Capítulo 1: Encuentro destinado.
Gon iba moviéndose a gran velocidad pero a la vez sigilosamente entre los restos de las ruinas de lo que antes parecía haber sido una antigua ciudad, pero claramente llevaba años abandonada.
Sus ojos se movían de un lado a otro sin descanso, fijándose en todos los detalles que podía con expresión concentrada. En cierto punto se detuvo detrás de un muro medio derrumbado que le ofrecía bastante cobertura para sacar un pequeño cuaderno en el que hizo unas pocas anotaciones rápidas; para luego guardarlo, asomarse desde su improvisado escondite para comprobar que seguía sin percibir a nadie en los alrededores y reemprender su marcha utilizando todas las sombras que podía para ocultarse.
Se encontraba en plena misión de reconocimiento. Él era la principal avanzadilla que el equipo de exploración del continente oscuro había enviado para revisar el nuevo territorio desconocido en el que pensaban aventurarse.
A simple vista podía parecer una locura dejar una misión así en manos de una sola persona, pero en realidad no lo era.
Ahora mismo contaban con un equipo de personas reducido, no podían depender de los números para avanzar, sino de la eficacia, y Gon ahora mismo era la opción perfecta para eso.
Él ya no era un niño, ahora era un hombre joven de 24 años, considerado uno de los cazadores más fuertes y hábiles. Su agilidad, su instinto y su capacidad de observación, junto con la templanza y madurez que había adquirido gracias a la experiencia en los últimos años, le permitían tomar decisiones rápidas y adaptarse con bastante facilidad a cualquier situación imprevista que se pudiera presentar.
Nadie dudaba que él era el hombre de avanzadilla perfecto, y por eso le permitían hacer esta misión tan importante en solitario a pesar de los riesgos.
Gon se detuvo para ocultarse nuevamente, aprovechando para hacer otras breves anotaciones que le servirían de referencia para más tarde dibujar un mapa de la zona que tenía asignada para hoy. A pesar de su expresión de extrema concentración, sus labios esbozaban una leve sonrisa.
A él le gustaba su trabajo, nada le emocionaba más que ser el primero en aventurarse en nuevos territorios, sin saber qué podría descubrir o las sorpresas que podrían estarle aguardando a la vuelta de la esquina. Otros podrían considerar algo así estresante y una responsabilidad aplastante, pero para él no había nada mejor que esta continua explosión de adrenalina. Estar en alerta constante le ayudaba a mantener su mente ocupada, a no pensar en él.
Un niño salta de su patinete haciendo una pirueta para correr a su lado.
Unos ojos azul cielo con un brillo de curiosidad.
Pelo blanco como las nubes ondeando con el movimiento.
Una sonrisa traviesa.
"Gon, ¿quieres hacer una carrera para ver quién termina primero?"
"Sí, el perdedor tendrá que comprar el almuerzo."
"¡Bien, estás dentro! En sus marcas, ¡fuera!"
Gon frunció el ceño y soltó una maldición por lo bajo. Reprendiéndose por permitirse que él se cruzara por su mente en este preciso momento. Sin embargo, como sabía que ya no tenía remedio y ya tardaría un rato en poder recuperar la concentración total que requería para poder seguir avanzando, decidió que aprovecharía para tomar un descanso.
Revisó por última vez los alrededores con su mirada y su aura en busca de amenazas. Al no encontrar ninguna se adentró aún más en el estrecho y oscuro callejón en el que se encontraba resguardado, para tener mayor cobertura, y se sentó en el sucio suelo para sacar una barra de comida energética de su bolsa y comenzar a comérsela. Hizo una leve mueca por el sabor extraño, pero aún así siguió comiendo. Hacía mucho tiempo que esa era su principal fuente de alimento. Ya debería haberse acostumbrado, pero cada vez no podía evitar desear estar comiendo algo diferente; como uno de los deliciosos platos de su tía Mito que hacía años que no tenía la oportunidad de catar, una pieza de fruta fresca o un bocado de dulce chocolate.
Un niño peliblanco ofreciéndole sus chocolates, a pesar de que sabía que eran sus favoritos.
Un leve sonrojo tras un cumplido por su parte.
Un intercambio de burlas, seguido del sonido de una risa despreocupada y sincera.
El corazón de Gon se encogió y esbozó una sonrisa agridulce, resignándose a que ahora que había abierto la caja de Pandora no le iba a resultar tan fácil cerrarla. Hacía mucho tiempo que no se permitía pensar en él, en su mejor amigo, en Killua.
No había vuelto a verle desde esa última vez que se despidieron bajo el árbol del mundo ya diez años atrás, sin embargo la imagen de él, el sonido de su voz, el brillo que emitían sus ojos cuando realmente sonreía, seguían tan claros en sus recuerdos como el primer día, grabados a fuego.
Le echaba tanto de menos…
Aunque nunca había llegado a admitirlo en voz alta ante nadie, era consciente de que Killua era el principal motivo por el que inicialmente había hecho todo lo posible para unirse a esta expedición. Había estado en busca de algo grande, de algo emocionante, que llenara ese vacío que la ausencia de su mejor amigo le había dejado.
No se había percatado realmente de lo mucho que se había vuelto dependiente de Killua hasta que le había perdido por culpa de su egoísmo y su mala cabeza.
Nunca le había echado la culpa a Killua de su separación, era consciente de que había sido culpa suya, de que había sido él el que le había hecho un daño irreparable, algo que no se podía compensar con una simple disculpa. Por eso había respetado su decisión de dejarle atrás y seguir su propio camino con su hermana. Aunque había deseado con todas sus fuerzas pedirle que le dejara acompañarles, habría sido capaz de rogárselo incluso, finalmente no lo había hecho porque ya no podía permitirse ser tan egoísta con Killua. Había perdido ese derecho.
Pero, aunque entendiera sus motivos y su responsabilidad en el desenlace que había tenido su relación, Gon no había podido evitar sentirse tan solo y tan perdido.
Era cierto que tenía otros muchos y buenos amigos, que le habían apoyado e intentado animarle, pero ninguno de ellos había conseguido que su ausencia dejara de pesarle, ni que desapareciera ese sentimiento agridulce que invadía su pecho cuando Killua le hacía llegar alguna foto de los nuevos lugares que había estado visitando junto con su hermana en las que siempre parecía estar sonriendo tan alegre.
Debería simplemente haberse sentido feliz por él, porque estuviera recuperando el tiempo perdido con Alluka, pero siempre le quedaba también el amargo sabor de los celos en la boca, deseando ser él el que estuviera a su lado y no ella, y cada vez que esos pensamientos cruzaban su mente se sentía una peor persona, un pésimo mejor amigo si todavía tenía el derecho de llamarse así.
Sin embargo, por mucho que se odiara y se auto-reprendiera por ello, ese oscuro sentimiento de envidia siguió haciéndose más y más fuerte en su interior sin poder evitarlo. Trató de refrenarlo reduciendo las llamadas y mensajes que compartía con Killua, sabiendo que si seguía dejando que ese sentimiento creciera terminaría cometiendo alguna insensatez de la que se arrepentiría, como ir a dar caza a su amigo para agarrarle y esta vez negarse a dejarle ir de su lado. Sin embargo eso terminó siendo contraproducente porque la falta de contacto y la incertidumbre de no saber qué podría estar haciendo el otro sin él le generaron una ansiedad aún peor. Se sentía como un adicto que estuviera enloqueciendo por no recibir su dosis de "Killua", y eso le ponía enfermo.
Fue por eso que, al sentirse abrumado por la añoranza y al borde del colapso, decidió tomar una decisión radical y alejarse totalmente de la tentación. Fue por eso que invirtió todos sus esfuerzos en recuperar su Nen y ser seleccionado como uno de los miembros de la expedición al continente oscuro. Fue por eso que le envió un último escueto mensaje a Killua, simplemente diciéndole que iba a estar ilocalizable durante una temporada. Fue por eso que se montó en un barco que puso miles de kilómetros de distancia entre él y todo lo que hasta el momento había conocido. Fue por eso que nunca se permitía quedarse quieto, insistiendo siempre a los demás para que le enseñaran algo nuevo o simplemente le ayudaran a entrenar. Fue por eso que siempre se ofrecía para las misiones más complicadas, que exigirían una dedicación plena y constante de su parte. Fue por eso que antes de darse cuenta ya estaba dónde se encontraba, siendo considerado uno de los mejores cazadores exploradores del mundo conocido y pieza clave e indispensable para la exploración del nuevo mundo.
Sin embargo, a pesar del tiempo, de la distancia, de las nuevas experiencias, todo parecía insuficiente. Seguía sin poder sacarse a Killua de la cabeza, o al menos de deshacerse de ese abrumador sentimiento de anhelo de volver a caminar a su lado, de que siguieran juntos para realizar todos estos descubrimientos junto a él y no solo. Porque, aunque a lo largo de los años había hecho equipo con numerosas personas, nunca ninguna de ellas había conseguido suplir el vacío que había dejado Killua. No había encontrado a ninguna persona que le transmitiera la misma confianza como para encargarle que le cubriera la espalda ciegamente.
Por eso se había rendido. Se resignó a explorar solo, porque claramente para él Killua era irremplazable.
Aunque seguramente su mejor amigo también hubiera crecido y cambiado con los años al igual que él, sabía que siempre sentiría lo mismo por él. Su encuentro con Killua había estado destinado y le había marcado para siempre. Pasara lo que pasara él sería siempre su "número uno".
"Lo siento, pero tendrás que estar en segundo lugar."
Las palabras de Killua resonaron en su mente tan claramente como si el día en el que se despidieron hubiera sido ayer, y ciertamente le seguían doliendo como si así hubiera sido, pero a la vez vinieron acompañadas con un sentimiento de resignación. Después de todo, ya lo había aceptado. Pasara lo que pasara, sus sentimientos por Killua nunca cambiarían, y así estaba bien. Tampoco era como si él quisiera que esos recuerdos y sentimientos que albergaba por él desaparecieran, porque aunque dolieran seguían siendo muy preciados para él. Los momentos más felices de su vida y su tesoro más valioso.
Gon suspiró, esforzándose en guardar todos esos pensamientos y sentimientos sobre Killua en el profundo rincón de su mente en el que siempre se esforzaba en mantenerlos, y cuando lo hizo su expresión de concentración férrea y su mirada depredadora regresaron con toda su fuerza.
Estaba bien, ya estaba listo para continuar.
El joven cazador reemprendió su marcha, rastreando y tomando notas de la zona de forma mecánica. Sin embargo pocos minutos después percibió algo que hizo que se pusiera en alerta máxima. Se trataba de una considerable concentración de Nen, que si bien era poco definida y caótica transmitía una sensación letal.
Había un usuario de Nen cerca, no tenía ninguna duda. Solo faltaba comprobar si se trataba de un ser humano o alguna otra criatura, y sobre todo si era peligroso y debía hacerse cargo de él.
Rastreó la presencia, teniendo pocos problemas en encontrar su ubicación ya que fuera quién fuera no parecía estar haciendo ningún esfuerzo por ocultarse. Eso podría ser por dos motivos, o bien era un principiante que no aún no tenía control sobre su Nen o bien se trataba de un cebo para atraerle y hacerle caer en una emboscada. Independientemente de lo que fuera, encontrándose solo y no teniendo ninguna habilidad sensorial especial no tenía muchas posibilidades de trazar un plan que le permitiera acercarse de forma cautelosa, además de que ese no era su estilo.
Fue por eso que simplemente se acercó de frente, lanzándose a saltar el muro alto que le separaba de su objetivo. Aunque eso no significaba que no estuviera en alerta total, siendo consciente por experiencia de que podría encontrarse con cualquier cosa a la vuelta de la esquina y de que su vida podría llegar a estar en peligro en cualquier momento.
Sin embargo nada habría podido prepararle para la escena que quedó a su vista al instante después de saltar el muro, que hizo que se quedara paralizado en el sitio tras aterrizar en el suelo por la impresión.
Sus ojos castaños se encontraron con otro par de obres rojo sangre y su corazón dio un vuelco.
A partir de ese momento la vida de Gon cambiaría para siempre, aunque en ese preciso momento él todavía no fuera consciente de ello.
¿Quién dice que solo se puede tener un encuentro destinado en la vida?
