Lo sé, no he terminado "La Hermandad del Mal" y me atrevo a subir un nuevo fic. Es cruel y malvado, LO SÉ, pero mi imaginación quedó atrapada en esta idea.

Hijo de Bruja será el nuevo fic largo que haré, espero terminar la Hermanda del Mal para mi cumpleaños, eso, si la Universidad me deja.

Quiero agradecer a Javita, quien supo de esta historia antes que nadie

a Himaruya, por crear estos personajes (sólo el AU me pertenece)

a Ustedes, por leer esto, cuando muchos me quieren matar por no finalizar la "Hermandad del Mal"

Y a mi imaginación por no tener límites

Sin más preámbulos...el fic


Hijo de Bruja

El viento soplaba de manera calma en medio de la tranquila tarde de los primeros días de septiembre, inmutable y ajeno a la calamidad que sucedía dentro de una de las más antiguas casas de Castle Combe, aquella que se encontraba alejada a la mirada de los curiosos y escondida entre las ramas de los árboles que se mecían con la última brisa del verano.

La vieja casa de piedra en medio del bosque, aquella cubierta de hiedra y rosales por doquier, la misma que antes se encontraba llena de exuberantes frascos de pociones, sobreros rasgados, animales muertos, ingredientes y plantas extrañas, bolas de cristal y cosas que ni siquiera se sabían lo que eran, típicos de un desorden de brujos, ahora sólo era un gran caos, más de lo normal, de cajas de embalaje y plástico de burbujas, sólo cartón y cinta adhesiva y montón de artículos embalados y dispuestos a ser enviados muy lejos de aquel lugar donde había encontrado su primer y dulce hogar.

Para Arthur mudarse de Castle Combe, del pueblo donde había nacido, crecido y vivido durante más de 567 años, porque su madre, una mujer viuda que le consentía bastante desde que sus hermanos se marcharon de casa, deseaba cambiar de aires, pues consideraba que Inglaterra se estaba viciando de aires de modernismo, dejando muy por detrás las tradiciones y vida que ellos tenían y por ese motivo era mejor instalarse en Salem, Estados Unidos, representaba un verdadero suplicio, el ingrediente que había desestabilizado la poción de su caldero, aun que suplicio era una palabra para quedarse cortos, era más bien su karma, su peor pesadilla hecha realidad para alguien que odiaba los cambios que desestabilizaran su vida. Irónico, pues para alguien como él, el cambio debía ser entendido como un proceso natural y por ende, aceptado con la fluidez de la vida, sin embargo, Arthur odiaba los cambios de manera avasallante, pues implicaba perder el control de su existencia.

"Madre, deberías reconsiderar esto, de verdad ¿América? ¿Salem? ¿Recuerdas lo que le hicieron a los nuestros allí?" Arthur, hijo de una poderosa sacerdotisa druida, intentaba en vano hacer entender a esa mujer de eterna juventud y cabellos rubios largos y sueltos que la mejor opción para ellos era quedarse en la isla que desde hacía 2000 años había sido el hogar de su linaje "Castle Combe es nuestro lugar, es nuestro hogar, nuestros ancestros son de esta tierra, nuestros ancestros repelieron a los romanos, ¡Tú repeliste a los romanos! ¿Por qué tenemos que emigrar ahora? Es casi como rendirnos ante todo."

La mujer, que sólo había suspirado y dejado hablar a su hijo de aparentes 16 años con un berrinche típico de un niño de cuatro, rodó los ojos ante la obstinación del rubio, no había forma de hacerle a él cambiar de parecer, pero tampoco había argumentos que cambiara las opiniones de la druida de ojos turquesa. Si se quería ser justos, Arthur había sacado la terquedad de su madre ante cualquier desafío que se le pusiese enfrente, mas la druida tenía la carta de la madurez, la experiencia y de la maternidad a su completo favor contra el benjamín de la familia y esa ventaja le imponía con una fuerza imparable.

"Arcthurius" Habló, llamándole por el nombre de bautizo, aquel que le había puesto en honor al rey de Camleot y único y verdadero rey de Albion "Ya he decidido, iremos a América. Desde que tus hermanos se fueron y desde que tu padre pasó a ser un espíritu más en la tierra, no nos queda demasiado en una decadente Inglaterra" Trató de hacerle entender su punto de vista, mientras empacaba con tranquilidad unos frascos con líquidos de diferentes consistencias y colores, examinándolos a contra luz y etiquetándolos a punta de pluma y tinta negra permanente.

"Podría ser otro lugar de Europa, Noruega, Rumania, incluso Francia, pero América no es mucho mejor que Inglaterra en estos precisos momentos" Contra-argumentó el chico, frunciendo más el ceño y cruzándose de brazos con molestia, mientras veía el proceder de su madre, sin entender muy bien las razones de por qué hacían esto "Está viciada por ese afán de modernización y su ceguera a nuestra naturaleza le hace el peor sitio para noso…"

"Pero allí no está el recuerdo permanente de tu padre y hermanos…" Las palabras de la mujer silenciaron de golpe al joven rubio. Para el clan Kirkland, la muerte del padre había sido un duro golpe, pues la enfermedad que lo había devuelto a la tierra ni con magia y pociones pudo ser sanada y si a eso se le suma que los hijos mayores del matrimonio se fueron del hogar para hacer sus vidas de forma independiente, dejaron a Brigantia con una profunda depresión, que incluso dejaba inestable a su magia. Arthur, había sido el único en permanecer a su lado y su madre se había aferrado al benjamín de la familia de manera casi extrema. Él sólo tragó saliva, no estaba dispuesto en acrecentar el mal estado emocional de la única mujer que amaba sobre la tierra.

Ante la plegaria muda de su madre, el rubio sólo acabó por aceptar "Bien" dijo de manera reacia y aún dudando del buen juicio de su madre, dejarse llevar por pasiones momentáneas era algo demasiado foráneo para ambos rubios y por ello Arthur lo entendía menos "Pero si esos Mortales (1) nos persiguen por todo el pueblo con antorchas y pinchos para quemarnos por brujería, te culparé hasta en el mundo espiritual por esto" Brigantia (2) sólo sonrió cuando vio a su hijo marcharse a empacar. Los aires de América les haría bien a ambos, Inglaterra ya no tenía mucho que ofrecerles en esos momentos, aun que siempre extrañaría la magia que allí vivía y las criaturas que frecuentemente se acercaban hasta su hogar con la curiosidad que les atañen.

"Recuerda empacar alimento para Scone por separado, cariño" Canturreó la mujer, cuando guardaba con suma delicadeza unas muñecas de porcelana en cajas individuales para que tuviesen un buen viaje a través del océano "El futuro que nos depara es incierto, pero brillante el mismo tiempo" El rubio tiró sus ropas dentro de una maleta vieja, con ira contenida y un cierto deje de egoísmo "El futuro que nos depara esa tan gris como los cielos de Caledonia (3)" Masculló molesto.

Era egoísta, lo sabía, pero era sólo un adolescente de aparentes de 16 años que siempre había estado dentro del mismo círculo y que este se rompiese, significaba para él un cambio de paradigma que lo alteraba hasta los nervios. Él sólo quería que su madre estuviese bien y si el trabajo de bibliotecología que le había ofrecido en la universidad de Salem le iba a distraer del duelo que llevaba desde que su padre murió y sus hermanos hicieron sus vidas, pues sólo tenía que aceptarlo, aun que ello no quitaba la preocupación que significaba irse a vivir al otro lado del océano, en un suburbio (Sí, porque su madre YA había comprado una casa típica americana y antigua en un suburbio del pueblo que gritaba por todos lados: "¡Somos sus nuevos vecinos extranjeros pero queremos asimilar la cultura norteamericana!") aparentando ser meros mortales como el resto de ellos. De sólo pensarlo, le dolía la cabeza, además, la noticia que tendría que asistir a una Preparatoria por primera vez en su larga vida tampoco le había alegrado demasiado al joven inglés de la familia Kirkland; no consideraba que una instituto de educación regular no mágica le iba a ofrecer demasiado, mucho más que su madre, su gran Maestra en todo, era difícil ¿Cómo equiparar el conocimiento de 2000 años de magia y ciencias regulares, donde la alquimia se mezclaba con la literatura y los encantamientos con la historia? Iría a aburrirse y demostrar lo brillante que era, como si de un prodigio se tratase.

"Tú si me entiendes, ¿verdad Scone?" Le habló a su gato, un pequeño mínimo moteados que se limitó a maullar y quedarse en la nueva cesta que le había comprado para cargarlo en el viaje, era incluso aún más consentido que su dueño, pero igual de arisco, de allí que se entendiesen perfectamente, y si el pequeño gato se posaba en su cesta con resignación, era porque había aceptado las ordenes de la matriarca de la familia tal y como lo había hecho su rubio dueño.

Kirkland suspiró, mientras guardaba uno de sus grimorios (4) en una mochila ajada por el tiempo, él mismo la había fabricado cuando hacia un tiempo las cosas escaseaban (la Gran Guerra había sido un estimulante para la creatividad familiar en calidad ahorrativa y de invención de suplementos para las cosas a las cuales se habían acostumbrado por culpa de la modernización) y por ende, el apego a la misma era enorme, por más que sus hermanos mayores insistieran en que él era demasiado sentimental.

Frunció más el ceño. Sus idiotas hermanos mayores; no los juzgaba por querer irse de casa, ya eran demasiado ancianos, en términos mortales, para seguir viviendo con sus padres, pero el hecho que se fueran tiempo después de la muerte de Kendrick (5), su padre, hacía sacar a flote un reproche contenido en el benjamín de la familia hacia Alistair (6), el joven mayor de Caledonia, pelirrojo como su padre y con un perverso sentido del humor, para con Eiden (7), el frustrante y arisco (aún más que Arthur) retoño de Hibernia (8), y finalmente hacia Seirian (9), el infantil chico nacido en Cymru (10). Los tres había emigrado con sus bolsos llenos de Grimorios para sus lugares de origen con la promesa de visitar a su madre para Samhain (11), "Al menos", se dijo Arthur para sí, mientras guardaba unos bezoar en la caja de madera donde separaba algunos ingredientes de pociones "Al menos han cumplido su promesa hasta ahora, que no la vengan a romper". No había que malinterpretar a los hermanos Kirkland, todos ellos eran demasiado diferentes entre sí, demasiado dirían sus padres que aún no comprendían, o por lo menos su madre, como ellos cuatro no se había asesinado mientras compartían viviendo bajo un mismo techo con poco espacio para la privacidad que alegaba cada uno, y sin embargo, se querían y se protegían, a su manera claro está, pues ninguno aceptaría en voz alta que quisiera al otro, pero aquel acuerdo tácito impedía a la moralidad que ostentaban a romper el pacto de cuidar su madre, aún cuando Arthur fuese el único que se quedase a su lado para evitar que ella se desmoronase, era el menor, era lo que le correspondía, además ¿Qué podía hacer con un cuerpo de 16 años en pleno siglo XXI? Si fuesen décadas en el pasado, él sería tomado por hombre, pero ahora, sólo era un adolescente cuya decisión más difícil en la vida sería que estudiar en la Universidad, si es que era la Universidad lo que más le importaba, pues otra decisión podía ser si beber vodka o tequila en la próxima fiesta en casa de alguno de sus amigos.

Y hablando de sus amigos, las dos únicas personas que consideraba en esa categoría, el vampiro rumano Vladimir y otro hechicero como él, pero noruego, Lukas, ahora estarían mucho más lejos que antes, es decir, por lo menos los tres vivían en Europa, pero una vez en América, las cosas se harían más complejas para todos. Sí solo el hecho de recordar la sobre actuada reacción del rumano y la frialdad molesta del noruego, desaprobando tanto como él la decisión de su madre, le hacía querer arrancarse todo su cabello rubio atado en una coleta (la única manera de tenerlo en paz)

Se acercó a la ventana de su habitación y la abrió de par en par, para que la brisa de septiembre inundara el que alguna vez fue su dormitorio. Fue este mismo viento suave el que revolvió las cosas en la estancia, siendo el aliento de la renovación y el cambio, de la transmutación que se lleva lo viejo con rumbo hacia una nueva aventura, o más bien, rumbo a un suplicio que no sabía el tiempo de duración del mismo y es que ¿Quién sabe cuánto tiempo pasará en el infierno? A Arthur le gustaba el drama, William (Shakespeare, por supuesto) siempre le decía lo mismo cuando el joven leía sus escritos antes de verlos presentados en Londres.

"Ser o no ser" Le decía el autor "En tus labios, las palabras cobran la misma fuerza inaudita de las olas contra los acantilados".

"Simplemente les doy más sentimiento" Respondía el joven en esos casos, a lo que William solía sonreír.

"Siempre tan dramático, pequeño Arthur, si escribiese una obra sobre ti, apostaría a que Hamlet quedaría como un insulso ante tu lado contemplativo y a tu mirada demasiado dramática de la vida"

Meneó la cabeza, tratando de sacar las memorias de su amigo mortal de la cabeza al tiempo que se sentaba en el alfeizar de la ventana con Otelo en sus manos y miraba hacia el horizonte dibujado por la copa de los tupidos árboles.

"Madre, espero que tus predicciones no se equivoquen demasiado con lo que nos depara este futuro incierto y gris como Caledonia" suspiró cerrando todo, era hora de despedirse de Castle Combe y darle la bienvenida, a regañadientes, a Salem, Massachusetts, donde quienes eran como su familia, eran perseguidos y asesinados por lo que mejor sabían hacer, brujería.


Alfred Franklin Jones era en típico estereotipo de chico norteamericano de 16 años que se había criado en una pequeña ciudad, casi pueblo, de costumbres demasiado arraigadas en su colectivo como para ser olvidadas o cambiadas. Quien lo viese, diría que es la imagen reflejo del típico chico alto, atlético, de ojos azules, rubio y piel bronceada por el sol y la vida al aire libre que le brindaban los deportes. Lo único que le hacía destacar, o que desentonaba con la imagen que llevaba, eran las gafas que debía usar ante su mala visión, pero que cambiaba por sus lentes de contacto para no dejar esa facha de chico cool, Capitán del equipo de Baseball de la Preparatoria Privada de Salem (El cual, desde que él se había unido había ganado todas las temporadas. Era la estrella del mismo), un centro de educación fuertemente católico que preparaba a los "jóvenes de bien" del condado para la vida fuera de la antigua ciudad, o dentro de la misma, por si decidían no alejase demasiado.

Alfred tenía toda una construcción de personalidad a su entorno que conservar del resto, lo cual era demasiado difícil para cual quiera en su situación.

De él, se esperaban muchas cosas; se esperaba que fuese el fiel reflejo de la estricta pero amorosa educación que se le daba en casa y en la Preparatoria Católica, por lo que era siempre la última persona que se esperaba ver envuelto en algo turbulento y oscuro, se esperaba que fuese el joven de bien que brillara en los partidos de la preparatoria y que gracias a ello consiguiese becas deportivas, se esperaba, por supuesto, que asistiera todos los domingos, bien ataviado, al sermón del medio día en la Parroquia católica de la ciudad, donde, si no fuese porque carecía de habilidades para el cato, estaría en el coro a parte de ayudar en cada uno de los momentos de la ceremonia. Jamás, nunca, se le vería envuelto en algo remotamente maligno. No, Alfred era reflejo fiel de lo que debía ser un norteamericano nacido y criado en Salem, es decir, el ejemplo de ayuda, valores morales, y ética, la cual se descarriaba un poco a través de la hiperactividad del chico, medicada con bastantes fármacos para poder seguir siendo lo que se esperaba de él, su familia no se podía permitir que el chico diera rienda suelta a sus propias ideas inauditas que se le ocurrían cuando estaba alejado de los fármacos.

Toda su vida, gracias a esto, había sido una constante presión sobre sus hombros que en ningún momento se había podido librar ¿Cómo decir que no a sus padres y decepcionarlos? Eso no era de buen hijo. Si ellos querían que él fuese médico, en vez de Astrónomo, pues bien, lo aceptaría, debía honrarlos como decía el tercer mandamiento.

Aquella mañana de sábado de septiembre, cálida como pocas iban quedando, Alfred se levantó temprano para poder hacer sus ejercicios de entrenamiento de baseball (debía ejercitar más que el resto para seguir brillando en la siguiente temporada) y luego lavar su auto, su "bebé", que ya tenía una capa de polvo desde la semana pasada, además de necesitar una capa de cera para que se mantuviese brillante ¿Qué clase de mal padre era? Si no fuese por estas coincidencias de la vida, que se mezclaban con su rutina de fin de semana, el rubio norteamericano jamás hubiese visto el camión de mudanza que se aparcaba en la acera del frente, en la vieja mansión que llevaba tiempo sin ser ocupada (Años, a decir verdad, tanto tiempo llevaba sin vida que ya se contaban espeluznantes historias de terror a su haber), y que atrás de él, lo seguía un Taxi, del cual emergieron dos rubios, una mujer de unos treinta y tantos y un chico en apariencia, más joven que él, vestidos ambos con ropas un tanto estrafalarias, bueno, más bien el chico, la mujer vestía de manera muy sencilla pero de negro completo, mientras que el chico llevaba pantalones ajustados, bototos y un sinfín de cosas que no encajaban con el ambiente tranquilo del suburbio, y mucho menos de Salem completo. Para Alfred, el chico era un claro "busca problemas", o por lo menos eso fue lo que comentó con sus amigos de la Preparatoria Católica, pues para sus adentros, admiró, desde el primer instante, ese desafío natural que se encerraba en el rubio de piel pálida, romper con las reglas del orden social como si fuese lo más normal, y poco preocuparse por el que dirán, aquello era algo que en sus pensamientos más profundos, Alfred admirada con vehemencia, pues él tenía prohibido toda clase de quiebre con la realidad por parte de sus padres.

De inmediato, Alfred entró a su casa y llamó a su madre, ella querría saber las buenas nuevas como miembro del consejo de la ciudad y como habitante del pequeño vecindario. Debía seguir jugando bajo su papel de niño bueno asignado.

"Hay nuevos vecinos" Anunció a la mujer, su madre, que preparaba el café para ella y para su marido "Se mudan a la mansión Clearwather" El chisme era algo de lo que él sabía, aun que no era de su particular agrado, mas si tenía nuevos vecinos, encontró pertinente que su madre también se entera…era otra cosa, no era chisme en ese caso, sólo era una aviso informativo de último momento. Debería ser periodista si seguía por ese rumbo, aun que las artes de la escritura no se le dieran tan bien como las ciencias exactas, sobre todo aquellas que tenían que ver con la física y el movimiento de los cuerpos celestes, era prácticamente un astrónomo amateur desde que le regalaron un telescopio en su decimo cumpleaños que usaba cada vez que el cielo se encontrara lo suficientemente despejado y lo suficientemente limpio de la contaminación lumínica. Las noches de verano y los apagones generaban un clima de ensueño para él.

La mujer, una rubia maquillada que estaba entre los cuarenta y tantos y cincuenta y pocos, se sorprendió ante el anuncio de su querubín adorado y de inmediato comenzó a cocinar un pie de manzana como recibimiento a sus nuevos vecinos, era lo menos que podía hacer para recibirlos en la ciudad, y de paso, entrar en el hogar nuevo para ver que se traían consigo y si eran personas que mantendrían el status quo de Salem. Alfred sólo rodó los ojos y decidió continuar su labor de limpiar el auto, dirigiéndose hacia la cochera para buscar la cera y luego salir a pulir su Ford ranger, cuando vio con horror como la bandera de estrellas y barras que flameaba en el patio de enfrente, fuerte como pocas, era bajada y reemplazada por una orgullosa y gran "Union Flag", que comenzaba a flamear con la parsimonia de un conquistador en nuevas tierras ¡¿Cómo se atrevían esos británicos?! ¡¿Qué había del "Si vas a Romas, has como los romanos"?! Con ataque de pánico, el norteamericano observó que todo era obra del rubio "menor", quien veía a su símbolo patrio con un amor tan grande como si se tratase de reverenciar a la misma reina de Inglaterra, cosa paradojal si se tenía en cuenta la pinta de pandillero que tenía ¡Sólo mírenlo! Cabello rubio largo en coleta, pinta de punk de mala muerte, pero veneraba a su bandera. Alfred se preguntó dónde podía observar nuevamente esa paradoja del destino, tal vez era cosa de británicos ir así por la vida, mostrando la dicotomía de una cultura decadente, pero que todo el mundo reverenciaba como si continuasen siendo el imperio que ya no eran.

De pronto, su nuevo vecino volteó su cuerpo hacia él y clavó sus ojos, los cuales no podía distinguir en color desde esa lejanía pero sabía que eran claros y a la vez oscuros ("Brillante descripción, Jones" lo apremió su mente en ese momento), con una frialdad que le penetró el alma y todo el ser, dándole un escalofríos que recorrió su espalda por los escasos segundos en donde sus miradas se cruzaron, el azul cálido de sus ojos contra el frío del claro-oscuro del británico. El norteamericano tragó saliva sumamente nervioso, la mirada del nuevo rubio parecía hecha de rayos x, los cuales veían cada uno de los recónditos lugares de su persona interior, recordándole hasta cierto punto a como Dumbledore miraba a Harry Potter cuando este último se metía en problemas.

Alfred se obligó a cortar el cruce de miradas, volcando su atención en su camioneta y comenzando a pulirla como un desesperado que busca escapar de un odio invisible y mal infundado por parte de quien ni siquiera lo conocía. Se preguntó si era sólo que su nuevo vecino era arisco como las fachas que llevaba, o tenía una razón desconocida para él por cual lo odiaba. Hiso un puchero molesto, inflando sus mejillas como si de un niño se tratase, limpiando los protectores de los focos, definitivamente, el nuevo vecino era un busca problemas, y lo último que él quería eran problemas. Sin embargo, el norteamericano no se dio cuenta a tiempo, que la llegada de la pequeña familia Kirkland voltearía su mundo al revés desde el cruce de miradas foráneas que se habían dado aquella mañana en sus antejardines respectivos; sí sólo hubiese sido capaz de imaginar la magia que le deparaban los próximos meses, se hubiese arrepentido de inmediato de mal juzgar el rubio de coleta rubia y mirada de pocos amigos que debería ver de aquí hasta mucho, mucho tiempo más.

Arthur, por su parte, ya odiaba Salem con todo su ser. Las casas de aires señoriales, levantadas por los puritanos ingleses, cada una parecida a la anterior, por no decir idénticas, no eran si por asomo semejantes al pueblo medieval de Castle Combe; el aire de catolicismo le enervaba el espíritu cada vez que se topaba con una parroquia o muchas imágenes sacras puestas por todas partes de la ciudad; la uniformidad de sus habitantes, todos jodidamente americanos a pesar de lo plural de las etnias de sus habitantes, todos parecían jodidamente iguales. Todo jodidamente perfecto. Quería ya mandar al carajo a todos los se le acercasen, como al idiota con cara de bobo que lo veía con cara de trauma izar su bandera en el asta americana, reclamando territorio para los lares del Reino Unido. Sólo bastó una de sus miradas gélidas, ni siquiera un hechizo o algo complicado, sólo su mirada de desprecio profundo por el lugar donde había ido a parar para que tipejo, prospecto de boy scout mezclado con "Captain America" y niño de colegio católico, se voltease y alejase su nariz de lo que obviamente no le convenía.

"Eso" se dijo a sí mismo "Aléjate yankee, repélete de mí" Bufando, admiró su bandera, él era el único de su familia que había nacido en Inglaterra, o más bien, en lo que se podía llamar la "Nación de Inglaterra" o el "Estado inglés", pues tanto sus hermanos mayores como sus padres eran de tierras más lejanas, o mejor dicho, eran pertenecientes a las antiguas divisiones territoriales de la isla europea.

Volvió a bufar, observando cómo la gente de mudanza llevaba los muebles y las cajas dentro de la nueva casa con un cierto recelo de las mismas y de las cosas extrañas y truculentas que se asomaban de ellas. Menos mal que no revisaban sus pertenecías con mayor ahínco, o ya estarían siendo quemados en una hoguera improvisada en medio de la plaza principal de Salem y un corro de "puritanos" enfadados y fanáticos religiosos. Su imaginación, mezclada con su dramatismo salía a la luz nuevamente.

"Arcthurius, cariño, entra a casa, hay que comenzar a ordenar" Le llamó su madre con su voz cantarina desde la entrada y con una sonrisa de aires renovados. Kirkland suspiró resignado, no quería quebrar la motivación de Brigantia ante el nuevo Mundo que se les abría, por lo que, con cierta pereza, se obligó a mover sus pies, siendo consciente de que era seguido por la mirada de su vecino boy scout, y entró a la casa por primera vez desde que había pisado Norteamérica.

Era una mortificación, sentía el lastre en sus pies y en su espalda como si fuese un prisionero atado a unas hebillas invisibles que le guiaban hacia una prisión de madera y unos 300 años de antigüedad, donde las refacciones eran tan obvias como el poltergeits (12) que estaba en el ático, según su madre, y que generaba bullicio, dándole epíteto de "casa embrujada" a la vieja mansión.

Tomó con cuidado una caja que con tinta llevaba escrito "Arthur", y tomando precauciones que nadie lo viese, hechizó para que ella levitase con rumbo a alguna habitación del segundo piso, donde sus pertenencias su madre había estado apilando. A decir verdad, la mansión tenía un cierto atractivo pintoresco; ni por asomo se parecía a su vieja casa de piedra entre los árboles de Castle Combe, ello había quedado claro mil veces, pero la madera vitrificada del piso claro y la pintura blanca de las paredes, que jugaban con las monturas de rosas y enredaderas, daban un cierto ámbito de luz que para él era desconocido y que seguramente causaría una amena paradoja con los muchos artículos de magia que poseía. No es que fuese un mago oscuro y la magia negra se transformase en su estilo de vida, pero si debía reconocer que el lado más truculento de la disciplina le llamaba la atención como a todos, sin mencionar que cualquier poción o "trabajo" requería ingredientes diferentes, y muchos de ellos no eran demasiado benévolos.

Abrió la caja y sacó un revoltijo de libros de historia, literatura y grimorios, los cuales con un simple movimiento de su mano, se organizaron en su librero de madera negra que habían traído desde Inglaterra.

"Bienvenidos a Salem" Les dijo con una falsa voz de felicidad, bastante irónica como sólo él podía ser a sus libros, sus únicos amigos en Norteamérica "Espero que les guste este cuchitril, no es ni por asomo como casa, pero todo será para que madre se recupere del golpe que los idiotas le dieron" Los libros se estremecieron en su lugar, como si comprendieran lo que Arthur decía. A ellos también se les sumó un gracioso "Scone" que caminaba reconociendo su nueva vivienda y mirando a su amo con un mudo maullido que era un claro "¿No pudiste escoger algo mejor?".

"Créeme, Scone, yo tampoco estoy feliz, pero madre es madre, no podemos negarnos a ella" el gato hizo un gesto de molestia y se subió a una cama desecha que debía ser la suya "¡Hey! No te enojes conmigo, yo tampoco quería venir a vivir al barrio de la familia perfecta, llena de Yankees molestos y niños boy scout" Scone sólo le miró feo, pero para Arthur eso significaba un "Lo sé, pero sigue sin gustarme aquí, "querido amo"" ¡Oh! Casi podía oír la ironía en los maullidos de su gato, tal vez debería volver a utilizar el hechizo de habla en el animal, sería divertido, después de todo, poder charlar con su compañero que sí lo comprendía del todo. Eran tal para cual, su familia siempre lo decía, sobre todo Alistair cuando trataba de acercarse al minino con "sanas" intenciones de alimentarlo "adecuadamente". Arthur siempre reía cuando su hermano mayor bajaba llorando frente a su madre por tener toda su cara llena de rasguños de gato, aún cuando él fuese castigado después, siempre era un gozo ver sufrir a sus hermanos mayores, y que el humor de "Scone" fuese un asco, lo ayudaba bastante ¡Por eso amaba a su gato! ¡Era el mejor gato que pudiese desear!

Se pasó gran parte de la mañana ordenando sus pertenencias, con ayuda mágica claro, disponiendo todo en un orden caótico que le encantaba, por ejemplo, para él, uno de los placeres de la vida era que, cuando los libreros estaban llenos, apilar uno sobre otro sus textos en pilas que, para cualquiera, resultarían un desastre, pero para él le daba un cierto aire "hogareño"; o tal vez, poner a las hadas que vivían en las figurillas de porcelana en una repisa cerca de la ventana para que pudiesen entrar y salir a gusto de la estancia y poder pasar tiempo en la naturaleza; o quizás, organizar de manera prolija sus ropas en el closet, para evitarse los chascos matutinos de tener que ver que escoger. Su habitación era su mundo, y eso ni Salem, ni los molestos Estados Unidos de Norteamérica, cambiarían de él, por más que el vecindario donde se había metido se empeñaba en recalcarle que ni su madre ni él encajaban allí.

Ya cerca del medio día, el estomago del hechicero comenzó a rugir, reclamando comida que no había probado desde que salieron de Inglaterra ¡12 horas sin comer, por culpa de la maldita adrenalina y el estomago revuelto en medio del vuelo!, debía ser un nuevo record, sólo había bebido té y tragado algunos dulces para que sus oídos no estallaran ni desfallecer.

Dejó todo a medio hacer y se dirigió hacia la planta baja a ver si su madre tenía alguna botana escondida, lo cual no creía, o debería buscar su bicicleta entre el montonero de cosas en la sala y pedalear hasta la tienda de abarrotes más cercana para poder llenar el refrigerador. Cuando su madre quería comportarse como una Mortal, de verdad lo hacía, deberían darle un Magister en ello, mas para su sorpresa, encontró a Brigantia, sola, en medio del mar de cajas, llorando en silencio y abrazando un gran cuadro que protegía la última foto familiar que se habían tomado hacía décadas, tantas que la misma estaba en blanco y negro.

"Madre" Susurró, temeroso de molestarle, pero a la vez demasiado preocupado por ella como para ignorarla, el sólo hecho de verla en ese estado tan depresivo, hacia que su alma huyese de su cuerpo por el miedo que implicaba perder a su madre dentro de la pesadilla mental que debía sobrellevar. Era su momento de ser fuerte y sacarla del agujero negro donde había caído, pero para ello, primero, debía escucharla con toda atención y amor que él como hijo podía brindarle "Madre" Le volvió a llamar, rodeándola con sus brazos pálidos, en un mudo acto de confianza y apoyo.

"Cuando…cuando decidí que vendríamos a América" Parloteó a penas la mujer "Jamás pensé que sería tan complejo…Son demasiados recuerdos" Arthur la abrazó más fuerte cuando Brigantia ahogaba un sollozo "Europa me recordaba demasiado a Kendrick y a tus hermanos…nos los puedo recriminar, hijo, tú también debiste marcharte…"

"Sabes que jamás lo haría…y mis hermanos…pues…"Le interrumpió de inmediato, queriendo asegurarle que jamás se marcharía de su lado mientras le necesitase.

"No quiero que pudras tu vida por cuidar de tu patética madre…Sé que no te gusta América, a mi tampoco, yo sólo quiero…un comienzo…" La druida se sobó los ojos y buscó la mirada esmeralda de su hijo menor con la turquesa. De todos, Arcthurius era el que más se parecía a ella, él tenía la capacidad contemplativa que ella misma poseía, y tenía esa bondad interna, oculta detrás de grandes espinos (En ese aspecto, era igual a Kendrick, a él tampoco se le daba muy bien expresar su verdadero ser en voz alta a menos que fuese con su rubia mujer"

"Un comienzo nuevo, madre" Le aseveró su hijo "Como familia, ya verás que el trío de idiotas vendrá pronto a verte, de momento, han cumplido bien durante los últimos 17 años, no veo por qué de fallar ahora. Incluso, si el mar nos separa, ten por seguro que yo mismo me apareceré en donde sea que estén cada uno y los traeré hasta aquí" Y con ello, logró arrancarle una sonrisa sincera a su madre y se dio por pagado en su labor, aun que en ese momento su aparato digestivo rugiera nuevamente demandado alimento. Brigantia rió con más fuerza, pues ella misma también se sentía famélica después del arduo viaje y de acomodar las cosas sin magia (Aun que para ser justos, sólo fueron los primeros muebles, pues en cuanto los de la Agencia de Mudanza se marcharon, comenzó a dirigir todo, como si de una orquesta se tratase, para que tomasen el lugar que les correspondía).

"Venga, se me ha olvidado comprar comida, y tampoco logro encontrar donde diablos guardé el Caldero, sólo he encontrado el Juego de Té" Brigantia se volvió a sobar los ojos y le regaló una dulce sonrisa a su hijo que ya le superaba en altura. Arthur le devolvió la sonrisa a su madre y sin decir mucho, la abrazó con cuidado.

"Nos hará falta comprar un juego de cacerolas para poder pasar por Mortales aquí" Comentó, viendo el desorden de cajas que estaban en el salón.

"Tienes razón, cuanto antes parezcamos Mortales, mejor"

"Creo que deberé sacar la bicicleta y pedalear hasta algún Almacén cercano" Repuso de forma tranquila, separándose y pensando que si bien el ejercicio le generaría más hambre, no era algo contra lo que no pudiese lidiar, había estado en situaciones peores. Su madre simplemente asintió de forma muda y le señaló que el dinero, unos pocos dólares que habían cambiado en el aeropuerto, estaban junto al bosai que ella cuidaba con ahínco. Se le daba bastante bien la jardinería, su patio anterior, su hogar en sí, estaba ubicado en el bosque, pero aparte de ello, parecía una verdadera selva espesa, llena de plantas de diferentes especies, colores y tamaños; algunas de ella ni siquiera tenían propiedades mágicas, simplemente a su madre les gustaban, tanto como él.

Arthur simplemente tomó el dinero y un juego de llaves que su madre había sacado para él y se dirigió a la puerta, sin prestar demasiada atención a sus movimientos, de lo contrario, no se hubiese llevado una sorpresa cuando una mujer rubia, muy maquillada y de ropas impecables junto al chico Boy Scout que lavaba el auto en la mañana, lo recibía en el portal de su casa, con las manos ocupadas sosteniendo un pie de manzana y con el chico en posición de llamar a la puerta. Por unos segundos, bastante largos en opinión de los tres, se quedaron en silencio, analizándose.

Arthur, simplemente los juzgó como personas desagradables con las que no quería tener que ver. Los Jones, tanto la madre, Constance Jones y su hijo Alfred, pensaron exactamente igual que Kirkland, es más, la señora Jones ya se encontraba con ataque de pánico al ver a un punk como su vecino. Su mirada vacilaba desde los aretes del brujo, a la coleta rubio, hasta sus ropas desgarbadas y antiguas, donde lo estrafalario era demasiado para ella, obviamente, no dejaría que su "querubín" se juntase con esa mala junta, o por lo menos, si lo hacía, que lo volviese al camino del bien que correspondía.

"Verdes" Fue el único pensamiento silencio que Alfred atrapó en su mente. Eran, sin duda alguna, los ojos más bellos que jamás hubiese visto, eran imposiblemente verdes, más verdes que los árboles y las esmeraldas juntas y mucho más profundos que el universo, pues parecían que escondían mil y un secreto tras ellos, sellados bajo una fría capa de hielo, verde, que penetraba el alma de quien hacía contacto visual con el chico británico "Son demasiado verdes…".


Notas al Pie de Página

(1)Mortales: Referencia a "Sabrina: La Bruja Adolescente". Las personas sin magia son llamados Mortales.

(2)Brigantia: (Nombre Anglosajón) Una diosa de Yorkshire, nombre de la madre de Arthur.

(3)Caledonia: Antiguo territorio correspondiente a Escocia en el Alto Medioevo.

(4)Grimorios: Libros de conocimiento mágico europeo

(5)Kendrick: (Nombre Escocés) Gobernante real, nombre del padre de Arthur

(6)Alistair: (Nombre Escocés) Variante de Alejandro, "defensor de la Humanidad". Nombre que recibe Escocia en esta historia.

(7)Eiden: (Nombre Gaélico) Variante de Aidan, "Fuego". Nombre que recibe Irlanda en esta historia.

(8)Hibernia: Antiguo territorio correspondiente a Irlanda durante la ocupación romana de las islas británicas.

(9)Seirian: (Nombre Galés) Brillante, espumoso. Nombre que recibe Galés en esta historia.

(10)Cymru: Antiguo territorio correspondiente a Galés en el Alto Medioevo.

(11)Samhain: Celebración pagana considerada como "El Año Nuevo Celta". Encaja con Halloween.

(12)Poltergeist: Del alemán, significa "Espíritu Ruidoso". Fenómeno paranormal, molesto, que no tiene explicación racional. Ente sobrenatural que genera bullicio y puede llegar a ser muy violento.


ProngsKJ: Como habrán visto, he utilizado a las versiones "canon" del resto de los británicos, quería explorar sus personalidades un poco más, ya fue mucho amor para Scott, Alistair también lo merece.

Espero que les haya gustado, y por favor dejen sus reviews,los estaré esperando.