Ah~ El drama. Tengo serios problemas con eso. En fin, dejo esto por aquí en una vaga noche de inspiración. De momento, me divertiré desarrollándolo mejor para mí misma, pero supongo que irá todo bien siempre y cuando no sean capítulos muy largos; lo justo y lo necesario. He visto fics de este tipo pero ninguno me llegó realmente a gustar. Tal vez es cosa mía, que soy bien rara.
Desde ya aviso… Una relación amorosa está puesta MUY en duda en esta historia pero uno nunca sabe…, el fogonazo del amor puede llegar de súbito—qué—. Me gustan los fics con bashing peeeeeeero no voy a hacer ninguno por el momento; tal vez algo de irritación hacia ciertos personajes… Es que me encanta cuando los buenos no son tan buenos…
Todo, salvo la historia que presentaré (que es mía), corresponde a J. K. Rowling. Escribo sin ningún fin de lucro.
Prólogo
Una gota.
El lavado aún goteaba. Tal vez no se había asegurado de cerrar bien el grifo. Sentía uno de sus pies mojarse lentamente, de a poco. Podía escuchar el goteo y el salpique, continuamente. Incluso cuando el aire se filtró por la rendija de la ventana rota comprobó que también habían corrido las cortinas. Volvió a sentir otra gota de agua caer sobre su pie mientras su cuerpo empapado comenzaba a secarse por la brisa, erizándole la piel del frío.
Un insecto.
Quizá un mosquito o una mosca. Estaba golpeando el cristal de la ventana, seguramente para poder salir de aquel gélido espacio entre cuatro paredes. Escuchaba el aleteo cuando se recomponía de los golpes y luego el zumbido fuerte cuando volvía a estrellarse, retomando la marcha. Probablemente estaba en sus últimas horas de vida; no lo pensaba muy listo.
Voces.
Escuchaba murmullos lejanos. Sabía que eran repartidos. Un grupo grande se escuchaba más lejos, desde debajo de las escaleras; el otro más cercano, a tan sólo unas habitaciones más. De pronto, una voz profirió un grito que supo se escuchó por toda la casa.
—¡Cierra la maldita boca, Dumbledore!
Conocía esa voz.
Le gustaba esa voz.
Consiguió que su cuerpo se moviese un poco hasta quedar boca arriba. La bañera no le daba una posición muy cómoda y el frío sobre su mojado cuerpo desnudo tampoco le favorecía. El rose contra la cerámica helada le daba aún más frío.
—¡Lo traeré en septiembre, sabes que lo haré!
—¡Es una completa locura! ¡No eres su padre! ¡No conseguirás nada!
—¡Tu no hables, no me hagas gritarte! ¡Lo soy, lo sé, lo siento! ¡Lo mantendré a salvo, lejos de ellos, de ustedes, de todos! ¡Él lo hará, lo logrará, lo sé! ¡Yo sí creo en él!
El mosquito o la mosca continuaba golpeando. Meditó cuántos minutos le quedaban de vida. Tal vez treinta… o quince… o uno…
El zumbido comenzaba a reaccionar en eco.
—¡No lo harás solo! ¡Irresponsable, impulsivo!
—¡No estará solo, yo también voy! ¡Al diablo el maldito plan, ya nada es seguro! ¡Yo también creo en él; sé perfectamente que es capaz de lograrlo!
—¡Incompetentes!
—¡CÁLLATE YA!
El zumbido pasó a segundo plano cuando escuchó voces graves muy cerca y luego otras más jóvenes, seguidas de sonoros ¡cracks! que supo significaban la ida. No supo identificar cuántos se habían desaparecido pero esperaba que todos. Quería que se fuesen todos. No quería tener a nadie más cerca. Nunca más.
Pasos pesados se escucharon subiendo las escaleras y luego la puerta de la habitación continua siendo abierta. Oyó varias puertas siendo brutalmente cerradas y entonces los pasos regresaron, abriendo está vez la puerta.
Bajaron la tapa del retrete y pusieron algo sobre él, tal vez tela. Sintió una presencia de pie cerca suyo pero no se inmutó, permaneciendo en silencio. Posterior a eso, sintió una sacudida del aire chocar contra su anatomía descubierta, siendo consecuencia del nervioso movimiento al correr la cortina que cubría la ducha. Mantuvo sus ojos cerrados, sintiendo el frío. Alguien se colocó de rodillas junto a la bañera, sabiéndose observado.
—¿Estás despierto? ¿Sabes quién soy?
Su lengua acarició su paladar antes de molestarse en responder.
—Sirius…
Escuchó cómo tomaba aire con fuerza.
—Sí, sí, Harry, soy… soy Sirius…
Pudo jurar que sollozaba.
Alguien más entró, pudo escuchar los presurosos pasos. Una tercera respiración hizo presencia, agitada.
—Canuto, ¿qué…?
—¿Y él, Harry?—preguntó suavemente Sirius, sin levantar la voz.
No requirió mucho esfuerzo para él.
—Lupin…
—¡Sí, Harry, sí, así es!—exclamó el animago, aún sin levantar la voz. Parecía alegre de sus respuestas.
—Harry…—escuchó la voz de su ex profesor—. ¿Puedes moverte, Harry? Nos vamos…
"¿Nos vamos?", pensó, "¿A dónde?"
—Nos vamos, Harry—volvió a hablar Sirius—. Lejos, muy lejos, Harry… Hasta que decidas regresar… Haremos lo que tú quieras… Cuando tú quieras… Vamos, Harry… ¿Puedes…?
Movió apenas su brazo, levantándolo. Aún desplomado en la bañera, se estiró para alcanzar el grifo. Lo giró con fuerza hacia el lado que más duro y dejó de escuchar el goteo, sintiendo por última vez cómo se mojaba su pie.
Se retiró, volviendo a recostarse. No se volvió a mover.
—Aún no…
—De acuerdo, Harry, no te preocupes—dijo Sirius, oyendo cómo se levantaba.
Sintió cómo una mano tocaba su mejilla, sintiéndola ardiente. Quien quiera que sea, tenía un calor corporal enorme. Esa mano se dirigió hacia su espalda, donde presionó; otra sujetó por debajo de sus piernas. Sintió el tirón del peso y el frío más tangible.
—Rápido, Remus… La toalla…
Su cuerpo fue cubierto y el frío se extinguió casi al instante.
—Apresúrate, Sirius…
—Ya…, ya…
Lo movieron hasta la habitación siguiente y oyó cuando cerraron la puerta. Lo depositaron con cuidado en una cama y fue consciente de la desesperación.
—Rápido, rápido… Si se enteran…
—¡Cuando lo hagan será demasiado tarde!
—¡Shh!, baja la voz…
Súbitamente sintió una brisa cálida mover su cabello y prontamente estuvo vestido. La toalla cayó al suelo y volvió a descansar en silencio, oyendo cremalleras cerrarse y golpes sordos.
—¡Canuto!
—¡Perdón, perdón!
La brisa se sintió nuevamente pero los brazos volvieron a levantarlo, apretándolo con fuerza. La respiración del animago contra su coronilla le causó un escalofrío.
—Puede que te duela, Harry… Pero pasará y podremos seguir…
—Vamos, Sirius… Sujétalo fuerte…
Las manos que lo sostenían lo aferraron y revivió el experimentado tirón en su estómago. Repentinamente fue azotado por una ráfaga de viento, escuchando truenos. La cabeza y la cintura comenzaron a arderle como si estuviesen en contacto directo con el fuego.
—¡A la casa, rápido!
—¡Está enfermando, está ardiendo!
—¡Tranquilízate, sabíamos que pasaría! ¡Debemos entrar, ahora!
Sentía perder la noción. Dos respiraciones se daban a escuchar, agitadas. La lluvia no tardó en desatarse y estuvieron resguardados una vez se abrió una puerta ante ellos. Un cálido ambiente lo recibió, al borde de la inconsciencia.
—Ya está bien, Harry…—oyó la lejana voz de Sirius, sintiendo cómo lo abrazaba—. Está bien, ya…, ya está bien…
—Sirius…
El animago emitió un gruñido, callando al licántropo.
—Juro que no volverán a ponerle un dedo encima.
El menor dejó caer el peso de su cabeza en el hombro que le ofrecían, sintiéndose ido. Entreabrió sus ojos en un débil intento, viendo oscuridad. La voz de Remus se oyó casi como un susurro, a pesar de tenerlo a un paso de distancia.
—Nadie…, nunca más…
{…}
