin dar respuesta y por suerte Aura no sabía alemán o ruso o quién sabe qué idioma, porque Gretel comenzó a maldecirlo mientras hacía todo lo virtualmente posible para no entrar en pánico ¿Quién lo diría? Los bebés la ponían nerviosa.
Arnold bajó las gradas, sacando su billetera. Ya sabía lo que costaba la comida que su cuñada compraba, así que estaba preparado para tener que pagar algo que saldría mucho más económico hacer. Gracias a la costumbre, esquivó a los animales que formaban la pequeña manada de la Casa de Huéspedes y abrió la puerta.
Lo primero que notó es que Gretel había llamado a una de esas compañías que se afiliaban a diferentes restaurantes y cobraban un cargo extra pero a cambio podías obtener tu antojo de medianoche de ese lugar sin servicio a domicilio. Lo siguiente que notó es que el repartidor, un universitario de unos veinte años, fornido, lleno de tatuajes y perforaciones de seguro había tenido mejores días, porque estaba completamente rojo, haciendo malabares con las bolsas de comida y parecía luchar por decir algo mientras tenía los ojos fijos en que nada se le cayera.
- ¿Estás bien? –preguntó Arnold, dándole un susto de muerte al chico.
Pero este lo miró.
Y miró al interior de la casa, aun rojo.
Luego intentó mirar hacia los escalones.
Por fin respiró y relativamente se calmó.
- E-este pedido es para Gretel vo-von Bismarck. –un ligero gallo escapó de su voz y se aclaró la garganta.
- Si, lo sé. –tomó las bolsas y las dejó a sus pies.
Así que además del plato de Aura, también había una parrillada que seguramente era para Gretel y le había comprado pasta con albóndigas para él. Muy sabiamente había comprado unos jugos y nada excesivamente azucarado.
- ¿Y quién eres tú?
Arnold se sorprendió y notó que el repartidor se había recuperado. El sujeto era grande y fornido, parecía un luchador o un sicario, la camiseta dejaba ver sus músculos tensos que le daban otra dimensión a sus tatuajes. Ya no era un manojo de nervios.
¿Qué demonios?
- ¿Arnold…? –sin desearlo pareció que preguntaba su propio nombre.
- Ya. –y eso sonó como un bramido- No me refería a eso ¿Qué eres para ella?
Oh.
¡Oh!
Este sujeto le recordó el primer día de clases cuando algunos de sus compañeros se habían fijado en Gretel, su acento y su abrumadora personalidad. Mucho antes de que huyeran despavoridos al no poder ni imaginar cómo controlarla.
Alguien debía darle lecciones sobre servicio al cliente a ese repartidor enamorado.
- El novio de su prima. –enmarcó una ceja- ¿Por?
Y el repartidor se desinfló, agradecido. Muy nervioso pasó su mano por su cabello oscuro, desordenándolo un poco más.
- Lo siento, hermano. Yo… solo… -miró otra vez sobre el hombro de él- Tú sabes…
No, no sabía.
Ni un poquito.
- ¿Creíste que era su novio? –preguntó, sorprendido, mirando la cuenta y cuanto debía pagarle.
Gretel despilfarraba dinero. No podía creer los cargos extras que era todo eso.
Si tan solo le hubiese dejado cocinar…
- Bueno… suele pedir comida para ella sola. Tú sabes… me sorprendió notar tantos platos esta vez.
Porque si estaban Helga, Lila o Will no había necesidad de pedir comida a domicilio. Menos una tan costosa.
- Esta es la primera vez que pide para más gente. –se estaba repitiendo- Me dio curiosidad y… -se rio nervioso- Ella es increíble.
¿Lo era…?
- Bueno, es para su hermana, para ella y para mí.
¿Por qué estaba dándole explicaciones a ese sujeto?
Tal vez estaba intrigado de que alguien se pusiera tan nervioso alrededor de la alemana y al mismo tiempo quisiera seguir cerca. Las presas usualmente huían de los predadores, no se ofrecían voluntarios.
- Ella es tan diferente a las otras chicas.
Definitivamente. En eso estaban de acuerdo. Tan diferente como una bomba nuclear y un conejito de chocolate.
- Le he preguntado si tiene novio, pero ella siempre se ríe de mí.
¿Por qué estaba escuchándole los problemas amorosos al repartidor…?
En especial cuando su hermana estaba en manos de alguien que no sabía cargar ni una bolsa de papas pequeña.
- ¿Crees que tendría oportunidad? –preguntó el sujeto, esperanzado.
"Ella tiene novia y un mejora amigo/novio platónico. Ambos increíblemente celosos. Y lo creas o no, yo temería más de su novia que del gigante pelirrojo"
- ¿Señor lobito…? –la voz de Gretel, lastimera y como si estuviese haciendo la tarea más difícil e imposible de la historia llegó a sus oídos.
- Ya voy, ya voy. –le pagó al chico y le dio una buena propina por consideración a su alma condenada.
- ¿"Señor lobito"?
Ahora sonaba enojado.
Arnold agarró las bolsas y miró al chico. Si, estaba enojado, con el ceño fruncido, el rostro apático y los labios apretados.
¿Por qué…?
Oh.
¡Oh!
Claro, sin el contexto sonaba increíblemente cursi ese sobrenombre. Tal vez le estaba haciendo un favor al sujeto al despedirse rápidamente y cerrarle la puerta en la cara ¿No? Mejor que pensara mal de él a que se enfrentara a la furia roja que podían ser Will y Lila
¿No…?
Oh… Genial. Ahora el repartidor era su enemigo.
¿Por qué siempre se metía en líos cuando se trataba de esas dos primas?
¿Por qué?
Por lo menos cuando volvió al departamento se encontró con una escena digna de animarlo. Gretel estaba sentada sobre una de las colchonetas de entrenamiento, con la espalda contra la pared, pero algo desparramada para que Geraldine pudiese usarla como una silla reclinable. Aun la cargaba desde las axilas y tenía los pulgares apoyados en la base del cuello de la bebé. Aura estaba recostada entre las piernas de la rubia y rodaba en círculos mientras hacía ruidos con la boca. Geraldine parecía estarlo pasando en grande, con algo muy similar a una risa, pero cada vez que chillaba de la emoción, tanto Gretel como Aura se tensaban y dejaban de moverse. Los ojos de ambas se abrían de golpe y parecían estatuas. Geraldine pataleaba un poco hasta que volvía a calmarse y Aura volvía a su ritmo divertido.
Al parecer había entrado sin ser detectado, porque ninguna lo regresó a ver.
- ¿Aura? –llamó Gretel, siguiéndola con la mirada.
La pequeña se quedó quieta, apoyándose sobre sus codos.
- Yo también era muy pequeña para mi edad. –le contó- Los niños se burlaban de mí. El Almirante…
- Papá. –corrigió la niña.
- Papá… -intentó hacer que sonara natural pero ¿Cuántos años llevaba llamándolo por un rango militar?- no sabía que me estaban molestando. No al inicio.
- No todos me tratan mal, tengo amigas. –la niña estiró su mano y acarició el regordete pie de Geraldine, centrando su atención ahí.
A cambio esta le dio una ligera patada, riéndose.
- Pero te están tratando mal. –era obvio que Gretel luchaba por controlar sus emociones y no mostrar lo furiosa que se sentía.
- Solo unos… alguien dijo que era hija del lechero. –se encogió de hombros- Así que les dije que era adoptada.
- No tienes que hacerlo. –la alemana enmarcó una ceja, con los brazos tensos- No tienes que darles explicaciones.
- Pero es verdad. Y no me molesta. –Aura sonrió- Yo sé que Arnold y Helga me salvaron, yo huía de algo… -hizo un gesto, como si le doliera la cabeza- pero ahora estoy aquí.
- ¿Tú…? –Gretel se aclaró la garganta- ¿Tú hubieses querido que Arnold y Helga fuesen tus padres en lugar del Almirante y Elizabeth?
El rubio sintió que su corazón se disparaba con fuerza. Toda su garganta se cerró y pudo notar dolor en la mirada de la alemana. Arnold sabía que había acogido a Aura en el segundo mismo en que le habían explicado la situación, había tardado en asimilar la situación, pero se notaba que estaba feliz con Aura, la quería como la hermana que se suponía debió tener.
- Al inicio sí. –la niña siguió jugando con el pie de Geraldine, intentando atraparlo y al mismo tiempo dejándolo escapar- Papá y mamá son muy serios, suelen estar ocupados pero… -se acarició su cabello, donde el broche en forma de estrella recogía una media coleta de su cabello con un lazo rojo- Siempre se preocupan por mí y me escuchan. Mamá se sienta conmigo para que haga la tarea y papá se hace tiempo para leerme libros o poemas. Mamá me ayuda a ponerme mi ropa y a peinarme. Papá me deja sentarme en su regazo a colorear mientras él lee el periódico o habla por teléfono. Aunque estén ocupados me traen hasta acá para que juegue con ustedes y me aman. Por eso quieren que luche contra los niños malos, porque quieren que sea feliz. Y lo soy. –detuvo su juego y solo acarició el pie de Geraldine- No quiero hacer daño a nadie.
- Pero si esos niños…
- No me importa. –Aura levantó la mirada- Ellos no son mis amigos. No me importa lo que digan. No me importa si no les gusta mi color de piel o si dicen que mi cabello se parece al pelo de las vírgenes de los pueblos pequeños. Me gusta mi color y me gusta que mamá me peine con mucho cuidado. Ella se demora porque mi cabello es largo y me cuenta cosas mientras me peina. –se encogió de hombros- Mamá dice que la razón por la que puedo ver las cosas malas es porque hay cosas buenas a mi alrededor. Si puedo ver sombras, es porque hay luz en mi vida. Y yo no quiero ser la sombra en la vida de nadie.
Eso…
Arnold avanzó antes de darse cuenta. Las dos hermanas lo regresaron a ver, sorprendidas, pero a él no le importó. Solo recordó dejar las bolsas a un lado de las piernas de Gretel y al segundo siguiente se dejó caer en la colchoneta y sentó a Aura en su regazo. La niña lo observó con sorpresa pero él solo la abrazó con fuerza. La estrechó contra su pecho y enterró su rostro entre los cabellos oscuros. Esa era la misma niña que meses atrás había encontrado en un callejón, asustada. La misma niña que había huido desesperadamente al ver a su madre biológica y había luchado con fiereza. Esa misma pequeña persona, que había visto cosas horribles y había sido sometida a mucho, estaba decidiendo no luchar y no hacer daño a otros.
- Estoy muy orgulloso de ti. –le murmuró contra el cabello y se enderezó- Muy orgulloso, Aura. Mucho.
- No sabía que estabas oyendo. –la niña sonaba sorprendida- No se espía.
- Lo siento. –sonrió divertido- No pude evitarlo.
- Porque es un metido. –intervino Gretel, aclarándose la garganta, como si tuviese un nudo en ella- Siempre se mete en donde no lo llaman.
- No seas mala…
- Ya sé, ya sé… -rodó los ojos, pero el ambiente se relajó- Pero me cuesta.
- ¿Sabías que el repartidor está enamorado de ti? –preguntó Arnold, enmarcando una ceja, mientras distribuía la comida entre los tres.
La alemana miró el contenedor con su parrillada y a la bebé en sus manos.
- Toma tu pequeño humano con ADN en común. –pidió, en un gruñido.
Geraldine agitó sus brazos y piernas, intentando tocar uno de los vasos.
- No necesitas sostenerla así, es pequeña, puedes recostarla a un lado.
- ¿Y si vomita y se ahoga? ¿O se agita y se rompe el cuello? –Gretel abrió los ojos con sorpresa- ¿Y si se olvida como respirar?
- ¿Los bebés pueden hacer eso? –preguntó Aura, alejándose de la bebé como si fuese una bomba.
- ¡Gretel!
- ¡Puede pasar!
- Es una bebé. No un… no sé qué… pero no es eso. Dame a mi hermana. –se estiró, tomando con cuidado a Geraldine.
- Tú dame a la mía, entonces. –mucho más relajada, jaló del pie a Aura, quien comenzó a deslizarse en su dirección.
La niña se agarró a su camisón para que este no se le subiera y se rio al cruzar el pequeño espacio de esa forma.
- Claro, Geraldine es de cristal pero Aura es ¿Qué? ¿De hule? –indagó Arnold, levantándose para tomar una manta y crear un pequeño nido a su costado para recostar a la pequeña.
- Del mejor material del mundo. –respondió Gretel, sentando en su regazo a Aura y abriendo el contenedor con su comida, mientras le extendía los cubiertos y le daba una servilleta.
- ¿von Bismarck? –preguntó Arnold.
- Exacto. –la alemana sonrió con soberbia y abrió la botella con el jugo natural para su hermana- Come solo lo que puedas. Pero debes acabarte los vegetales o Elizabeth me matará.
- Esto es mucho. –la mirada de Aura se iluminó- Y se ve delicioso ¿De qué es la salsa blanca?
- De comer. –respondió automáticamente Arnold.
Y dio un respingón al escucharse tan… como un… papá.
Gretel se rio con burla mientras probaba un poco de la salsa.
- Ajo, calamar, pescado y algo más que no tengo idea.
- Oh. –Aura asintió y comenzó a comer, con bastante buen apetito.
- Gracias por pedir comida para mí. –comentó Arnold, dejando caer queso parmesano sobre sus humeantes fideos.
- Ya oíste, debo darle buen ejemplo a Aura.
- Lo estás haciendo bien.
- Tú también. –Gretel miró a la bebé que parecía adormilarse otra vez- Bastante bien.
Arnold extendió su puño hacia la alemana y enmarcó una ceja. Ella miró el gesto y luego a él, seguramente pensando que estaba loco.
- ¿Qué? ¿Tienes miedo? –consultó el rubio.
- Oh, por favor… -rodó los ojos y chocó su puño contra el masculino.
Clic.
Ambos regresaron a ver. Helga estaba parada en el marco de la puerta con su celular afuera y una sonrisa astuta en sus labios.
- Oh, voy a publicar en todas las redes sociales que conozco. –comentó la menor de los Pataki- Me tendré que crear cuenta en la mayoría de ellas. Pero esto vale oro.
- Des-gar-ba-da…
- Hay que dejar de aceitar tan bien esta puerta, es demasiado silenciosa. –comentó Helga, con una sonrisa traviesa.
- Hola He…
Aura se cortó cuando Gretel la bajó de su regazo y se agazapó antes de salir corriendo atrás de su prima. La chica contuvo un grito y salió corriendo al pasillo, hacia el dormitorio de Arnold. Obviamente eso le dio igual a Gretel, vestida solo en leotardo, porque la persiguió en su cacería.
- Toma nota. –le dijo Arnold a la niña.
- ¿Sobre qué?
El chico fingió taparle los oídos a Geraldine y susurró, en tono confidencial.
- Así se comportan las hermanas.
Y para confirmarlo el chillido de Helga y el sonido de cosas cayendo hizo vibrar el techo. Aura contuvo una pequeña risa, antes de atacar su comida. Él sonrió a la pequeña bebé. Por lo menos, por su parte, Geraldine ya tenía todas las batallas ganadas.
Oh y querría una copia de esa foto. Una buena extorción siempre venía bien.
¡Saludos Manada! Bien, mi plan era otro orden de publicaciones, pero ¡Ya ven! Voy a publicar cuatro capítulos de "Años Venideros", para que conozcan más sobre los personajes secundarios que han aparecido recientemente y luego lanzaré:
"Cacería: Entrevista": ¡Hagan preguntas a los personajes y ellos responderán! ¡A honor de los 3 años de "Comame señor lobo" llega una nueva oportunidad para que ustedes! Desde el grupo principal hasta a los nuevos personajes. Si, contando Jaimie, Raymond y Scott. Oh ¿Y quién sabe? Tal vez un nuevo personaje, si es que ustedes lo desean. Así que por favor hagan sus preguntas tanto aquí, por reviews como por mi ask (Recuerden que tiene el mismo nombre que esta cuenta "Nocturna4").
También se vienen más regalos para celebrar este gran momento ¡Tres años y 500 reviews para "Cómame señor lobo"! Este es un gran logro que hemos conseguido, ustedes y yo. En serio, no hubiese llegado ni la mitad de lejos si no fuese por ustedes. En serio y de todo corazón, les debo muchísimo. Gracias por ser mi manada. Mi maravillosa y genial manada.
Reglas de la Manada: Un lobo respeta los límites de otro. No importa cuánto quiera tener cerca al otro, piensa en el bienestar de su camarada, aliado o compañero antes de su propio impulso.
¡Nos leemos!
Nocturna4
