Disclaimer: Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer.

Advertencia: Bella/Jacob. Parcial Mike/Leah. Imprimación.


Bella no le quería. No era nada nuevo ya que siempre estuvo el "chico bonito" Cullen entremedio de ellos. Pero él se fue, y Mike creía que era una bendición caída del cielo que le dieran aquella nueva oportunidad. Pero no. Así de simple, así de humillante. La hermosa, torpe y tierna Bella, siempre prefiriendo a otro hombre sobre él, siempre mirando para otro lado. Antes Cullen y ahora ese chico Jacob. Hasta había momentos en los que Mike se preguntaba si el problema era él.

Jess era de las más felices con los novios de Bella. Lo invitaba a comer y a la playa en cada oportunidad. Y Mike a veces se dejaba llevar, solo para dejarse creer un poco que podía dejar los recuerdos de Bella atrás. En otras, como en aquella ocasión, aceptaba las propuestas solo porque sabía que iba a encontrar a Bella, o por lo menos, iba a cruzarse con ella en una ocasión.

Y nada era mejor que una fiesta en la reserva Quileute.

Pero no iba a ser una grata fiesta.

Si tenía suerte, se cruzaría con Bella y podría saludarla. Si no la tenía, tendría que pasar el resto de la tarde viendo como se hacían ojitos con su muchacho grandulón. Así se daría un motivo más que justificable para emborracharse si se presentaba la ocasión, aunque Jess lo odiara y evitara cruzarse con él al día siguiente. Pero sinceramente, ya no importaba demasiado. Ni siquiera los retos de su madre, cuando no la podía ayudar en la tienda por el dolor de cabeza.

A pesar de que estaban cerca del verano, el cielo nublado de Forks se asemejaba más a la proximidad de una intensa lluvia que a unos minutos de sol. Lo de siempre. Tomó las llaves de su auto y le gritó a su madre que salía, recibiendo como respuesta unos besos y palabras de buena suerte. Salió casi dando saltos, subió a su auto, y dio marcha en dirección a la playa de la Push.

Recordaba haber visto que ese chico Jacob había fijado sus ojos en Bella una vez que fueron a esa misma playa.

¿Será que...?

Para qué torturarse más. Era innecesario.

Divisa una gran fogata encendida cuando dobla la esquina final y estaciona el auto a unos metros, junto a una moto roja y a la camioneta de Bella. Suspira, apagando el motor y preguntándose cuánto va a durar sin que parezca obvio que vino por ella. La última vez había sido el mismo Jacob quien lo atrapó con las manos en la masa, pero para su suerte, a pesar de la mala cara con la que lo había mirado, se limitó a seguir en lo suyo y Mike no pudo quitarse el resto del día la sensación de que estuvo cerca de la muerte.

Se baja, fijándose en el grupo de personas agrupadas alrededor del fuego, buscándola. Jessica se encuentra sentada en un tronco que ha sido convertido en banca, y ella también lo encuentra, alzando el brazo para indicarle que se acercara. No ve a Bella.

Supuso que habrá salido a dar una vuelta con el muchacho.

Pero entonces la escucha.

Su risa.

Y también la de él.

Automáticamente una risa plástica se instala en su rostro, y girando sobre sus talones, se obliga a enfrentarlos tan de cerca. Si creía que saludarla era una especie de suerte divina, ahora siente que sus prioridades no eran tan buenas. Mejor especificaba su deseo; quería saludarla a ella, solamente a ella, no a ambos. Bella al principio no se fija en su presencia, pero cuando pasan cerca de su auto, ella se sobresalta y esos ojos sorprendentemente marrones lo miran con amabilidad.

No puede decir lo mismo del chico.

—¡Mike!, no creí que vendrías —dice Bella acercándose a saludarlo adecuadamente. Mike se tensa, sintiendo la mirada de Jacob sobre su rostro. Un frío le baja por la espalda y se pregunta si era más racional salir corriendo que devolverle el saludo a Bella.

—Hey, Bella.

—¿Quién te ha invitado?

Mike alza una ceja, y una risa con tono de broma escapa de él.

—¿Acabo de llegar y me estás echando?

—¿Qué? ¡No! Pero Jake-

—Hola, niño pálido —la interrumpió el muchacho, acercándose y extendiendo una gran y morena mano. Mike por cortesía acepta el saludo, pero el dolor físico que le provoca aquello, aumenta su necesidad de tomar algunas cervezas—. Qué bueno que vinieras. Soy Jacob —le sonríe.

—Sí... he escuchado sobre ti en el instituto —le sonríe de vuelta.

—Un gusto conocerte.

—Lo mismo digo.

Bella mira a Jacob, intuyendo su mirada desafiante y como reprochándole algo y provoca que él soltase su mano. Ella luego gira el cuello y le sonríe amigablemente a Mike.

—Espero que lo disfrutes.

—No lo dudes.

No debería haber dicho eso. Ahora sí que se sentía muerto.

Después de intercambiar unas palabras más sobre el instituto y unas tareas que dieron para el fin de semana, pusieron rumbo a la playa, en donde Jessica estaba al borde del enfado, esperándolo. Delante de él, Jacob le toma la mano a Bella y la tira lejos. Mike lo toma como un desafío, pero no quiere arriesgar su vida en lo que resta de la tarde. Se acerca a Jessica, y aunque no quiere, fuerza una sonrisa, esperando que ella no se enojara más. A lo lejos oye a Bella gritar, y puede sentir como un espasmo le molesta en el borde del labio. Tendría que aguantarse, nada más.

Para su sorpresa, la Push estaba llena de chicos igual de grande que Jacob. Y él no conocía a la mayoría, obviamente. Recordaba haber escuchado a Bella decir unos nombres como Sam, Jared, Seth, pero para él no tenían rostros. Se sentó junto a Jessica y los contempló, esperando hallar no sabía qué. Después de unos segundos inútiles, Jessica encontró el camino para asentarlo en la conversación con el resto de los chicos del instituto.

No habían muchas chicas disponibles, aparte de Jessica.

La primera cerveza llegó como por arte de magia. O sea, en un momento estaba hablando sobre lo que iba a hacer en las vacaciones de verano, y al momento siguiente ya llevaba su tercer vaso. A su lado, Jessica había entrado en la siguiente fase, y su risa era más escandalosa, casi como si la estuviera exagerando. Mike sabía que no, porque el alcohol causaba eso en ella. A los muchachos Quileute, en cambio, no lucían muy afectados. Pero tal vez era solo ilusiones suya, porque juraba haber visto a un chico beber en un vaso del tamaño de un barril, pero eso era imposible. El alcohol le había afectado más de lo que él creía.

Además Bella estaba bailando con Jacob, y Bella odiaba bailar.

La mira dar unas vueltas, su vaso casi vacío, y cuando se da cuenta que está quedando como un estúpido de nuevo, se gira y le dice a Jessica que va al baño, aunque en verdad solo quiere salir de ahí.

Dolía demasiado.

Cuando llega a las orillas de la playa, cerca de un grupo de grandes roca, se encuentra con unos ojos marrones totalmente distintos a los de Bella. Es una chica de la Push. Al principio va a disculparse, que no quería incomodarla, pero su cuerpo no le responde. Es extraño. La vergüenza sube lentamente por su rostro cuando sus piernas no le responden, y lo único que puede hacer es mirar la arena húmeda junto a sus zapatos.

—Yo...

—Maldición —escupe la chica. Mike quiere que se lo trague la tierra.

—Lo siento, no quería incomodarte.

Un silencio profundo como el mar los rodea. Si Mike creía que la mirada de Jacob era para matarse, esta situación estaba bastante a la altura.

—Me llamo Leah.

Esa presentación brusca e inesperada lo hace subir la cabeza, confundido.

—Mike.

Leah no responde de inmediato, y se remueve incómoda sobre la roca. Mike se da el tiempo para observarla detenidamente. En general, no es diferente al resto de mujeres de la reserva; piel, pelo y ojos oscuros y una estatura bastante aceptable. Pero es linda, agraciada. No una belleza como la de Bella, pero no tiene nada que envidiarle. Mike se cuestiona si la ha estado mirando por muchos segundos.

—Si quieres... —Leah se detiene y frunce el ceño, como si le costase hablar— puedes sentarte.

Oh.

—Eh... gracias.

Ella vuelve a mirar el oleaje del mar.

—Como sea.

Él toma la invitación —si es que a eso se le podía llamar como tal—, y dejando el vaso enterrado en la arena, sube a la roca y se sienta junto a ella. A pesar del frío, el brazo de Leah está caliente, como si hubiera bailado sobre el fuego de la fogata. Ellos no conversan, y tampoco se siente necesario hacerlo, escuchando el suave va y ven del oleaje, viendo las olas estrellarse contra las rocas de la orilla, o desarmarse al tocar la arena. No aprenden mucho del otro y tampoco pretenden hacerlo. Ellos está bien así. Se siente bien.

A Mike le agrada.

Y, por supuesto, no tiene idea en lo que acaba de meterse.