Bienvenidas a mi nueva historia.

Aclaración: escenas de violencia física y psicológica. Considero personalmente que no tiene mucho drama ya que todo el que pudiese tener ya pasó hace años -en la historia- pero si tienes el corazón débil probablemente te duela en algunos capítulos.

Crepúsculo es de Meyer, la trama es totalmente mía.

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Heartless: Cuando la oscuridad te quiere alcanzar, no la dejes escapar.


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1. Marie

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Chicago, 21:00 PM

El suave sonido que emitió el silenciador del arma de Edward sólo fue escuchado por los que estaban en aquel cuarto. El miró con frialdad al cuerpo del sujeto que acababa de matar, ya que para él esto era el pan de cada día. No le importaba nada.

Simplemente su trabajo no era enseñar en una escuela, tampoco tocar piano ni mucho menos ser doctor, su trabajo era eliminar a todos los que rompieran el pacto de silencio o simplemente los que se interpusieran en el camino de Charlie Swan.

— Emmett, James. — fue la sutil orden para marcharse mientras se ajustaba su traje y guardaba su arma en el. Siempre preparado.

Edward salió de la habitación y se recargó contra la puerta mientras a él llegaban los sonidos del término de su trabajo: podía oír como el combustible era vertido sobre el cuerpo de ese sujeto, el aparato de siempre instalándose y luego las rápidas pisadas de sus acompañantes.

Sin decir palabra alguna, caminaron hasta montarse en el Rolls Royce phantom coupe que estaba a su disposición. En el caso de hoy habían decido usarlo pues era una simple diligencia, no es como si necesitaran escapar y usar el Ferrari.

— Es hora — dijo Emmett cuando se encontraban a una calle del lugar, indicándole a James que apretara el botón. Luego de eso y casi por arte de magia, excepto para ellos, se desató una gran explosión en la bodega que hace unos segundos abandonaron.

— Así que… — comenzó James — ¿Qué creen que nos dirá Cygne esta noche?

— ¿En la cena? — dijo Emmett recostándose sobre el suave asiento de piel blanca del coche. Eran los pocos momentos que tenían para salir de esa fachada seria. — no lo sé, pero espero que no llame mucho la atención — suspiró e hizo una mueca — la última vez que dio el aviso sobre el asunto de Miami, Rosalie estuvo preguntando toda la noche sobre eso, — negó con su cabeza al recordar las preguntas capciosas de su prometida. — le llamó la atención que me escabullera más de cuatro horas.

— ¿Y ella te manda Osito? — se mofó James. — ¿Irás con alguien Edward? — dirigió la vista al cobrizo quien conducía silenciosamente.

— No lo sé, — se encogió de hombros — a Tanya prácticamente ya la odio, Irina es muy ordinaria y Jessica muy perspicaz, — luego emitió una risa seca y falsa. — creo que aun no encuentro a una mujer que sea totalmente un adorno.

— Yo la encontré. — La voz de James era soberbia — Es perfecta… tiene estilo y elegancia, es hermosa, genial en la cama y no habla mucho. — Emmett lo miró con una sonrisa y le golpeó el hombro. — Además, si llega a darse cuenta de algo… — sacó su arma por la ventana y disparó al aire — le hará compañía al sujeto de hoy.

Otro punto de Chicago, 22:00 P.M.

Se miró una vez más al espejo. Estaba hermosa y ella eso lo tenía que admitir.

Su cabello estaba tomado en una apretada, pero desordenada y juvenil coleta, que dejaba caer desde lo alto de su cabeza el resto de cabello castaño y liso. Sabía perfectamente que esto le gustaba a los hombres: la imagen mental de ellos desatándole el cabello y esparciéndolo por una almohada era algo que todos querían y ella hoy les daría la oportunidad de soñar con eso.

Después de pasar su mirada por su cabello la dirigió a sus labios, los cuales estaban pintados de un sutil rojo pasión. Ella los había pintado de tan forma que no parecía que estuviese usando labial, más bien parecía un color natural. Sus mejillas eran sonrojadas de por si, por lo que el rubor no fue un elemento necesario como en el caso de sus ojos, en los que tuvo que pasar una capa de máscaras de pestañas y luego un poco de sombra oscura en los parpados. Aquellos ojos habían cambiado, y ahora eran de un azul frío, doloroso e intenso, con ellos miró el colgante en forma de pétalo de rosa que reposaba en su pecho por una delgada cadena de plata atada a su cuello. Este era un elemento muy importante en la noche de hoy.

Pasó las manos nerviosamente por su vestido negro ajustado, tratando de alisarlo más en el acto. Lo cierto es que había demorado más de lo que hubiese requerido el elegir ese vestido, sabía perfectamente que ella no era una fulana ni tenía que aparentar eso esta noche, por lo que este vestido era de alguna manera sencillo, pero lo suficientemente sensual para llamar la atención de todos.

Y es que aquella noche debía ser perfecta, sin ningún problema o falla. Hoy según su aspecto y pensamientos, había dejado a todos sus fantasmas en el pasado, ya casi no existía lo que había sido, y por fin, Marie Savarese saldría a cobrar venganza.

El timbre sonó y ella echó una última mirada hacia la foto que tenía en la mesita de noche de su habitación: "No me reproches ni sientas que te defraudé, sabes por qué hago esto", pensó.

— Adiós, Bells. — gritó a la nada. La dejaba atrás, dormida entre la nada. Marie existía por fin y nada mas importaba.

Dio la acostumbrada mirada fría cuando sentía que la culpa y el miedo la comenzaba a carcomer, pero como siempre, no dudo en correr a abrir la puerta. Ahí parado en el umbral, se encontraba James Ringwall, su pasaje de esta noche para comenzar por fin a cumplir lo que más deseaba.

— Estas hermosa… — susurró mientras pasaba el dorso de su mano por la mejilla de Marie. Ella, como siempre, tembló ante el contacto no por lo que le producía James, sino por los estremecimientos que le mandaba el anillo que él tenía en su dedo índice de la mano derecha. Vamos Marie, es un simple anillo.

— Gracias, James. — iba a avanzar, pero el rubio la tomó del cuello y le dio un beso desaforado en los labios que se prolongó por un buen tiempo. — ¿Me dirás donde iremos hoy? — susurró batiendo sus pestañas casualmente y fingiendo no saber.

— Marie… es sólo una cena con mi jefe y algunos empleados…

— ¿Y en donde es?

— En su casa — o en la mansión que tenían para sus juntas, quiso agregar ella.

Durante todo el trayecto permanecieron en un cómodo silencio.

Como siempre, Marie sabía que se la iba a pasar muy bien con James, al igual que con sus antiguos novios quienes le habían ayudado a llegar a donde está ahora. Nunca se sintió obligada al estar en una relación, mucho menos a cumplir las exigencias que dicha relación implicaba, ya que ellos, sin saberlo, le daban lo que ella buscaba, y por otro lado ella se los retribuía con cariño fingido y placer. Usualmente nunca se enteraban de que estaban siendo utilizados de alguna forma, simplemente Marie terminaba con ellos antes de que fuera demasiado peligroso alegando que la relación no daba para más.

Se estacionaron en la lujosa mansión y Marie rió para sus adentros, pero no dijo nada, al contrario le dio una sonrisa pequeña a James mientras le tendía su mano para tomarla. Su trabajo era principalmente jugar el papel de idiota frente a él.

En el interior del salón se encontraban aproximadamente veinte personas. Rápidamente ella calculó e intuyó quienes eran los acompañantes y quiénes eran los que "trabajaban" con Charlie Swan o Cygne.

Todos se regían por el mismo estándar: trajes negros, camisas grises y siempre la misma expresión de póker mientras llevaban colgando de su brazo a alguna rubia tonta que no hablaba o que simplemente se limitaba a asentir a lo que se le decía. También recordó que justamente ella venía a hacer lo mismo en esta cena con James.

Hubo un momento, en que notó a alguien que no se regía precisamente a los estándares de todos, ¿O sería él quien los regía hacia los demás? Era un hombre de unos cuarenta y cinco años, con el cabello café, piel blanca y un traje gris impecable. Dio una pequeña sonrisa al darse cuenta de que él era Charlie Swan, la persona quien por la cual se convertiría en una cazadora buscando matar a su presa.

James la arrastró por todo el salón saludando y presumiendo de ella. Marie entonces, notó varias cosas: como que James era un hombre muy sociable, pero de alguna manera oportuno y recatado; también que todos los que habían saludado llevaban el mismo anillo; que ella no tenía permitido saludar a Charlie Swan desde cerca a no ser que él se acercara a ella, y por último, que con las personas que mas frecuentaba James era un tal Emmett y un tal Edward.

— Así que… — comenzó Emmett — ¿En donde se conocieron? — siempre las preguntas iban dirigidas directamente a James y ninguna a ella.

— Marie iba entrando a mi antiguo edificio y fue imposible no verla — alzó la mano para acariciarle la mejilla en un gesto que debió ser tierno, pero que fue frío como una roca y demasiado mecánico. — así se dieron las cosas.

— ¿Y llevan mucho tiempo? — la pregunta de Edward hizo que Marie lo mirara fijamente. Durante todo lo que llevaban de noche no había dejado de preguntar cosas sobre ellos y tampoco había dejado de mirarla. No podía permitir que él estuviera tan encima de ella, eso podría entorpecer sus planes.

— Unos meses… — rio James y rápidamente pasaron a otra conversación, pero ni Edward ni Marie dejaron de lanzarse miradas furtivas.

Edward estaba atento a todo lo que sucediera a su alrededor, mas bien, estaba atento a todo lo que hiciera esa novia de James. No podía negar que era una mujer muy hermosa y sensual, pero él conocía perfectamente a James y sabía que mujeres así no le duraban mucho ya que rápidamente se aburrían de la vida oculta que tenían ellos, y Marie no iba a ser la excepción. También se dio cuenta de que ella estaba atenta a la conversación que tenía con Rosalie, pero que su vista estaba dirigida a varios puntos del salón e incluso podría jurar que estaba vigilando los pasos de cada uno, y para ayudar a sus sospechas, la observó perfectamente cuando ella miró más de la cuenta el anillo que James tenía en su dedo, el mismo anillo que tenía el. Por eso, cuando ella se excusó para ir al baño, no dudo en seguirla disimuladamente y encararla.

— ¿Qué pretendes? — dijo con molestia azotando la puerta del baño. Marie lo miró fríamente. — Dime Marie… ¿Qué es lo que pretendes? —Edward trató de no dirigir su vista al fabuloso escote que dejaba su vestido en su espalda.

— ¿Te llamas Edward? — nuevamente fingió indiferencia y confusión. Tomó el silencio de él como un sí. — Yo no sé de lo que hablas, pero te pediré por favor que te marches de este baño, lo estoy ocupando yo. — dijo mirándole fríamente a traves del espejo.

— Cuidado Marie — posó la mano sobre el pecho de ella y la apegó hacia el — ten mucho cuidado… — susurró en su oído mientras sacaba su arma y la deslizaba suavemente por la espalda descubierta de ella.

— James se enterará de esto. — fue lo que patéticamente pudo decir, pero Edward no se inmutó en lo mas mínimo con ello, es más, siguió acariciando su piel con el revólver, enviándole suaves estremecimientos al sentir ese frío contacto, y más aun, sintiendo extrañas sensaciones cuando de improviso Edward apegó los labios suavemente a su hombro.

— Puedes decirle, — susurró antes de besar nuevamente la porción de piel de su hombro. — pero debes saber que entre nosotros las traiciones se pagan caro. — de manera rápida la volteó y la tomó de la cintura para sentarla sobre el lavabo. Marie no pudo decir nada, ya que los suaves labios de Edward comenzaron a moverse de forma brusca por su cuello mientras su mano le tapaba fuertemente la boca para impedir que gritara.

Sentía el deseo arder dentro de ella, pero puso todo su autocontrol para no gemir o lanzarse sobre él. Edward era un hombre tremendamente hermoso y viril, con ojos grandes y verdes, parecidos a los de una pantera y cabello cobrizo, pero lamentablemente Marie privilegiaba su venganza antes que la pasión.

Edward comenzó a acariciarle la piel desnuda de su espalda mientras sus labios comenzaban a viajar a la curva de sus senos. Se sentía muy excitado y lo que comenzó como un juego para avergonzarla, terminó por ser su propia tumba ya que no se esperaba que Marie le tomara fuertemente del cabello y lo atrajera a su boca para darle un beso rápido, fuerte y feroz. Edward la miró confuso, pero su mirada se perdió en el rojo de sus labios e iba a volver a besarla, pero ella lo apartó mirándolo sin ninguna expresión en su rostro.

— Vete, porque ese beso fue para que supieras que no te tengo miedo, que soy indiferente a todo lo que hagas y que si esto se vuelve a repetir se lo contaré todo a James. — le susurró con ojos fríos — no seré tu puta, Edward. — tomó aire — No te conozco y no me interesa hacerlo.

Edward se enderezó e intentó componer su mueca de desconcierto y furia. Maldita sea, se había dejado llevar y había quedado como un idiota frente a Marie, quien era una perfecta desconocida y la nueva novia de James quien parecía ser muy sospechosa, y ese beso y esas palabras se lo acababan de confirmar. Miró fríamente aquellos ojos duros ojos azules y dijo:

— No se volverá a repetir, porque tengo mejor gusto, Marie, — se odió por lo despechadas que sonaron sus palabras. — ya te lo dije, ten cuidado conmigo porque sé que no estás aquí por James y yo no te amenazaré otra vez. — la miró por un momento más, se dio media vuelta y salió del baño.

Quedó con las palabras muertas y ahogadas en su boca, y sólo después de unos minutos pudo soltar una profunda respiración. Obviamente había mentido, y es que había aprendido a hacerlo muy bien, pero aun así rogaba porque él no haya notado que ese beso no le fue indiferente. Quiso ser una chica normal que en cualquier otra ocasión habría seguido con el beso para después terminar follando con Edward aunque sea una vez, él era de aquellos hombres que daban todo y le quedó más que claro desde que el entró al baño junto con ella.

Despejó su cabeza tomando un poco de agua y cuando pensó con claridad, se reprendió por tener esos pensamientos. Por supuesto que ella no era una chica normal y no debía querer serlo tampoco, mucho menos debería estar deseando un nuevo beso de Edward, ella tenía que centrarse en un cien por ciento en su objetivo y lo estaba haciendo muy mal, ya que no había sido lo suficientemente sutil al observar en el salón.

Entonces formuló en su mente el nuevo plan que seguiría esta noche: actuaría de forma observadora, tal y como lo había estado haciendo, para que Edward creyera que ese era un actuar común en ella, y definitivamente lo ignoraría como si nada hubiese pasado. Por la forma en que el la tomó hace unos minutos, lo más probable es que el creyera que ella iba a caer rendida a sus pies y se iba a dejar seducir.

Se alisó el vestido, verificó su peinado y caminó de vuelta hacia el salón en donde todos fingían vivir en un mundo que no existía, y las acompañantes que simulaban ser idiotas como ella, ninguna lo era, eso le quedó claro al conversar con Rosalie. La hermosa chica rubia la miraba mordiéndose el labio, debatiéndose entre invitarla o no para hablar a solas, y eso, Marie lo pudo percibir.

Instaló nuevamente la máscara de frialdad y comenzó a caminar hacia ellos, siendo recibida automáticamente por los brazos de James, quien la había estado buscando.

— ¿Dónde estabas? — puso las manos en su cadera y la apretó fuertemente. Ella ignoró el dolor, quiso rodar los ojos y decirle lo idiota que era por preguntar eso cuando la había visto salir del baño, pero en vez de eso, sonrió de manera pequeña y luego habló.

— Estaba en el baño… — susurró.

— Eso está mejor, Marie — dijo mirándola ligeramente enojado. — sabes que en estos lugares no se puede jugar a los exploradores, no eres una niña. — tuvo ganas de decirle muchas cosas y golpearlo en ciertas partes, pero solo se mordió la lengua y dejó pasar ese hecho.

James la condujo hacia el comedor, en donde en una mesa larga todos habían comenzado a sentarse igual que ellos. Rosalie con sus ojos brillosos por encontrar a alguien como ella y no a una rubia hueca, le indicó sutilmente a Marie que se sentara a su lado, quedando entre James y Rosalie, y lamentablemente, frente a Edward y su mirada intensa.

Percibió una la burla en los ojos de Edward, quienes a la vez escudriñaban en los suyos intentando descifrarla, ¿Cómo podía hacer dos cosas a la vez?, ¿Burlarse y analizarla? Definitivamente ese hombre estaba loco, no cualquiera llega y entra a un baño para amenazar a las personas o para besarles el cuello como vampiro.

El plato blanco que estaba frente a ella tenía grabado en dorado una gran y hermosa "R" junto a una pequeña "H", no sabía lo que significaba, pero se quedó mirando eso fijamente mientras comenzaba a pensar.

Quizás, ella estaba subestimando a Edward y el era mucho más perceptivo de lo que demostraba, quizás el intuía que Marie Savarese no era su verdadera cara y que estaba ahí por otra cosa. Recompuso su postura en la silla y miró sutilmente a James para ver que estaba entretenido en una conversación con otro hombre y también verificó que todos parecían estar absortos en algo siendo ella y Edward los únicos que no participaban en nada, por lo que de manera valiente, miró hacia el frente y se encontró con aquella mirada jade que acababa de conocer.

En ese momento pudo distinguir mejor la perfección de sus rasgos, como el sutil dorado que adornaba el alrededor de su pupila, cambiando después en un verde esmeralda intenso. También notó la leve barba cobriza que acentuaba su mentón. Todo de él llamaba la atención y Marie supo que si se dejaba guiar por la electricidad que en ese momento sentía, caería en un vacío más hondo del que estaba.

De forma involuntaria se llevó su mano hacia el colgante en forma de pétalo que llevaba y lo acarició, cerrando los ojos y recordando porqué y por quién estaba sentada justo en esa mesa.

Todo esto era por amor, por amor y venganza, no había limites en eso, no importaba lo que hiciera… daba igual si se iba al infierno o al cielo, esto lo hacía por amor… por uno infinito.

Abrió justo los ojos antes de que Rosalie mirara su extraña forma de actuar.

— Quisiera hablar contigo unos segundos, — le sorprendió que la rubia le hablara. — si ahora no encontramos el momento adecuado, ¿Podrías llamarme un día de estos? , es importante. — sus ojos azul violeta destilaban nerviosismo. Estaban en una mesa, acompañadas de todos los demás, era obvio que Rosalie sabía que no podía jugar a nada.

Marie asintió, tomó la tarjeta suavemente y la guardó en su bolso. Para ella no era trascendental hablar con Rosalie, pero lo más probable es que pudiera enterarse de más de algún movimiento de Charlie, o averiguar un par de cosas.

La cena fue silenciosa y muy aburrida, y probablemente se hubiese quedado dormida si no fuera por James, quien estaba constantemente apretando pierna con su mano. Luego de unos momentos, todos los hombres abandonaron el comedor y atravesaron otra puerta al mismo tiempo, como pequeños soldados, pero sólo el que parecía ser Charlie Swan, se quedó en la cabecera de la mesa, apoyó las manos en el borde y miró a las mujeres que estaban aun sentadas.

— Espero que disfrutéis de un poco de compañía femenina, sin nosotros los hombres que las podemos aburrir — su voz suave y calmada hizo que Marie rechinara sus dientes. — y Marie, sé que esto es nuevo para usted, pero su hombre trabaja para mí y necesito una reunión con él. — antes de marcharse, fijó sus ojos chocolate en ella y avanzó despacio por la misma puerta que anteriormente todos los hombres habían cruzado.

— Eso fue extraño, — susurró Rosalie mientras tomaba a Marie del brazo y la arrastraba hacia el salón.

— ¿Porqué lo dices?, al parecer el jefe de nuestros novios es alguien educado, quizás sólo nos quiso hacer sentir bien — replicó con calma, como si ella misma se creyera esa descripción de Charlie. — ¿No lo crees?

— En realidad en nunca ha actuado así, — dijo — es decir, se despide y todo eso cuando los hombres se van, pero nunca se dirige a alguien de manera tan directa, y menos a una mujer.

Aprendió que no necesitaba muchas palabras para que Rosalie comenzara a hablar sin interrupción, ella sólo necesitaba un poco de desahogo y quizás le diría todo lo que supiera.

— Quizás me vio demasiado asustada. — se encogió de hombros. — La verdad es que yo no le creo a James cuando me dice que trabaja en la empresa de Charlie, yo creo que es algo mas secreto… — Rosalie abrió los ojos como platos al ver que por fin alguien coincidía con ella.

— Yo pienso lo mismo de Emmett, debe ser un negocio secreto o algo, pero él no me lo quiere decir… — un puchero se formó en sus labios. — ¿Qué crees tú? Yo pienso que tiene que ver con drogas, no puedo imaginarme a Emmett haciendo algo más — dijo casi para sí misma.

Marie la miró con suspicacia. En realidad, a ella también se le había ocurrido lo de las drogas, y más aun, pensaba que era cierto. Sólo en algo así debería estar metido el podrido de Charlie Swan. A parte, esa rata no sería capaz de nada más.

De pronto la puerta del salón se abrió, dando paso a una mujer rubia, alta y esbelta. Marie pudo notar la mirada turbia que daba desde sus ojos grices analizando todo el salón con su vestido azul oscuro. Cuando encontró a Rosalie comenzó a caminar directamente hacia ella.

— ¿Quién es? — alcanzó a preguntar Marie.

— Es Tanya, se cree la novia de Edward, pero sólo la tiene para pasar el rato, ni siquiera se puede decir que es su acompañante, la trata con la punta del zapato. — Marie hizo una mueca lastimera y tomó una postura rígida cuando Tanya llegó hasta sus lugares.

— ¿Dónde está Edward? — preguntó ignorando a Marie.

— Hablando con Charlie, — dijo con indiferencia. — por cierto y ya que no saludas, te presento a Marie Savarese, Marie, ella es Tanya Denalí — Tanya le dio una mirada especulativa a Marie, pero siguió ignorándola. — ¿Quién te crees…? — Rosalie no pudo seguir gritándole porque Marie la interrumpió.

— No te preocupes, Rose — dijo — claramente los buenos modales no son el fuerte de Tanya…

Tanya iba a hablar, pero un fuerte grito que pareció más un rugido se escuchó desde la entrada. Era Edward quien venía lanzando llamas por los ojos acompañado de Emmett y James.

— ¡¿Qué mierda haces aquí? — Rugió — ¡te dije que no volvieras!

— Pero Edward… esto no se podía quedar así — murmuró señalando con el dedo a Edward y a ella. Marie a lo lejos sintió verdadera lástima por ella, ¿Cómo era posible que una mujer no tuviera amor propio? Entonces recordó que James tampoco la trataba bien, aunque ella nunca le permitiría esta clase de escándalos, primero lo mataba.

Edward se dio cuenta de que todos lo miraban y agradeció internamente el que Charlie no estuviera presente, el no habría tenido nada de paciencia. Tomó a Tanya del brazo y la arrastró por el salón despidiéndose de sus compañeros con un movimiento de cabeza.

Marie sintió la mirada de James a lo lejos y pudo ver que sonreía de una manera tierna que luego recompuso en su típica mascara indescifrable. Llegó hasta a ella y se sentó a su lado ignorando a Rosalie y a las demás mujeres. No era un acto de romanticismo, en vez de eso era sólo el machismo que movía a todos los hombres de la habitación, desde Charlie Swan, hasta el tipo que abría la puerta. James tomó su mano y le dio un ligero apretón, de esos que él estaba acostumbrado a dar, Marie le sonrió y reconoció al instante la mirada deseosa de él, y extrañamente ella le correspondió de la misma manera al perderse en una imaginaria mirada verde, en vez de la grisácea de James.

Su novio no esperó más y la tomó del brazo para llevarla sin despedirse hasta su coche. Manejó como un loco y subió deprisa el departamento.

— ¿Ansioso? — preguntó riendo Marie mientras él la arrastraba a la habitación.

— Con el vestido que llevas es imposible no estarlo — la iba arrastrar hasta la cama, pero Marie negó con su cabeza y se quedó parada mientras él se sentaba desabrochándose los pantalones. — Recuerda que mañana te mudas conmigo. — Marie entrecerró los ojos pero no dijo nada, no sabía si eso le ayudaría a sus planes o no.

James recostado con el pecho desnudo en su cama, la miró lascivamente mientras ella tomaba el gancho de su cabello y desataba la cascada castaña por su espalda. El sonrió con lujuria, pero esa emoción incrementó cuando ella comenzó a desnudarse.

Hace un tiempo que ya no quería hacer eso, es decir, tener relaciones con James le estaba produciendo algo de asco, y no sabía por qué.

El viendo su vacilación la tomó de la cadera y la obligó a sentarse en su regazo. Hoy como todas las otras noches, sintió la satisfacción de encontrarse cada vez más cerca de su meta, por fin había conocido a Charlie Swan, y eso era suficiente para ella, por lo menos por hoy, este era el primer paso, y por ello no le importaba lo que esta noche James hiciera con ella, sólo por hoy.

Popularmente se dice que a las mujeres hay que tratarlas con el pétalo de una rosa, de manera suave, pero a la vez febril, y Edward Masen no sentía culpa alguna al no darle esas atenciones a Tanya Denalí por el simple hecho de ser una mujer.

Cuando conoció a los diecisiete a Charlie, su jefe, nunca se había puesto a pensar en cómo debía actuar, que era lo que quería y que debía hacer, pero con él aprendió que las cosas se pueden conseguir de manera fácil, que si alguien no cumplía sus promesas podía morir y que por sobre todo, en cualquier negocio las mujeres debían estar fuera. El también le había hecho distinguir entre mujeres tontas y fáciles como Tanya, y merecedoras de amor como aquella mujer que aun no lograba conocer.

— ¡¿Quién crees que eres? —la sujetó del brazo y la soltó con brusquedad dentro de su Ferrari. Los ojos azules de Tanya no estaban para nada atemorizados, sino que tenían un tinte maniático de diversión.

Edward resopló y caminó rápidamente al asiento del conductor. No la miró ni un segundo mientras echaba a andar el auto y apretaba con fuerza el acelerador.

— Ustedes, los trabajadores de Charlie sólo saben malgastar recursos — se mofó cruzándose de brazos — ¿Qué sentido tiene venir en coche cuando vives al lado? — Ella tenía razón, el vivía a unos cuantos pies de la mansión de su jefe, pero siempre debía estar preparado por cualquier cosa que sucediera, además, estéticamente se veía mejor llegando en un Ferrari que a píe, y Emmett y James hacían lo mismo.

— No te metas en asuntos que no te corresponden, Tanya. — dijo con los dientes apretados. — no tengo nada de paciencia contigo, lo sabes bien.

— ¿A dónde vamos? — quiso insertar una bala en la sien de ella para ver si así terminaba por callarse y dejar de emitir esa voz tan chillona. Respiró un par de veces e intentó calmarse.

— A tu ratonera. — ella bufó por el sobrenombre que le tenía a su departamento. No era para nada pequeño ni sucio, pero Edward siempre buscaba una forma de hacerla sentir inferior.

El trayecto a los departamentos más exclusivos de Chicago fue silencioso. Edward esperaba acabar rápido con todo eso pues Tanya tenía el poder de desesperarlo demasiado y si aun no la mataba era porque en el fondo sólo era una chiquilla tonta que no hacía nada más que perseguirlo. Nunca tuvieron una relación, pero cuando ella vio que él quería dejar de verla, sacó sus garras y se lanzó sobre Edward para no soltarlo nunca más. Desde ese día ella se le aparecía en todos lados, produciendo el odio y el trato pésimo hacia ella, algo que no le importaba en lo mas mínimo, ya que a Edward le daba igual lo que sintiera Tanya.

Cuando se estacionaron fuera de los edificios, Tanya se volteó hacia él con una mirada seductora que a Edward le hiso revolver su estómago. Ella era muy hermosa, pero lo perseguía tanto que ya no sentía ni la más mínima lujuria al verla.

— ¿Quieres pasar? — Edward suspiró y se inclinó hacia ella. Obviamente, él una vez más quería humillarla, ilusionándola con un beso, pero Edward sólo abrió la puerta y la empujó despacio hacia el exterior.

Tanya miró con furia como el Ferrari de Edward se perdía entre las calles de Chicago. Una vez más el la había avergonzado y despreciado. Estaba cansada de seguir con todo eso, porque lejos de ser tonta, Tanya sólo estaba siguiendo un plan.

Edward volvió a su casa y sintió el mismo frío de siempre. Todo ordenado, todo limpio, pero todo sin vida, justo como él. Fue directo a la licorera de madera y tomó una botella de whisky para ahogar patéticamente sus melancolías. Sus ojos heridos, ardientes y llenos de tristeza pedían a gritos soltar las lágrimas que venía reprimiendo desde hace mucho tiempo. El no podía ser débil, el era un monstruo sin alma y como tal, no debía llorar.

Miró sus manos que de repente se sentían sucias, como siempre sucedía en la oscuridad de la noche y vio que una pequeña mancha rojiza marcaba una de sus huellas digitales. Otra cosa que había aprendido con Charlie, era que las manchas de sangre eran difíciles muy difíciles de sacar, y mucho más difíciles de cargar, aunque pasado el tiempo todos terminaban acostumbrándose al remordimiento y al dolor.

Cuando iba a mitad de la botella, sus ojos turbados se centraron en el color caramelo cálido del licor, y a su mente sin querer le llegaron recuerdos del cabello de Marie, el que estaba fuertemente amarrado y el que pedía a gritos una liberación en una cama.

— Resultó ser difícil — rió cuando recordó la forma en que lo había rechazado. A pesar de tantas horas pasadas, aun podía recordar los estremecimientos que ella le provocó y la suavidad de sus labios. Ella era extraña, una mujer sospechosa.

Si tenía que ser sincero debía admitir que James era un tipo guapo, pero que no solía tener relaciones duraderas, ya que nadie soportaba su humor cambiante ni sus arrebatos. El solía tratar a todas las mujeres con la punta de su zapato, no hacía excepciones.

Además de eso estaba la forma en que Marie miraba, sus grandes ojos azules fríos recorrían la estancia no con curiosidad, sino con sospecha, como si esperara encontrarse con algo extraño. Sus gruesos labios rojos se fruncían y eran mordidos por sus dientes cuando encontraba algo que llamara su atención, y sus cejas se habían juntado en una tierna mueca cuando fijó su vista en el anillo que él llevaba.

Se rió de sí mismo por ser tan idiota, tan patético y por pensar en la novia de James. Sus pensamientos hacia ella no eran románticos, pero si lujuriosos. El no tenía nada que ver con Marie, pero aun así no podía olvidar el escote profundo y deseable de su espalda.


Espero que les haya gustado. Cualquier duda estaré dispuesta a responderla.

Isa :)