Bueno... pues os quiero presentar el primer fanfic que hago de ésta serie, empecé justo hoy a idearlo... quiero advertiros que este no va a ser como los otros fanfics: no van a aparecer ni Ed, ni Al, ni Winry, ni muchos otros personajes de la serie; éste fanfic únicamente se basa en el mundo de FMA, con nuevos personajes, y se sitúa diez años despues de la historia del anime.

Tan sólo tengo la introducción y el primer capítulo, pero espero que lo que tenga lo leais y os guste .

DISCLAIMERS: Full Metal Alchemist, la idea original y los lugares que aquí aparecen son propiedad de Hiromu Arakawa y del estudio Bones. Esta historia está basada en el anime.

Despues de la tormenta, siempre llega la calma...

Después de un tiempo de calma... siempre vuelve una tormenta...

El círculo del destino

Fan Fiction de Hikaru Kusanagi

Diez años después...

Se avecina una tormenta.

Nadie sabe con exactitud cuál va a ser el futuro de Amestris y de las demás regiones del continente ahora... pero todos los puntos de vista, optimistas y pesimistas, convergen en uno solo. Nada va a ser lo mismo.

Años despues de haberse establecido un periodo de paz, un golpe de Estado ha sido dado en Amestris, causando un baño de sangre en el Parlamento, y se ha vuelto a instaurar un régimen político militar, a la cabeza de un Führer. Tal y como fue años atrás. Pero el acto no se queda ahí. Quieren anexionar otras regiones a Amestris, para convertirla en una sola... grande y poderosa. Sin embargo, las regiones del Este y del Norte, de posición separatista desde siempre, oponen resistencia al avance militar, por un caro precio; interponerse en el camino de Amestris significa ser reducido a escombros... tarde o temprano.

Es tiempo de guerra. De ruinas. De sangre y temor.

Y nadie sabe cómo fue causado. O cuánto va a durar.

Capítulo 1. Un camino diferente

-Fred... Fred... ¡Frederick!

El muchacho alzó la cabeza del libro que estaba leyendo a escondidas, a la luz de una linterna, sobresaltado. Se apartó los cabellos negros que le caían sobre los ojos, y se giró hacia la puerta.

-¿Sí?

-¿Puedes subir? Tu padre te necesita para que le eches una mano.

Fred resopló.

-Ahora voy...- anunció con desgana, cerrando de golpe el libro y levantandose del escritorio. En la portada del libro, algo desgastada, se podía leer: "Principios básicos de la alquimia". Antes de salir del oscuro y húmedo sótano, se aseguró primero de mantener el libro a cobijo debajo de una alfombra algo vieja y roída, para luego subir las escaleras lentamente, al encuentro de su padre.

Fred y su familia vivían en Rush Valley, y como casi todo el mundo allí, se dedicaban a la mecánica. Para ser más concretos, a la fabricación de automails o miembros mecánicos. Desde que tenía memoria, Fred se había criado en ese ambiente cargado; en el chasquido de los nervios y músculos mecánicos, en el olor del aceite y metal manipulado, en los alaridos de los pacientes cuando se les colocaba uno de esos miembros artificiales. No había conocido otra vida que esa. Y la aborrecía profundamente.

Lejos de los tornillos y de las llaves inglesas, el joven, que contaba unos 15 años y estaba lleno de vitalidad y curiosidad, había descubierto una pasión bastante distinta. Y que le interesaba mucho más que la tradición que había llevado su familia hasta el momento. Se trataba del antiguo arte de la alquimia. Hacía no mucho, había caído ese viejo libro en sus manos cuando se encontraba buscando información sobre nuevas tecnologías aplicadas a la mecánica en la biblioteca pública. Y desde ese momento, todo aquello le fascinó; la manera de la que se podía transmutar elementos en otros mediante el principio de Intercambio Equivalente, todo el conocimiento que se debía adquirir para ello, los círculos de transmutación. Y más aún, las leyendas que había en torno a ello; sobre todo, la llamada Piedra Filosofal, de la que se decía que burlaba el principio de Intercambio Equivalente, pudiendolo absolutamente todo.

Pero sabía que en su situación, no podía ni soñar con ser un alquimista. Vivía en una ciudad donde la alquimia no le interesaba prácticamente a nadie. Más aún, sus padres no tenían una buena opinión de ella en absoluto. "Los alquimistas son el gran mal de este mundo", solía decir su padre. "Tendremos suerte si en unos años más, la alquimia es olvidada".

Fred no podía entender por qué sus padres desaprobaban tan rotundamente la alquimia. Ellos construian automails para ayudar a los que necesitaban de ellos. La alquimia existía en el mundo para el mismo propósito, o incluso para uno mucho más amplio. Para ayudar a toda la humanidad. Pero estaba seguro de que por mucho que se lo explicase no lo entenderían. Por ello, aprendía de ella en secreto. Pero no estaba satisfecho con eso. Anhelaba poder adquirir conocimientos más amplios, estudiar la alquimia, y, quién sabe... quizás, poderse convertir en un alquimista nacional de renombre, reconocido por todos... lejos, muy lejos del chirriar de los automails. Pero a menos que saliese de Rush Valley, eso era imposible. Tendría que esperar...

El chico llegó a la sala de operaciones, donde un paciente, sudoroso y con el rostro contraído del dolor, reposaba en una cama. Llevaba ya implantado un automail, en la pierna derecha, de la rodilla para abajo. Su padre, un hombre alto con bata, esperaba al lado de la cama del paciente. Alzó la cabeza al oír entrar a Fred.

-Ah, por fin estás aquí... vigila al paciente mientras yo voy por más bolsas de suero. Avísame si hay alguna anomalía en su estado; una bajada de tensión o lo que fuese.

-Sí, papá.- con una sumisión resignada, Fred ocupó el asiento de su padre, mientras éste le revolvía el pelo cariñosamente y salía del cuarto. Suspirando, se giró hacia el agónico paciente... se preguntó si habría alguna forma de reconstruir la pierna perdida de aquél hombre sin tener que usar los automail, mediante la alquimia. Pero, si la hubiese, debían haberla descubierto mucho antes... si no, los automail no existirían..., pensó con tristeza.

Quizás la alquimia no obtuviese respuestas ni soluciones para todo, al fin y al cabo. Pero no dejaba de resultarle más atractiva e interesante que la mecánica... si tan solo pudiese ahondar más en sus misterios, podría, quizás, resolver muchos de los problemas que ahora tenían. Ojalá pudiese...